Denuncia de discriminación racial de Viola Davis al recibir el Emmy

Ese día asistí a un concierto de una Sinfónica Juvenil  en el centro de la ciudad. Lo hermoso de la historia es que cada adolescente que la conforma ha recorrido un largo camino para poder ganarse un puesto ahí, son niños de bajos recursos que estudian en escuelas públicas y que pasaron diferentes eliminatorias en todo el Estado de Illinois para poder ser parte de esa sinfónica, solo había un niño hispano y una niña negra, el resto era entre niños anglosajones y asiáticos. 

Para esos días estaba que hervía lo de la muerte de Michael Brown en Ferguson y se realizaban protestas a lo largo y ancho de Estados Unidos, Chicago no fue la excepción  y el día del  concierto la avenida Michigan se abarrotó de manifestantes afro descendientes. 

Adentro del recinto era otra cosa,   una paz y una sensibilidad que afloraba con aquellas melodías,  de pronto  la sinfónica guardó silencio  por completo, salió el director dejaron pasar unos minutos  y entró la niña afros descendiente al escenario con su violín y con el director, se veía tan hermosa con su vestido azul. Por casualidad su familia estaba sentada a la par mía y sentí los latidos de sus corazones como batucadas, se agarraban de las manos, se abrazaban:  era un familión  estaban tíos, primos, abuelos esas familias grandes que me enloquecen. Y comenzó la niña a tocar su violín acompañada por unos cuantos instrumentos de la orquesta. 

La veía tan preciosa, tan dueña del escenario, iluminaba todo el recinto y vinieron a mi mente las palabras del poema de Victoria Santa Cruz, “Me gritaron negra.”   También Reláfica de  la Negra Hipólita. Escenas de la película Mississippi en Llamas, de 12 Años de Esclavitud. Los Quilombos en Brasil en los tiempos de la esclavitud.  A ritmo de timbales se descolgaban las escenas  y venían las palabras, El Color Púrpura, Mujer Fenomenal, Ain’t Got No…I’ve Got Life, Bessie, Pata Pata, Duerme Negrito. 

Me costaba respirar,  fue una mezcla de sentimientos la que brotó con aquella niña en el escenario, la música  de violín y las manifestaciones en la avenida Michigan, mis ancentras negras, la Mamá África y la cruel historia de la esclavitud y discriminación racial. La abuelita que estaba a la par mía me tomó la mano y la apretó fuerte, la abracé por un instante y ambas lloramos emocionadas. No sé qué recuerdos, qué frustraciones, qué dolores, qué sueños y qué realización traía a la mente de la abuelita ver a la nieta ahí dueña del escenario, con sus alas grandes, fuertes y extendidas. Negra, orgullosamente negra. 

Si en Estados Unidos ser negro es sinónimo de discriminación,  en Latinoamérica la segregación es implacable, y no miento quienes somos negros latinoamericanos y vivimos en nuestros países de origen no me dejarán mentir. Latinoamérica no es mejor que Estados Unidos en cuestión de discriminación racial, no tiene moral para señalar a este país. Latinoamérica se avergüenza tanto de los Pueblos Originarios, de los Pueblos Indígenas como de las comunidades de afro descendientes. Latinoamérica siempre está viendo para Estados Unidos y lo anglosajón. Desconoce lo poderosa, lo hermosa, lo exorbitante de su raíz ancestral y de sus multiétnias. Lo mismo sucede con Estados Unidos y la discriminación y el abuso que hace a los Pueblos Nativos. 

Hasta el momento yo no he visto a un solo actor, a una sola actriz blanca que en su discurso de aceptación de un premio en Hollywood, en todo lo que tenga que ver  con la  televisión gringa que  hable de la discriminación racial, (si hay alguno me avisan) para hablar de discriminación racial  se tiene que ser negro, vivir el estigma, padecerlo, respirarlo, rechazarlo, llegar a odiarlo. Se tiene que vivir del otro lado de la segregación; del que recibe los golpes, el rechazo, las afrentas, el escarnio. Muy similar a luchar por los Derechos Humanos de las mujeres, se tiene que ser mujer para entenderlo. Pero ser mujer y negra já…  Por desgracia en ambos casos porque nuestra condición humana es una porquería. 

Muy pocas cosas  buenas tiene la televisión estadounidense y son pequeños instantes; por ejemplo cuando Marlon Brando rechazó el Oscar por su papel en El Padrino y en su lugar subió a recibirlo una Nativa, que denunció el trato que daba Hollywood a su pueblo y también  la masacre de Wounded Knee. En lo reciente el discurso de Lupita Nyong’o  en su interpretación de 12 Años de Esclavitud.  Han habido buenos discursos que por ahí ladean, circundan, como que quieren y como que no porque saben las consecuencias que se vienen cuando se dicen las cosas claras. Pero lo que hizo la fenomenal Viola Davis en su discurso de aceptación del Emmy fue poner el dedo en la llaga, una bofetada a la doble moral estadounidense, un golpe frontal a la industria del cine, la música y la televisión de este país. Fue un activismo puro. Fue la primera artista afro descendiente  en ganar  un Emmy a la mejor actriz. 

“Déjenme decirles algo. Lo único que separa a las mujeres de color de cualquier otra persona en la oportunidad. No se puede ganar un Emmy por papeles que simplemente no están disponibles.” Estas palabras fueron bien aceptadas por la comunidad negra en Estados Unidos pero escaldó  a la comunidad anglosajona, la artista recibió entre insultos, comentarios racistas y descalificaciones en las redes sociales por parte de varios del gremio artístico de Estados Unidos y por la sociedad en general. Yo me pongo de pie  y aplaudo sus palabras, porque hay que aprovechar los momentos de luz, estar frente a los focos de atención para denunciar, para decir las cosas con todas sus letras para que el mensaje llegue certero a donde tiene que llegar.  

Viola fue muy valiente y honesta al decir esas palabras que representan a una comunidad afro no solo en Estados Unidos sino en el mundo entero. Y es cierto la única diferencia entre los seres humanos, de cualquier etnia, nacionalidad, credo, color es la oportunidad. 

Yo me pronuncio secundándola y digo, la única diferencia entre los indocumentados y los “legales” es la oportunidad. Ojalá que un día no muy lejano, sea hombre, mujer, blanco y negra la que se pare en un escenario de esa envergadura y denuncie a los cuatro vientos el trato que nos da la sociedad, el sistema  y el gobierno estadounidense a los indocumentados. Ojalá que alce su voz y se pronuncie en defensa de los Derechos Humanos y Laborales de los millones de indocumentados en este país.

Ojalá que un día los seres humanos sin haber tenido que vivir las experiencias desgarradoras de otros podamos tener  la sensibilidad, la conciencia y la consecuencia política y humana de cambiar del rumbo de esta sociedad mundial que cada día se pudre más. 

 



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Ilka Oliva Corado

Escritora y poetisa guatemalteca. Se graduó de maestra de Educación Física para luego dedicarse al arbitraje profesional de fútbol. Hizo estudios de Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora-Arizona.
Es autora de doce libros: Historia de una indocumentada. Travesía en el desierto de Sonora-Arizona; Post Frontera; Poemario de luz de faro; En la melodía de un fonema; Niña de arrabal; Destierro; Nostalgia; Agosto; Ocre y desarraigo; Relatos; Crónicas de una inquilina y Transgredidas, publicados en Ilka Editorial.
Una nube pasajera que bajó a su ladera la bautizó como “inmigrante indocumentada con maestría en discriminación y racismo”.
Sitio web: https://cronicasdeunainquilina.com/

 cronicasdeunainquilina@gmail.com      @ilkaolivacorado

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