Dos formas de concebir la inflación y dos formas de combatirla

Primera Concepción

Estamos todos contestes de que la inflación es el aumento general de precios, medidos en un período determinado. Entendido esto, la concepción, más generalizada sobre la inflación, la describe como una especie de virus que se activa con la emisión de dinero y que hace que los precios adquieran vida propia. Cuando digo que adquieran vida propia, me refiero a que nos da la impresión de que los precios suben sin la intervención directa de algún ser humano. Los que creen en esa concepción, si bien asumen que el responsable directo de la inflación es el dinero, deben considerar también que el responsable indirecto es el que emite el dinero. En este punto, hay otro elemento curioso: en cualquier país del mundo existen básicamente dos fuentes emisoras de dinero, a saber: los gobiernos, a través de sus autoridades monetarias (normalmente sus respectivos bancos centrales) y la banca comercial, sea ésta pública o privada, cada vez que emite un crédito. Pero resulta que la regla es que la banca comercial emita mucho más dinero del que emite el gobierno de cualquier país; sin embargo, vemos que cuando se habla de emisión de dinero, se le echa toda la culpa al Gobierno (que es quien menos dinero emite). Detalles como ese no lo percibe el común de las personas, porque desconocen que la mayor emisión de dinero lo realiza la banca comercial. Pero como la banca comercial es mundialmente dominada por el sector privado, la mediática neoliberal (donde tendríamos que incluir a la academia) oculta esa realidad.

¿Qué pasa cuando se emite más dinero?

Cuando hay más dinero circulando y distribuido, la gente incrementa sus cantidades demandadas (compra más) y lo más grave que eso puede ocasionar, es una escasez (sólo cuando la demanda supera a la oferta); ante la escasez, la gente teme no poder satisfacer sus necesidades y el temor lo hace más vulnerable frente a la avaricia del vendedor; es cuando el vendedor se aprovecha de la situación y sube el precio a voluntad porque sabe que el comprador está dispuesto a pagar más. En síntesis: el dinero hace que la gente gaste más y la avaricia hace que los precios suban. Eso nos debe dejar claro que los precios no suben solos, lo sube un ser humano, y no el dinero. 

La inflación no se genera porque todos los vendedores sean avaros o malas personas, no. La inflación se genera por pocos vendedores, que valiéndose de su posición privilegiada en la cadena de producción, distribución o comercialización, aprovechando además, determinadas circunstancias, sube el precio de lo que oferta, para ganar más sin tener que vender más, aunque al hacer eso, afecte a otros oferentes que están por debajo de él en la cadena; y afecte, como siempre, a todos los compradores.

Quienes aún creen en la tesis de que la emisión de dinero genera inflación, no perciben que, en esa ecuación, el dinero es una condición suficiente, pero no necesaria; vale decir, para que aumente la demanda y se produzca una escasez debido a eso, el dinero es suficiente; pero para que los precios suban, el dinero no es necesario, lo necesario es que un oferente con una posición de dominio en el mercado, y con la capacidad de influir en los costos de los que están por debajo de él en la cadena de producción, distribución  o comercialización, suba los precios por avaricia. En síntesis, es la avaricia la que sube los precios cuando se emite dinero.

La inflación termina siendo un mecanismo de redistribución del dinero y las riquezas. Es por eso que, en cualquier parte donde haya inflación, la brecha entre ricos y pobres, se ensancha. 

Cómo se controla la inflación bajo esta concepción

Si se cree que la inflación la produce mucho dinero circulando, entonces, si hay poco dinero circulando no debería haber inflación. Ese es el razonamiento básico de quienes creen que el dinero produce inflación. En ese sentido, las políticas antinflacionarias favoritas de quienes creen en la teoría cuantitativa del dinero, son: la congelación de salarios, reducción del gasto público, que lo traducen en reducción del déficit fiscal; incremento de las tasas de interés para desestimular las solicitudes de créditos; aumento del encaje legal para reducir la posibilidad de que los bancos puedan crear dinero a través del crédito; venta de bonos y otros títulos valores por parte del Banco Central, para recoger dinero y sacarlo de circulación, entre otras medidas, cuyo único fin es reducir la cantidad de dinero circulante.

La reducción de dinero circulante sólo conduce a una disminución de las cantidades demandadas y de esa forma se persigue que los comerciantes y productores se vean obligados a bajar los precios, para atraer algo de la baja demanda que genera esas medidas antinflacionarias. 

En la realidad esas medidas antinflacionarias tienen poca efectividad. 

En el mejor de los casos, se logra disminuir la velocidad en la que los precios suben, pero no detienen la subida de precios y en ese proceso, los salarios siguen congelados conduciendo paulatinamente a un mayor empobrecimiento de los trabajadores asalariados; las empresas pequeñas y medianas no tienen acceso a créditos, afectándose así la posibilidad de un desarrollo de la economía (lo más que se puede lograr, con esas medidas, son crecimientos modestos a través de los grandes capitales). En definitiva, esas medidas conducen a la asfixia de la economía nacional, que a su vez coloca a esos países en situaciones políticas delicadas, porque los pueblos no soportan por mucho tiempo esas medidas.

Al estar diseñadas, esas medidas antinflacionarias, para controlar el dinero y no la avaricia de quienes pueden subir los precios, la crisis culmina sólo cuando cambian las políticas y se controla la avaricia a través del ejercicio del poder punitivo del Estado y del respeto a las leyes en procura del bienestar general.

Nueva concepción sobre la inflación 

Esta otra forma de ver la inflación, la analiza desde los mecanismos reales de formación de los precios en cualquier economía, Cuando decimos que se analiza los mecanismos reales que generan la inflación, nos referimos a que no se analiza ese fenómeno económico desde modelos abstractos, ni desde aparentes causalidades.

Lo expresado sobre la primera y más extendida concepción de la inflación, nos adentra, de alguna manera a la nueva concepción.

En esta nueva concepción de la inflación, el dinero no determina la subida de los precios. La subida de los precios la determina el afán de lucro fácil de determinados comerciantes o productores que, valiéndose de su posición de dominio en la cadena de producción, distribución o comercialización, y aprovechando determinadas circunstancias, suben los precios para ganar más, sin producir más; aún cuando afecten a todos los que están por debajo de ellos en la cadena y a al resto de los trabajadores.

Como vimos anteriormente: un aumento significativo de la cantidad de dinero circulante, incrementa las cantidades de bienes y servicios demandados; si fuese tan grande la demanda que superase a la oferta, lo que resultaría sería una escasez generalizada y en un escenario de escasez, los usureros aprovechan para subir los precios, lo que deja claro que no es el dinero sino la avaricia del oferente lo que sube el precio. Pero ese escenario de escasez generalizada es muy poco probable. Los inventarios cubren los eventuales incrementos de las cantidades demandadas, porque la producción es un proceso constante; no es que se espera que las cosas se consuman para producir de nuevo. 

Pero está tan arraigada la mentira de que el dinero genera inflación, que cuando se sabe que habrá, por ejemplo, un aumento general de salarios, los precios suben en proporciones similares o superiores al incremento salarial, aun cuando sabemos que los trabajadores son una pequeña parte de la estructura general de costos de las empresas que dominan los distintos mercados, lo que nos debería llevar a la conclusión que un aumento general de salarios por el orden del 100%, impactaría en alrededor de un 20% o 30% del precio de los productos finales.

Prueba palpable de que, aún existiendo una oferta superior a la demanda (que según la ley de oferta y demanda, deberían bajar los precios), los precios suben cuando los oferentes saben de un aumento de la liquidez. Eso ocurre todos los diciembres en Venezuela. 

Antes que llegue diciembre, los comerciantes y productores se preparan para la demanda de ese mes, porque saben que en esa época los trabajadores cobran aguinaldos y utilidades. Al llegar diciembre hay una enorme oferta de los rubros más demandados en esa fecha, pero aún así, suben los precios de todo (ropa, calzado, licores y los alimentos más demandados en las navidades). Es decir, venden más y más caro, sin que exista ninguna razón económica para subir los precios (sólo el conocimiento de que la gente tendrá más dinero y la mentira de que el dinero hace que los precios suban). Tanta es la oferta, que en enero vemos remates de todo lo que se vendía en diciembre.

Está tan naturalizada la mentira de que el dinero genera inflación, que hasta los consumidores aceptan el latrocinio, sobre la base de esa falacia.

En todo caso, en las economías como la venezolana, que está fuertemente oligopolizada y monopolizada (en determinadas áreas), los precios suben por acuerdos entre los miembros de los oligopolios y por la voluntad del monopolio. Vale decir: cualquiera de los tres escenarios aquí expuestos (aumento de liquidez, acción de oligopolios y de monopolios), la causa de la subida de los precios es la usura.

Visto lo anterior, podemos afirmar que “la inflación es en todo lugar y en todo momento, un fenómeno de usura”.

Teoría de control del proceso

Un Estado fuerte, que tenga registradas a todas las empresas que funcionan en el país; que conozca la estructura de costo de todas; que sepa cuales con sus proveedores y conozca con meridiana claridad cada eslabón de la cadena de producción, distribución y comercialización, no hay manera que le caiga el “virus de la inflación”.

Controlando el proceso de formación del precio, no es posible que la voluntad usurera afecte el mercado.

No es cuestión de control de precios directamente; es control del proceso de formación del precio.

 


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Juan Carlos Valdez


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