El portaaviones

Bombardearán el suelo de la patria. Habrá sangre, muerte y destrucción. Apoltronado en su mullida butaca del Barrio de Salamanca en Madrid, un zascandil, un bribón, un pícaro de siete suelas campaneará un whisky frente al televisor exhibiendo una sonrisa maligna en el rostro.

Con la parsimonia de un escualo prehistórico, el USS Gerald R. Ford navega las aguas del Caribe. Sobre su lomo carga no sólo aviones de combate y misiles sino mucho más.

Va también la magna cólera de un republicano monarca. Su berrinche es contra los gerifaltes de ese paisito al norte de la América del Sur que no hincan sus rodillas como cabría esperar. El rubio tedesco no lo entiende.

Sobre cubierta también viaja la patética frustración de unos politicastros que no han conseguido asaltar el poder a causa de su bíblica incompetencia. Quejumbrosa aristocracia caraqueña batida una y otra vez por unos plebeyos comunistoides voraces de poder y con pocos escrúpulos.

¡Ah, de estos infortunados oposicionistas sectarios sin destino! Demagogos de menguada ralea que han claudicado en su postrero rescoldo de dignidad. De hinojos a los pies del republicano rey del norte, imploran que su merced haga por ellos lo que ellos no han sido capaces de hacer por sí mismos.

De un tiempo para acá, andan con el pescuezo torcido hacia sus espaldas. Son pétreas estatuas de sal. Como si de la Meca se tratase, otean con plañidera nostalgia hacia una fecha precisa en el pasado.

—¡Ay, el 28J! —exclaman.

No se percatan de que esa página fue pasada hace rato, que el río de la vida fluye caudaloso, y que aquella fecha ya no es sino historia patria.

Más les valiera recitar los versos de Vallejo:

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos como

cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

¿Es que no fueron sus propios yerros los que convirtieron una victoria electoral cantada en una derrota política? ¿Acaso podía transferir el gobierno y compartir el poder quien, sin acuerdo previo y con todo el poder en su puño de acero, fue amenazado con cárcel por una candidata ignara y deslenguada? ¿Hízolo a propósito esta caballera andante de los delirios infecundos para, con premeditación y malicia, arrastrar al país a este pantano invasionista de acorazados y drones, bombas y misiles? Este cronista no puede asegurar que con otro candidato los mandamases del poder hubiesen negociado un acuerdo con algún género de alternancia republicana, pero sí que los oposicionistas hicieron todo cuanto estuvo a su alcance para que ese acuerdo no se produjese.

Caerán pues los misiles muy probablemente en la frontera entre Colombia y Venezuela. Acaso por eso el rey del norte se ha encarado con el presidente neogranadino. Serán devastadas unas pistas de aterrizaje para los aeroplanos de los narcos que a no dudar existen (tienen cincuenta años existiendo y tal vez son más en la medida que son más los consumidores en la vasta geografía de la América del Norte). Violentada habrá sido de esta suerte toda la legalidad internacional por quienes se creen sheriffs universales. En su Oficina Oval, el republicano monarca se frotará las manos. Astuto hallazgo el suyo: hacer la guerra sin hacer la guerra. Táctica y estrategia. Los tratados de Sun Tzu y von Clausewitz son ya sólo piezas de museo. Sangre, muerte y destrucción. Nuestra patria será humillada. Los capitostes del poder pasarán un mal rato. Pero hasta allí.

Como otra Bahía de Cochinos, los gobernantes harán exactamente lo contrario de lo que deberían hacer: se encerrarán más en sus claustros ideológicos, se harán más autoritarios y dictatoriales, acrecentarán sus prácticas represivas. Ésta será la morisqueta en que se convertirá la gracia extremista. A la par, la progresiva ruina de estas últimas tres o cuatro décadas... menos democracia, más pobreza, más atraso... acaso se haga crónica, parte del paisaje, mientras cada quien se las arregla a su modo. ¿Cuánto tiempo? Difícil saberlo. Setenta años después, ahí tiene usted a Cuba, a oscuras, empobrecida, militarizada.

Ojalá esta profecía sea desmentida por los jóvenes políticos de esta generación. Ojalá una epifanía ilumine las mentes de quienes hoy creen todavía que su principal mérito es no dejarse tumbar, así el país se caiga a pedazos. Echados al basurero de la historia serán los oposicionistas que clamaron por conflagraciones entre gringos y venezolanos que, a no dudar, habrían de trastrocarse en una fratricida contienda sangrienta de nosotros contra nosotros. Ojalá que los políticos de esta generación vislumbren una verdad evidente: que sólo resguardando nuestra soberanía como condición de todo lo demás, desarrollando la democracia como forma de vida, y asumiendo la paz como medio y fin, que sólo perdonándonos unos a otros, persuadiendo al contrario de nuestras verdades y tolerando las diferencias, con respeto por la dignidad de quien piensa diferente, es que una nación puede prevalecer. En fin, ojalá que empinándonos sobre nosotros mismos, miremos al horizonte con la frente en alto y por derecho propio, y que echemos mano al fondo de nuestra caja de Pandora de ese bien intangible pero privilegiado que es la esperanza. Entonces, sólo entonces, dejando de mirar atrás, terminando con este patológico regodeo por el pasado, tal vez nos reconciliemos como hijos de la misma patria que somos. Entonces, sólo entonces, acaso podremos estar en plena capacidad de cumplir como pueblo con la apremiante exhortación que enunciara de esta forma don Miguel de Unamuno: ser padres de nuestro porvenir más que hijos de nuestro pasado. De cada venezolano de buena voluntad depende que así sea.



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Enrique Ochoa Antich

Político y escritor de izquierda democrática. Miembro fundador del Movimiento al Socialismo (MAS).

 @ehochoa_antich

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