Una pelea por puntos

La pelea política en Venezuela es por puntos, porque ninguno de los dos contendientes de la polarización puede darle knock out al otro. Así de simple. La cuestión es que el desenlace no puede postergarse indefinidamente, como desearía uno de los dos. Ya saben cuál.

  Como la lucha política es completamente audiovisual, mediática, desde hace décadas, no tiene nada que ver con los procesos de sistematización de las demandas sociales, de solución de problemas sociales o políticos reales o de organización popular. Más bien es asunto de espectáculo, dramatismo, nervios. Hace tiempo que las dos dirigencias sólo le hablan a su respectiva fanaticada. Los que no lo son (somos) quedamos sin voz. Y somos la mayoría.

  Por supuesto, mover miles de personas exige una inversión grandísima en logística y recursos, de parte del gobierno y de parte de los financistas de la oposición. Marcha es billete, buses, comunicación, planificación, funcionarios tiempo completo a sueldo. Sin contar las presiones laborales, las trazas de organización de lado y lado, todas con rasgos autoritarios, sobre todo las del Partido-gobierno-estado-FFAA. También hay que hacer notar los saboteos de los transportes opositores en la vía a Caracas y todo el gasto para mover a los oficialistas. Pero al final, el asunto es la foto y la cobertura, en primer lugar, la internacional. En política, estimaba la filósofa Hanna Arendt, lo que parece, es; la apariencia es decisiva. En este caso, lo que aparece en la pantalla de TV o en las fotos de los portales o por las redes sociales. Por eso, la cadena oficial justo cuando iba a hablar la dirigencia opositora.

 Por supuesto, la significación depende de las expectativas. Estas son la conexión de la parte, del momento, con el todo, con el conjunto del proceso. Tanto el gobierno como algunos sectores de la oposición, despertaron expectativas de violencia, de repetición de coyunturas irrepetibles (11 de abril de 2002). También alguno que otro se creyó lo de las posibilidades de derrocamiento del gobierno o la aparición de Tibisay Lucena diciendo que el referendo sería mañana. En esto se notó comedida la dirigencia central de la MUD. El presidente y la plana mayor del Partido-Gobierno-FFAA amenazaron y chantajearon a más no poder. Hasta pusieron a Erdogan como paradigma. Ganó la paz, ganó la democracia: en esto coincidieron Maduro, Tarek W. Saab y los dirigentes de la oposición. Se ejerció un derecho democrático y pueden repetirse las marchas y movilizaciones.

  Sigue teniendo la última palabra el CNE en lo de las fechas para el revocatorio. Incluso, pende la espada de Damocles de que desautoricen a la MUD para recoger las firmas, argumentando que metieron firmas chimbas. En todo caso, son apuestas, son nervios. Se mide la capacidad de respuesta de la oposición, sobre todo. Pero también se debiera medir hasta cuándo y hasta dónde se puede mantener una política de represión sistemática. 2016 ya no es 2014, como no fue 2002.

  Porque el control del Partido-gobierno-FFAA sobre el CNE, el retraso en la decisión de la línea del referendo por divisiones internas y las frustraciones sucesivas de su base por errores políticos, le quitan puntos a la oposición; pero el agravamiento  de la inflación, el desabastecimiento y la inseguridad, se los quita al Partido-Gobierno-FFAA. No hay solución satisfactoria, ni siquiera moderada, de la situación económica a la vista. La cúpula oficial decidió hacer un ajuste “poco a poco”, huyéndole supuestamente a un ajuste neoliberal, y eso implica que será, en el mejor de los casos, muy pero muy poco a poco que se verá algún resultado. Horizontes que no terminan de llegar para medidas que han sido recomendadas desde hace años, como la unificación cambiaria y el desmontaje de algunos subsidios.

  La manipulación de la lealtad militante y de la responsabilidad ante el mal peor, mantiene al Partido-gobierno-FFAA ganando por puntos. Mientras manejen los recursos del estado, las fuerzas represivas, el respaldo de unas FFAA socia de los planes extractivistas y las zonas económicas especiales en general, pueden sostenerse, señalando el espejismo de una recuperación de los precios del petróleo para seguir haciendo lo que hicieron muy mal. Pero mantener esa estrategia significa retardar cualquier medición electoral, no sólo el referendo, sino también la elección de gobernadores.  

  Ese retardo, para poder mantenerse más tiempo en el gobierno, es también prolongación de la agonía de la confianza y la esperanza del pueblo, no sólo en el presidente y los jefes del PSUV y las FFAA, sino en el chavismo mismo. Hace poco el exministro de las comunas y de cultura se preguntaba por la expresión de un chavismo “auténtico” que ya no halla representación ni en la dirigencia oficial ni en el “chavismo crítico”. Insinuaba que no eran simples funcionarios ni clientes de las dádivas del gobierno; que eran muchos y se encontraban ocupados en labores organizativas en las comunas. Ahí podemos incluir a todos los que interpretaron el mensaje de Chávez como una síntesis de las tradiciones de lucha del pueblo venezolano y latinoamericano. Esa hermenéutica popular puede sostener la esperanza revolucionaria, pero más allá del fracaso de los líderes actuales del Partido-Gobierno-FFAA. Esos mismos cobrarán, tarde o temprano (o más temprano que tarde) los errores garrafales, las incompetencias, la corrupción. Y ese desenlace no se puede retrasar indefinidamente, aunque esté ganando por punto, en un episodio, el Partido-gobierno-FFAA.
 

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Jesús Puerta


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