(Ganancias de fábrica y de mercado)

Las Ganancias tampoco tienen Mercado

Cuando Carlos Marx  descubre los “precios de producción” (Cónfer: http://www.aporrea.org/actualidad/a37856.html ), ofreció  un sistema ecuacional montado sobre la hipótesis de una economía equilibrada y estable. Desde luego, si bien concretaba todas las variables económicas en un escenario parcialmente macroeconómico, manejó unas Oferta y Demanda potenciales y equivalentes que teóricamente cubrían las necesidades productivas y consuntivas, y daban cuenta  de un reciclaje permanente del capital, en condiciones de “reproducción simple”. (Cónfer. David Rosenberg, “Comentarios a los 3 Tomos de El Capital”,  Libro 2, Introducción, p. 7, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, 1979).

Efectivamente, hasta ese nivel de concreción, la oferta de medios de producción y la de los bienes de consumo cubrirían plenamente toda la demanda de ambos bienes, y el ciclo económico reiteradamente seguiría su curso. Producción y circulación daban cuenta de las metamorfosis del capital dinero, c.  productivo y c. mercantil, dentro del proceso de rotación del capital.

Es de suponerse que Marx  no manejó la Economía Internacional como un todo ya cerrado, por lo que el “comercio internacional” daría cuenta del  evidente déficit de demanda doméstica frente a  los excedentes de la oferta nacional. Por cierto, Rosa Luxemburgo (La acumulación del capital)  llamó la atención sobre este problema de la “realización” :

(http://www.aporrea.org/ideologia/a111718.html)

Rosa introdujo el mercado  de las economías no capitalistas, y hoy podríamos asimilarle sus ideas a la transnacionalización del capitalismo.

Efectivamente,  estamos viendo  cómo, a través de políticas imperialistas, los industriales de punta con sus excedentes  de plusvalor invendible logran incentivar al resto de los países para que se monten en el carro del  “progreso industrial”, para que importen capital en medios de producción, y para lo cual complementariamente ofrecen dinero ocioso en sus repletas arcas. Antes exportaban bienes de consumo, ahora se dedican a la venta de medios de producción, con inclusión de “fábricas” completas  y hasta “fábricas de fábricas”.

A tal punto, esos Industriales imperialistas  han conquistado estos mercados para dar salida y empleo a su capital ocioso, que han logrado hacer del Crédito Público una premisa constitucional de todos estos países rezagados y “pendejeados”. Las Constituciones de nuestros países  contienen un extenso articulado  para el logro de  partidas crediticias complementarias de todos los Presupuestos Anuales, ejecutados por unos gobernantes asesorados por falsos economistas entre los cuales priva el criterio de que mientras más bonanza disfrute una economía más debe endeudarse, ya  que supuestamente podría conseguir “créditos  baratos” por tener suficientes respaldos  para su oportuna cancelación.

Sin embargo, Marx estuvo muy consciente sobre ese  “problema de la realización”.   Él dio  cuenta de los excedentes de plusvalor  mediante la Acumulación indefinida de capitales  (Reproducción Ampliada), y a largo plazo (David Rosenberg, ob. cit., pp. 252 y sigs.),  pero lo hace de tal  manera que  revela una acumulación de capital en permanente crecimiento, habida cuenta de que producción y circulación son fases de un mismo proceso creciente de la  rotación de capital.

Como resultado, cuando el Comercio Internacional se cierre o agote sus posibilidades de crecimiento, cuando todos los países necesiten mercado para su propio e individual plusvalor, entonces el Capitalismo, como sistema mundializado, habría perdido razón  de ser. Para entonces,  se habría acumulando un capital ocioso, muy  pesado por insumir costes  de custodia, almacenaje, acarreo, conservación, contabilización, etc., que lo convierte  en un  capital que drenaría parte del capital dinero  desempleado, como tragándose a sí mismo.

Por esa vía, se inyectaría dosis monetarias para compra de bienes de consumo, que probablemente y a muy largo plazo reiniciarían un nuevo ciclo del capital. Las innovaciones tecnológicas abrirán nuevos mercados en los países rezagados cuyos parques industriales resultarán obsoletos, mientras los países de punta resolverán transitoriamente sus problemas de mercado a costa de aquellos países. La explotación se elevará a un segundo nivel y el trasiego internacional de plusvalor será de “países proletarios”  a “países burgueses”; la clase capitalista será tan internacional como el proletariado de todos los países juntos. 

Por otra parte, una solución burguesa al problema de la “realización”,  o del mercado de los excedentes productivos, sería “la negación de la explotación de los asalariados en la fábrica, la negación de la plusvalía”.  Bajo este supuesto negado, nos preguntaríamos: ¿quiénes comprarían las ganancias  de los productores, la de los   comerciantes y prestamistas, y los impuestos de los gobernantes?  Porque las ganancias estarían incorporadas en el precio de las mercancías; y si estas fueron pagadas por su justo valor - trabajo, y el asalariado recibió una paga que cubrió todo su trabajo prestado, entonces el excedente del precio sobre su valor (las  ganancias)  no tendría  mercado proletario.

De ser así, estaríamos en presencia de unos fabricantes que recargarían el valor de las mercancías en el monto de su ganancia media, luego los comerciantes harían otro tanto. En ambos casos, fabricantes y comerciantes cargarían también al precio de venta la alícuota   de los intereses  bancarios a que  hubiere lugar. El Estado, por su parte, recargaría sus sobreprecios impositivos.

Consecuencialmente, los trabajadores   recibirían en la fábrica una  renta de subsistencia que luego en el mercado  quedaría amputada por el monto del  sobreprecio de todas las mercancías , a fin de garantizarles ganancias a los capitalistas; con ello estaríamos en presencia de unos trabajadores que si bien no serían  explotados en las fábricas mediante entrega de plusvalía alguna, sí lo serían en el mercado con cargo a su pobreza ya que la renta salarial jamás podrían usarla   para su entera satisfacción.

Como quiera que los consumidores finales no productores, o sea los trabajadores, serían   quienes cancelarían esos precios inflados, obviamente, con sus salarios no podrían comprar la totalidad de la oferta, y “las ganancias tampoco   tendrían demanda solvente”.

marmac@cantv.net



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Manuel C. Martínez M.


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