Más esquilma el comerciante que el fabricante

Revisemos la explotación del asalariado

De tanto leer las informaciones marxianas y marxistas, nos hemos acostumbrado a exonerar al comerciante de toda crítica ideológica más allá de tildarlo merecidamente como especulador, acaparador, usurero y demás adjetivos afines.

En consecuencia, poco nos detenemos en pesar la verdadera importancia y malignidad de este tipo de capitalistas.

Los comerciantes operan en su exclusivo beneficio: no se molestan en saber con cuantos bolívares se fabrica las mercancías que les llegan como caídas del cielo, empaquetaditas, pesaditas, abrillantaditas. Por ejemplo, a la banca les llegan los boletes y monedas debidamente acuñadas con cargo al Estado, pero ate capitalista opera con ellas como si las hubiera fabricado a su costa.

Ocurre que las inversiones en capital fabril y los riesgos involucrados en cualquier tipo de producción son marcadamente superiores a los empleados por el comerciante de mayor rango como intermediario. Esto significa que los comerciantes requieren menos capital, menos asalariados, y su ejercicio como tal es hasta de elemental dominio. Estamos hablando del personal gerencial y contable de fábrica frente al personal gerencial y contable de comercios y banca en general.

La cadena de intermediarios es más grave ya que ellas suelen ser tan largas como así lo deseen e impongan todos aquellos inversionistas animados por la riqueza fácil y como alternativa legal frente al robo, frente al atraco y demás delitos que también acompañan al comercio al amparo de sus registros comerciales.

Cuando un comerciante marca precios, especula, acapara o mete gato por liebre está sencillamente violando derechos ajenos en un plano igualitario con los reos y delincuentes no registrados como comerciantes.

De manera que, a pesar de que por definición los comerciantes comparten la plusvalía arrancada en fábrica a los asalariados, ellos van más allá por cuanto gozan de puertas abiertas para fijar precios a su arbitrio, aun en contra de expresas disposiciones regulatorias que el Estado les imponga. Es un hecho comprobable que siempre están facultados comercialmente para inflar costes, para mermar los pesos y demás medidas, de tal manera que, por ejemplo, en Venezuela se conoce como 1 litro de leche la cantidad de 900 cc, y jamás Alcalde, gobernador ni jefe de Estado se han pronunciado al respecto. Esa ha sido la forma comercial usada para cargarle al consumidor el costo de los envases desechables que se impusieron en el mundo a partir de los años 50, segunda mitad del siglo pasado.

Los comerciantes tiene la ventaja sobre los fabricantes de que son ellos quienes determinan la continuidad operativa de sus proveedores: con no comprarles tienen, en el supuesto de que haya competencia entre los fabricantes.

Por otra parte, todo el control de calidad sobre las mercancías es responsabilidad del comerciante, y si este mantiene su clientela por razones mercado, de facilidades geográficas, los fabricantes seguirán produciendo bienes de dudosa calidad lo que perfectamente podría llevarlos a la ruina por negligencia e ignorancia.

De manera que los comerciantes esquilman parejo a fabricantes o proveedores y a los consumidores finales.



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Manuel C. Martínez


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