América Latina

En su clase magistral de 1981, Michel Faucault se preguntaba ¿Qué origina el estallido, cuál es el punto de partida de una rebelión. Por respuesta construía esta reflexión: “Lo que la provoca no es tanto exterior como interior. Lo exterior entra en contacto con un fermento, con una subjetividad. Lo que desata y desencadena un estallido social puede actuar, sólo a condición de que exista un sujeto que se reconozca así mismo, cuya hermenéutica comprenda, que sólo el yo, es objeto de la voluntad. Un sujeto que sea capaz de actuar sin modificarse con el tiempo o las circunstancias.

Sólo hay historia cuando hay sujetos sociales que la hacen posible. Y esto también responde a la pregunta: ¿Cuál es la acción de dominio del otro, porque un sujeto implica a otro que le es antagónico, constituido y actuando en el paisaje que provoca la inquietud de la voluntad política del sujeto por sí mismo?”. El sujeto es entonces una dimensión colectiva que actúa con independencia desde una marca que le es propia y no prestada, copiada o impuesta por el otro. Dicha marca dejará su impronta en lo que es de alcance mundial y regional; en lo nacional, lo étnico, lo cultural, lo religioso; estableciendo las condiciones limites de la naturaleza de un momento de la clase y sus luchas. Todo ello se ha activado y hace que el epicentro de la lucha de clases, en un sentido amplio, se haya trasladado a Latinoamérica.

Una suerte heterogénea de confrontación entre dos mundos está en juego y donde entra en escena otro capítulo, tal vez el más importante desde la liberación del yugo español, el triunfo de los pueblos de Bolívar, San Martin, Artigas, etc., con el nacimiento de la CELAC. Estos pueblos, se enfrenta una vez más el odio y el desprecio racial aferrado a ciertas prácticas sociales secularizadas por la intermediación política y la interlocución mediática, contra la dignidad libertaria de la América profunda, que nos llega desde los confines del tiempo. La oposición al proyecto emancipatorio en todo el continente actúa como contra, anti-nacional y pro yanqui. Sin embargo, la mayoría de los gobiernos progresistas en el continente Argentina, Nicaragua, Brasil, Venezuela, solo por nombrar a algunos, han subido en las encuestas a más del 60%. Entonces la oposición en todo el continente apela a la violencia económica, mediática, tratando de deslegitimar procesos de fondo en los cuales los pueblos latinoamericanos se imponen, contra la burguesía, contra la oligarquía.

Es que se trata de un choque histórico que no admite polivalencias reconciliadoras, que no sea la solución del conflicto a favor de una nueva hegemonía que reivindique para los excluidos y postergados “el derecho a tener derechos”. Hasta ahora, la sociedad pobre y su correlato en el resto del continente, funcionó como un campo de concentración simbólico desde donde se impuso la producción de una racionalidad y una lengua hegemónica de una parcialidad minoritaria y precaria, que se asume y muestra como síntesis, consenso y totalidad, fundadas en el mito de la sociedad civil burguesa. Pero ahora, en este tiempo concreto, mezcla de discurso liberal adocenado de atraso político, y de corrientes fascistoides llenas de resabios coloniales y de prejuicios seculares contra el hombre nuevo latinoamericano. El alambrado ha caído y hoy se enfrenta la soberbia antidemocrática de la mediática, al diálogo de tramas espesas de gestión social, cultural, de formas organizativas, que ya se asoman como auténticos mecanismos institucionales que anuncian un nuevo Estado: El Estado comunal de la solidaridad. En fin, en el corazón de América late un estallido y un desenlace.


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Juan Barreto

Periodista. Ex-Alcalde Metropolitano de Caracas. Fundador y dirigente de REDES.

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