Las guerras de EEUU contra los débiles

Cuando un buen amigo canadiense me anunció que me estaba enviando un
libro cuya lectura me recomendaba vivamente, supuse, por el título que
me adelantó: War Against the Weak (Guerra contra los débiles), que
trataría acerca de las frecuentes agresiones contra países del Tercer
Mundo ejecutadas por Washington desde que, al término de la Guerra
Fría, devino superpotencia única en el planeta.

Pero quedé sorprendido al constatar, al recibirlo, que el libro en
cuestión se refería a otra desigual contienda que Estados Unidos
preparó desde inicios de siglo xx y puso en práctica entre las décadas
de los años 30 y 60 del pasado siglo, cuyo propósito era crear una
raza superior dominante.

Esa campaña estadounidense -prácticamente ignorada hoy en todo el
mundo en virtud del ocultamiento mediático a que ha estado sometida
por razones obvias- sirvió de modelo para el holocausto a que sometió
el nazismo alemán liderado por Adolfo Hitler a la población judía.
Personajes e instituciones de la política y la economía que ahora se
nos presentan como respetables paladines de la democracia y los
derechos humanos, estuvieron involucrados en este genocidio.
El libro nos cuenta que, en las primeras seis décadas del siglo XX, a
cientos de miles de norteamericanos etiquetados como débiles mentales
(“feeble minded”) porque no se ajustaban a los patrones teutónicos,
les estuvo vedada la reproducción.

Seleccionados en prisiones, manicomios y orfanatos por sus
antepasados, su origen nacional, su etnia, su raza o su religión,
fueron esterilizados sin su consentimiento, impedidos de procrear, de
casarse o separados de sus parejas por medios burocráticos
gubernamentales. Esta perniciosa guerra de guante blanco fue llevada a
cabo por organizaciones filantrópicas, prestigiosos profesores,
universidades de elite, ricos empresarios y altos funcionarios del
gobierno, formando un movimiento pseudocientífico llamado eugenesia
(eugenics) cuyo propósito, más allá del racismo, era crear una raza
nórdica superior que se impusiera a nivel global.

El movimiento eugenésico paulatinamente construyó una infraestructura
jurídica y burocrática nacional para limpiar a Estados Unidos de los
“no aptos”. Pruebas de inteligencia, coloquialmente conocidas como
mediciones de IQ, se inventaron para justificar la exclusión de los
“débiles mentales”, que frecuentemente, eran solo personas tímidas o
que hablaban otra lengua o tenían un color de piel diferente. Se
decretaron leyes de esterilización forzosa en unos 27 estados del país
para impedir que las personas detectadas pudieran reproducirse.
Proliferaron las prohibiciones de matrimonio para impedir la mezcla de
razas. A la Corte Suprema de los EEUU llegaron numerosos litigios cuyo
verdadero propósito era consagrar a la eugenesia y sus tácticas en el
derecho cotidiano.

El plan era esterilizar de inmediato a 14 millones de personas en
Estados Unidos y varios millones más en otras partes del mundo para,
posteriormente, continuar erradicando al resto de los débiles hasta
dejar solo a los nórdicos de raza pura en el planeta.
En definitiva, en la década de los años 30 fueron esterilizados
coercitivamente unos 60,000 estadounidenses y no se sabe cuántos
matrimonios fueron vedados por leyes estaduales brotadas del racismo,
el odio étnico y el elitismo académico, enmascaradas con un manto de
respetable ciencia.

Eventualmente, la eugenesia, cuyos objetivos eran globales, fue
esparcida por evangelistas norteamericanos a Europa, Asia y
Latinoamérica hasta formar una bien entretejida red de movimientos con
prácticas similares que, mediante conferencias, publicaciones, y otros
medios, mantenía a sus líderes y propugnadores al acecho de
oportunidades de expansión de sus ideas y propósitos.
Fue así que llegó a Alemania, donde fascinó a Adolfo Hitler y al
movimiento nazi. El Nacional Socialismo alemán transformó la búsqueda
norteamericana de una “raza nórdica superior” en lo que fue la lucha
de Hitler por una “raza aria dominante”.

La eugenesia nazi rápidamente desplazó a la norteamericana por su
velocidad y fiereza. En las páginas de este libro, Edwin Black –de
madre judía polaca- demuestra cómo la racionalidad científica
aplicada por los médicos asesinos de Auschwitz, en Alemania, fue
concebida antes en los laboratorios eugenésicos de la Institución
Carnegie, en su complejo de Cold Spring Harbor en Long Island, donde
se propagandizaba de manera entusiasta al régimen nazi. También se
relata la masiva ayuda financiera otorgada por las fundaciones
Rockefeller, Carnegie y Harriman a las entidades científicas alemanas
donde comenzaron los experimentos eugenésicos que culminaron en
Auschwitz.

Al ser calificado de genocidio el exterminio de judíos por los nazis
en el Juicio de Nuremberg, las instituciones norteamericanas
vinculadas a las prácticas de la eugenesia la rebautizaron como
“genética” y continuaron sus proyectos por más de otra década,
esterilizando y prohibiendo matrimonios “indeseables”.
El libro de Edwin Black, publicado por la Thunder´s Mouth Press en
2003, es una joya del periodismo investigativo que, en sus 550
páginas, permite al lector constatar el parentesco y los rasgos
comunes entre la trágica historia que cuenta y la política que la
élite del poder estadounidense aplica hoy en sus relaciones con las
minorías nacionales, los inmigrantes y el Tercer Mundo.

manuelyepe@gmail.com


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Manuel E. Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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