¿Apuntar al imperio para disimular una incómoda alianza con Kadhafi?

Es el problema de las alianzas automáticas: a veces obligan a toda suerte de maromas. Automáticas, es decir, sin serena reflexión ni análisis objetivo, basadas en el afecto humano instintivo y extensibles al infinito porque... se tiene un corazón infinito, universal. Alianzas que son, pues, puras; y que basta con tener un mismo discurso antiimperialista para engendrarlas. O en principio haberlo tenido, pues Kadhafi, polifacético en sus alianzas, hace tiempo que forma parte de una bien distinta con Occidente en contra del terrorismo. No gratuita, por supuesto, sino a cambio de ese perdón tan inescrupuloso como contradictorio que logró lavar en petróleo sus propios actos de terrorismo (por ejemplo las 270 víctimas del vuelo Panam, en 1988).

Pero henos siempre ahí, a nosotros valorando las coincidencias, los afectos, lo noble, los discursos. Poco importa lo que realmente éstos encubren, que se trate de una dictadura ya cuarentona, dinástica, tribal y delirante, propiciada por un autócrata decorado en Roma y París a título de terrorista arrepentido, y cuyo discurso antiimperialista en su país ahoga en la sopa arcaica del tribalismo toda aspiración democrático-republicana.

Como lo he dicho anteriormente, reitero que una intervención de la OTAN (y peor aún, una "coalition of the willing") en Libia sería lamentable, pues una invasión extranjera sólo conduciría a un número mayor de muertes, dejando al país en una situación similar a la de Irak: ocupado y con un más que risible gobierno. Pero tampoco creo en la "forma" en que algunos gobiernos, incluido el nuestro, han protestado a su vez en contra de esta posible ocupación. Y es que el resultado inevitable, a partir de dicha forma, es un apoyo virtual a Kadhafi. ¿Y la criminal represión de éste a las masas, dónde queda?

Ello da a entender que un loco, en cualquier lugar del mundo, puede bombardear a un pueblo disidente y lo primero que haremos los bolivarianos será apuntar sistemáticamente —maquinalmente— hacia el imperio. Y hace suponer también que tienen que haber intereses secundarios cuando se pone en duda tan ávidamente ciertos hechos criminales y se denuncia con tanta inercia los eternos, permanentes, invariables apetitos coloniales de siempre del imperio. Sobre todo si por respeto a una línea de conducta tan "revolucionariamente ética" abandonamos a las masas a su suerte. ¿No será que el represor de éstas es casualmente nuestro aliado? La gente reflexiona, y las flechas lanzadas hacia arriba nunca se pierden.

So pretexto de una manipulación mediática orquestada contra un aliado, la izquierda venezolana ha echado mano demasiado inoportunamente de muletillas políticas que se auto limitan a poner una vez más de relieve el expansionismo gringo, y que dejan virtualmente en un segundo plano los eventos puntuales propiciados por el autarca beduino. Los aliados, se desprende de ello, además de infalibles, contarán con un cheque en blanco para seguir siéndolo siempre.

Pero, ¿cómo y por qué se llega a una posición semejante?

Se nos dirá que, como el imperio no da tregua en su pernicioso oficio de dominar al mundo, devenir paranoicos antiimperialistas y desconfiar hasta de las informaciones más probables es saludable. Que desconfiar incluso de nuestra propia sombra y empezar a escuchar voces en la oscuridad puede considerarse una virtud, y no simple locura de locos. Que es, en todo caso, lo propio de revolucionarios dudar.

Gracias, camaradas. Pero hay instancias en que esta actitud defensiva "de rigor" se puede prestar a otros propósitos que los justos iniciales (por ejemplo en política, ese gran arte de la sutileza, apenas inferior a la retórica, donde prácticamente cualquier situación puede ser usada en función de los intereses más insospechados); y algo me dice (¿estaré escuchando voces?) que al menos en esta ocasión no hay nada como una buena combinación de ideología y paranoia para justificar la defensa indirecta, sinuosa de obvios dictadores como Kadhafi. ¿Será que cualquier cosa es justificable en nombre del antiimperialismo?

Obvio también es, no obstante, que no debería existir un vínculo ideológico con dicho personaje; no debería ser considerado "de los nuestros", sobre todo partiendo de bases tan anacrónicas y desviadas como una revolución popular convertida en personal hegemonía. Es inadmisible, en todo caso, que frente a los actuales acontecimientos de rebelión en ese país la primera reacción del gobierno bolivariano sea la de ponerlos en duda, antes que dudar del propio autócrata que los ha provocado. ¿Precaución frente a las informaciones? Vaya, muy oportuna.

Lamentable es ver cómo a veces priman los intereses políticos sobre los principios ético-populares propios a toda revolución. Habiendo puesto antes que nada en duda las informaciones emitidas por los medios, y por ende la realidad de las protestas, Chávez no parece mostrar tanto interés en que se haya realmente masacrado a las masas en Libia, como en que su aliado ("su amigo") sea inocente. Al parecer, no sólo es mejor para nuestro presidente, por razones humanistas, que Kadhafi lo sea, sino que habrían otras razones por las cuales le convendría dudar que dicha masacre fuese verdad. Razones políticas, me temo.

Esta postura de duda selectiva no es sólo de precaución, ha de tener un trasfondo político: serviría, simultáneamente, para seguir apuntando hacia el blanco principal, el imperio, y salvar —al menos momentáneamente— a un aliado, teniendo en cuenta que salvar a un aliado siempre constituye en parte salvarse a uno mismo. La lógica implícita no podía ser más previsible: si la pérdida de credibilidad de "uno de los nuestros" conduce a la pérdida de la propia, mejor entonces hacer todo por negar los actos punibles del aliado; retardar al máximo toda confirmación posible, creando una contra-matriz; recurrir a la generalizada falta de honestidad de los medios (sin dejar de favorecer las informaciones contrarias, por minoritarias que fuesen); y señalar una y otra vez la infiltración eterna de las masas por el imperio.

El caso es que toda la miseria inmoral del imperio, junto a la prodigiosa capacidad de sus tentáculos, no exime la perversión de pequeños autócratas que se resisten a abandonar sus cetros, sobre todo cuando tienen en realidad dos caras, como Kadhafi, quien desde hace algunos años se alió también en los negocios al Big Brother, pensando que tal vez después de tanto tiempo en el poder, una pequeña "apertura" alargaría un poco sus días. Y de hecho parece que se los alargó, un poco...

Pero oponerse sistemáticamente a la eventualidad de que un líder político aliado se haya vuelto un déspota asesino y aferrado al poder mediante la represión mortífera de las masas disidentes, no es siempre un acto de "valentía" y solidaridad hacia "el amigo", como ha dado a entender el presidente. Puede ser también un gesto instintivo para salvarse de su propio enredo. De hecho, ¿cómo abandonar a un hombre a quien, hace apenas un año, ha llamado, por antonomasia, "el Bolívar" del África del Norte, y ofrecido los más altos honores en nombre de Venezuela?

Bienvenido sea de nuevo el siempre listo e infalible ritornello de "abajo el imperio".

Hay que comprender que la situación tampoco es fácil. Pero no había que crearla, en principio, ni llegar tan lejos. ¿La propuesta de una comisión por la paz? Demasiado tarde, camaradas, para la insurgencia libia, la cual ha dicho: "no gracias, ya ha habido demasiada sangre derramada".

Me pregunto cómo andará dentro de poco Chávez en las estimaciones de popularidad en los pueblos del Oriente Medio y el norte de África, donde la suya es tradicionalmente muy alta. Su aprecio podría verse de pronto muy afectado si se enterasen las masas en la región (tal vez no hayan aún tenido tiempo) que su amigo latinoamericano ha puesto en duda esa misma "sangre derramada" y servido de caja de resonancia a los propósitos de Kadhafi.

Nada como un abandono moral en plena lucha para perder una amistad.


xavierpad@gmail.com


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Xavier Padilla


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