Nelson Mandela: … se equivocó…

Aún no ha muerto el gran líder, el hombre bueno,  el extraordinario luchador contra el apartheid, el vencedor del larguísimo cautiverio, don Nelson Mandela, mejor conocido en Sudáfrica como Madiba. Ya grandes medios de comunicación privados le están haciendo homenajes a don Nelson Mandela. Sin duda, merecidos, independiente de quienes se los hagan. Sin embargo, como lo padece todo gran líder que muere y –especialmente- si sus posiciones políticas han sido de izquierda o revolucionarias, ya comenzaron a canonizarlo, a presentarlo como un santo, como aquel que debe ser el ejemplo del pacifismo que todo lo sacrifica alegando que algún día su causa triunfará bajo el auspicio de los poderes divinos del Ser Supremo. De esa manera, los falsos ideólogos o los tendenciosos ideólogos, terminan borrando de un solo plumazo el motor de la historia: la lucha de clases. No faltarán algunos devotos de la ideología burguesa que pidan al Papa convertir en Santos a Nelson Mandela al poco tiempo de su fallecimiento. Y como estamos ante un Papa que habla como un comunista convencido que no es comunista, hasta podría doblegar su brazo y complacerlos.

Le destacan todos sus méritos pero existe uno sobre el cual ponen todo el peso del acento para primero negárselo y después reconocérselo sólo al voltear la tortilla. Nelson Mandela en un determinado momento de las realidades de Sudáfrica, de tanto ser víctima su pueblo negro de la represión y el racismo de los blancos y del Gobierno del apartheid, comprendió que había la necesidad de pensar en otra forma de lucha, esa que se caracteriza por el ejercicio de la violencia revolucionaria contra la violencia reaccionaria. Eso es lo que nunca agradó a los ideólogos de la burguesía y del racismo. Es el gran “error o equivocación” que los homenajeadores del capitalismo encuentran y destacan  de todo el historial de lucha política de Madiba. Menos mal que el camarada Lenin, hace muchas décadas, denunció esa maligna tendencia del pensamiento político burgués que pretende convertir a grandes revolucionarios en íconos inofensivos pero sólo después de muertos. Basta simplemente, con leer las primeras palabras del libro “El Estado y la Revolución”. Pues, con don Nelson Mandela han comenzado antes de que se muera. Ojalá se recupere y dure unos cuantos años para que él mismo tenga la oportunidad de desmentir a los falseadores de su pensamiento y su obra.

Los homenajeadores burgueses se inflaron de emoción al destacar que Nelson Mandela había comprendido su error, su equivocación y que su grandeza estaba en haber rectificado, en haberle dicho a su pueblo que la violencia revolucionaria no era la vía política para derrocar al apartheid y que todo debía desenvolverse en el contexto de la lucha política “legal” de la democracia burguesa. Condenan que Mandela se haya inclinado, en un específico momento de la lucha contra el apartheid, por la violencia pero le alaban por haber rectificado supuestamente un gravísimo “error” político. De esa forma desconocen que la táctica debe adecuarse a las realidades concretas, a los cambios a veces bruscos que se producen en la objetividad de la lucha de clases. Eso fue lo que hizo Mandela y nunca se trató de corregir una equivocación. Mandela no estaba equivocado y punto.

En Sudáfrica hubo un momento en que ninguna fórmula o vía “legal” de lucha servía para combatir con éxito a la represión, la muerte y el genocidio que cometían las fuerzas del apartheid contra el pueblo negro explotado y oprimido, despreciado, humillado, ultrajado, marginado y perseguido. No haber llamado a la violencia contra el apartheid en ese momento significaba una de dos cosas: o no existía condición subjetiva (partido, conciencia, organización, dirección revolucionaria) o se cometía un crimen de lesa humanidad contra el pueblo negro sudafricano dejarlo que siguiera pasivamente siendo víctima del oprobioso régimen político que lo reprimía, mataba y encarcelaba. Nelson Mandela llamó a la violencia, era lo correcto, no era un error, no era una equivocación, si no hubiera llamado a ejercerla si hubiese sido un gran error histórico. En fin, Madiba, no se equivocó como dicen los homenajeadores que condenan haberse inclinado por la violencia revolucionaria y lo alaban por haberla desechado posteriormente. Precisamente, como en todos los tiempos, los explotadores y opresores cuentan con ideólogos que sólo aprueban el pacifismo como la única fórmula de lucha política para que los explotados y oprimidos logren sus cometidos. Desde hace tiempo, eso se llama pacifismo burgués salga de la boca de quien salga, sea de la burguesía, sea de la pequeña burguesía, sea del proletariado, sea de los campesinos, sea de los maginados o sea del Estado.

A los grandes líderes del mundo, en todos sus tiempos, es un crimen querer verlos y tratarlos como íconos, como dioses, como santos, como seres con poderes sobrenaturales. Cada líder en su tiempo con sus propias características, personalidad, dimensión histórica, cualidades, nivel de conocimientos que no compite con el otro de tiempo posterior, porque están hechos de la materia de su época, de las exigencias y hasta casualidades de su era. Es así y no de otra forma. ¡Viva Mandela, el grandioso luchador contra el apartheid! No podemos ver en él el sublime ejemplo del luchador por el comunismo y punto. En este caso podemos gritar a los cuatro vientos sin equivocarnos: ¡Viva Fidel! Jamás se justificaría, por ejemplo, que destaquemos en este tiempo de primeras décadas del siglo XXI el pensamiento y obra de nuestro Libertador Simón Bolívar como un abanderado del socialismo, porque él fue grandioso en la época de la lucha heroica por la Independencia de las colonias latinoamericanas y caribeñas para salir del horror en que las había sumido el colonialismo español. Bolívar, luchando por el socialismo en las tres primeras décadas del siglo XIX, sería como relegar a la nada a la Comuna de París de 1871 junto con Marx y Engels, sería como elevarlo al Cielo para que se convierta en apóstol al lado de San Pedro y no en el genio político que se hizo Libertador de cinco naciones. Es todo.



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Freddy Yépez


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