“No sé quién soy.
No sé de dónde vengo.
No sé adónde voy…”
Angelus Silesius*
Por María Linares
Desde el momento en que surgimos, hace unos cuantos millones de años en el este de África, hemos ido forjando nuestro camino a través del planeta. Comprendíamos que dependíamos los unos de los otros, que actuar de forma individual atentaba contra la supervivencia. Trabajando juntos protegíamos a nuestros hijos de los animales feroces. Las catástrofes naturales nos provocaban miedo y desesperación, no entendíamos porqué sucedían. Les enseñábamos a nuestros jóvenes todo lo que iban a necesitar. Especialmente, los rudimentarios artefactos para procurarnos los alimentos. Entonces, igual que ahora, los medios de producción material constituían un factor clave para continuar viviendo. Así fuimos comprendiendo, que el desarrollo de la sociedad humana y nuestra permanencia en el planeta dependen del desarrollo de herramientas.
Esa capacidad de construir herramientas [tecnologías] ha sido posible por el desarrollo de la materia altamente organizada [el cerebro], por la disposición del dedo pulgar en la mano del hombre y por vivir en comunidad. Describimos el cerebro como el conjunto de órganos mentales de cuya estrecha conexión resultan las capacidades más insólitas: pensamiento y lenguaje; enamorarse, entender los procesos sociales; sentimientos, memoria; elaborar tecnologías, construir conocimiento, etc.
Las preguntas acerca de la naturaleza, de la sociedad y del [SER] en definitiva, aunque universales, son difíciles de responder. Sigamos la solución que da la filosofía materialista al problema de qué es el [SER]. Cabe señalar que la filosofía idealista da una respuesta distinta a ese problema.
El pensamiento humano insaciable, en su curiosidad, se ha dedicado con creciente fervor y éxito al estudio del Universo. Como resultado, el hombre ha ido construyendo conocimientos acerca del mundo material tanto en la esfera del macrocosmo como en la del microcosmo. Movido por su curiosidad de saber, tampoco, podía dejar de dirigirse a sí mismo para meditar en torno al problema de las relaciones que existen entre el pensamiento y la naturaleza, entre lo espiritual y lo material, [problema básico de la filosofía]. Se trata entonces del conocimiento teórico del [SER], del mundo material, en sus nexos, relaciones, funciones.
Todos los fenómenos del mundo están relacionados entre sí. Toda [acción sobre algo es interacción]; toda modificación de un fenómeno se refleja en los demás y ella misma constituye una respuesta al cambio que han sufrido otros fenómenos que inciden sobre él.
Ahora bien, toda acción externa sobre un cuerpo, sobre un fenómeno constituye [una acción recíproca], en este sentido, el reflejo de unos fenómenos por parte de otros. Esta propiedad, común a todo lo existente, se expresa en el hecho de que en todos los objetos se dejan sentir las acciones externas a que se hallan sometidos. Las acciones externas condicionan también la propia naturaleza interna de los fenómenos y parece como si fueran sedimentando y conservándose en ella. A eso se debe que en cada fenómeno se encuentren [representados], reflejados, todos los objetos que actúen sobre él.
Al mismo tiempo, el resultado de una acción u otra sobre un fenómeno, cualquiera que sea, está condicionado por la naturaleza interior de este último. La naturaleza interior de los objetos constituye el prisma a través del cual unos objetos se reflejan en otros. En ello radica la propiedad fundamental del [SER]. En ello se basa la concepción materialista dialéctica de los fenómenos como [interacción e interdependencia]. Cada objeto está en interacción con el medio ambiente, interacción que comprende un movimiento de tal o cual índole.
Además, en todos los objetos materiales se opera el movimiento de las partículas elementales, las moléculas y los átomos.
En el marco de la filosofía materialista marxista se designa en general como [SER] todo el mundo que nos rodea, el cual existe objetivamente y con independencia de nuestra conciencia. En la filosofía materialista se usa indistintamente [SER y MATERIA].
El rasgo más importante del [SER] es su materialidad. La materia condiciona la realidad objetiva del mundo que nos rodea -el ser condiciona el ser-, engendra en su incesante movimiento, en su desarrollo, la infinita diversidad de las formas del [SER], de los objetos concretos y sus características: fenómeno y esencia.
El carácter material de los objetos del mundo exterior se manifiesta en que éstos influyen en nuestros órganos de los sentidos y se reflejan en las sensaciones. Por supuesto, existen formas de materia que no se puede ver o tocar, por ejemplo, no se puede palpar el campo electromagnético, los cromosomas, los neurotransmisores, etc.
El mundo que nos rodea se caracteriza por su unidad material. Todos los objetos, cosas y procesos son manifestaciones y formas de la materia. El desarrollo de la ciencia y toda la actividad práctica del hombre evidencian la unidad material del mundo. La astronomía, la física y la química demuestran la homogeneidad de la composición físico-química de los cuerpos terrestres y celestes y la unidad de las leyes de su movimiento. La biología y la genética fundamentan la unidad de la estructura y el funcionamiento de los organismos vivos. La fisiología confirma el fundamento material de los fenómenos psíquicos [mente-cerebro-medio ambiente].
Un rasgo inseparable de la materia consiste en que ésta existe tan sólo en el movimiento que comprende todos los cambios y procesos que se operan en el Universo, desde el simple desplazamiento hasta el pensamiento. (F. Engels). Imaginémonos que de repente ocurriera lo imposible y todos los procesos en el Universos se detuvieran por un instante. Equivaldría a la desaparición completa del propio mundo.
La ciencia determina las siguientes formas de movimiento: mecánica (desplazamiento en el espacio); física (interacciones electromagnéticas y gravitacionales, calor, sonido, cambios de estados de la materia y otros); química (metamorfosis de los átomos y moléculas de las sustancias); biológica (metabolismo en los seres vivos); social (cambios sociales y procesos de cambios del pensamiento). Últimamente han sido descubiertas muchas nuevas formas del movimiento de la materia: el movimiento y la metamorfosis de las partículas elementales, los procesos intraatómicos e intranucleares y otros.
La materia se mueve en el espacio y el tiempo. No hay ni puede haber materia fuera del espacio y el tiempo. El espacio y el tiempo existen objetivamente e independientemente de la conciencia. El concepto [filosófico de espacio] es la forma de existencia de la materia que expresa su extensión, determinado lugar y ubicación entre los demás objetos del mundo material.
El concepto de [tiempo] es la forma de existencia de la materia que caracteriza la duración de la existencia de todos los objetos y lo consecutivo de la sustitución de sus estados.
En otras palabras, existir en el espacio significa existir en forma de ubicación de uno al lado del otro, mientras que existir en el tiempo quiere decir existir en forma consecutiva de uno tras el otro.
Aplicándolo al desarrollo de la sociedad el concepto de [SER] se presenta como [SER SOCIAL], que es primario con respecto a la conciencia social y determinante de ésta. El ser social representa la vida económica, material de los hombres, es decir, la producción de los bienes materiales y las relaciones en que los hombres entran en el proceso de esta producción (relaciones de producción).
En resumen, por un lado, la conciencia no puede ser otra cosa que conciencia del [SER], de los objetos del mundo exterior. Y, por otro, al compás que los hombres van modificando su realidad, modifican su modo de pensar.
Esta es la respuesta a las preguntas que planteó Angelus Silesius, a saber: No sé quién soy. No sé de dónde vengo. No sé adónde voy. Y a otros que se pierden en la filosofía idealista, como objetos concéntricos, sin entender el movimiento, el desarrollo del conocimiento acerca del [SER O LA MATERIA].
*Angelus Silesius, poeta religioso, germano-polaco. (1624-1677)
marialinares36@yahoo.es