Algunas notas sobre la Nobel y politiquera arenguilla de Vargas Llosa

Confieso sentir empacho de Wilileaks…  O mejor dicho: ¡Wikileaks me tiene ladillao! como osan decir algunos letrados vanguardistas. No me voy a calar por tanto el temita este de la calidad de los condones que usaba el catirito Assange en sus “pasatiempos carnales”. Sobre todo, con espías hispanoparlantes: ¡ni que me jalen por una canica, me lo calaré! ¡Que quede claro! Además, no veo novelas… Y le suplico a mis queridas camaradas que no las vean, y mucho menos al lado de sus chamos. Son una peligrosa concesión graciosa que hacen (con las mentes de sus hijos) al capitalismo depravador.

Mejor me dispongo hablar ahora de algo burda de más bufo todavía, porque luego de tanto pensar, he concluido en que la ridiculez “pura y simple, perfecta e irrevocable”, constituye un venero inagotable para la reflexión profunda y para la semiótica, dado que las anécdotas previas a su alocución (e inducidas todas por sus correveidiles mediáticos) fueron las siguientes: Vargas Llosa perdió la voz y se presume que de tanto leer el discurso. A Vargas Llosa le sobrevino un severo estreñimiento por las expectativas que le genera el discurso. Vargas Llosa se ofreció como controlador aéreo para que su propio vuelo saliera a fin de ir a dar el discurso. Le salió un agresivo uñero a Vargas Llosa de tanto morderse los dedos por la agitación que le produce el discurso. Vargas Llosa adquiere una repentina desgana sexual por el discurso además de una halitosis tenaz que también se presume es debida al discurso. Dice la esposa de Vargas Llosa que este rechina los dientes durante el sueño y que hace rebotes repentinos en la cama matrimonial sobre todo antes de iniciar los ronquidos, y que, por lo que ella lo conoce, no es más que por los malsanos nervios que le genera el desgraciado discurso. Y que se me perdone si otras ridiculeces pude haber omitido en relación a los prolegómenos propagandísticos del discurso.

Pero a sus ricos matices literarios, sería mezquino negarle sus decoros: un escritor que viene ejerciendo el oficio desde el momento mismo en que fuera destetado, y habiéndose además diplomado en letras, irremediablemente algunas páginas válidas debía terminar escribiendo. Y estimo que las que constituyen la parte literaria del discurso, sean unas de ellas. Están pletóricas de tensión y simbolismo. Mi reconocimiento, además de que me avengo con el expositor en muchas de sus apreciaciones sobre la ficción literaria.

Pero vayamos mejor directo a la parte politiquera del discurso.

Luego de expresar con jactancia punible que aprendió a leer a los cinco años, cosa que de nada vale porque aprendí a los tres y soy un “bembeperro”, y además, lo que no me eximió a tan corta edad de los peligros que más adelante me puso en bandeja de plata la realidad empírica, y que me hacía no caber de contento  tanto o más que lo que Guitapul y Forroel podían en sus andanzas a lo Oliver Twist y hasta a lo Oliver North; y además, no dejando tampoco de sentir el cuerpo adiposo y bamboleante de un portugués con mi propio cuerpo inerte sobre sus espaldas luego de su literal coñaza sobre mí por haberle “echado el carro” de una caja de cigarros, con lo que llegué a ser, pues, el Marius que bacaleó aquel “luso” Jean Valjean por un trecho considerable de la incipiente avenida Libertador de Caracas, siendo las once PM y sin que afortunadamente se presentara la PM. Y todo por la neta razón de habérmela querido echar de arrojado ante un grupo de pendencieros y burlones adolescentes. ¡Bien hecho, carajo! Porque en ese escenario muy pronto aprendí que el crimen no paga y aprendí también que uno no debe seguir a los demás en sus manifiestas y peligrosas estupideces. Aprendí más bien a ser consecuente con las estupideces de mi propia cosecha que, al menos las pensaba, y que aún las pienso.

Le digo a Vargas Llosa que sí hubiera resultado un solipsismo, si lo que hubiera escrito en aquel Perú desguañangado (donde la cultura era un lujo) no hubiese sido porque en esas primeras obras suyas no lo hubiera retratado así, y no sé si por causa de que en su juventud fuera socialista, aunque no sabría si marxista propiamente tal. También que particularmente no dudo que “la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión”, pero incluida también la que ejerce, de forma despiadada, la clase burguesa dominante sobre las desposeídas. ¿No?

Y es verdad que por sentirse poseedores de “verdades absolutas”, como las de su admirado Bush que hablaba a menudo con Dios, algunos hubieran  creado y aún crean miles de víctimas inmoladas en muchas partes del mundo. Bien, y si creía que con el desplome de la Unión Soviética, “la convivencia, la paz, el pluralismo, los derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio”, tenía que equivocarse Vargas Llosa, puesto que se le pasó el pequeño detalle de que aún queda, aunque tambaleante, el totalitario imperio estadounidense al que él le pasa por cierto de soslayo porque presumo que considera que hay imperios totalitarios buenos, como vendría a ser ese que justamente esquiva con esa indiscreta convicción de  liberal absoluto. Pues bien, sepa como el imperio totalitario, que él admira, continúa haciendo “holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio”. Entiendo que Vargas Llosa quedó mudo, pero no ciego y sordo…  Concuerdo en eso de que hay que “salirle al paso, enfrentarlo y derrotarlo” y que afortunadamente no son muchos, “aunque el estruendo de sus crímenes retumbe por todo el planeta y nos abrumen de horror las pesadillas que provocan”. Además, concuerdo en lo de que la literatura crea una “fraternidad dentro de la diversidad humana”, pero no en eso de que “eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez. Sobre todo esta última, donde bajo el recelo del socialista Einstein pudiera tener como mundo la infinitud que no tendría ni el mismísimo e intimidante Universo… 

Ahora, donde Vargas Llosa logra empañar más su bonito discurso literario, es cuando comienza a poner de manifiesto su poético fascismo: “Padecemos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas seudodemocracias populistas y payasas, como las de Bolivia y Nicaragua” (… ) “Por eso, las dictaduras deben ser combatidas sin contemplaciones, por todos los medios a nuestro alcance, incluidas las sanciones económicas” (...)  “Es lamentable que los gobiernos democráticos, en vez de dar el ejemplo, solidarizándose con quienes, como las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo, que se enfrentan con temeridad a las dictaduras que sufren, se muestren a menudo complacientes no con ellos sino con sus verdugos. Aquellos valientes, luchando por su libertad, también luchan por la nuestra”, se atrevió a decir Vargas Llosa en ese bonito discurso cuasi literario sin poder contener su colérico “anti yo”… Aquí comenzó por dios a perder toda la sandunga dramática que nos sugería el inventario de sus evocaciones. Y para el supuesto negado de que fuéramos dictaduras, el omitió la de Honduras  con su Micheleti y Lobo y la previa del paramilitar Uribe en Colombia, lo que demuestra palmariamente que él acepta (además gozoso) la dictadura plutocrática… No puede entonces Vargas Llosa disimular, con su literaria hipocresía, el fascismo metastásico que lo socava, por lo que resulta muy lastimoso que un buen escritor se empeñe en devenir en un político de tantas aparotisidades, que incluso alcanzan ponerlo a la altura de  un “cabezemotor”  venezolano -y también “ciudadano” del mundo- por no mencionar otros (y muchos más) dentro de esa ralea tan mesma.

Mi conclusión por tanto es que hay un politicastro en Vargas Llosa (y no porque admire a Fidel o a Raúl) que pretendió, y aún pretende ser presidente de Perú, pero no porque lo ame (se define él más bien como un ciudadano del mundo, por no decir español), sino por la más simple vanidad -y más hoy, luego del Nobel- de redondear una vida exitosa al máximo… Si García Márquez (que sabe muy bien que es mucho mejor escritor que él) le faltó ser presidente de Colombia, aunque nunca lo pretendiera, yo sí lo seré entonces de Perú para que la pelea no quede tablas, como él erróneamente cree que pudiera quedar si no lo lograra. Hablar con tanto galanteo de un Perú que él postergó por una España que lo hizo premio Nobel, no define sino ese propósito que en él resultaría bastardo, porque no creo que a él lo enorgullezca sentirse (no ser) “heredero de las culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nazca y Paracas y los ceramios mochicas o incas que se exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kuelap, Sipán, las huacas de La Bruja y del Sol y de la Luna” . No tengo por que creerlo.   Deje entonces al Perú, señor Vargas Llosa, en manos de los que experimentan orgullo de vivir ahí porque lo sienten y razonan como su patria, y propóngase mejor ser presidente del gobierno español, que es la patria que lo engríe además de necesitarlo, aunque tenga que proponer como bandera de su campaña una Constituyente…  ¡Cómo la pasaría de bien al lado de Juan Carlos de Borbón de quien se envanece de llevar su linajuda sangre! No creo en consecuencia que el que dice sentir por Perú Vargas Llosa, sea un amor “espontáneo del corazón” sino más bien el “amor” de una mente ramplonamente electorera. Mírese esto: “Jamás he sentido la menor incompatibilidad entre ser peruano y tener un pasaporte español porque siempre he sentido que España y el Perú son el anverso y el reverso de una misma cosa”. En otras palabras: que para Vargas Llosa la familia española Pizarro, Atahualpa, Mariátegui y Vallejo, son el anverso y reverso del Perú”; pero no sé si presumir que Vargas Llosa lo pretenda en el mismo sentido que el cielo y el infierno también lo sean… He ahí mi duda.

Y donde el cinismo histórico-político de Vargas Llosa resulta tan espacioso como su buena prosa, es cuando habla de la balcanización de América Latina. Veamos: “Nada ha contribuido tanto como el nacionalismo a que América Latina se haya balcanizado, ensangrentado en insensatas contiendas y litigios y derrochado astronómicos recursos en comprar armas en vez de construir escuelas, bibliotecas y hospitales”. Entonces, ¿quiere decir que Miranda, Bolívar, Sucre, San Martín, O`Higgins, lucharon por balcanizar a Sudamérica? ¿Cuándo Bolívar crea en Angostura a Colombia (la Gran Colombia) lo que pretendía era balcanizar Sudamérica? ¿Quién fue que con sus lacayos balcanizó la otrora Gran, y hoy Colombia? ¿Cómo cree Vargas Llosa que se creó Panamá? ¿Y quién cree que pretendió balcanizar Bolivia no hace mucho?  Entonces ¿también quiere decir que cuando Bolívar convoca el Congreso Anfictiónico de Panamá, justamente desde Lima en 1824, era pretendiendo balcanizar Indoamérica? Vargas Llosa omite casi criminalmente por su liberalismo (ese mismo que defendía Benjamín Constant de libertad en todo incluyendo el derecho que reclama la minoría burguesa de sojuzgar a la mayoría popular) quién era que pretendió -¡y aún pretende!- balcanizar Indoamérica… Él lo sabe muy bien. Además, ¿es UNASUR para Vargas Llosa un intento contemporáneo de balcanizar Sudamérica? Sí, ¡y qué más derroche que todas aquellas riquezas que los Pizarro, mediante su cruelísima guerra imperial se llevaron impunemente hacia su querida España, también muy querida siempre por el anverso y reversado Vargas Llosa!

Y para terminar no me queda otra elección que la mostrarme en total acuerdo con la esposa de Vargas Llosa luego de casi cuatro décadas de unión marital [y lo que él confirma con fatua afectación y sin que por cierto pretenda yo avanzar opinión acerca de otras íntimas actividades de las llamadas “ceremonias del cuerpo”] cuando afirma: que Vargas Llosa, para lo único que ha servido, es para escribir…  Pienso que con eso está dicho todo sobre el escritor más laureado de la historia, pero lamentablemente por las más conspicuas instituciones del fascismo o de sus demás versiones fulleras.

Y juro por el dios de mis panas, que cuando me toque consumar mi disertación ante la Academia, me exigiré a sólo expresar mis tendencias filosóficas en forma igual o mejor de literaria que Vargas Llosa y que, la única majadería política que apuntaré, será la de que aspiro a que los pobres de todo el mundo dejen algún día de serlo… Consigna que subyacerá, por supuesto, en las páginas válidas que me hicieran acreedor a su presunto prestigio, y a parte de su monetarizada dinamita. 

canano141@yahoo.com.ar



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Raúl Betancourt López


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