América Latina y la segunda vuelta en Brasil

El triunfo de la Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, candidata a la
reelección por una coalición encabezada por el Partido de los
Trabajadores en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en
Brasil fue holgado, pero insuficiente para evitar una ronda decisiva
entre los dos candidatos más votados.

Casi todas las encuestas acerca de la intención de votos para esa
primera vuelta le daban el triunfo. Inicialmente se pronosticó una
carrera sumamente disputada con Marina Silva, pero, a partir de que la
campaña de Dilma radicalizó su orientación de izquierda se debilitó la
posición de la candidata del Partido Socialista y al final, la
victoria de Dilma tuvo como su más cercano opositor al candidato del
PSDB Aecio Neves, a quien se le presagiaba el tercer lugar.

Preguntados por sus preferencias en caso de una eventual segunda
vuelta, los encuestados evidenciaron un claro favoritismo por Dilma
Rousseff sobre Marina Silva y, con margen más amplio aún, sobre Aecio
Neves, si el oponente fuera éste.

Para esta vuelta decisiva programada para el 26 de octubre, la opción
es bien simple. Sólo habrá un candidato de la izquierda y otro de la
derecha. Uno representa las aspiraciones de las grandes masas
populares y otro que responde a los intereses conservadores del
sistema capitalista.

Los conservadores apoyan sus esperanzas en el hecho de que aunque la
votación por Dilma fue superior a la de Neves, que fue segundo, y a la
de Marina Silva, que quedó tercera, la suma de los votos a favor de
ambos en la primera vuelta superó en más de 13 millones el número de
sufragios que tuvo Dilma.

Obviamente, nadie piensa que todos los votos que lograron estos dos
candidatos opositores se habrán de unir mecánicamente contra Dilma.
Sería lógico que los militantes y simpatizantes del PSDB respaldaran
al candidato de su partido, pero no lo sería en el caso de los
militantes, simpatizantes y aliados del PS en la primera vuelta,
quienes asumirán una orientación política propia, aunque influidos
probablemente por llamados que, a título individual o grupal, hagan
algunos de los líderes de su partido.

Las posibilidades electorales de Aecio Neves, el candidato de la
derecha, dependen de cuánto pueda edulcorar sus programas a fin de
captar el sufragio de la ciudadanía incauta, porque Neves es el
candidato de los bancos privados nacionales y extranjeros, las
empresas periodísticas, un segmento anti PT del empresariado nacional,
las clases medias altas y parte de los sectores medios que se ven
reflejados en los modelos de consumo y la política de los más ricos.

Pero sus ofertas promocionales tienen que cuidarse de no amenazar la
vigencia de las injustas relaciones capitalistas de explotación que
han logrado sobrevivir el período de los gobiernos de izquierda cuya
continuidad Dilma Rousseff encarna.

Neves representa la política brasileña tradicional, vinculada
estrechamente con el neoliberalismo, el predominio del capital
financiero, y la orientación al desarrollo de alianzas y relaciones
más estrechos con Estados Unidos y las naciones industrializadas en
detrimento de los nexos con Latinoamérica y el Tercer Mundo.
Neves es partidario de las políticas de libre comercio, en especial de
tratados de librecambio con las naciones más ricas.

Fue gobernador del estado de Minas Gerais durante dos periodos y se
atribuye a su mala gestión el hecho de que, en ese estado que se
consideraba feudo político de su familia, la candidata Dilma Rousseff
venciera por amplio margen al del PSDB en la reciente primera vuelta
de las elecciones y que el candidato a gobernador del PT derrotara por
amplio margen al del PSDB.

Se espera que la batalla electoral sea muy dura, dado que lo que está
en juego es la continuidad de un proyecto de país que inició Lula da
Silva y Dilma Rousseff promete profundizar y mejorar. La alternativa
que encarna Aecio significa el retorno a una fórmula ya probada
durante los dos mandatos presidenciales de Fernando Henrique Cardoso
(1995-2002), cuyos resultados defraudaron a la mayoría de los
brasileños.

La gestión global que promete Dilma tiene el sólido respaldo de una
ejecutoria que llevó a Brasil a convertirse, de oscuro aliado menor de
Estados Unidos, sin peso internacional significativo, en la
prestigiosa séptima economía mundial que es hoy, con liderazgo no solo
regional, sino global como miembro del grupo BRICS de países en vías
de desarrollo llamado a contrarrestar la hegemonía unipolar
imperialista.

En el terreno de la política continental, la dupla Lula-Dilma
representa la defensa de la soberanía e independencia, el apoyo a la
unidad e integración de América Latina y el Caribe, la solidaridad con
Venezuela, Cuba y los demás procesos anti neoliberales de la región, y
a favor de la paz mundial.


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Manuel Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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