José Sant Roz, su “manual de guerra para enfrentar al dólar criminal” y mis “predicadores”

No estaba en mis planes escribir hoy. Tengo el tiempo comprometido para elaborar mis hallacas de raya, que ya forman parte de la tradición familiar desde hace 10 años. Por la reciente muerte de mi inolvidable compañera, "el amor más grande de mi vida", la que me acompañó desde nuestros tiempos juveniles, aquellos de la lucha clandestina, hasta la ancianidad, no me sentía animado para ello. Pero mis hijas y nietas me animaron para que, justamente en honor a ella y una manera más de tenerla presente, las hiciese. Pues si bien es cierto que, la idea de hacer hallacas de ese pescado, previamente deshidratado, por lo menos en nuestro entorno familiar fue mía, el honor es de ella, por haber sido una excelente cocinera y particularmente una artista elaborando hallacas o "pasteles" como decimos los sucrenses.

Pero como ayer jueves puse en Aporrea un artículo titulado "El caballero de la armadura oxidada. ¿Quién predica? La navidad a uno le llena de cuentos", https://www.aporrea.org/ideologia/a318037.html, en el cual hablo de un predicador, de esos tantos que en las plazas nos llaman a someternos, sacrificarnos más de lo que la hacemos a diario, como conformarnos con la triste vida que llevamos, la escasez y hasta amenaza de, al morir, pudrirnos en casa, por carecer de medios para ser enterrados, porque allá en el cielo, si esa actitud conformista asumimos, Dios nos premiará con una vida que llaman eterna y uno imagina que debe ser en la isla de Jauja y, luego al leer a Sant Roz, ahorita mismo, mientras me tomaba el café mañanero, después de poner mi raya deshidratada a descongelar, pues para asegurarme se mantenga sana, la guardo en el congelador, leí como siempre lo hago, a Sant Roz. Como dije, Dios, por pudrirnos en la tierra, nos premiará allá arriba y a los nuestros, que tienen que soportar la pudrición, se les anota unos puntos para cuando les llegue su turno. Esto se desprende del discurso del predicador, no de Sant Roz.

Con Sant Roz creo tener una agradable amistad o mejor empatía, pese sólo funciona por las redes, pues nunca hemos estado físicamente cercanos, pero si en la manera de percibir el mundo; algunas veces nos hemos comunicado por correo y siempre de manera agradable. Además, es hermano de un colega, Adolfo Rodríguez, quien trabajó junto a mi compañera por mucho años en el Liceo Cajigal de Barcelona y eso nos brindó la oportunidad de compartir una buena amistad, dada las preferencias de ambos en lo que respecta a la literatura y especialmente la narrativa y, por supuesto, por esas ganas de leer y conversar lo leído, de lo que entonces no abundaba mucho por aquí. Aparte de también ser hermano de Argenis Rodríguez, un buen narrador a quien conocí en los tiempos de nuestra juventud, de cuando él, junto algunos amigos, formaron parte del FUL (Frente Unido de Liberación), el primer grupo guerrillero que se intentó formar en Venezuela por el entusiasmo que despertó la Revolución cubana y a quien luego solía ver en aquella librería ubicada en el sótano del Centro Simón Bolívar, que en una oportunidad fue manejada o administrada, por mi amigo Sergio Alves Moreira, un intelectual y poeta de origen portugués, quien en Barcelona había sido profesor de Literatura de mi compañera en el Liceo Cajigal. Alves Moreira que recuerde, escribió y publicó un libro de poemas que creo tener escondido aquí en los tantos libros que tengo, de color rojo su portada, que leí en la trágica década del 60 del siglo pasado, muy elogiado por amigo Lautaro Ovalles , hermano menor de Caupolicán quien le calificaba "un buen poeta panfletario", dándole a esta última palabra el sentido de protesta y grito por la justicia, el amor y la bondad.

Pero también, en varias oportunidades, Sant Roz tuvo la gentileza de permitir que, un discrepante como yo, pudiese aparecer en la página "Ensartaos", por él manejada entonces y mi desaparición de ella no fue causa para que en mi naciese indisposición alguna contra él, pues supe comprenderlo y continué en mi misma actitud afectuosa y leyéndolo con bastante frecuencia e interés, pues sin duda, según mi parecer, escribe bien, tiene un estilo que me agrada, tanto que en veces creo que estamos en lo mismo y además, no me cabe duda que, pese las diferencias, más es lo que nos une. A él, al parecer, a ambos, no nos gusta eso de escribir como quien presenta un informe, con un uniforme puesto, un formato y unas reglas estrictas, muy rígidas y repetitivas por delante. Ambos estamos influidos por la narrativa y nos encanta y fascina, pese que, en mi caso, lo haga muy mal.

Y lo que he dicho de mi estilo, hasta lo ahora escrito en esta página sobre Sant Roz, lo demuestra.

Por último, a Sant Roz y a mí nos une una amistad común. Es amigo muy querido de Juan Veroes, también escritor que publica en Aporrea. Por las redes, solo por ellas, pues Veroes vive en Mérida y yo en Barcelona, casi como decir, en polos opuestos, muy distanciados territorialmente, hemos cultivado una buena amistad por años.

Es decir, a Sant Roz, tengo mucho afecto y respeto, pese algunas veces discrepemos o mejor fijemos posiciones distantes. Y esto no importa porque aparte es normal, forma parte de la vida, sin duda alguna, sé por demás que, es más lo que nos une que lo que nos separa y esto no se limita a lo personal, sino sobre la visión que ambos tenemos del mundo y la manera de arreglar la tierra como si fuese el cielo.

Me motivó escribir todo esto y lo que sigue, porque mi amigo, dice tener claro que todo o lo único que nos afecta es "el dólar criminal" y las personas, particularmente comerciantes, hasta pequeños, como la señora que le lanzó encima un saco de verduras, que se valen del "dólar criminal", o a este apoyan, para explotarnos y sacarnos "el futre", como decimos lo orientales de la playa, o de los bolsillos, los pocos bolívares que nos pagan. Y algo más llamativo o curioso y hasta alarmante, confesó mi amigo, que la gente común, víctima como él, nosotros, de la explotación, eso apoya, como la que aplaudió la agresión de la señora comerciante contra él por protestar. Porque la gente, es lo que él observa y yo también, culpa de eso sólo al gobierno.

Pero, por encima de lo antes dicho, lo que más me impactó fue la confesión de Sant Roz, según la cual, es esta mi apreciación, aquí no hay otra cosa que hacer sino volver al monte, montaña o a las barricadas citadinas, lo que pareciera ser distinto a las guarimbas, tanto que, para eso pide, exclama, "Dennos un fusil, y arreglaremos esta vaina, ¡pero sin nada, cómo coño nos piden que resistamos!

https://www.aporrea.org/actualidad/a318015.html

Tengo la impresión, pues no parece ser otra, que el pedido se lo hace al gobierno, en un, "quítense del medio que estorban y ya no pueden hacer nada". ¿Qué, otra cosa sino eso puede uno deducir, de ese lamento, "cómo coño nos piden que resistamos"?

Y como para que no quede duda de su convicción agregó: "OJO: para esta lucha, me estoy haciendo eco del pensamiento de Simón Rodríguez, ni más ni menos: ¡FUSILES O NADA!, DE OTRO MODO NO NOS PIDAN QUE ENTREMOS EN COMBATE…"

Para concluir esto, pues como ya dije, hoy tengo el tiempo copado, debo tener la raya y los condimentos listas para esta tarde preparar el guiso, pues el grupo familiar, mis dos hijas, tres nietas y yo, acordamos, como un homenaje el más bello ser de esta familia, mi compañera, madre y abuela de ellas, pasar el sábado tendiendo las hallacas, llamaré la atención sobre dos cosas.

Mi amigo Sant Roz, un hombre sólidamente formado, intelectual, buen escritor, desde mi perspectiva, pues no escribe como tantos, con una especie de formato por delante, donde sólo hay que llenar los espacios vacíos, sino que vuela, sueña, se recrea y, todo lo que va recogiendo en el espacio y los caminos, les mete en su trabajo, pareciera, al primer vistazo, convencido que todo lo que aquí acontece es por el puro dólar criminal. No hay ni siquiera baches, espacios abiertos, roturas y descuidos del gobierno, para que ese dólar criminal se introduzca, mezcle, entre, en nuestra vida, tanto como que el venezolano común le admira y ya hasta ha olvidado al bolívar o a éste le mira con desprecio y aquél haga de las suyas.

Pero en verdad, ya Sant Roz, no cree al gobierno ajeno de lo que sucede, donde según su perspectiva, hasta los pequeños comerciantes, hacen de las suyas sin que nadie intervenga. Ya no se trata, para él, como para mi, que todo se reduce a que nosotros, él, yo, el pueblo todo, ese que gozó cuando la señora le lanzo encima el saco de verduras, hemos permitido que eso nos suceda. No entienda que no hay quien nada hace para deteb¡ner esa avalancha. Y por eso, según él, no nos queda otra salida que coger el monte, pero estando desarmados, debemos como él, clamar para que nos den un fusil. Es decir, ya no debemos esperar que nadie nos defienda.

Para Sant Roz, y esto extraño, no hay nada que esperar, sino volver a los viejos tiempos de las guerrillas, a aquella guerra absurda que, a decir de un amigo común, de quien esto escribe y él, "fue una donde sólo nosotros pusimos los muertos". Una, donde ya antes salimos derrotados y hasta el mismo Chávez desechó.

¿Entonces amigo no nos sirve estar en el gobierno, tener fusiles cañones, tanques, drones, soldados y milicianos? ¿Lo que falta hace sólo son fusiles en manos de barbudos que bajen de las montañas?

Bien sé, eso no crees, buen amigo, es la frustración que eso te provoca decir por calentera. Eres demasiado inteligente, culto y perspicaz, lo que de verdad quisiste decir es lo que digo, hace falta lo participativo y protagónico y, para eso es necesario en el gobierno, haya bastante gente que eso entienda y acepte.

Viejo amigo, José Sant Roz, por allí no van los tiros. Lo primero que tenemos que hacer es que, quienes como usted, esto escribe, millones de venezolanos que estamos dentro y fuera del gobierno y hasta en oposición a éste, pero sin que hasta ahora queramos entenderlo, nos acerquemos, comprobemos que es más lo que nos une que lo que nos separa; incluyendo al ejército mismo y formemos un frente, diseñemos un proyecto, plan, política inherente a todos, para enfrentar a los verdaderos enemigos, pues no es difícil saber quiénes son. Pese se escondan, aprovechando este zafarrancho, alboroto, donde quienes somos víctimas aparecemos enfrentados.

No creo, en verdad, que como Argenis, José, a esta altura crea que "las bolas son el símbolo venezolano". Porque como aquél dijo, yo repito, si algo ha sobrado en este país, aparte del petróleo, son bolas.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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