El capitalismo salvaje es un régimen apocalíptico

Que no hayan dudas: el derroche ilimitado de recursos naturales no renovables acumulado durante cientos de millones de años, esto es, el petróleo y el gas, que el mundo en apenas dos siglos lo agotará, es la causa principal del cambio climático; y los mayores agentes generadores de gases contaminantes son los países industrializados.

Ciertamente, el cambio climático está causando ya considerables daños y miles de millones de pobres están sufriendo las consecuencias. Los daños causados a los seres humanos están en plena efervescencia.

Para evitar estas catástrofe irreversibles se han realizado dos eventos mundiales el Protocolo de Kyoto (1997), no suscrito por EEUU; luego se agrega la Cumbre de Copenhague (2009), que fue tildada como un fracaso total y donde sus participantes que ya han entendido hasta la saciedad que está en juego toda forma de vida en el planeta Tierra; y contrariamente hasta hoy no existen acuerdos para contener el acelerado fin de la especie humana, pues al parecer los dañinos altos niveles del contaminante y mortal dióxido de carbono que continua en aumento y haciéndose cada vez más incontrolables, les importa un pito a los régimenes imperialista.

El conclave de Copenhague reveló que el imperialismo estadounidense no tiene interés en contener la catástrofe ecológica mundial que amenaza a nuestra Madre Tierra.

EEUU con menos del 5% de la población mundial emite el 25% del dióxido de carbono, o sea, es el mayor emisor de gases contaminantes del mundo y 30 países, incluyendo la Unión Europea, consumen el 80% del combustible que se produce.

Desde Protocolo de Kyoto las emisiones de los países desarrollados se elevaron en un 13% y de ese volumen el 55% corresponde a EEUU. La voluntad política en los líderes de los régimenes más ricos han hecho caso omiso por preservar la humanidad del mayor peligro de su historia: su extinción total.

Entre tanto, en una población mundial de más de 7 mil millones de seres humanos, más de un tercio carece de atención médica y este desatinado panorama se agrava en la medida en que se acentúa el cambio climático. En los próximos años habrá escasez de agua para la vida y los alimentos serán más escasos.

Estos escenarios de podredumbre y miseria humana, estarán reforzados por una mayor población en la que los bosques desaparecerán, la tierra apta para la agricultura escaseará y el aire que respiramos se hará irrespirable, lo cual incluye entre 150 y 200 millones de refugiados climáticos.

A decir verdad, los sectores más ricos de EEUU y sus aliados (el sindicato de países de la OTAN, por ejemplo), para contener la amenaza que se cierne sobre la humanidad por el recalentamiento de nuestra Madre Tierra y la incontenible crisis financiera que también está afectando la deteriorada economía mundial están conduciendo aceleradamente hacía un apocalipsis al género humano.

Esta inmolación es defendida a ultranza por un sistema soportado por la ignorancia, la malicia, las mentiras, es decir, tras un modelo criminal y depredador que se apoya en la constante apelación al egoísmo y a los instintos más primarios de los seres humanos, que ha impuesto el régimen capitalista durante ciento de años con su cultura de autodestrucción incompatible con los intereses más supremos del género humano.

La inherencia y letal acción criminal imperialista, va precedida de enorme sumas de dólares asignadas en la tarea de desinformar a la opinión pública. Al mismo tiempo, en esa amenazadora y canallesca saña imperial, saquean nuestros recursos y obstaculizan nuestro desarrollo.

Las perspectivas reales y objetivas ofrecen que nuestra Madre Tierra está dando señales inequívocas de que ya no soporta más el peso de su autodestrucción.

En efecto, se menciona el inevitable aumento de calor en dos grados centígrados, tras otros trastornos climáticos. Estos dramáticos indicadores precisan, de otro lado, que el régimen capitalista está fracasado por su acción devastadora.

La lucha contra el cambio climático está integrado a la transformación de los modelos de producción y del consumo insostenibles y en la defensa de un nuevo sistema sustentable de desarrollo social, ecológico, que esté enmarcado en el ideal socialista como única alternativa --entiéndase bien— salvadora de la especia humana en nuestra Madre Tierra.

Hay que digerir irrefutablemente que los patrones indefendibles del capitalismo salvaje están conduciendo a la humanidad, en forma irreversible hacia la autopista de la aniquilación de toda forma de vida en el planeta.

Como conclusión y para ofrecerle vida a la vida hay que ir hacia una economía política justa bajo los principios de integración, complementariedad, cooperación y solidaridad, preservadora del hábitat y el medio ambiente, pues la hecatombe mundial es un hecho real, a pesar de que Hollywood se empeñe en convertir esta realidad en ciencia-ficción tras mostrar –como si fuera poco-- un "capitalismos de rostro humano".

No sólo se reclama la voluntad política, sino también la fortaleza y la unidad de los pueblos en esta hora apocalíptica. El tiempo apremia.



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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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