Pacto salarial

Venezuela requiere con urgencia un Pacto Social para la Recuperación del Salario Real de los Trabajadores. El principal desafío post-pandemia para los venezolanos es enfrentar el riesgo real de que el hambre de hoy se convierta en hambruna para vastos sectores de nuestra población, con consecuencias trágicas para todos. El riesgo es real: la caída del PIB en países capitalistas desarrollados, desde EEUU hasta China, estará entre un 4 y un 7 %, y en América Latina se habla de un 6 % (todo lo cual afectará a la baja el mercado energético mundial, lo que redundará en una merma en el ingreso de divisas del país), pero la caída del PIB de Venezuela será este año según la CEPAL de ¡18 %!, y quizá esa Comisión se queda corta.

Es claro que la pandemia por sí misma agrega un factor adicional a nuestra recesión pre-existente, estructural y ya crónica. Ello obliga a considerar medidas urgentes para la coyuntura, como por ejemplo la urgencia de acceder a recursos crediticios multilaterales, como están haciendo todos los países, incluso los desarrollados. Un problema adicional que, a diferencia de otros países, tenemos los venezolanos y que compromete la adopción de esas medidas, son las sanciones económicas y financieras del gobierno de EEUU contra Venezuela, que bloquea por ejemplo el acceso del país a esos recursos crediticios. Así que una precondición para cuanto aquí se plantea es la necesidad de un acuerdo político mínimo que pueda plantearse la superación de este escenario restringido de sanciones.


Pero en cualquier caso, la única manera de enfrentar el riesgo de hambruna que hemos enunciado más arriba es mejorando el salario real de los trabajadores, en vez de incrementar una y otra vez el salario nominal, lo que luego es afectado por el efecto corrosivo de los precios, y para ello se requiere derrotar la inflación. Que bajen los precios más que suban los salarios.


Todos los economistas lo pregonan y ya los venezolanos lo sabemos porque lo sufrimos en carne propia: la inflación se derrota con producción. Ningún producto es más caro que aquel que no se encuentra o aquel que, pudiendo producirse en Venezuela, debe importarse. Por ello, lo primero que proponemos es un plan audaz de reprivatizaciones de empresas agroalimentarias en mala hora expropiadas, pues la caída en la producción de alimentos verificable en casi todos los rubros desde 2007 (café, maíz, arroz, azúcar, etc.) (1), después de las estatizaciones masivas de 3.000 empresas productivas y ocho años antes de las sanciones, es una de las principales causas de la inflación, vía escasez, importación, auxilios financieros de empresas improductivas y corrupción, lo que reclama y produce más déficit fiscal y más dinero inorgánico.


Es claro que una economía puede importar mucho, si por otra parte produce también mucho en aquellas áreas en las que tiene ventajas comparativas y competitivas, logrando así el ingreso de las divisas que se requiere. Esto sólo se logrará volcando nuestra actividad económica hacia los mercados externos, hacia la exportación. Multiplicar la cantidad de unidades de producción, de modo de hacernos competitivos y productivos, sólo será posible si le vemos la cara al gran mercado mundial y dejamos de vernos sólo en el estrecho espejo de nuestro mercado interno, fácilmente copado por pocas empresas. Todo esto es verdad. Pero a diferencia de lo que la nación debatía en los años '90, hoy Venezuela tiene por desafío al menos nivelarnos con la producción anterior a 2007, y entonces plantearse sí las transformaciones necesarias en su estructura de producción. Y para ello, debe vencer la inflación y mejorar el salario real de los trabajadores.


Para que el salario compre más aún con menos bolívares, se requiere asumir como meta nacional de todos, gobierno y oposición, trabajadores y empresarios, producir de nuevo al menos a los niveles de 2006, cuando todavía abastecíamos el mercado interno de alimentos, y eso sólo será posible si las empresas estatizadas regresan a manos privadas. Sólo como anécdota, subrayemos que resulta una vergüenza que la caja CLAP que entrega el gobierno, y que se nos presenta como uno de sus grandes logros, traiga pasta de Turquía, arroz de Grecia, harina de maíz de México, lentejas colombianas, caraotas de Canadá, etc.


Reprivatizar, sí, pero incorporando a las privatizaciones varios componentes:

Cogestión:

Uno de ellos es que se proponga a los compradores formas cogestionarias de propiedad, como la que Teodoro Petkoff logró en SIDOR, donde hasta 2006 el 60 % de las acciones era de propiedad privada, el 20 % pertenecía a los trabajadores y el otro 20 % al Estado. Que los trabajadores de todas esas empresas pasen de ser empleados del gobierno a accionistas de ellas.

Auxilio salarial temporal en divisas:

Así mismo, proponemos que una parte de los recursos que se obtengan por éstas y otras privatizaciones, vaya a un Fondo de Compensación Salarial que por un tiempo a determinar, auxilie a los trabajadores venezolanos con un bono en divisas.


Otras privatizaciones:

No sólo en las empresas agroindustriales y agrícolas estatizadas deben ser reprivatizadas. También en otras áreas como el hierro, el acero y el petróleo debe propiciarse la participación vigorosa del capital privado nacional e internacional. La caída de la producción en estas áreas también ha sido notable (2). La modalidad que se conciba a este respecto, debe someterse al escrutinio y al debate nacionales, para luego legitimarlas en referendo, incluyendo las reformas constitucionales que se requieran. Que sea una decisión de la nación y no de un gobierno.


Éste debe dejar de ser un debate sólo de principios y pasar al terreno de las conveniencias prácticas para todos, en particular los más pobres. El desarrollo de las fuerzas productivas nacionales y el financiamiento de un vigoroso Estado de bienestar que asegure a todos salud, educación, seguridad social, seguridad personal y servicios, demandan cuantiosos recursos que hoy la república no posee. Se requiere entonces, en un plazo perentorio, la realización de grandes negocios con hierro, acero y petróleo que incorporen sin temores la participación privada en espacios de esas industrias (en el área petrolera, siempre con una acción dorada del Estado) y que permitan recapitalizar a la república, hoy literalmente en bancarrota.


Naturalmente, hay que adoptar muchas otras medidas, entre ellas: la reducción sustancial de la emisión de dinero inorgánico, el estímulo a las exportaciones, la liberación de todo tipo de control cambiario, y una renegociación y reestructuración de nuestra deuda pública externa e interna, pero este plan de privatizaciones que proponemos puede ser un aldabonazo que recupere la confianza de los capitales en Venezuela, que es el reinicio de todo. Sin restituir la confianza en Venezuela, no hay nada.


Para todo, se requiere que gobierno y oposición, sindicatos, empresarios y Estado, conformen eso que llamamos aquí un Pacto Social para la Recuperación del Salario Real de los Trabajadores, sin el cual nada podrá lograrse, y ésa puede ser una de las grandes misiones de la nueva Asamblea Nacional a elegirse este año.


Desarrollar las fuerzas productivas, vencer la inflación y recuperar el salario. Ningún propósito político, ni el control absoluto del poder ni acceder a éste a cualquier precio; ningún interés parcial, ni el afán de lucro ni la preservación de prebendas y privilegios burocráticos, debería entorpecer el logro de esta tarea. No sólo es un asunto político o de teoría económica. Hablamos de un tema humano y vital que al final nos importa a todos: ¿qué desarrollo puede lograrse se la mitad de la población es empujada al foso de la indigencia?, ¿qué futuro nos espera si 1/3 de nuestra infacia sufre los daños irreparables de la desnutrición?, ¿qué honor podemos tener como nación si nuestros ancianos son depositados en el olvido y la miseria?


Apartemos el conflicto por el conflicto mismo. Lucha, sí, sin duda, pero también y sobre todo, acuerdo de clases. Superemos la fractura. Reconciliemos y perdonemos. Pactemos, pues, y consensuemos. Sólo así la institucionalidad, la moral y la democracia, pero también la economía y la asistencia y el bienestar social de los venezolanos, podrán hallar la ruta de su plena realización.



(1)

Producción agrícola: 2008/2015 en toneladas:
maíz 2.995.000 / 1.244.000;
arroz 1.276.000 / 800.000;
azúcar 9.690.000 / 4.700.000;
papa 421.000 / 108.000;
cebolla 323.000 / 153.000.
Fuente: Fedeagro.

Producción de café en Venezuela:
2002 1.484.000 quintales; 2006 1.571.000 quintales. Consumo autoabastecido, 1.286.000 y 1.518.000 respectivamente. 2008 930.000 quintales; por lo que se importó café de Brasil, Nicaragua y El Salvador. 2011: 46 % consumo café importado. 2015: produjimos 450.000 quintales.
Fuente: Organización Internacional del Café.

(2)

• SIDOR:

-Privada:

98 / 2.800.000 toneladas de acero;

02/3.700.000;

07 / 4.300.000.

-Estatizada:

08 / 3.500.000;

09 / 3.000.000;

12 / 1.700.000;

14 / 1.040.000.

-Nómina: de 5.000 a 13.000 empleados.

-Auxilios financieros: 300 millones de $ en 2010, 314 millones de $ en 2012.

• La producción de aluminio (Alcasa, Bauxilum, Carbonorca, Venalum, etc.) dejó de tener ganancias en 2006;

en 2007: pérdidas Bs. 678.000.000;

en 2011: perdidas Bs. 4.800.000.000.

• Venalum:

2008: 430.000 toneladas de aluminio;

2016: 124.000.

• Bauxilum mina:

2008: 5.500.000 toneladas bauxita;

2014: 2.300.000;

2015: 900.000;

2016: 347.000.

• Bauxilum planta:

2008: 2.000.000 toneladas de alúmina,

2014: 800.000;

2016: 300.000.

• Alcasa:

2008: 580 celdas de reducción electrolítica;

2017: 50;

2008: 200.000 toneladas de aluminio;

2010: 90.000;

2012: 56.000;

2016: 18.000.

Fuente: Noventa miradas sobre el chavismo, Leonardo Carvajal.



 



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Enrique Ochoa Antich

Político y escritor de izquierda democrática. Miembro fundador del Movimiento al Socialismo (MAS).

 @E_OchoaAntich

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