Una visita a un organismo público que se dice revolucionario

¿Qué hacer para indignarse y construir el Socialismo?

Mi primera recomendación es que visite la zona educativa de miranda (las minúsculas son de mi absoluta responsabilidad), y comience a correr el primer y gran riesgo: intercambiar palabras con un portero o una recepcionista de esa instancia administrativa. En ese breve, pero significativo diálogo, usted comprenderá cómo es que los seres humanos sometidos a pobreza material y espiritual, devienen a esbirros y asumen la triste función de controlar una puerta o una taquilla, como el más importante mecanismo de acceso al poder, o a lo que él – y a veces, nosotros – creemos que es el poder.

Entonces usted tendrá un excelente escenario para soñar el socialismo, para recordar el esfuerzo de construcción del “republicano” de Simón Rodríguez, visionario excepcional que hace más de doscientos años nos alertó sobre nuestras torpezas en materia de instrucción pública, pero al cual insistimos en hacer caso omiso, a no ser para utilizar su imagen o alguna frase descontextualizada del momento histórico en el cual la formuló.

Pensado en ese “hombre útil” a sí mismo y a su sociedad, vuelva a mirar a la señorita recepcionista, perfectamente maquillada y con aires de estatuilla china, mírela nuevamente. Observe sus gestos y su mirada perdida en la computadora que tiene frente a sí, y que poco le sirve porque no es capaz de dar ningún tipo de información… “Eso no es por aquí”…”, “Tiene que esperar…”, “Las personas de esa oficina no han llegado…” Son sus frases favoritas.

Pero no deje de observarla y note cómo cambia su expresión cuando quien se dirige a ella es un superior o uno que por su indumentaria piensa ella que pudiera ser importante, entonces recuerde la conceptualización robinsoniana que el maestro daba de personas despreciables, las cuales lo eran sólo por su grado de ignorancia. Rememoremos las palabras del maestro de hace doscientos años sin perder de vista la imagen de la señorita de la taquilla de la zona educativa de miranda.

Como todo progresa por grados, empiece cada uno á abstenerse de mencionar colores y ascendencia en el mérito ó demérito de las personas, y habrá dado un paso fuera del populacho – no aprecie ni desprecie a nadie por el lugar de su nacimiento, ni por su profesión política, ni por su creencia religiosa… y habrá dado un paso más - Empiece á tener una decente ocupación para subsistir, y se pondrá a tres pasos de distancia – Interésese por el bien general y se pondrá á cuatro – sepa bien sus deberes 1º hacia sí mismo, 2º hacia aquellas personas ó animales con quienes tenga relaciones, 3º hacia todos aquellos con quienes pueda tenerla, sea en el país donde vive, sea en los países vecinos, sea en los distantes – en una palabra, sepa que todo hombre tiene derecho á sus atenciones siempre y á sus servicios cuando los necesite, y será igual (de hombre á hombre) con el mejor: y si cada uno hace lo mismo lo que ahora se llama populacho, será igual (de pueblo á pueblo) con el que más se haya distinguido, desde que se conocen naciones en sociedad. – Simón Rodríguez dicet.

Una vez traída a la memoria la información, procésela de manera significativa - según sus experiencias en esa materia - pero concluya respondiendo las preguntas de rigor: ¿cuál es su propio recorrido en materia de la progresión formulada por Rodríguez? ¿A cuántos pasos se encuentran la impecable señorita de la taquilla, o el furibundo y grosero portero que le franqueó el paso? Y la pregunta más trascendente: ¿a cuántos grados de progresión se encuentran los que permiten que a todos los que acudamos a estas oficinas nos dispensen ofensas y malos tratos – incluyendo a los directivos de planteles, los cuales acudimos no a resolver nuestros propios problemas personales, sino los ingentes y múltiples problemas de nuestros liceos y escuelas?

Pero aún no terminamos. Hagamos un salto en el tiempo y detengámonos en el siglo pasado, en la figura cimera de Ernesto Che Guevara, y en su sueño por formar el hombre nuevo….( ¿Se dan cuenta todo el poder que tienen las instituciones actuales para promover en nosotros la búsqueda del verdadero socialismo?)

Al respecto el guerrillero heroico nos explicaba que el hombre nuevo en una sociedad socialista debía ir adquiriendo progresivamente su condición humana- perdida en la maraña del consumo y los intereses egoístas con que lo forja el capitalismo – debía ir reapropiándose de su naturaleza. Y para ello, el trabajo debía adquirir una nueva condición. En este sentido nos decía:

… El hombre comienza a liberar su pensamiento del hecho enojoso que suponía la necesidad de satisfacer sus necesidades animales mediante el trabajo. Empieza a verse retratado en su obra y a comprender su magnitud humana a través del objeto creado, del trabajo realizado. Esto ya no entraña dejar una parte de su ser en forma de fuerza de trabajo vendida, que no le pertenece más, sino que significa una emanación de sí mismo, un aporte a la vida común en que se refleja; el cumplimiento de su deber social.

Le recomiendo ahora que se concentre en el jefe del despacho al que usted quizás iba a solicitar, o en la imagen de la jefa de la zona educativa de miranda, a quién sus ojos quizás no mirarán de frente por obra y gracia de porteros, taquilleras, secretarias, guardaespaldas… y pare usted de contar. Pero si usted los ha visto en alguna que otra reunión o en las páginas de los periódicos, lo insto a que traiga esa imagen a su mente, preguntándose al mismo tiempo si el discurso que les oyó pronunciar o que leyó en los diarios, guarda algún parecido con la descripción guevarista sobre la construcción del hombre nuevo. Ahora piense en las acciones realizadas por estos señores. ¿Qué tal el ejercicio? Espero que cualesquiera sea el saldo, el ideal socialista salga ganando.

Después de este laborioso ejercicio de preparación para la indignación, le sugiero recuerde la frase ciclópea del Apóstol cubano, José Martí: “Un pueblo no es un conjunto de ruedas; ni una carrera de caballos locos; sino un paso más dado hacia arriba por un concierto de verdaderos hombres”… También el cubano parecía tener claro el importante papel de la formación humana.

Concluido el ejercicio, lo invito a pensar en acciones claras para combatir estos males culturales. No sigamos permitiendo que se enquisten este tipo de procederes dentro de los organismos públicos. Demostremos con nuestras acciones que realmente somos servidores sociales, y no máquinas cumplidoras de instrucciones injustas e inhumanas. Decidámonos por fin a destruir lo que no sirve, y lo que nunca nos ha dado resultados.

Señor ministro, señores jefes de zonas… Sus podridas estructuras burocratistas deben desaparecer. Bájense de sus vehículos y vayan a nuestras escuelas, pero háganlo sin ruido y sin circo. Háganlo con verdadera entrega revolucionaria. De lo contrario – créanme - en algún momento de esta fiesta, el pueblo irá por ustedes. Y ese día no habrá porteros, taquilleras ni secretarias que lo contengan.


martieducador@gmail.co


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