¿Cómo enfrentar la crisis universitaria en el 2020?

Las crisis son oportunidades de cambio en un contexto ciertamente inestable, complejo y lleno de incertidumbres. En crisis los cambios tienen que ser trascendentes para poder salir de ella. Los cambios, si es que queremos soluciones radicales, tienen que ser una política permanente. De tal manera que para enfrentar la crisis, particularmente en el sector universitario, tiene que haber una política de transformaciones continuas y trascendentes para superar esta situación problemática que vive el mundo académico con impactos muy peligrosos sobre el resto de la sociedad venezolana.

Lo primero que debemos asumir es aceptar que lo que hoy tenemos en nuestras universidades es el resultado del deterioro progresivo que por muchos años ha venido minando los valores fundamentales de la universidad cuyo reflejo se expresa en el debilitamiento, hasta su extinción en varios casos, de la base científico tecnológica de las mismas, desnudando la crisis del modelo universitarios venezolano. Para comprender el proceso que abrió el camino hacia el "ocaso de las universidades" y no haber logrado revertir tal situación, tiene que haber una auténtica autocrítica de quienes por acción u omisión tienen responsabilidades en esta materia, ésta es la condición inicial para enfrentar la crisis e impulsar las transformaciones.

En segundo lugar, para resolver la crisis debemos diseñar un proceso dinámico y democrático fundamentado en un nuevo "espíritu universitario" demoledor de la inercia, el estancamiento, la desidia y la corrupción, capaz de colocar en primer plano la responsabilidad social de la universidad y el orgullo de ser universitario, perdido entre el malestar por el deterioro grave de la base material de subsistencia. Hay que revertir con urgencia el estado de las condiciones de vida de los docentes, los estudiantes, los empleados y obreros. Los estragos en la alimentación, la salud, el transporte y en la posibilidad de fortalecer la formación académica de los docentes y estudiantes reducen significativamente las posibilidades de éxito del plan anticrisis, de ahí que el llamado a levantar banderas y avanzar con optimismo para recomponer la universidad pasa por atender esta calamitosa situación que ha motivado en gran medida el ausentismo de los espacios universitario y para ello se pudiera implementar un Programa Especial y Permanente de Atención de la Calidad de Vida de la Comunidad Universitaria. Este Programa debe ser atractivo y eficaz para detener la fuga de docentes, obreros, empleados, y estudiantes. En este sentido es urgente y obligante mover significativamente la tabla salarial y cumplir con las reivindicaciones sociales y económicas, pero también motivar, estimular y apoyar proyectos que hagan realidad el propósito de convertir a las universidades en verdaderos centros de producción del saber y de bienes y servicios. El MPPEU debería implementar macroproyectos en las diversas áreas del desarrollo nacional que generen en las universidades una reacción de sus capacidades.

En tercer lugar, dada la magnitud del problema, el proceso de cambios tiene que ser impulsado por corrientes innovadoras y entusiastas que existen en las comunidades universitarias obviando las prácticas aberrantes que tanto daño han hecho como la política clientelar de parte de quienes ven a la institución universitaria como su feudo o cuota de poder. Para ello hay que convocar a quienes comprometidos con el país y la universidad, manifiesten su sana voluntad de coexistencia tolerante para impulsar las nuevas políticas universitarias.

En cuarto lugar, diseñar las bases programáticas para un nuevo sistema de educación universitaria que se fundamente en la creación del saber y la innovación liberadora. La razón de ser de la educación universitaria en estos tiempos, además de la inclusión y la calidad, tiene que apuntalar la base científico tecnológica necesaria para avanzar en el camino que conduzca a la ruptura con la dependencia dominante y paralizante del país aupado por el modelo universitario anquilosado que aún persiste. Entre las bases programáticas debe considerarse la creación misma del "sistema de educación universitaria" que rompa con el aislamiento entre las instituciones y la desarticulación en el seno de las mismas. El nuevo sistema de educación universitaria tiene que hacer gala de la formación humanística y científico tecnológica de alta calidad, procesos que deben ser dirigidos por un cuerpo docente del mismo tenor y no por incondicionales y mediocres oportunistas que agravan la crisis que queremos vencer. Además, las bases programáticas deben sustentarse en procesos científicos de la planificación y no de la improvisación, de la supervisión y no de la complicidad, de la inclusión social sin obviar la calidad y no la complacencia para privilegiar la mediocridad.

La educación universitaria cuyo motor debe ser el cambio permanente, tiene que reconstruir la academia pero al calor de las realidades del pueblo y las necesidades del país. Las comunidades académicas tienen que constituirse en verdaderos núcleos de la construcción transdisciplinaria y sistémica del conocimiento en el contexto mismo. La educación universitaria tiene que apuntalar el Sistema Social de Ciencia y Tecnología en cada Estado del país, solo así será posible de manera ordenada no solo fortalecer las fuerzas productivas de cada territorio sino también "avanzar hacia una explosión masiva del conocimiento, de tecnología, de innovación en función de las necesidades sociales y económicas del país y de la soberanía nacional".

Es necesaria la conformación del Consejo Social de Educación Universitaria en cada Estado, que remueva los cimientos del actual modelo para avanzar en la implantación del nuevo, es una necesidad organizativa y funcional. Es el espacio para la interacción entre la sociedad y la universidad que modulará la dinámica curricular y de investigación, haciendo de la vida universitaria un proceso integrado al trabajo productivo. Es el sector público y privado, las comunidades y demás expresiones de la sociedad actuando con la institución universitaria en un clima de cooperación en el cual todos ganaremos.

El Ministerio de Educación Universitaria debe dar ejemplo de los cambios que reclama el país. No es aceptable más dilación. Atreverse a cambiar o evitar en algunos casos el desastre que se apodera de algunas universidades, sería un buen comienzo autocrítico en este nuevo año.

 



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Salvador Camacho


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