Los chinos y la obsolescencia planificada. Tírese el bombillo apenas lo enrosque

Vance Packard, economista y sociólogo norteamericano, escribió dos libros que me parecen importantes, cuyos títulos según recuerdo, son "Los artífices del derroche" y "Las formas ocultas de la propaganda". Me referiré de memoria, como suelo hacerlo, por comodidad y porque siento piquiña con ciertas normas académicas, que ponen más énfasis en el vestir y las joyas que en la persona, al primero de los libros mencionados, porque aparte de leerle lo utilicé en demasía en ciertos trabajos como recuso de aprendizaje con mis alumnos. En ese libro, Packard habla de lo que llamó la "obsolescencia planificada" y usó una expresión que impactó mucho en su tiempo, aquella de "Tírese después de usado", en lo que aludía al consumismo, derroche de los recursos y venta al consumidor de cosas tan inútiles que debería tirar después de haberlas pagado. Como lanzar el dinero mismo al cesto de basura, sin menospreciar el valor intrínseco de lo desechado como recurso natural.

Packard nos ayudó a tomar conciencia cómo el capitalismo, por ganar más y más y prolongar su existencia, descubrió la necesidad que el humano aumentase hasta límites inimaginables su capacidad y ansia consumista. No sé decir si inventó o descubrió que los humanos debían fastidiarse, o de hecho se fastidiaban de ver o usar eternamente la misma cosa o máquina y tantas cosas. Eso, por citar un caso, que acontecía con normalidad en los primeros tiempos, que la biznieta seguía usando con la misma eficiencia e iguales resultados la máquina de coser que dejó su bisabuela, lo hizo una cosa fastidiosa, pavosa y creo la necesidad de desecharla para comprar otra. Renovarse, modernizarse, se volvieron consignas y deseos ansiosos que se tradujeron en desechar lo que seguía teniendo utilidad. Por supuesto, para lograr tales fines, a la nueva máquina le agregó ciertas novedades, pues de no hacerlo la cosa se le haría más difícil. Pero, la nueva industria, asesorada por las novedosas políticas de venta, se cuidó de producir una máquina con partes o piezas que tuviesen sólo una pequeña capacidad de resistencia. Era necesario que muriesen antes de tiempo y no como las anteriores que fueron diseñadas y fabricada para que fuesen como eternas, tal cual la máquina de la bisabuela. A eso, Packard llamó "obsolescencia planificada". Fue una manera de planificar el aumento del consumo; se acabaron los tiempos de un carro o máquina que uno podía usar toda la vida. Aparte que antes habían inventado aquello de los modelos, como la moda en el vestir, que hacen creer a la gente que la inventa algún personaje para vestirse él y así crea la moda; pasando por alto que ese personaje que primero la exhibe sólo es un modelo, simple mecanismo de venta de la gran industria. Que la moda no es más que el resultado de un plan trazado en una oficina publicitaria para incrementar las ventas.

Pero hay otro asunto, aparte de la "obsolescencia planificada" o la vida calculada y limitada de un producto para aumentar las ventas, que Packard pintó con la frase "tírese después de usado"; sucede que tengo sed o quiero consumir algún líquido dulce, por el sólo placer que eso me produciría. Bastaría que comprase lo que necesito para satisfacer mi necesidad o antojo. Pero, para satisfacerme, debo comprar un envase, de vidrio o plástico, que tiene más impacto en el costo del producto que consumiré, que luego, al final, habré de tirar a la basura. Y lo hago casi mecánicamente sin censurarme que he lanzado al desperdicio algo que me costó mucho más que lo que consumí. Aparte de otras cosas. Sería bueno pensar de vez en cuando en eso que se llana el continente plástico o basura.

Cualquiera que esto lea, con toda la razón del mundo, pudiera decir, ¿y a qué viene tanta pendejada que todos sabemos y hasta nos hemos inventado historias y escenarios para eso justificar y no aceptarnos engañados? Ese mismo sentimiento me embarga después de haber escrito lo anterior. Pero sucede que Packard y otros hablaron del asunto refiriéndose al capitalismo de la vieja escuela o los capitalismos del pasado. Esos que acabaron con aquellas hojillas de afeitar que no perdían nunca el filo, pese que con ella se afeitaban varios y en una época que no existía el Sida ni motivos para evitar usar una hojilla que usó otro. En una habitación de una residencia estudiantil de la ULA en Mérida, a comienzos de la década del sesenta del siglo pasado, hacíamos eso.

Pero resulta que el capitalismo nuevo o mejor las nuevas potencias del capitalismo que vienen paulatinamente ocupando espacios que las viejas abandonan o se distancian por soberbia y demasiada ambición y hasta por aquella de las tantas vueltas que da el mundo, también nos aplican lo que Packard llamó "obsolescencia planificada". Y hasta en algunos casos he llegado a creer que parecieran hasta más tacaños, en lo de recortar la vida útil de sus productos que quienes eso comenzaron a hacer.

El presidente Chávez, cuando la crisis eléctrica, aquella de finales de la década del diez o comienzos de esta del veinte, trajo y nos regaló unos bombillos ahorradores cuya vida estaba recortada al máximo desde que salieron de las fábricas. Nada duraban sin necesidad que hubiese un apagón. Pero como a caballo regalado no se le busca colmillo, uno se sentía satisfecho, pues de inmediato conseguía como reponerlos sin costo alguno. Con la crisis, que es como decía un comediante cubano que por aquí anduvo, "con el ciclón", desaparecieron los bombillos ahorradores, que lo eran de verdad, verdad, porque a uno nada le costaban; pero de repente tuvimos que empezar a comprarlos, pero pese como los regalados, poco duraban y subieron tanto de precio que optamos por olvidarnos de ellos y el ahorro energético. Además, el gobierno mismo, agobiado por tantas carencias, eso echó, si no a la basura, si al olvido. Ya no había razones para llamarlos ahorradores. Pues su obsolescencia venía planificada y los precios los volvieron inaccesibles para nosotros.

Estando así las cosas, casi todos volvimos a lo que ahora llamamos los "bombillos de antes" que, en cierta medida, es como un olvidar a Chávez en materia de alumbrado de la casa. Pero estos "bombillos de antes", por lo que siempre veo, pues en eso pongo cuidado, proceden de China. Es decir, de una potencia capitalista de las nuevas. Pero como hemos dicho en otros trabajos a manera de advertencia, capitalismo es capitalismo, como que jefe es jefe aunque tenga cochocho. Estos bombillos que no son ahorradores, es decir consumen más energía eléctrica, también perdieron aquella cualidad por partida doble porque ahora cuestan tanto como una caja de velas y su vida útil es por demás efímera, tanto que aquello que Packard denunció como engañosa estrategia de venta en la frase "tírese después de usado", está puesta en práctica en ellos. Tanto que apenas uno les enrosca y se hace la luz, de pronto se deshace porque el bombillo se quema. Y a eso, tampoco nadie le para, el gobierno y menos los empresarios que hacen su agosto también de esa manera. Se dice, vaya usted a sabe, pues pierde uno el tiempo esperando que alguien nos ayude, esos bombillos, como tantas cosas, son comprados a chinos de los lotes que no pasaron el control de calidad.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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