La profunda identidad del socialismo revolucionario

El modo en que el hombre se gana la vida, generalmente, termina forjando su conciencia y pensamiento; cuando el sustento obtenido proviene de su trabajo directo, físico e intelectual, su realidad social le presenta la posibilidad de ver que quien más riqueza acumula no es precisamente quien trabaja más, sino aquel que consolida un puesto en la sociedad (empresario) que le permite hacer que otros trabajen para él y engorden su capital. Seguidamente, la suma de experiencias, luchas, triunfos, derrotas y reflexiones comunes que los trabajadores desarrollan en su vida social, sientan las bases de su identidad como ente colectivo y les permiten descubrir que tienen iguales intereses, dolores y anhelos en su larga carrera por la supervivencia. De allí que esta clase social que subsiste en conjunto y produce colectivamente las riquezas, tenga las mejores cualidades para unificarse hacia una misma aspiración histórica, sobre la base de esa especial interrelación de sus miembros, inexistente en otras clases.

Es fundamental subrayar que al hablar de trabajadores, proletarios y obreros, nos referimos a una categoría social muy amplia, vale decir: “la clase social del trabajo”, que incluye a todos esos actores indispensables de la sociedad que transforman la diversidad de materias primas en los bienes materiales y bienes intangibles que el hombre requiere y consume, y cuya reivindicación depende de la propia revalorización del hecho social del trabajo. Estamos convencidos que en la construcción del modelo socialista venezolano actual, esta estratégica concepción de clases es la correcta y más revolucionaria, en tanto que incrementa la posibilidad del avance socialista. No fundamos una nueva teoría ni nos distanciamos del Marxismo al afirmar abiertamente, que propugnamos el papel protagónico en este proceso social, de “la clase social del trabajo”, que como hemos dicho abarca al proletariado (clase obrera) y en la que objetivamente se insertan todos los asalariados, profesionales, técnicos, etc., que en revoluciones anteriores ya han brindado trascendentales aportes. Éste ha de ser, el gran sujeto histórico unificado para derrocar la dictadura de la burguesía.

El carácter esencialmente colectivo del proletariado, cuando ha sido asumido masivamente por sus miembros y ha estado orientado por una auténtica vanguardia, ha sido corazón y cerebro principal de los más grandes movimientos revolucionarios de los últimos cien años de nuestro mundo, y es así como revoluciones en diversos países, cada una con sus peculiaridades, han representado esfuerzos históricos hacia modelos de vida equitativos y superiores al capitalismo. Como revolucionarios, asumimos que la clase obrera es nuestra base primordial de identificación y que solo este estamento es capaz de reorganizar a la humanidad entera. Nuestra concepción se sustenta en el hecho de que en una sociedad donde la clase de los que trabajan tomen el control sobre la economía, los capitalistas pasarían igualmente a la condición de trabajadores y no a una categoría inferior. De manera que es una revolución proletaria la que garantiza la realización de una sociedad democrática e igualitaria y sin explotación del hombre.

Siendo coherentes con la teoría revolucionaria que decimos honrar, los socialistas depositamos nuestras más altas aspiraciones revolucionarias en esta clase, entendiendo que ella ha de ser protagonista de su propia liberación, y no puede ser usurpada por una élite selecta de sus “supuestos” mejores cuadros. Mal pudiéramos, dentro del movimiento revolucionario, alimentar cúpulas parasitarias y pseudorevolucionarias, semejante error equivaldría a admitir desviaciones repudiables que ya hemos combatido en otros espacios sociales. Sépase que en el conflicto ético inherente a todos los debates políticos, el pueblo bolivariano pudiera mañana juzgar como un acto de hipocresía e inmoralidad, los reclamos al líder máximo sobre democracia interna, respeto y transparencia revolucionaria, si nosotros mismos al interior de nuestras agrupaciones estamos quebrando esos principios.

Hoy más que nunca debemos denunciar el carácter antipopular de esas estructuras manipuladas desde siempre por la burguesía, verbigracia: gremios, colegios profesionales, academias, iglesias, organizaciones no gubernamentales, asociaciones civiles, milicia, y evidentemente, el Estado. Todos éstos han sido herramientas sociales al servicio de la clase dominante, enemigas del pueblo proletario y destinadas históricamente a dividirlo, neutralizarlo, embrutecerlo y derrotarlo. Por todo esto, conforme a nuestra filosofía, los revolucionarios proletarios declaramos tajantemente que la verdadera lucha de la humanidad es únicamente entre clases, y por ende asumimos nuestra pertenencia clasista proletaria como fuente esencial de nuestra identidad por sobre cualquier otra fuente, sea partidista, religiosa, gremial, racial o nacional.

No obstante advertimos, que en esta realidad de clases enfrentadas, es legítimo y muchas veces necesario, que el proletariado, se valga de formas organizativas y métodos de lucha que pertenecen a la burguesía, pero hay algo que se debe tener muy claro: La revolución proletaria no puede jamás desnaturalizarse, ni dejarse asaltar por oportunistas o usurpadores. Mucho menos sectas aburguesadas que pretenden traficar con su bandera al tiempo que permanecen divorciadas de la realidad de la clase obrera, por la concreta razón de que no viven ni trabajan como proletarios. Debido a que la especie humana es cambiante, solo nuestra permanente práctica social certifica lo que somos, ya que del mismo modo en que un hombre nace proletario, puede también dejar de serlo, solo hay algo que no cambiará jamás, la profunda identidad del socialismo revolucionario.

jesussilva2001@cantv.net


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Jesús Silva R.

Doctor en Derecho Constitucional. Abogado penalista. Escritor marxista. Profesor de estudios políticos e internacionales en UCV. http://jesusmanuelsilva.blogspot.com

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