Esperábamos el desenlace de la anunciada guerra de fin de mundo en nuestras fronteras nacionales para acercarnos a la realidad de lo acontecido. Enormes incertidumbres colectivas nos permean. Esta ausencia de certezas obnubila la posibilidad de construir futuros.
Se vivieron confusos momentos en la mediática especulación de los opinadores de oficio en un mundo global donde el aleteo de una mariposa puede crear estruendosas consecuencias en lo nacional y local. Diferentes fuerzas y tendencias, incluyendo sectores respetables que quieren retomar el rumbo que consideran perdido, por lo que han dado a llamar un "proceso fallido", como si este ya estuviera culminado, en su transición de avances y retrocesos, en un mundo donde impera el capital. A estos grupos críticos pasara mucho tiempo para que sean una fuerza referencial, si en verdad se insertan en las masas y surge en ese azar un liderazgo carismático y sistematizador de lo que queremos ver. En general, se busca una hegemonía con mucha beligerancia, a veces olvidando lo logrado y lo posible por hacer ante un enemigo tan grande y peligroso.
Las fuerzas populares y nacionalistas en su contraofensiva junto al poder establecido del Estado y sus diferentes formas organizativas vienen demostrando que pueden derrotar la contrarrevolución. El Estado parece que a veces entiende que la movilización popular y la cultura, en sus diferentes acepciones, da sus frutos.
Este proceso a pesar de sus errores y desviaciones continúa resistiendo con su saldo histórico de masas populares que esperanzadoramente, y con conciencia de clase, buscan afanosamente su continuidad. Esta continuidad procesal no han podido derrotarla. La lucha antineoliberal, antiimperialista y de profundización democrática transgrede la ley del olvido y acertadamente defiende la existencia del poder tomado como una prioridad absoluta. Esgrimir formalidades leguleyas del orden burgués ante la disyuntiva de un fascismo palpable y destructor de todo lo humano seria una gran ingenuidad. Hay un enemigo principal que desarticulará sin misericordia. Todo lo demás en estas apremiantes circunstancias, se hace secundario.
En lo que hemos palpado observamos que no existe una identidad entre la ultraderecha venezolana y las clases populares. El "ya casi" de la oposición es cortoplacista, son propuestas que no convocan, mueren al nacer. Son liderazgos de laboratorio. Han demostrado ser un fracaso exponencial que ha optado por el exilio y la clandestinidad farandulera, amparados por influenciadores de redes naufragantes en todos sus penosos episodios.
Por su parte el chavismo y su máximo líder se ha venido creciendo en el ejercicio del poder. En este nuevo "por ahora" se trata de anclar emociones. La masa debe sentir que le hablan de sus preocupaciones. Vivir y sentir como el pueblo. Sin cercanía no hay emocionalidad ni certezas. Convivir, sentir que el gobernante me entiende, me acompaña. Cerca del poder se siente empoderado y amplia horizontes. Las movilizaciones con sus cuadros de unidad con el pueblo da sus frutos.
Pero ¡mosca! No encallejonen al pueblo desesperado. A veces la desesperanza afloja y cede a la lógica del "qué puede ser que no sea". El pueblo espera una valoración positiva de respuestas económicas. Mas del a quien que al qué tecnocrático y cuantificador. Se deben resolver prioridades básicas, pues como sentimos, pensamos. El hecho de propugnar una política para la felicidad presupone medidas anti corrupción sin complicidades ni silencios, con un imprescindible sentido ético de la política.
El chavismo es una manera de ser. Un saldo histórico acumulado que se identifica con un líder y un proyecto. Masa que espera y acompaña masivamente a su organización. Buena parte es simbólica, aferrada a su ethos de religiosidad mesiánica y latinoamericana. La crisis del rentismo a generado nuevas resiliencias familiares mas apegadas al trabajo, embrión genérico de la disciplina y el pensar. El PSUV tiene la necesidad de renovarse, de escuchar, con una mayor cercanía para recuperar la emocionalidad militante.
Por nuestra parte seguimos abonando la discusión, matizando perspectivas criticas. Buscando con nuestros pensantes aportes para el debate, entendiendo que la teoría es fundamental para construir el camino estratégico a seguir. Producir conocimiento que incida en acciones con lógicas epistémicas de entendimiento de este complejo mundo. Seguimos pensando en el ¿Qué hacer? cuando amaine tanta tormenta. Mientras tanto, avanzamos entre las incertidumbres.