Recordando a Ángel J. Cappelletti

En el texto “Logoi”, Una gramática del lenguaje literario, su autor Fernando Vallejo, ahonda un tema apasionante: la expresión escrita en contraste con la expresión hablada; allí hace alusión a la novela corta “El Tunel” de Ernesto Sabato, diciendo que es la revelación escrita de las nociones de Calculo Integral de las ciencias matemáticas. Es un intento por encajonar ideas preconcebidas acerca de un tema tan sencillo y útil, como lo es “echar un cuento”, o simplemente decir algo con sentido e interés. Esta percepción de Vallejo, hace pensar que en la literatura también lo encajonado, rígido y expansible existe.

La acotación al tema de lo rígido y lo expansible de la literatura, viene como referencia introductoria a las ideas de un hombre que conocí y que de una manera simple y elemental, me enseñó a vivir con el oficio de la palabra, a través de un contar “ideas” tal cual vayan surgiendo, sin ese encajonamiento y rigidez que asfixia el verdadero sentido del arte escritural; este hombre se llamó Ángel José Cappelletti.

Cappelletti es, sin duda alguna, un representante genuino de las letras latinoamericanas, no sólo por su condición de poeta y ensayista, sino por madurar a cada instante su razón de vida: el oficio de escribir. En 1991, en una de esas tantas tertulias de café, Cappelletti nos decía que la literatura debía ser vista como una caja negra en la cual destellan pequeñas pelusas de diversos colores y que esas pelusas eran las ideas que brotaban de la conjugación de dos actos humanos: la imaginación y la constancia en el trabajo escritural. No puede concebirse un esfuerzo creador sin el trabajo constante y duro de enriquecer la sapiencia del hombre. Eso nos recuerda las siglas mágicas C.P.S., que nos la definiera Juan Alonso (hombre de letras sin más), como alegoría a lo dicho por el maestro Raúl H. De Pascuala, y que significan el “ c... puesto en la silla”; es decir, el esfuerzo intelectual en su más característica posición. Un poco más allá, el escritor Renato Rodríguez nos dijera: “Escribir es una vaina tan buena, que se tiene que vivir haciendo para que pueda dar frutos”.

La acepción de Cappelletti de la literatura es netamente espiritual, en ella no hay medias tintas, escribes o no escribes, pero no es que escribes como alguien te dice, puede sugerirte ideas, pero escribes lo que tú deseas escribir; es decir, y con esta expresión contamino la frase espiritual que pueda expresar, la literatura es la identidad del hombre con su razón de vida, de existencia, de querencia, de " ser ahí”, como lo expresara Martín Heidegger.

En este mismo aspecto, Adolfo Bioy Casares, expresó que la literatura es un milagro que surge y aparece de la mano de unos elegidos, en este caso la figura humana del escritor. Y si en algo coinciden, quienes han tenido a las letras como excusa de vida, es en que la literatura es un diálogo solitario de un ejecutante de signos hacia un universo de lectores. No falsa es la expresión de que la poesía, por nombrar un género literario”, no es del poeta sino de quien la lee”. Aquí está la “cosa”, la esencia, la verdadera virtud del servicio que presta la literatura al hombre común.

Hay una grata historia de Cappelletti, que es cuando le pregunté por qué su hijo, José, que es cineasta en el Rosario, Argentina; no hacia una película acerca de su vida, el maestro me respondió: “ sería una historia muy aburrida, a ratos leyendo, a ratos escribiendo, a ratos leyendo, a ratos escribiendo...”. Y ciertamente coincidimos que era una verdadera tortura inducir a un espectador, acostumbrado a “Rambo”, “Robocot”, entre otras, a pernotar en una silla para ver al maestro en su acción creadora. Cappelletti siempre estuvo inmerso en un debatir de ideas que mantenían la temática de la “libertad”, una libertad que él entendía como representación y vivencia del destino, frente al poder político y militar, y frente a la presencia divina, como creación de valor y pugna por el ideal.

La visión política que tuvo Cappelletti de Venezuela fue una visión eminentemente revolucionaria; él siempre percibió del venezolano ese fuero interno por el cambio y hacia el cambio, no teorizó mucho sobre cómo vendría ese cambio, pero si lo intuyó producto de un grupo formado en aptitudes de liderazgo que en cualquier momento, ya sea por las armas del pueblo o por las armas aliadas de la revolución sigilosa continental, harían estallar un torbellino que daría cambios trascendentales en el entorno social, político y económico.

Cappelletti nos legó, a parte de sus reflexiones acerca de la vida nacional, toda una línea de investigación sobre el Positivismo en Venezuela. La revisión que hizo de autores nacionales, produjo importantes conclusiones, las cuales representan al pensamiento venezolano como uno de los precursores de esta tendencia científica en Latinoamérica, caracterizada por atribuir a los sentidos la vía idónea para poder accesar al conocimiento.

En un día de 1995, Cappelletti falleció, producto de una penosa enfermedad que lo venía maltratando desde hacia varios años; su muerte no sólo significó un luto para quienes desde el campo intelectual le conocimos, sino para el desarrollo del pensamiento sociológico, político y filosófico contemporáneo. Al partir se fue con su añoranza ática, con su sueño libertario y con la mirada concentrada en un reencuentro con los versos divinos del parnaso español. Produjo unos cuarenta y cinco libros en vida (después de su muerte la Universidad de los Andes y la Simón Bolívar, han publicado trabajos inéditos del autor); más de un millar de artículos sobre tópicos filosóficos y literarios; y una presencia constante en cátedras de post-grado en toda la América Latina. Uno de sus más importantes aportes fue dirigir la investigación acerca del pensamiento Federal en Occidente, trabajo cuya autoría nos pertenece (“La revelación de Oanes”. Ensayos acerca del federalismo libertario. Caracas, Gobernación del estado Portuguesa, l998), y que constituye uno de los primeros levantamientos serios de información, sobre una estructura de organización política que hoy toma auge con las directrices de cambio continental. A todas estas, sean las presentes líneas una motivación para acercarse al pensamiento de Ángel J. Cappelletti (1927-95), hombre impregnado de la sapiencia y constancia, hacia los valores profundos de la naturaleza y de los hombres.


ramonazocar@yahoo.com.ve


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Ramón E. Azócar A.

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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