El humano de estas épocas ha renunciado a su compromiso con la Humanidad, la ha traicionado. Hechizado por el dios mamón ha olvidado su deber con la Humanidad y, con lentitud macabra elabora su extinción. La Humanidad es víctima de sí misma, sus hijos son su verdugo. El individuo no puede percibir el parsimonioso caminar hacia el final, porque su vida es corta en comparación con los tiempos lentos del descalabro; el humano carece de la capacidad de percibir los cambios demasiado lentos, los preludios de desastres ecológicos o de hecatombes bélicas. Por ejemplo, no podemos imaginarnos que esa cloaca abierta que atraviesa la ciudad de Caracas, el Guaire, algún día fue navegable. No sospechamos que alguna vez existió un glacial en el Pico Bolívar. No podemos imaginar que lentamente el mar se secará.
Las señales de los grandes peligros para la Humanidad son muy claras, sin embargo, los humanos comunes, ni pendientes de las noticias, de los grandes almacenes de armas nucleares esperando un loco que las utilice, la insania es tal que en las elecciones, las masas de los grandes centros mundiales eligen a chiflados que les ofrecen grandezas, cualquier cosa que eso signifique. En los otros países, se eligen a especialistas en supervivencia personal, individual, que en ese altar lo sacrifican todo, lo negocian todo. Prueba irrefutable de la ceguera frente al peligro de extinción de la vida.
La Humanidad, hasta ahora, por unos raros e incomprensibles mecanismos de su propia fisiología, es capaz de detectar temprano a sus salvadores, y lo absurdo es que los liquida, frecuentemente, de manera cruenta. Quién predique igualdad, fraternidad, amaos los unos a los otros, su destino es “morir crucificado” así ha sido desde siempre. Después se olvidan o se neutraliza su pensamiento hasta hacerlo inocuo al camino de la destrucción.
¿Qué hacer?
No se puede renunciar al compromiso histórico, se debe rescatar la esencia biológica de la especie, de animal social. Importarse por la suerte del todo, de la armonía, del destino de la vida planetaria, de la Humanidad. Activar el compromiso con el todo, armonizar “el yo” con la Humanidad toda, entendiendo que la vida será mejor, más plena, cuando los intereses individuales y los intereses de la vida, de la especie, de la Humanidad no estén en contradicción.
Y este rescate social, tiene una meta: volver al punto donde la Humanidad perdió su rumbo natural, allí cuando se inició la propiedad privada, individual, egoísta sobre la tierra y los medios de producción, y sobre esa base económica creció el morbo de la explotación del hombre por el hombre, del hombre lobo del hombre, el humano renunció a la naturaleza social de su especie.
La respuesta, la solución de fondo, es volver a la propiedad social de los medios de producción, y afincado en esa nueva relación social surgirá la conciencia del deber social, del deber con la vida como una armonía total con la naturaleza. Y allí comenzará la redención de la Humanidad. A ese regreso, póngale el nombre de Socialismo, si quieren llámenlo Cristianismo, o con más precisión llámenlo Humanismo, se trata de salvar al Humano.
¡CHÁVEZ HUMANISMO!