La tortura del muro

La Ley del Muro y permiso para torturar. No son frases extraídas de una novela de terror o de los archivos de la CIA… O de la KGB. No me vayan a decir parcial. Pero necesariamente debo decirles que tienen que ver con Bush. Y no con Castro. La primera frase resume lo que será la construcción de un muro de 1.126 kilómetros en varios tramos de la frontera con México. Lo que equivale a un muro entre Mérida y Caracas, pero ida y vuelta, si mis cuentas no fallan.

En territorio estadounidense ya hay seis millones de mexicanos, por lo cual, viniendo de Bush, algunos se preguntan si el muro es para impedir que estos mexicanos puedan regresar a su país. Bromas aparte, la Ley del Muro se satiriza y nos lleva al Muro de Berlín, paradoja que deben masticar los defensores a ultranza del sistema capitalista estadounidense.

Lo cierto es que George Bush ordenó el inicio de la construcción de un muro para impedir que los inmigrantes mexicanos puedan entrar al territorio de su país. Resulta que cientos, miles de mexicanos mueren perdidos en el desierto de Arizona y cual alpinistas muertos en la montaña, sus cuerpos son encontrados en el camino por sus compatriotas. Sólo una cruz blanca los identifica, pues las más de las veces estos hermanos latinos no llevan identificación. Su destino es una fosa común. Digamos pues que no es concha de ajo el problema que tienen los legisladores estadounidenses. Tal vez si fueran inmigrantes cubanos la solución no sería un muro. Son públicas y notorias las facilidades que se les dan a los inmigrantes cubanos. Recordemos al niño Elián González, al que, en una voltereta inmigratoria insólita, le defendían su “derecho” a quedarse en territorio estadounidense. A los mexicanos les dicen, muéranse, pero del lado de allá, que este territorio ya lo arrebatamos una vez. ¿Para qué más?.

La otra frase es menos metafórica pero igualmente digna de Bush: permiso para torturar. No es mía, al igual que la otra, sino el titulo de un editorial del diario La Jornada de México:

“El día de ayer será recordado como una fecha trágica para Estados Unidos y para el resto del mundo: el Senado de ese país se plegó a las exigencias del gobierno de George Walker Bush y legalizó (…) la liquidación de los derechos humanos de los sospechosos de terrorismo.

En adelante, será legal la detención de una persona por tiempo indefinido y sin presentación de cargos, será legal el uso de pruebas obtenidas mediante coerción y serán legales prácticas de interrogatorio como la privación de sueño por periodos prolongados o exponer a los interrogados a bajas temperaturas. Para aprobar semejantes atrocidades, los legisladores del país vecino recurrieron a una argucia simple: manifestar que tales tormentos no se llaman tortura”.

Díganme ustedes si estos gringos no son sorprendentes. La idea no es nueva, torturar sin dejar huella. Pero supongamos que usted es víctima del terrorismo y hay un tipo sospechoso de ser terrorista. Usted, debe permitir que a ese sospechoso no se le respeten los derechos humanos. Pero digo más. Imagínese que usted es el sospechoso. Por allá en uno de sus viajes de trabajo o de ocio y le toca ser sospechoso de terrorismo en el aeropuerto de Nueva York. Y lo ponen preso. Por tiempo indefinido. Lindo no es. Ni justo. Pero legal si. ¿Qué me dice, qué opina, de lo que le pasó al Canciller Nicolás Maduro? La ley la aprobaron luego de su detención, de lo contrario ya el canciller tendría los ojos sancochados. Por decir lo menos... Son muros, vallas, paredes torturadoras. ¿Hasta cuándo y en nombre de qué habrá que calárselo?


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Mercedes Chacín


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