Washington actúa como Gobierno en el exilio para Ucrania

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

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Los norteamericanos pueden ser engañados con esa propaganda auto suficiente de su “excepcionalismo por gracia divina” conocida eufemísticamente como periodismo noticioso independiente y una dieta de masivo lavado de cerebro más el jarabe del entretenimiento, cosa que refuerza la vaciedad y la vanidad de los supuestos valores norteamericanos -- ¿Pero, realmente ellos pensarán que el resto del mundo se encuentra en estado igualmente comatoso? Aparentemente, sus funcionarios así lo creen.

Durante una entrevista esta semana con la Radio Europa Libre (publicación noticiosa independiente norteamericana estrechamente ligada con la CIA) Michael McFaul, el embajador norteamericano en Rusia, se refirió a las últimas protestas políticas en Ucrania.

McFaul dijo que “nosotros creemos que compartimos a este respecto con Rusia cierto número de intereses comunes. Primero, se trata de un proceso pacífico. Segundo, se trata de un proceso democrático. ¿Cómo manejar todo esto y dentro de qué marco? Es el pueblo ucraniano el que debe decidirlo.”

Si se trata que los ucranianos lo decidan, como aparentemente lo cree McFaul, ¿Por qué entonces su gobierno en Washington declara que el acuerdo comercial de esta semana entre los presidentes ruso y ucraniano, Vladimir Putin y Viktor Yanukovych “no es suficiente para satisfacer las demandas de los manifestantes en Kiev.?”

De ese modo, Washington descartó con desdén el acuerdo firmado esta semana entre los dos países vecinos. ¿Qué significa Washington cuando dice “no es suficiente para satisfacer las demandas?” ¿No suficiente para quién? ¿Quién dice eso? Y aun más, ¿quién es Washington para intentar arbitrar los asuntos soberanos efectuados entre Rusia y Ucrania?

Putin y Yanukovych, ambos presidentes elegidos en países independientes y soberanos con fuertes lazos históricos, --en caso esos hechos se hayan olvidado-- firmaron un significativo acuerdo financiero y comercial en la ciudad de Moscú. En el centro del acuerdo figura un préstamo de 15 mil millones de dólares otorgado por Rusia con el objeto de evitar que Ucrania fuera golpeada por una devastadora mora con sus acreedores internacionales, y también un nuevo contrato para el suministro de parte de Rusia de gas natural con un fuerte descuento para el pueblo de Ucrania de alrededor de un tercio de los precios actuales.

De tal modo, resulta perverso cómo Washington y sus aliados europeos reaccionaron de inmediato para volcar su menosprecio contra un obviamente beneficioso acuerdo entre Moscú y Kiev, además que Occidente quiere decir que los presidentes ruso y ucraniano han llevado a cabo algo pernicioso de manera furtiva e ilícita.

La despectiva reacción oficial de Occidente también fue acompañada de exageradas y estúpidas acusaciones hechas por los manifestantes en Kiev en el sentido que el Presidente Yanukovych “puso el país en venta” y que “acabó con la independencia de Ucrania.”

Semejante y desvergonzada interferencia occidental, claramente subvierte las normas y el derecho internacional hecho que solamente puede ser explicado por la arrogante suposición que Washington y sus aliados están de manera tácita auto nombrándose como un gobierno ucraniano en el exilio. De otro modo, resulta inexplicable que de dónde saca Washington autoridad para efectuar semejantes e inusitadamente entrometidos pronunciamientos.

La noción de gobierno en el exilio no resulta tan ridícula como pudiera creerse. Actualmente debiera ser obvio que los principales organizadores de las manifestaciones en Kiev, Vitali Klitscho, Arsenyi Yatsenyuk y el neonazi Oleg Tyahnibok están trabajando de manera estrecha con gobiernos extranjeros, centros de estudios e inteligencia militar encubierta para fomentar una agenda extra parlamentaria de cambio de régimen. El nexo de agentes nacionales y extranjeros no está interesado en promover un cambio democrático a través de una política electoral, sino más bien está motivado por llevar a cabo un golpe de estado en toda la línea.

A pesar de lo que diga el embajador McFaul, las manifestaciones en Kiev no son ni pacíficas ni democráticas. La violenta ocupación de edificios y propiedades gubernamentales, la interrupción de los servicios públicos, el vandalismo contra los bienes del estado y el uso metódico de técnicas para organizar disturbios son evidencia que los manifestantes han sobrepasado lejos el derecho democrático a disentir. El mismo tipo de manifestaciones en Estados Unidos habría sido enfrentado con draconiana violencia estatal. En realidad, manifestaciones de naturaleza mucho más legítima contra las medidas de austeridad en Estados Unidos han sido brutalmente reprimidas por las autoridades. De igual modo en varias ciudades europeas.

Así mismo, el embajador norteamericano McFaul plantea el irracional y no comprobado supuesto que los manifestantes en la capital de Ucrania están investidos con un mandato popular para hablar en representación de la población en general –pero no menciona las evidencias de infiltración extranjera. El número más alto de manifestantes en Kiev se calcula en unos 300 mil entre una población nacional de 46 millones. La decisión de políticos arribistas, gente de base manipulada por la CIA y las erróneas ilusiones acerca del ingreso a la Unión Europea no confiere automáticamente un mandato popular a un gentío que trata de paralizar la ciudad capital. En realidad, sería más fácil reconocer que los manifestantes en Kiev sencillamente han incitado al desorden público lo cual –a menos que lo olvidemos de nuevo—constituye un delito.

Pero esta escueta realidad no impide que Washington y sus funcionarios pretendan encumbrar a grupos de revoltosos y rufianes neonazis atribuyéndoles un mandato popular. Se trata, en efecto, del insidioso imperialismo que corroe el orden y el discurso al extremo que si el orden es reimpuesto, esas medidas correctivas son de inmediato tildadas de despotismo y tiranía.

Esta semana Putin y Yanukovych produjeron un serio mapa económico para aliviar los problemas fiscales de Ucrania con un mínimo de inconvenientes para la población. Como lo señaló Putin, luego de la firma de los acuerdos en el Kremlin: “quisiera llamar su atención sobre el hecho que los acuerdos no están sujetos a condición alguna, no están relacionados con el aumento, la rebaja o el congelamiento de ninguna conquista social, pensiones, subsidios o salarios. Y por otra parte, quisiera tranquilizarlos a todos, hoy no hemos discutido la cuestión del ingreso de Ucrania a la Unión Aduanera.”

Al referirse a este último punto acerca de la Unión Aduanera, Putin estaba previendo las groseras y absurdas acusaciones de parte de Occidente en cuanto a que Rusia de algún modo estaba chantajeando a Ucrania para impedir que esta firmara el acuerdo de asociación con la Unión Europea. Aparentemente, Yanukovych al rehusarse a firmar el acuerdo el mes pasado, provocó las manifestaciones de protesta en Kiev.

Pareciera un razonamiento obtuso no apreciar los mutuos beneficios para Rusia y Ucrania a partir del último acuerdo logrado por Putin y Yanukovych. Rusia es el socio comercial más grande de Ucrania, como también el inversionista extranjero más importante y por lo tanto tiene mucho que ganar con la estabilización de su vecino.

Irónicamente, una parte de los actuales problemas de Ucrania fue causada por los altos precios del gas ruso que la presidenta anterior, Yulia Tymoshenko había firmado y eventualmente fue detenida acusada de corrupción. Su Partido de la Patria es uno de los principales organizadores de las actuales protestas en Kiev, partido que promueve la asociación con la Unión Europea, la cual elevaría los precios del gas aun más.

En contraste con el acuerdo Moscú-Kiev de esta semana, ambos, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, FMI estaban condicionando sus referidos préstamos comerciales y financieros a onerosas medidas de austeridad, tales como un alza en el precio del gas, devaluación de la moneda (lo cual eleva el costo de la vida) y el congelamiento de sueldos y salarios y otros beneficios sociales como también un montón de costosas reglamentaciones industriales. La Unión Europea y el FMI con base en Washington no están interesados en mejorar las condiciones de la población. Ellos quieren abrir nuevos territorios para el capital extranjero y extraer ganancias.

Pareciera increíble que los manifestantes ucranianos, sus burócratas mentores de la Unión Europea y su de facto gobierno en el exilio en Washington, estén seriamente planteando que el acuerdo Putin-Yanukovych de esta semana fue “una venta”. Semejante pretensión no solo desafía la realidad sino que pareciera que apunta hacia provocar histeria.

La realidad es que la alternativa del “sueño de la UE” significa para los ucranianos el congelamiento de los altos precios del gas y las medidas de austeridad que son la norma común en el conjunto de países miembros de la Unión Europea además del endeudamiento con el FMI. Esta alternativa es actualmente rigurosa y dolorosamente visible a través de toda la Unión Europea –y aun así, los manifestantes pro UE en Kiev y sus patrocinadores extranjeros parecieran vivir la crasa negación de este flagrante hecho. En realidad resulta escandaloso que cualquiera que no niegue esta realidad y que apunte hacia algo más visible, sea tildado de traidor o tirano.

Una nota final para los soñadores de la Unión Europea en Kiev que se sintieron “traicionados” es el informe que señala que el gobierno inglés introdujo nuevas restricciones para los que arteramente denomina “emigrantes de la Unión Europea.”

En los tiempos que corren, de austeridad económica en la Unión y ante la creciente violencia callejera neonazi, el gobierno de Londres está preocupado porque está siendo inundado por oleadas de personas que vienen de los nuevos países miembros de la Unión Europea provenientes de la Europa Oriental.

En teoría, todos los ciudadanos de los 28 países miembros de la UE tienen derecho a viajar libremente sin visado y a recibir beneficios sociales tales como una asignación para los que buscan empleo y alojamiento subsidiado. Quizás esto sea lo que muchos manifestantes de la Plaza Maidán de Kiev están soñando. Pues, tendrán que seguir soñando.

El gobierno británico está particularmente preocupado por el creciente número de “inmigrantes económicos” provenientes de Polonia, Rumania y Bulgaria y está ahora introduciendo nuevas requisitos lo que significa que a partir de comienzos del próximo año los postulantes a los beneficios de la UE tendrán que esperar tres meses antes de recibir cualquier pago –a pesar que esto en teoría es contrario a la ley de la Unión Europea.

A propósito de esto, Gran Bretaña ha impuesto nuevos requisitos para impedir que pagos del servicio de bienestar social sean recibidos por beneficiarios que no hablan inglés fluidamente.

En un tono profundamente despectivo, el Primer Ministro, David Cameron, dijo que las últimas restricciones “harían del Reino Unido un lugar menos atractivo para los emigrantes de la Unión Europea que quieren venir aquí y vivir a expensas del estado.”

Este es un vistazo a la realidad que muy a menudo es la marca distintiva de la actual Unión Europea –una feroz xenofobia y dificultades económicas. La “aterciopelada y cálida” Europa es solo una ilusión expuesta por el gobierno en exilio de Washington para Ucrania y que de facto es el ministerio de relaciones exteriores de Bruselas.

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Finian Cunningham

Analista internacional


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