Procacidad inaudita

En torno al proceso judicial y penal contra cinco antiterroristas
cubanos encarcelados hace más de trece años en Estados Unidos tras un
juicio manipulado por la extrema derecha cubanoamericana  de Miami
pero con evidente anuencia y apoyo de la Casa Blanca, han habido
innumerables acciones y pronunciamientos que enlodan el prestigio del
sistema de justicia estadounidense y que los  medios corporativos de
prensa de la superpotencia han silenciado o, peor, se han hecho ellos
mismos cómplices de la infamia.

En este último caso se sitúa un editorial del Washington Post
publicado el último día del año 2011 con el título de “Cuba debe
finalmente soltar a Alan Gross” que ha provocado indignación entre
quienes siguen el caso del estadounidense convicto en Cuba y su
eventual vinculación con el de los cinco antiterroristas cubanos
injustamente encarcelados en Estados Unidos.

El editorial reiteraba la mentira de que Alan Gross hubiera contactado
con las organizaciones de la comunidad judía para ofrecerles su
cooperación en el campo de la informática, pese a que tal cosa fue
categóricamente desmentida por los dirigentes de las dos
organizaciones de esa comunidad existentes en Cuba, según fuera
reportado por la Agencia Telegráfica Judía, de Israel, y varias
agencias de noticias estadounidenses acreditadas en La Habana.
Es cuando menos lamentable que el Post escriba que, “las acusaciones
de Cuba derivan de la labor humanitaria de Alan Gross asistiendo a sus
correligionarios en la isla… en el establecimiento de una intranet y
para mejorar su acceso a la Internet” ya que es sabido que estas
organizaciones y todas las sinagogas en la isla tienen acceso a
Internet y que en Cuba jamás ha estado penalizado en acceso a la
llamada Red de Redes.

Alan Gross fue sancionado porque realizaba, según reconoció,
actividades encubiertas dirigidas a promover la subversión contra el
orden constitucional en Cuba, delito que es sancionado por las leyes
nacionales cubanas, tal como igualmente lo hacen las de muchos otros
países del mundo, entre ellos Estados Unidos.

Alan Gross, de 61 años de edad, era experto en tecnología de
comunicaciones a distancia, empleado de la empresa Development
Alternatives, Inc. (DAI), la principal subcontratista de la Agencia
para el  Internacional Desarrollo (USAID), una dependencia del
Departamento de Estado encargada de “promover los intereses de la
política exterior de EEUU en lo que respecta a la expansión de la
democracia y los mercados libres”.

La DAI, que entre los años 2000 y 2009 recibió del gobierno
estadounidense $2 700 millones para la promoción de la subversión y la
desestabilización en varios países, había pagado a Gross más de
$500,000 por su labor de introducción secreta de equipamiento para la
implementación de proyectos subversivos en cinco viajes a Cuba que
había realizado con anterioridad a su captura.

Esto lo reconoce el editorial del WP al relatar que "al menos en una
ocasión a Gross se le dejó pasar el equipamiento después de pagar un
impuesto", aunque no hace mención alguna del destino que pudieran
haber tenido los equipos que el agente introdujo en sus anteriores
viajes a la isla ni cómo se las arregló para hacerlo sin ser
capturado.

El Washington Post se muestra hostil a un intercambio de prisioneros
que signifique la excarcelación por motivos humanitarios de Gross.
Pretende que sean vistas como nobles las motivaciones mercenarias de
éste y critica las de los cinco antiterroristas cubanos que, movidos
por su patriotismo, penetraron desarmados en la madriguera de los
terroristas de Miami con gran riesgo para sus vidas y lograron  poner
en manos de las autoridades de Estados Unidos evidencias de los planes
terroristas que allí se fraguaban, gracias a lo cual algunos de ellos
pudieron ser frustrados y salvadas muchas vidas humanas.

El editorial del Post ignora que tanto el Grupo de Detenciones
Arbitrarias de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU como Amnistía
Internacional condenaron la arbitrariedad del juicio a los cinco
cubanos, cosa que jamás podrían argumentar esas altas instancias
respecto al limpio proceso judicial contra Gross en Cuba.
Lamenta el Post que “tantas celebridades de Hollywood, tantos premios
Nobel e incluso el ex presidente Jimmy Carter” se hayan sumado a la
campaña mundial por la liberación de los cinco héroes cubanos que
llevan por su hazaña más de 13 años de cruel castigo separados de sus
familias y de su pueblo que tanto los admira.

Es incuestionable, eso sí, que no hay equivalencia ni punto de
comparación alguno entre los patrióticos ideales que movieron el
heroísmo de los cinco cubanos y el mercenarismo de quien se prestó por
dinero a “promover democracia” mediante el terrorismo.
Enero de 2012.

manuelyepe@gmail.com



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Manuel E. Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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