La aguda ironía de Moisés Moleiro y Simón Sáez Mérida, en Maduro se trueca en el Petro

Quienes me leen saben bien que me inicié en la política en AD y formé parte de quienes fundaron el MIR. Tuve la honrosa oportunidad de ser no sólo compañero de Simón Sáez Mérida y de Moisés Moleiro en medio de las luchas políticas y dificultades propias de la clandestinidad sino de ser amigo de ambos. Pero también de unos cuantos más como Américo Martin, con quien pese las diferencias conservo mi amistad, por razones de mi personalidad y manera de asumir la vida, Rómulo Henríquez Navarrete, Julio Escalona, David Nieves y Vladimir Acosta por sólo nombrar algunos. Pero los del título, lo están por la frecuente disposición y hasta talento de ambos para ironizar ante cualquier circunstancia o personaje. Pude poner allí también a Vladimir Acosta, quien pese suele aparecer en los medios como muy serio y hasta discreto, salvo cuando se lanza a hablar de lo que bastante sabe, también como decimos en criollo, "le mete de frente" a lo irónico. Recuerde el lector de aquel cuento que "nos echó" sobre las "areperas socialistas" y el cochino llamado morrocoy por unos campesinos para evadir la prohibición del cura, en vista que siendo semana santa no se podía comer carne de aquel animal. Ironizó así por eso de montar unas areperas con capital privado o del Estado y para ponerse en sintonía con el discurso oficial, se le ponía el mote de "socialistas". Por cierto, como suele suceder en esos "emplastes", cosa demasiado extraña en ese tipo de negocio, me refiero a lo de vender comida, todas cerraron por quiebra. En Venezuela se dice "quien trabaja con agua y comida nunca pierde".

Simón y Moisés fueron dos maestros en ese arte y hasta dejaron como una escuela. Buen número de militantes de aquel partido hicieron como honor a ese ejercicio y siendo así, no es extraño haya quedado descendencia. Moisés dejó un recuerdo imborrable en la historia de la Cámara de Diputados de Venezuela. En ese espacio, sus miembros no solían respetar aquello de "las normas del buen hablante y buen oyente", que empiezan por escuchar con la debida atención a quien habla. Era habitual que mientras alguien hablaba, de la mayoría, unos dejaban su asiento y se iban a hacer cualquier cosa que pudieron haber hecho antes, otros se dedicaban a conversar con quienes tuvieran más cerca y los más preocupados a leer los diarios o de algún libro que llevaban encima para circunstancias como aquellas. Si acaso, alguno designado para responderle a quien hablaba prestaba atención para no cometer el disparate de "contradecir" algo de lo que quien hacía uso de la palabra no habló. Por supuesto aquello producía enorme disgusto, no sólo en quien hacía uso de la palabra, tanto que se vengaría cuando fuese otro el orador, sino también a los que ocupábamos el "gallinero" en función de escuchas y observadores.

Moisés supo cómo acabar con aquella guachafita y hasta falta de inteligencia para comprender que se podría aprender mucho escuchando a quienes allí hablaban aunque de ellos se siguiese discrepando. Mientras hablaba, con la capacidad de observador que tenía, al sorprender a alguien hablando con otro o leyendo el periódico, encontraba la forma de introducir en su discurso una referencia por aquello e ironizaba sobre el o los personajes, como también contra aquél que se le ocurriría tomar ese tiempo para "hacer una necesidad", de manera tan hábil, sutil y hasta graciosa, sin dejar de ser irónico, que al resto movía a risa y el aludido también reía por aquello y en lo adelante evitaba verse objeto de aquella reprimenda inusual. Quienes solían dejar de asistir a la cámara hasta el límite permitido, se cuidaban de hacer acto de presencia el día que Moisés hablase. Eso era posible saberlo por distintos motivos, como el asunto a discutir o por lo de las solicitudes adelantadas a derecho de palabra.

Si bien es verdad que el asunto genético se ha enredado con el último informe acerca de "Un estudio sobre más de 470.000 personas revela que las variantes genéticas de una persona no predicen de manera significativa si se tendrá en un comportamiento sexual orientado hacia personas del mismo sexo",https://deeligiodamas.blogspot.com/2019/09/cientificos-demuestran-que-no-existe-un.html, no obstante las leyes de la herencia, aquellas de Mendel, siguen teniendo un enorme valor. Y por esto, como Maduro formó parte de los últimos restos de "La liga Socialista", donde según él mismo, no había claridad sobre muchas cosas, como esas del liderazgo, por lo que lo entusiasmó ese de Chávez fuerte, carismático y como a quien nada debía discutírsele, algo así como una variante genética, pudo en gran medida haber heredado algunas cosas de las viejas raíces. Y si uno hace un inventario, aunque no sea mucho lo que encuentre, siempre habrá algo por aquello de "hijo de gato caza ratón". Y lo que encuentro en Maduro, aparte de ese discurso grandilocuente, alegórico como de general en disposición de llamar al combate, cual José Félix Ribas, en aquella batalla de La Victoria, el 12 de febrero de 1814, donde siendo atacado por tropas de Boves, entonces al mando de Morales dijo "Entre vencer y morir necesario es vencer", aunque el ahora presidente seguro preferiría decir "patria o muerte", "No more Trump", como muestra de la herencia llegada a él desde los tiempos del MIR, pues esta organización es como abuela de la Liga Socialista, es eso de la ironía, la sátira pero como cruel, por lo que sería pertinente llamarle humor negro. Es cosa de la herencia pero mutada, hasta simbiótica y esclerosada, ya al anidarse en él.

La mayor creación o "invento" de Maduro es eso del Petro. Nació este y que para liberar la economía y lo monetario entrampados entre el dólar to day, "la página criminal", y las medidas de Trump. Dijo el presidente, muy circunspecto de su valor, determinado por el mercado, en 3600 bolívares y por él fijó el salario en medio chuzo, o lo que es lo mismo, la mitad de un Petro. Y cuando este llegó a 80 mil, decretó el salario en consecuencia en la mitad de esa cifra. Pensaban, según él, llevar la cosa a pulso, un poquito por allá y otro por acá; por un poco que sube por allá, le subimos el salario otro poco por acá. Dijo, repitiendo a sus técnicos, eso sí, que en ese camino, petros, precios y salarios encontrarían un punto donde igualarse y tratarse de tú a tú y hasta echarse unos palos juntos aprovechando la relación como de camaradería entre ellos. Y cuando decía aquello, sonreía como quien ironiza.

El dólar, ese que manipula "Dólar to day", "el criminal", tuvo que avisparse y apurar su ritmo, porque la velocidad que traía el DICOM o "el del gobierno", amenazaba con ponérsele par a par o de igualado. Y el Petro, esta vez muy callado, pues Maduro que es quien más habla y hasta "gritao", optó por hacerse el loco y olvidarlo, por lo menos para no hablar de su precio, pegó a correr, dar saltos y llegó –hablando de ahorita- a un millón de bolívares.

Siendo así, el salario mínimo debería ser, según lo dispuesto por Maduro y sin que los sindicalistas en eso se metan porque juraron no hacerlo por lealtad, una muy mal entendida y hasta al revés, de 500 mil bolívares y los salarios de trabajadores clasificados, profesionales como médicos, docentes, etc., de más de un millón. Pero no. Suben todo, hasta los huevos, lo que es por demás peligroso y hasta excitante y el salario anclado está en el inicial Petro. No sé si en verdad, Maduro se sumó a quienes en esa vaina no creen o mejor dejó de creer, no por lo de ser criptomoneda sino por quien "le dio el garrote", pero por lo menos pareciera hacernos un chiste cruel e irónico con aquello de "cayeron por inocentes". Eso fue un cuento irónico para atrapar incautos. ¿En verdad, creyeron que hablaba en serio?, pregunta el presidente sonreído.

Simón y Moisés hacían reír hasta a quienes ironizaban, pues desbordaban talento y gracia; Maduro no; es como el Petro, férreo, duro, nada maleable y pesado. Y sus chistes también a la gente le ponen la cara como un Petro.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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