Cuba y Venezuela: revolución socialista o contrarevolución capitalista

He analizado en disímiles trabajos la contradicción política que presentan las revoluciones sociales en Cuba y Venezuela. Ambos procesos toman la revolución social como paradigma del socialismo. Esta equivocada noción de la emancipación no es casuística. Resulta de la reducción del pensamiento revolucionario a la idea burguesa del estado, la economía y la sociedad.

La revolución social no deviene por sí sola revolución socialista. Saldada la deuda social del estado capitalista, tanto en Cuba como crecientemente en Venezuela, el pueblo beneficiado se torna conservador ante la falta de horizontes que lo conviertan en verdadero sujeto revolucionario. Ahí están las victorias parlamentares de la derecha oligárquica en Argentina y particulamente en Venezuela para contarlo. El estado dirigido por partidos de pensamiento único antidialético, en el poder tanto en Cuba como en Venezuela, se convierte en nido de la burocracia estado-partidista. La revolución social deviene procedimeinto de legitimación y afirmación en el poder de la burocracia política con el poder institucional en sus manos. La burocracia se constituye en clase en sí y para sí. No le convienie la transformación del estado, puesto que ello significaría, si en la dirección de la revolución socialista, la pérdida del poder hegemónico y el estatus de clase privilegiada dentro de la revolución.

La revolución socialista plantea un proceso de empoderamiento del pueblo. Como pueblo ha de entenderse la clase trabajadora y la sociedad a ella asociada, en tanto núcleos familiares y comunidades orgánicas. El empoderamiento se enraíza en la apropiación social del capital. Hablamos de capital productivo y capital financiero. Transgredimos la noción dogmática de la socialización de los medios de producción, la cual no identifica el empoderamiento político con la democratización del capital. La socialización de los medios de producción ara en el primitivismo político intelectual de considerar la "cosa" como sustancia. El capital, dada su inmaterialidad se antoja una abstracción. De esa forma se destroza la esencia filosófica y política que sustenta el capital como categoría materialista. El capital constituye la razón de las relaciones sociales de producción e intercambio. La apropiación social del capital significa, por tanto, la transformación de las relaciones sociales del modo de producción.

La transformación del trabajo asalariado en trabajo socializado deviene momento decisivo para una cualidad socialista de las relaciones de producción. Si el trabajo asalariado constituye el instrumento de la reproducción del capital privado y, en consecuencia, de todo el proceso de expropiación del valor social del propio trabajo para convertirlo en capital, el trabajo socializado determina la democratización del capital. La democratización efectiva de las relaciones sociales de producción. Aquí cambia la esencia capitalista del modo de producción. Este cambio cualitativo de la propiedad define el empoderamiento de la clase trabajadora y del pueblo en su conjunto. El trabajo deja de ser función del empleo, medido como categoría de rentabilidad, para convertirse en función social, trabajo socialmente útil. Es así de sencilla la distinción del modo de producción socialista.

La revolución socialista constituye, entonces, revolución democrática. La democracia deviene en imperativo socialista. El estado de la burocracia, auto llamado estado socialista, queda bajo la impronta de la socialización. Toda la casta político estatista que ha venido a apropiarse del estado y, por ende, del capital, a través del monopolio económico administrativo se vuelve reaccionaria por lógica dialéctica materialista. Es lo que ha acontecido. Su lucha descarnada contra todo debate democrático por el socialismo en Cuba da cuenta de ello. Más de cincuenta años en el poder del estado hacen de la burocracia política del partido único cubano - en cuyo trance se haya igualmente el partido de la revolución bolivariana - una clase neoburguesa, alienada de los intereses políticos del pueblo. Esta clase cultiva objetivamente su interés de clase. El camino de la consolidación de su estatus y su poder económico pasa por la transformación capitalista, no por la revolución socialista.

En Venezuela la puja entre "dos modelos", como lo plantea la cúpula del PSUV, está mediada por una lucha de clases entre una burguesía puramente dicha, consolidada como clase propietaria del capital productivo y financiero, y las fuerzas populares y políticas que apoyan la revolución bolivariana.

En Cuba se trata de la clase de la burocracia partido-estatista que busca la legitimación como clase burguesa. El estado de la burocracia ha de transformarse para ello en capitalismo de estado. La propiedad estatal sobre el capital se desplazará, de hecho ya lo hace a pasos agigantados, hacia la privatización de la economía. La asimilación del cambio está en el aprovechameinto oportunista de la alienación de la clase trabajadora cubana como clase asalariada. Pasar del estatus de fuerza de trabajo asalariada por el capital estatal a fuerza de trabajo asalariada por el capital privado particular y el burocratizado es un cambio de estatus natural. El precio por el que se vende la fuerza de trabajo asalariada, mercancía al fin y al cabo en el mercado laboral, refleja la ausencia de conciencia de clase para sí de la clase trabajadora cubana. La transformación del estatus asalariado de la clase trabajadora ha quedado definida por los Lineamientos Económicos del PCC.

Las revoluciones caen, no convierten los cambios cuantitativos en nuevas cualidades, no por capricho de la naturaleza, sino porque la lucha de clases, siendo el motor de los cambios sistémicos frena, por la correlación de fuerzas a favor de la contrarevolución, el progreso. Así han fenecido las revoluciones china y rusa que llegaron a alumbrar la superación del capitalismo, del modo de producción material y reproducción social dictado por la propiedad privada del capital y su explotación del trabajo asalariado de las grandes masas. El viraje hacia el capitalismo puro y duro ha devenido consecuencia de mantener a la clase trabajadora y a la sociedad en su conjunto en la alienación económica y política. El Partido supuestamente comunista, desde la hegemonía de su poder único, conlleva muy conscientemente a la sociedad cubana hacia ese viraje. El poder revolucionario sobre el estado no ha servido más que para devorar a la propia revolución. Una vez que la burocracia ha mantenido en total alienación a la clase trabajadora, sumiéndola en la esclavitud de su condición asalariada, ahora fuerza la trayectoria de emancipación y para hacerse de la propiedad definitiva sobre el capital, le prohíbe con toda la fuerza represiva del poder del estado emprender los caminos de la revolución socialista.

La ineficiencia y el desarrollo de las fuerzas productivas en los que por cincuenta años de voluntarismo político el PCC ha sumido a los trabajadores y a la sociedad, pretenden ser justificados como si fuera un fatum, una consecuencia de la gravedad de la tierra y no el puro resultado de mantener bajo las botas del estado de la burocracia todo el potencial creador de un nuevo y superior modo de producción, el socialista. La coartada de la burocracia mal apoderada para justificar su incapacidad y su alienación política ha estado soportada en el mito del bloqueo económico de los Estados Unidos sobre Cuba. Un factor externo nos impide el desarrollo. La falsedad política en que se ha mantenido al pueblo siempre ha tenido las piernas cortas.

Durante los años de "socialismo real" eurosoviético esa burocracia tuvo acceso al inmenso financiamiento de la Unión Soviética, el bloqueo yanqui no constituía pieza clave del arsenal político de la burocracia partidista. Más de treinta años de subsidio financiero y energétido no sirvieron para desenvolver un cambio estructural cualitativo del sistema económico que llevara a las fuerzas productivas a un salto en el desarrollo. Al caer el irreal socialismo soviético Cuba queda en bancarrota y con una deuda imposible de pagar. Ha sido el Gobierno de V. Putín quien, en un acto de generosidad del Parlamento ruso, ha llegado para condonar 30 mil millones de dólares de esa deuda y reinvertir dos mil millones en la economía. Pero el sistema económico sigue, como siempre, siendo un barril sin fondo. Después del periodo de guerra en tiempos de paz al que se somete a la sociedad ante la bancarrota económica del estado de la burocracia, el bloqueo salta a primer plano. La incapacidad, la ineficiencia y el oportunismo de una fuerza política resistida a emprender junto al pueblo la revolución socialista, desempolva el viejo argumento del fatum externo. Considerado como una constante de signo negativo en la ecuación del desarrollo cubano, constante al fin, el impacto del bloqueo podía ser neutralizado sólo con la alta eficiencia endógena del sistema económico. No ha sido así, puesto que el sistema económico ha sido un engendro de burocracia, centralismo y derroche de recursos como no se conoce en la economía. Ahora ante el tránsito capitalista que esa misma burocracia ha planteado, los EEUU comprenden que la fruta ha madurado y es el momento de que la penetración del capital haga su trabajo para embarazar a Cuba con el semen capitalista al amparo de las banderas de las dos naciones izadas en ambas capitales.

En la práctica, exactamente como lo analizáramos en su momento, las relaciones de producción se abren a la propiedad privada sobre el capital como pivote de su reproducción ampliada. La propiedad privada no se limita, de hecho no se ha limitado al ámbito de la reproducción simple del capital. El monopolio de la propiedad estatal se abre a la empresa de capital privado y a la empresa "pública" de capital estatal y mixto bajo el dominio de la burocracia estado-partidista. Se crea la gran empresa capitalista. La penetración del capital extranjero privado, en medida creciente el estadounidense, a la que abre paso la nueva ley de inversiones, se centrará en el desarrollo de la economía privada. Los proyectos de inversiones estratégicos con capital extranjero estarán bajo dominio de la burocracia empoderada y los propietarios privados extranjeros. La nueva clase burguesa se consolidará en este nivel. La pequeña y mediana burguesía propietaria urbana y rural se hará cargo, de hecho ya lo hace, de la transformación económica del sistema productivo, haciendo valer de esa forma su legimitidad clasista. Allí donde la economía de la burocracia no produce alimentos ni servicios productivos las PYMES capitalistas lo harán. El pueblo ha de santificar esa mejoría de la vida material diaria, suprimida por la economía estatal centralmente dirigida por la burocracia administrativa. La clase trabajadora nunca ha tenido la oportunidad de trabajar para sí misma y para la sociedad. La propiedad comunitaria ha sido enemiga del "socialismo" de la burocracia.

La burocracia partidista, convertida en fuerza reaccionaria en el PCC, no está interesada, por lo tanto, en la transformación de las relaciones sociales de producción hacia relaciones socialistas. No es casualidad que en todo el discurso político del PCC el socialismo haya dejado de ser la idea-fuerza de la transformación. Hablamos del socialismo marxiano, no del socialismo vulgar denunciado por Marx, al cual apeló el Líder de la Revolución cubana en su celebérrimo discurso del 2005 ante la juventud universitaria. (Pueden verse mis análisis al respecto entonces publicados en Kaos).

Si para Venezuela se trata de una lucha de clases por salir del capitalismo, para Cuba se trata de una lucha de clases para entrar al capitalismo. Sobre ello no caben dudas de ningún tipo. Ahí está la realidad de ambos procesos para quienes quieran quitarse los espejuelos del izquierdismo socialdemócrata y el derechismo socioliberal. Ambas caras de una misma moneda, la moneda del capitalismo.

Las fuerzas retrógadas de la burocracia anticomunista en el poder pretenden exigir recetas mágicas a aquellos que en Cuba abogan por la transición socialista. Pero cínicamente impiden el debate democrático por el socialismo en Cuba. No hay recetas. Es creación heroica, como lo viera Mariátegui. El modo de producción socialista tiene sus definiciones muy concretas en el ideario científico marxiano. La revolución socialista es la revolución de la democracia. La total democratización del capital y el control obrero y social del poder político. Una sociedad organizada en productores libremente asociados fuera de la relación del trabajo asalariado contituye el basamento materialista incuestionable de la transformación socialista del modo de producción capitalista. Una economía social donde el dinero asume la función de intercambio de valores de uso y el mercado se regenera como espacio de ese intercambio de valores sociales. La plena descentralización de un sistema económico armado sobre tales presupuestos y apoyado por la fuerza del estado en cuanto al desarrollo de las políticas de desarrollo estratégico en el campo económico y social constityen los pilares de la nueva cualidad. El estado no tiene otra opción que la de transformarse en un estado comunitario, donde la institucionalidad estatal esté mediada por la democracia directa. El parlamentarismo burgués de la democracia representativa deja de ser pieza de poder del capital. El capital productivo y financiero se socializa. La sociedad, el pueblo, la clase trabajadora se empodera en función de sus intereses. El desarrollo sostenible en un modelo de equilibrio económico renuncia al crecimiento ilimitado dictado por el consumismo. La huella ecológica del desarrollo económico se define en no más de una (1) Cuba. El desarrollo tecnológico a escala productiva se define en el empuje de una matrix enérgética renevobable, cuestión de vida o muerte para el género humano que puebla la Isla de Cuba. El índice de desarrollo humano se afianza en el avance y el acceso universal a la salud y la educación. La sociedad se orienta hacia el egalitarismo bajo índice GINI de 20%-23%, como fundamento del desarrollo socioeconómico sostenible y símbolo del humanismo civilizacional. Todo el sistema educacional se vertebra alrededor de dicha idea. Este es el derrotero de la revolución socialista.

Venezuela, la revolución bolivariana para permanecer con la esperanza del pueblo en alto ha de transitar este camino. La sociedad del petróleo se acabó. Es todo lo que dicen con su agresión demente los propios EEUU. Es todo lo que enseña el capitalismo chino que, al margen del camino escogido por el llamado partido comunista, ya se desempeña como punta en la conversión de la matrix energética que cambiará radicalmente para el 2030 por energías renovables. El capitalismo depredador muere con la era del petróleo. Las revoluciones socialistas permanecen al acecho.

Ese es el sendero de la revolución cubana, que será socialista o no será para el bien de todos. El camino se hace al andar. Todo otro atajo es puramente contrarrevolucionario, condenado a la bancarrota más temprano que tarde. La suerte de todo un pueblo y del cambio progresista en la región están en juego. La izquierda socialista cubana tiene la palabra, junto al pueblo. La lucha por el socialismo es imperativa.



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Roberto Cobas Avivar

Economista, activista político y social

 rcavivar@gmail.com

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