La inflación inducida es desinflable a corto plazo



De entrada: toda inflación es de índole macroeconómica y como tal debe ser abordada por el Estado en caso de que su permanencia en el tiempo pudiera traducirse en perturbaciones de carácter político; pero, los nuevos demandantes deben poner de su parte.

Bajo la versión keynesiana, coincidente en este aspecto con la concepción monetarista, la inflación que nos acompaña por ahora está marcada principalmente por un desbordamiento súbito y acelerado de la demanda, y esta causada, a su vez, por un mejor y más voluminoso poder adquisitivo propio del consumidor efectivo actual que se mantuvo hasta los días prechavistas sólo como potencial o inexistente en los mercado de entonces.

Por ejemplo, más de 4MM de personas de un corto tiempo para acá usan bienes para su aseo personal, como papel tualé-inclusive perfumado-; los numerosos niños del programa prescolariego “Simoncito” consumen 1 vaso de leche diario, como mínimo. Se trata de una sobredemanda que va con cargo a la demanda general de ese alimento completo; esta sobrepuja la oferta coyuntural y, por razones de desbalance en la ecuación consumo-producción, los precios de esta mercancía tienden a subir, o a escasear la oferta de la mercancía, en el peor de los casos.

Ahora, los prescolares, bachilleres y hasta universitarios de bajos recursos usan computadoras portátiles personales y disponen de libros de texto, ambos bienes costeados por el Estado lo que convierte a este en un masivo demandante público que libera poder adquisitivo a sus beneficiarios para que este los destine al sobreconsumo de otros bienes ofrecidos por el comercio privado, y consecuencialmente, esta es una causa adicional de subas en los precios.

Hasta aquí hablamos de una suerte de inflación regular, pero a esta debe sobreponérsele la causada por acaparamientos y subas artificiales de precios comprobados que, además de causar desajustes en la oferta-demanda, produce malestar social contra el Estado lo que se ha convertido en una descarada estrategia bélica de un comerciante cuadrado con el antigobierno, contra un Estado que ha venido suprimiendo el rentismo petrolero al que se tanto se acostumbró el empresario venezolano de la 4ta. República.

Por esas razones, creemos que el desinflamiento de esa inflación irregular e inducida, no ortodoxa, podría perfectamente resolverse con las medidas que ha venido implementando el Estado, pero requiere el concurso de una demanda moderada de parte del flamante consumidor venezolano que todavía no logra abatir sus tendencias consumistas, ante tanta hambre acumulada por centurias inducida por gobiernos excluyentes.

Pasados estos días navideños de euforia gastiva y consumista por tradición, el venezolano sabrá constreñir su demanda para que el acaparamiento y las alzas de precio no sigan potenciando la actual inflación inducida y extraeconómica. ¡Feliz Año 2015!



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Manuel C. Martínez


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