Aportes de la religión a la educación: otra forma de esclavitud

Es verdaderamente extraño el proceso revolucionario que vivimos: un sistema capitalista que no termina de morir, por el contrario parece acentuarse cada día más; un sistema socialista que se estanca hacia su florecimiento; unas políticas estratégicas que se toman en una crisis de guerra no convencional totalmente contradictorias y unos ministros que acompañan al presidente con postura ambiguas, o contradictorias, que se declaran bolivarianos cuando desconocen la esencia del pensamiento de los próceres de la independencia; si la conocen no la aplican. Me sorprende el Ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, exaltar los aportes o la contribución que la iglesia le ha dado a la educación venezolana. Me hizo recordar al actor norteamericano Morgan Freeman (de piel oscura igual que el ministro), defender los 241 años de democracia de EE.UU., según él un ejemplo brillante para el mundo, cuando por durante 90 años de esa "democracia" se vendían esclavos del color de Freeman, no se les permitía sentarse al lado de un blanco, o ir a la escuela, y aún en pleno siglo XXI los negros en este país siguen siendo víctimas de segregación racial. Igualmente el actor le adjudica el triunfo de la II Guerra Mundial a su país, desacreditando el papel fundamental e histórico que Rusia jugó para derrotar a Hitler. Es lamentable que talentos humanos como Istúriz dentro del equipo de gobierno revolucionario caiga en el error de admirar y divulgar este tipo de engaños; o que un actor tan brillante como Freeman defienda los "sacrificios democráticos" de EE.UU., cuando en su país su gobierno se caracteriza por su postura xenofóbica, por llevar guerras y genocidios a otros países. Aunque tal vez haya sido una postura deliberada del gobierno venezolano esta posición, ya que desde un tiempo para acá, en la oscuridad de las sombras, hace pactos con las iglesias cristianas y otras más.

Bolívar se caracterizó por la defensa de la libertad en todos los sentidos; practicaba la masonería ya que era la única fuente de la época para informarse sobre la realidad de nuestros antepasados que ocultaba el clero; él fue un librepensador, materialista, dispuesto a defendernos de la esclavitud del imperio y del sometimiento de la consciencia que nos impuso la monarquía española junto a la iglesia, a través de la educación con sus dogmas, al cual solo tenían derecho los blancos criollos y peninsulares, pero que impartían a los esclavos. Por supuesto que, "los aportes" oscuros que ha dado la iglesia, data desde la época de Las Cruzadas pasando por la inquisición, cuando los españoles vinieron a descubrir "el nuevo mundo", así entonces comenzó la historia de la desgracia de nuestros pueblos, porque "es más fácil bombardear el núcleo de un átomo que erradicar una creencia", decía Einstein. Ellos tocaron y penetraron en la médula del ser humano, dogmatizaron su mente, la entrenaron, por ello el cristianismo se convirtió en la religión principal e impuso una mentalidad dogmática basada en cuatro supuestos: la fe (la creencia de un Dios que diseñaron a su manera), el pecado del hombre, el miedo a ese dios y el culto a sus representantes (los autoproclamados representantes de Dios, los Guaidós de la época). Por ello el clero tenía tanto poder político y económico como la monarquía, como aún hoy lo tiene, sobre todo cuando el gobierno de Nicolás Maduro les reconoce y les brinda tratos especiales, lo cual viola la figura de Estado Laico que establece nuestra Carta Magna. Es tanto el poder del clero que junto a la derecha venezolana lograron tumbar al presidente Chávez en el año 2002, protegen y bendicen a golpistas guarimberos en el Nuncio Apostólico, mandan a matar a chavistas, desde los centros educativos privados religiosos tienen como lineamiento hacer ver que Nicolás Maduro es el demonio y que el socialismo es el infierno. Sin embargo, durante la IV República apoyaron los gobiernos hambreadores adecos copeyanos, que violaron los derechos humanos de estudiantes, campesinos, trabajadores y de la clase social más vulnerable. Además, para nadie es un secreto que la educación privada católica y cristiana es una de las más costosas del país, que sus profesores (especialmente monjas) maltratan a los niños, que tienen mayor preferencia y mejor trato hacia los estudiantes con estrato social más alto, que este tipo de educación va dirigida a una clase elitesca del país. Valga aquí recordar las sabias palabras de mi padre Israel García y de mi mentor José Caldera Olivares, ambos Maestros de escuela: la peor escuela pública es mejor que la mejor escuela privada, porque el niño y la niña en edad escolar son libres, pueden discernir, pueden pensar sin ataduras mentales y libres de prejuicios clasistas, racistas y homofóbicos. Lo más contradictorio de todo esto, es que los primeros que llevan a estudiar a sus hijos en estos centros educativos son los llamados revolucionarios, la nueva élite de la "burguesía revolucionaria".

Pregunto entonces ¿cuáles son esos aportes? ¿Hay que agradecerles que avasallaran a nuestros niños, que les desviaran la verdadera información del conocimiento profundo? Los aportes de la religión a la educación son otras formas de esclavitud. La educación es uno de los pilares fundamentales para el desarrollo de los pueblos y el clero, la iglesia católica y cristiana lo saben. Estamos en una segunda inquisición: los inquisidores con rostros nuevos, pero con la misma estirpe someten y abusan de nuestros niños, niñas y adolescentes, están amarrando su consciencia como desde hace siglos lo hicieron. Necesitamos transmutar este tipo de privilegios; es decir, se debe transformar la igualdad en un todo, extender la vista sobre el campo de batalla que nos falta por recorrer que nos domina, evitar los privilegios que son contrarios al hombre o a la mujer que se dice ser socialista, o de un país que se está conduciendo hacia ese norte. Cuando desde la educación cristiana o católica se educa desde el miedo, se deja de lado la libertad, se acobarda al ser bajo la figura de una protección superior, no se les permite pensar. Así sucedió durante la inquisición y millones de indígenas fueron quemados; en el régimen nazi y erigieron campos de exterminio; sucede ahora con el terrorismo islámico, con la xenofobia yanqui desde el OpusDei para sembrar guerras. Mención especial hay que hacer con lo que sucede en la Isla de Margarita, cuya ciudad se ha convertido en un centro islámico: hay colegios, mezquitas, inmigrantes de oriente medio que llegan a la isla sin hablar español, sin papeles, y de pronto están nacionalizados, con carro, negocios y "centros culturales". ¿Es la nueva invasión religiosa? ¿O será la proyección del estado Islam que viene denunciando el presidente Putin, como una nueva forma de cambiar nuestra cultura, o de imponer su religión (como lo hacen en estos países orientales), o para llevar el terrorismo del imperio? Por alguna razón Putin ha impuesto en su país el respeto de sus normas y costumbres de la sociedad rusa a Testigos de Jehová, Musulmanes, entre otros. ¿Por qué el gobierno venezolano si se autodenomina socialista y revolucionario impulsa este tipo de esclavitudes en nuestra sociedad?

Nuestra condición de Estado Laico no tiene discusión, por ello debemos luchar por el rescate de este precepto en nuestro territorio, en nuestras instituciones, especialmente en la base de nuestros partidos políticos, porque ser socialista y religioso al mismo tiempo es una contradicción revolucionaria, pues seguimos hundidos en la barbarie de la creencia, en la esclavitud de la consciencia, en la cárcel de las fuerzas oscuras de los sotanás. No obstante, no se debe confundir la libertad de cultos, con la imposición de éstos en nuestra cultura e ideología. El gobierno venezolano no puede ser copartícipe de este tipo de alienaciones que durante años nos han subyugado; cualquier culto, creencia o religión que profese un grupo nacional o extranjero, debe hacerlo bajo el precepto de nuestra doctrina del padre Bolívar: la libertad de la mente de la esclavitud de la creencia, porque el pueblo de Venezuela es profundamente Bolivariano, así lo dictamina la Carta Magna.



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Esmeralda García Ramírez

Licenciada en Administración Articulista

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