El planteamiento sobre el rol del Banco Central de Venezuela (BCV) como un "banco central del sector privado" toca un punto crucial de la economía del país, pues ese papel contribuye a distorsionar el mercado de divisas y todos sufrimos las consecuencias.
Al destinar las divisas obtenidas por las actividades del Estado, como la petrolera, para cubrir los gastos de importación del sector privado, el BCV asume una función que va más allá de su misión tradicional, la cual es velar por la estabilidad monetaria y de precios. En efecto, se convierte en el gestor principal del flujo de divisas para la actividad económica no estatal, lo que genera una dependencia estructural. Esta dinámica, en la que el Estado es el proveedor casi exclusivo de la moneda extranjera, crea un círculo vicioso de control y subsidio indirecto. En lugar de ser un árbitro que regula el mercado, el BCV se posiciona como el jugador dominante, afectando las reglas de juego y la competitividad de la economía.
El modelo actual, con sus limitaciones, genera una asignación de recursos que no siempre responde a criterios de eficiencia o productividad, sino a la capacidad de acceso a las divisas a través del ente oficial. Esto distorsiona las señales del mercado y desincentiva la generación de divisas propias por parte del sector privado, ya que es más fácil y a menudo más rentable adquirirlas del BCV.
La propuesta de crear un mercado privado de divisas bajo la supervisión y control del BCV busca romper con esta dependencia. En un mercado de este tipo, el precio de la divisa se determinaría por la oferta y la demanda de los agentes privados, lo cual es un indicador más real del valor de la moneda nacional. El BCV, en lugar de ser el proveedor, se transformaría en el regulador y árbitro, interviniendo solo para estabilizar el mercado en casos de volatilidad extrema, mediante las medidas que considere adecuadas.
La Venta Anticipada de Divisas VAD se puede implementar como un proceso inverso, ya que los importadores para acceder al mercado deben disponer de divisas que obtienen como ahora por diversas vías. Sería implementado para que el importador de un forma gradual para que vaya capitalizándose en divisas, las cuales deberá vender al BCV quien las custodia hasta que las necesidades del mercado exijan su uso por lo que serían retornables. Muchos importadores tienen inmensos capitales en el exterior, pero nada en Venezuela.
La creación de un mercado privado de divisas fomentaría la competencia y la transparencia, incentivando a las empresas a ser más eficientes y a diversificar sus fuentes de ingresos y de divisas estimulando adicionalmente la exportación. Al tener un acceso más directo y predecible a la moneda extranjera, las empresas podrían planificar sus importaciones y proyectos de inversión con mayor certeza.
Este sistema, correctamente supervisado, permitiría que el BCV se enfoque en sus funciones primordiales: controlar la inflación, mantener el valor de la moneda y asegurar la estabilidad del sistema financiero.
El problema fundamental es que el Banco Central abandona su rol de regulador del sistema financiero para convertirse en el principal actor del mercado de divisas y casi una prolongación del sector importador. Al hacerlo, elimina la necesidad de un mercado privado que funcione con reglas propias, bajo su supervisión. Un paso muy concreto hacia el socialismo y un cambio en la normativa del BCV que debe incorporar la creación de un mercado nacional de divisas privado complementando las divisas que obtiene el estado.
Liberar al BCV de ser el principal distribuidor de divisas le devolvería su rol de autoridad monetaria autónoma y con una visión macroeconómica, en lugar de ser un simple facilitador de transacciones para un sector particular de la economía y estaríamos controlando la inflación y llegando a la estabilidad que todo el país ansía.