House of Cards y la crisis de la izquierda

House of Cards es una serie de Netflix estrenada en el 2013. Fue alabada por la crítica a pesar de su inusual argumento: la política. Algunos se preguntarán ¿que tiene de nuevo eso? Y recordarán la típica línea anticomunista o antiislámica del cine hollywoodense. No obstante, en esta serie no veremos nada parecido a un Sylvester Stallone con un AK-47 matando vietnamitas o combatiendo en Birmania. Tampoco a un agente del M16 encubierto en la URSS para revelar los planes nucleares de Moscú, al mejor estilo de 007. Ni mucho menos veremos como en Código Gerónimo una incursión militar en tierra pakistaní para el cerco y aniquilamiento de un grupo terrorista. A contracorriente, en esta tv serie no se acentúa la crítica a Corea del Norte, al narcotráfico en México o al modo de vida del Islam. House of Cards o Castillo de Naipes es fundamentalmente una crítica demoledora y cruda a la política en los Estados Unidos, evidencia a través de inteligentes diálogos las intrigas palaciegas que alrededor de la Casa Blanca, el Pentágono y el Congreso se tejen para hacer una envolvente trama que interpela todos los mitos del sistema político norteamericano.

Ahora bien, House of Cards no representa un singular experimento sino una nueva tendencia que ha hecho ganar millones a empresas de tv por suscripción como Home Box Office (HBO) o empresas web como Netflix,Inc. con series afamadas tipo Game of Thrones, The Wire, Mr Robots, entre otras tantas. Esta nueva tendencia de la industria del entretenimiento no solo cuenta con excelentes actuaciones, escenas eróticas y entretenidos guiones, también contiene un ingrediente mágico, la interpelación del poder a un nivel que nada tiene que envidiarle a un debate en cualquier escuela de ciencias políticas. El espíritu crítico que puede contener The Matrix en su planteamiento de doble realidad, Avatar y su cuestionamiento a la guerra e incluso los Simpsons en su humor nihilista, languidece ante una línea de algún dialogo de Mr. Robots o House of Cards.

El héroe en Mr Robot es Elliot un joven con habilidades en el área de informática que sufre problemas de depresión y adicción a las drogas, el cual se une a una organización clandestina de hackers, que planean intervenir la base de datos del sistema financiero mundial para desmoronarlo. En un diálogo entre Tyrell Wellick directivo de un poderoso emporio y Elliot, el primero sentencia no sin una gran carga de ironía “Dale un arma a un pobre y robará un banco, dale un banco a un hombre y robará el mundo”.

Por otro lado, en House of Cards, el personaje principal Frank Underwood rompe la “cuarta pared” para hacer comentarios que ilustran la manera de pensar de la clase política estadounidense e incluso esta serie llega a insinuar, en el último capítulo de su cuarta temporada, la posibilidad de que los atentados terroristas sean planificados por la élite política norteamericana para favorecer tendencias electorales conservadoras. Escucharemos a Underwood quien es un congresista de los Estados Unidos decir “la democracia está sobrevalorada” y sentenciar sobre otro personaje que es asesor del presidente norteamericano: “Tusk entiende la diferencia entre dinero y poder. Eso es precisamente lo que lo hace peligroso. Él no mide su riqueza en jets privados, sino en almas compradas”.

¿Tiene algo que ver esto con la crisis de la izquierda? La turbulencia de la última década ha generado un gran desasosiego en el mundo. La ola de atentados terroristas que tienen su expresión máxima en los hechos del 11 de septiembre, la guerra en Afganistán, Irak, Libia y Siria, el colapso de la burbuja inmobiliaria que produjo la crisis financiera internacional, los escándalos de WikiLeaks, Snowden o mas recientemente los Panama Papers, han conformado un ambiente altamente crítico contra los grandes gobernantes del mundo. Es un terreno fértil para que las izquierdas ganen espacio en las disputas nacionales y que el discurso crítico encuentre más oídos receptivos. No obstante, para nadie es un secreto que las izquierdas no se encuentran en un buen momento. En el norte, Donald Trump tiene un repunte preocupante en las encuestas, el Partido Popular (España) aumenta el número de escaños en la segunda vuelta, el “Brexit” obtuvo un 52% de respaldo, el Frente Amplio de Francia se consagró como la primera fuerza en el 2014. Peor aun, en el sur se habla del “fin del ciclo progresista” después que en el 2015 es derrotado el kirchnerismo, el 6 de Diciembre el chavismo pierde las elecciones a la Asamblea Nacional, Evo Morales perdió el Referendo Consultivo que le permitiría seguir postulandose y Dilma sufre un impeachment que la inhabilita.

Sin lugar a duda, cada una de las derrotas de las izquierdas tiene múltiples causas y hay que analizarlas de manera particular. Sin embargo, lo interesante de estos datos es preguntarse ¿cómo es posible que el público simpatice con tv series que tengan un discurso crítico y salgan a votar de manera masiva por políticos de derecha? Mi tentativa de respuesta es que la izquierda se ha tornado conservadora mientras que la derecha se presenta al público como revolucionaria.

Entre abucheos Bernie Sanders llama a votar por Hillary Clinton a pesar que un amplio porcentaje del electorado lo sigue considerando la mejor opción. Sanders se ve sumiso y derrotado ante las élites mientras que el iracundo Trump dice lo que nadie se atreve a decir, se asume como la voz de la clase trabajadora, cuestiona a las élites que han llevado a su país a la debacle y estimula el racismo de la clase trabajadora blanca de los EEUU como factor movilizador. En España los jóvenes irreverentes de Podemos quisieron mostrarse como una opción más moderada que le permitiera ganar aceptación. “Las cosas no salieron como esperábamos” dijo Errejón después de publicados los resultados, las cifras dieron al traste con las encuestas que predecían un resultado mucho más favorable. Una hipótesis puede ser que su discurso más moderado no motivó al punto de la movilización a la intención de voto que tenia Podemos. En latinoamérica, en general, mientras que los movimientos de derecha abren debates y promueven leyes sobre el matrimonio igualitario, el aborto, la legalización de las drogas y la ecología, los gobiernos de izquierda se muestran conservadores y censuran con sonrojo estos temas (salvo en algunos casos).

La banderas del “cambio” han sido tradicionalmente enarboladas por la izquierda. Sin embargo, el “cambio” fue el eslogan de la campaña de Macri en Argentina. Después, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) la uso en las parlamentarias venezolanas del 2015. El 6 de diciembre mientras que la derecha enarboló las banderas del “cambio” el chavismo solo hablaba de mantener los logros. Durante la campaña la oposición colocó el acento en el futuro mientras que el chavismo pretendía sostenerse con lo ya logrado. Posterior al 6 de diciembre, la crisis económica se ha agudizado revirtiendo importantes conquistas del chavismo y deteriorando la calidad de vida de millones de venezolanos y venezolanas. Cada vez es mayor la proliferación de menores de edad mendigando en las calles y de familias enteras buscando alimento en la basura. Mientras que altos funcionarios invisibilizan esta realidad, sectas cristianas protestastes (algunas de ultra derecha) reconocen esta situación y crean casas de alimentación para los más necesitados. Peor aún, mientras que algunas de estas sectas realizan militancia de alto riesgo en las cárceles, apostándole a la transformación del ser humano, la izquierda venezolana celebra sin recelo alguno las bajas generadas por la OLP.

La militancia de izquierda en Venezuela queda perpleja ante el desconcierto de la nueva realidad y se limita a esperar alguna política gubernamental, perdiendo espacio durante estos 17 años en la acción social que había ayudado a acumular fuerza a los movimientos sociales en los años 80 y 90. Peor aún, una parte importante de la alta dirigencia chavista pisotea la idea de igualdad que construyó el imaginario popular alrededor del discurso de Hugo Chávez, las desigualdades socioeconómicas fruto de la corrupción y los privilegios desacreditan la propuesta del Socialismo en el siglo XXI.

Frente a la difícil situación económica y a la grosera ostentación de lujos de altos funcionarios del gobierno, los sectores populares abrazan la idea de “cambio” que propone la derecha.

En muchas partes del mundo los sectores populares se encuentran descontentos con el orden imperante, irritados con la clase política que los gobierna, hartos de escuchar en las noticias sobre guerras, invasiones, ataques terroristas. La actuación de Israel frente a Palestina posee un inmenso rechazo en la opinión pública internacional. Asimismo, la actuación de los EEUU sufre un alto descredito. No obstante, tenemos a amplios sectores de las izquierdas atrapados en la lógica de las clásicas políticas legadas por el “socialismo real”, otras atrapadas en pugnas sectarias o haciendo transacciones poco honorables para obtener migajas del status quo, muchas izquierdas dejaron de predicar con el ejemplo y muchas más repiten fórmulas teóricas a manera de dogmas inconmovibles. Esta realidad no permite un mayor avance de las fuerzas de izquierda.

Luis Brito García dice en su último artículo “la actual crisis planetaria es una oportunidad del tamaño del mundo. Si las izquierdas hicieran su tarea no deberíamos estar leyendo paquetes neoliberales sino sobre insurrecciones” la izquierda ha dejado parcialmente de hacer su tarea, HBO lo sabe y amasa inmensas fortunas con tv series que dicen lo que las izquierdas han dejado de decir, el mundo sigue queriendo aplaudir al que grite en la Naciones Unidas ¡aquí huele azufre!



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Damian Alifa

Combatiente en la batalla de las ideas

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