Maduro durante un acto en la base militar Fuerte Tiuna luego de su juramentación. Foto AP
Pasadas las 10 de la mañana Maduro se ha proclamado presidente de Venezuela para un tercer mandato desde el salón elíptico de la Asamblea Nacional, bajo una Caracas y otras ciudades del país que estuvieron bajo un enorme despliegue represivo "preventivo", que llegó a incluir la temida DGCIM (contrainteligencia militar), la Guardia Nacional y la Policía Nacional, junto a grupos parapoliciales y otros civiles armados. Luego, pasado el mediodía llevó a cabo un acto junto a las Fuerzas Armadas, donde los altos mandos militares y policiales le juraron lealtad.
Poco después de las 3 de la tarde, María Corina Machado difundía un video en que anunciaba que "Edmundo [González] vendrá a Venezuela a juramentarse como presidente constitucional en el momento correcto. Cuando las condiciones sean las adecuadas" y que decidieron que "que no es conveniente que el día de hoy Edmundo ingrese a Venezuela". Hasta allí llegaba el relato de algo que era sabido, donde solo se jugaban a la carta de algún resquebrajamiento de las Fuerzas Armadas y de allí sus insistentes llamados a los militares para que le sacaran el apoyo a Maduro. Las protestas del 9 de enero que habían convocado no fueron de la magnitud que anunciaron, apareciendo María Corina Machado en una poco numerosa concentración en Chacao, este de la ciudad de Caracas, para dar un discurso, y luego soltar un relato sobre un supuesto breve secuestro por parte de fuerzas represivas.
Aunque el gobierno había anunciado la semana pasada que durante la toma de posesión de Maduro llenarían las 10 avenidas del centro de Caracas que rodean el Palacio Legislativo, en realidad la historia fue otra, donde apenas los partidarios solo lograron ocupar algunas cuadras cerca de la sede de la Asamblea Nacional. Las avenidas Bolívar, Universidad, México, Urdaneta, San Martín, Sucre, Baralt, Fuerzas Armadas, Panteón o Lecuna, las más cercanas a la Asamblea Nacional, estaban poco concurridas, como un día corriente.
Maduro habló de una reforma constitucional convocando a un "gran diálogo nacional", que este mismo viernes firmará el decreto presidencial para constituir una "comisión amplia nacional de elaboración del proyecto de reforma constitucional", al tiempo que se refirió a las venideras elecciones municipales, legislativas y de gobernadores este año. Como ironía, y como si recién llegaran al gobierno declaró que "Nosotros vamos a hacer la revolución del 2025 al 2031, que va a ser una revolución democratizadora en lo económico, en lo social, en la construcción del Estado".
Y no podía faltar su mensaje al empresariado, es decir, a los principales capitales del país: "Tenemos el plan, hemos echado las bases, hemos tenido grandes logros de crecimiento y debemos unirnos cada vez más para la recuperación y la construcción de un nuevo modelo económico... ¡Cuenten conmigo emprendedores! ¡Cuenten conmigo empresarios!". Un sector con quienes viene manteniendo altos niveles de convivencia y comunidad de intereses, con quienes comparten los beneficios de la feroz liberalización económica y la destrucción sin precedentes de las conquistas históricas de la clase trabajadora, cúpulas empresariales, gremios capitalistas, que no son meramente formales, sino de trabajo conjunto para acordar políticas.
Consumada la imposición de un grotesco fraude electoral, estamos en presencia de una forma política marcada por el desconocimiento de mecanismos elementales de la democracia burguesa –en este caso, el del voto universal– y la asfixia de las libertades democráticas mediante la represión (sangrienta en ocasiones) y la inducción del terror en la población. Se termina de asentar un régimen dictatorial cívico-militar-policial, para utilizar la propia definición que hace Maduro del tipo de "unidad" que lo sostiene en el poder, sustentada en la represión y el fraude. La resultante de una consolidación de la nueva etapa del régimen, no solo es la derrota de un bando antiobrero y antipopular (el de María Corina Machado), sino también el triunfo de otro no menos reaccionario, el triunfo de un bando que pisotea a placer la voluntad mayoritaria del pueblo y se le impone a fuerza de más represión y terror de Estado.
Ante el nuevo escenario que se presenta es necesaria una perspectiva política propia como clase, una política ante la cuestión democrática y ante los problemas sociales y nacionales, que exprese independencia política de la clase trabajadora, que plantee un programa desde los intereses de las y los trabajadores. Evitar que nuestra clase solo tenga como alternativas políticas aquellas que expresan los intereses de clase de quienes nos pisotean, de los grandes capitales de cualquier origen geográfico y de los ricos de este país, sean los nuevos o los de vieja data.
Desde la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) publicamos una declaración política donde presentamos nuestro análisis en profundidad de la situación que se abre y nuestro posicionamiento político, que te invitamos a leer y discutir con nosotros.