Pareciera que la dirigencia revolucionaria de nuestro país se ciñera a la frase popular “al picao de culebra le asusta un bejuco”, ya que aunque se reconoce la validez de la frase de Fidel acerca de que en Venezuela no había 4 millones de oligarcas, no se intenta aprehender la raíz de dicho planteamiento. Utilizo dicha frase popular porque la fuente de dicha problemática, al ubicarse en el terreno de las individualidades humanas, nos acercamos al terreno del individualismo que el capitalismo ha sembrado profunda y ampliamente en los seres humanos.
El socialismo no es una utopía social caracterizada por el reinado del colectivismo, sino que está signado por el estado homeostático que surge del balanceado influjo de lo colectivo y lo individual, razón por la cual la etapa de transición al socialismo se despliega lo más eficaz y eficientemente posible cuando logra el simultáneo descenso y ascenso, respectivamente, de lo individual y de lo colectivo.
Para concretar el descenso de lo individual desde la cúspide en donde lo ha colocado el capitalismo es necesario escarbar los cimientos que allí lo mantienen, así como para cristalizar el ascenso de lo colectivo desde el fondo en el cual lo ha posicionado el capitalismo es indispensable cortar los anclajes que ahí lo confinan, cuestión ésta que, por tanto, nos obliga a explorar los campos de la psicología y de la sociología. Y allí nos encontramos con un escenario revolucionario que, por un lado, cuenta con satisfactorias referencias bibliográficas en el campo sociológico (Marx, Lenin, Meszaro, etc) y, por otro lado, adolece casi por completo de similares reseñas en el campo psicológico.
Ante tal situación, me permito tomar como referente al planteamiento de Gino Germani en su prólogo al texto de Erich Fromm “El miedo a la libertad”. Al referirse a un grupo de autores en los que incluye a Fromm, afirma: “En realidad, podría decirse que, para estos autores, si prescindimos de su parte puramente biológica, toda la psicología se vuelve social, una vez dirigida al individuo como individuo, otra al comportamiento del grupo como grupo.” Más adelante señala que “El análisis de Fromm confirma –sobre el plano psicológico- lo que otros estudiosos han afirmado una y otra vez: el fascismo, esa expresión política del miedo a la libertad, no es un fenómeno accidental de un momento de un país determinado, sino que es la manifestación de una crisis profunda que abarca los cimientos mismos de nuestra civilización. Es el resultado de contradicciones que amenazan destruir no solamente la cultura occidental, sino al hombre mismo. Eliminar el peligro del fascismo significa fundamentalmente suprimir aquellas contradicciones en su doble aspecto: estructural y psicológico. …… Por lo pronto, y para limitarnos al aspecto psicológico, que es el que nos interesa aquí, la estabilidad y la expansión ulterior de la democracia dependen de la capacidad de autogobierno por parte de los ciudadanos, es decir, de su aptitud para asumir decisiones racionales en aquellas esferas en las cuales, en tiempos pasados, dominaba la tradición, la costumbre, o el prestigio y la fuerza de una autoridad exterior, Ello significa que la democracia puede subsistir solamente si se logra un fortalecimiento y, una expansión de la personalidad de los individuos, que los haga dueños de una voluntad y un pensamiento auténticamente propios. En su dimensión psicológica, la crisis afecta justamente a la personalidad humana. El hombre ha llegado a emerger, tras el largo proceso de individuación, iniciado desde fines de la Edad Media, como entidad separada y autónoma, pero esta nueva situación y ciertas características de la estructura social contemporánea lo han colocado en un profundo aislamiento y soledad moral. A menos que logre restablecer una vinculación con el mundo y con la sociedad, que se funde sobre la reciprocidad y la plena expansión de su propio yo, el hombre contemporáneo está llamado a refugiarse en alguna forma de evasión a la libertad. Tal evasión se manifiesta, por un lado, por la creciente estandarización de los individuos, la paulatina sustitución del yo auténtico por el conjunto de funciones sociales adscritas al individuo; por el otro, se expresa en la propensión a la entrega y al sometimiento voluntario de la propia individualidad a autoridades omnipresentes que la anulan.”
En estos planteamientos Gino Germani nos aporta una primera aproximación al origen, al tratamiento y a las manifestaciones:
Origen: Un profundo aislamiento y soledad moral.
Tratamiento: El restablecimiento de una vinculación con el mundo y con la sociedad, que se funde sobre la reciprocidad y la plena expansión de su propio yo.
Manifestaciones:
1. La creciente estandarización de los individuos
2. La paulatina sustitución del yo auténtico por el conjunto de funciones sociales adscritas al individuo.
3. La propensión a la entrega y al sometimiento voluntario de la propia individualidad a autoridades omnipresentes que la anulan.
Como corolario, podemos afirmar que la revolución está retada a solventar progresivamente esta problemática a través del establecimiento, la práctica, la consolidación y la integración comunitaria basada en la reciprocidad y en la plena formación física, mental y espiritual de sus miembros.
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