Tres grandes dolores del comandante Pablo Catatumbo

Conocí al comandante Pablo Catatumbo en 1990 cuando en Caracas se realizaba un diálogo por la Paz entre la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar y el Gobierno presidido por el doctor César Gaviria. Tal vez o es lo más seguro, él no se recuerde mí. No es fácil para un entrevistado grabarse el rostro de todos quienes le acosan con preguntas y recibiendo disparos de cámaras fotográficas. Catatumbo, estaba joven y delgado pero siempre con lentes sobre sus ojos. Creo, que en ese tiempo era miembro del Estado Mayor de las FARC. Actualmente es miembro del Secretariado, máximo organismo de dirección operativo de las FARC integrado por siete comandantes. Además del comandante Pablo Catatumbo estaban en Caracas los comandantes Alfonso Cano, Iván Márquez, Francisco Galán, Guillermo Zuloaga, Lucía González, Miguel Suárez, Luis Asdrúbal Jiménez, Daniel Aldana, Andrés París  y Diego Ruíz. Lamentablemente, por razones que acá no voy a exponer, el Diálogo de Caracas culminó muy rápido y los comandantes volvieron a sus puestos de combate en las montañas de Colombia. Eso hace 23 años.

            Cuando vi, hace poco, al comandante Pablo Catatumbo llegando a Cuba, lo aprecié demasiado gordo para como era antes y, por supuesto, se le notan los cambios físicos que ha tenido pero, igualmente, fácil se percata uno del enriquecimiento que ha tenido en el campo de los conocimientos y en las experiencias de la lucha política. Para un insurgente, por ejemplo, el tiempo es tan importante como su vida misma.

            Para mí, no sé para otros, el verdadero ejercicio del periodismo es aquel que no va a juzgar y condenar de antemano al entrevistado sino aquel, que dejando su odio y su espíritu de venganza de lado, busca descubrir las causas de los acontecimientos en investigaciones o entrevistas a personajes, importantes  o no, de los mismos. Puedo decir, sin ser periodista, que hice entrevistas a importantes comandantes de las FARC –como igualmente del ELN-, por mencionar las dos organizaciones insurgentes de mayor participación e influencia en el conflicto político y militar en Colombia, pero también mucho me interesó entrevistar a mandos medios y combatientes porque, al fin y al cabo, son los que más llevan el peso de la guerra, esos que participan en los combates, esos que a diario –con sus propios ojos y sus propios oídos- tienen el contacto directo con las poblaciones humanas que viven alrededor o en medio del conflicto, esos que tienen que andar de aquí para allá con su morral encima y no pocas veces casi sin recursos económicos viviendo las peores vicisitudes de la guerra. Esos, que siendo muchísimos y prácticamente  anónimos no son tomados en consideración por los periodistas que buscan fama y buenos ingresos económicos sólo entrevistando a los comandantes más importantes de las organizaciones insurgentes.

Leí por prensa escrita y escuché y vi por televisión la entrevista que le hizo la periodista Natalia Orozco al comandante Pablo Catatumbo hace poco en La Habana, aprovechando el diálogo por la paz que allí se realiza y hasta las comodidades en no tener que ir a unas montañas, hacer cruces difíciles a pies, correr peligros, escuchar tiros, no poder comer lo que apetece, dormir sin el agrado de los buenos colchones, es decir, sin esos privilegios que existen en las ciudades. Y eso tiene validez para la periodista como para el entrevistado. Nada de crítica a ello. Sin embargo, creo que eso facilitó a la periodista Natalia Orozco para que le hiciera preguntas al comandante Pablo Catatumbo que, tal vez, en las montañas de Colombia no las hubiese hecho. No lo sé, pero así lo creo.

He sentido gran admiración por Catatumbo que parte desde que lo conocí en Caracas. Luego, esa admiración se acrecentó cuando una vez –no recuerdo bien- escuché o leí que el asesino Carlos Castaño reconocía, entre otros mandos de las FARC, a Pablo Catatumbo como inteligente y bien formado política e ideológicamente. No sé ni me interesa si el criminal Castaño lo hizo para buscar incentivar contradicciones en los altos mandos de las FARC, pero no se puede negar que Catatumbo es un verdadero estratega de la política.

 Bueno, lo que pretendo, por captación, es destacar tres momentos que fueron extremadamente dolorosos para el comandante Pablo Catatumbo y que nunca influyeron para que ni remotamente llegase a pensar en abandonar la lucha por su ideal.

            Dolores:

1.  Pablo Catatumbo estuvo preso pero sus torturadores fueron miembros del cártel de Pablo Escobar. Sin embargo, el dolor no fue tanto la tortura sino -¡terrible… terrible...!- lo hicieron en pleno recinto de un cuartel del Ejército Colombiano (Brigada de Institutos Militares) mientras todos los altos funcionarios del Estado negaban sus estrechas relaciones de complicidad y confraternidad con los narcotraficantes y con los paramilitares. ¡Qué cinismo!

2.  Vivió, como él mismo lo sostiene, un momento demasiado doloroso por el terrible caso que padeció su hermana Yanet. Esta fue secuestrada por los paramilitares de Castaño. Todos los grandes medios de la comunicación privados no se dedicaron a condenar el secuestro ni a exigir la libertad de la secuestrada sino a especular que Yanet se había hecho amante del criminal Castaño. En ese tiempo igualmente secuestraron los paracos a un hermano de Alfonso Cano, la mamá y una hermana de Iván Márquez, y una hermana del secuestrado político por los imperialistas, el camarada Simón Trinidad. A través de esas metodologías de venganza querían doblegar la convicción de altos comandantes de las FARC. No pudieron lograrlo y Yanet fue devuelta descuartizada, en pedazos, cortada con una motosierra como si hubiese sido una presa de carne para cocinarla. ¿Acaso eso no causa un dolor indescriptible para sus familiares? ¿Qué pretendían los amantes de los crímenes de lesa humanidad con el asesinato a mansalva de Yanet? ¿Qué hizo el Gobierno de turno para dar con los criminales y someterlos a la justicia? ¿Es a esos criminales que los amantes de la guerra y sus periodistas de oficio quieren que el camarada Pablo Catatumbo les pida perdón? El destino es a veces impredecible: el asesino intelectual de Yanet (Carlos Castaño) fue, posteriormente, asesinado por orden de su propio hermano. Así sería el tamaño de degeneración y de descomposición mental de esa familia paramilitar.

3.    Fue el dolor que vivieron miles de miles de revolucionarios en el mundo pero, no es negable, que en el caso del comandante Pablo Catatumbo lo haya vivido con una mayor intensidad que otros. Pablo siempre admiró al comandante Alfonso Cano, fue su entrañable camarada de lucha, de vicisitudes, de cruces, de combates, de andanzas y de esperanzas. Por lo dicho en la entrevista que le hizo la periodista Natalia Orozco, Pablo Catatumbo fue el último miembro del Secretariado que vio con vida al camarada Alfonso Cano. Luego de esquivar bombardeos, de mucho caminar y hasta de pasar hambre, el comandante Cano decidió separarse del comandante Catatumbo. La decisión fue correcta: había que evitar que los dos cayeran o abatidos por las balas del Gobierno o hechos presos por los verdugos. ¿Cuánto cinismo hubiese derrochado el Gobierno colombiano si el comandante Pablo Catatumbo también hubiera caído en el mismo sitio donde asesinaron al comandante Alfonso Cano? Lo cierto es que Cano y Catatumbo se dieron –sin desearlo ni saberlo con exactitud- su último abrazo de despedida en un lugar de las selvas montañosas del Tolima. Luego, la historia se conoce sobre la muerte de Cano. Sin duda alguna, ha debido ser un dolor demasiado profundo para el camarada Pablo Catatumbo como para toda la insurgencia colombiana y todos los movimientos revolucionarios del mundo. Y punto.

¡Viva Alfonso Cano!... pero también ¡Viva Pablo Catatumbo!



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Freddy Yépez


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