11 de enero de 2024.- Toda su vida Emma Ortega ha tenido literalmente "los pies sobre la tierra" porque la ha cultivado y se atreve a decir con orgullo que de la actual hectárea y media que trabaja, desde que migró de su Valencia (Carabobo) natal a Palo Negro (Aragua), "comemos cuatro familias". No dejó de labrarlas ni siquiera cuando estuvo ocupada por un mes al frente el Ministerio de Agricultura Urbana.
Y al ser elegida constituyente en el año 2017, Emma Ortega comenzó a tantear el terreno para resucitar aquel decreto aprobado por la anterior Asamblea Constituyente de 1999 que impulsaba la refundación de la Federación Campesina de Venezuela (FCV), gremio nacido el 4 de marzo de 1977. Ese decreto fue el fruto de varias marchas que efectuó en Caracas el pueblo campesino a las afueras de la FCV ubicada en San Martín. "Esa era la caja chica de AD, de toda la vida", comentó Ortega, quien participó de esas marchas campesinas.
Comenzó por conformar un grupo con todos los constituyentes que tenían un pedacito de tierra como conuco. "Al campesino se le conoce por las manos; así esté en Caracas", dijo Ortega al momento de concederle una entrevista a ÚN desde un café caraqueño. "¿Sabes lo que me preocupa?". La interrogante no es del periodista, sino de la propia entrevistada, quien observa que "casi no tenemos jóvenes cultivando la tierra… no vamos a tener relevo".
Pero después de tanto tiempo Ortega reconoce que aquel decreto constituyente no se materializó "porque hubo intereses de la cúpula dirigente "A" con la cúpula dirigente "B".
Y esa historia se retoma cuando el 3 de junio pasado la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia designó a Emma Ortega como presidenta de la junta directiva de la Federación Campesina Bolivariana de Venezuela para que organice unas elecciones internas de ese gremio rural.
Esto en respuesta a una serie de denuncias relacionadas con hechos de corrupción en esa Federación como el aprovechamiento de tractores destinados a campesinos, nombramiento de juntas falsas, venta de bienes, grupos armados que irrumpen en edificaciones del gremio, entre otros.
—¿Se puede decir que el TSJ está reconociendo que el pueblo campesino no tiene una organización?
—No. Fíjate. El pueblo campesino está organizado; lo que pasa es que en el transcurso del tiempo la Federación Campesina de Venezuela se convirtió en una organización sin pueblo, pero con cúpula. Que luego, para poderse acoplar al mimetismo político se llamó Federación Campesina Bolivariana de Venezuela. Se quitaron las boinas blancas y se pusieron las rojas.
—Entonces un sector impugnó esas acciones de la Federación.
—Mira, yo salí de ese pleito porque casi que me costó la vida. Y mi sorpresa es que 22 años después ese decreto de la Constituyente de 1999 vuelve. Algo mágico hay aquí. No estaba muerto, estaba de parranda ese decreto.
—Y quién jurunga eso para revivir el decreto que impulsaba la refundación de la Federación Campesina con elecciones incluidas.
—Llegamos al 2016 y 2018, que es donde entran otros actores, parte de los históricos dirigentes de la Federación Campesina que tienen su lado honesto. De lado y lado hay gente buena, es una composición social con defectos y virtudes. Esas personas me vinieron a ver cuando yo era constituyente (2017) del sector campesino. Los atendí aunque yo no estaba con ganas de meterme en ese periódico de ayer; pero no podía eludir mis responsabilidades.
—¿Qué planteaban esas personas?
—Vinieron a plantear que los procesos no estaban legitimados por la base, que había enriquecimiento con ventas del patrimonio de la Federación. Mi recomendación fue: investiguen y si algún tribunal consigue y verifica hechos, que ellos decidan.
—¿Y después qué pasó?
—Después ellos solicitaron a la Sala Social del Tribunal Supremo de Justicia que interviniera. La Sala Social declinó y envió el expediente a la Sala Constitucional. Y yo estoy allí en la junta por una decisión de esa Sala. No voy a entrar en desacato.
—¿Y qué funciones tiene esa junta?
—Lo que aplica aquí es una agenda de acción concreta en los ocho puntos de la sentencia: proponer la fecha de elecciones, entre ellos. Pero ese punto número uno es el punto final, esa es la ruta de llegada, no es el punto de salida. Porque si ahorita convocamos a unas elecciones sin pasar por el orden de los procesos estamos repitiendo la historia del ‘quítate tú pa’ ponerme yo’. Eso no es lo que estamos buscando. Yo no estoy buscando eso como agrarista que soy y como agricultora menos.
—¿Y mientras tanto?
—Mientras tanto todo está suspendido en la Federación aunque ellos no lo admitan públicamente. Primero porque es un órgano machista, misógino y con cierto racismo social.
—Pero la Sala Constitucional dio un cese temporal a los que dicen ser directivos de la Federación.
—Pero ellos no lo van a aceptar. Eso es un asunto de ellos y su desacato que les divierte. Ellos están llamando a unas elecciones. ¿El CNE qué les va a decir? Apéguense a la Sala Constitucional.
—Usted dice que en la Federación hay "un cierto racismo social".
—Es histórico: el desprecio al trabajo manual. Eso Enrique Dussel lo explica en el libro La Filosofía del Trabajo, página 11 y 12. Allí dice: "el desprecio por el trabajo manual, propio de esclavos, siervos, obreros, llevó a la filosofía solo a ocuparse de la estética". La Federación Campesina se desnaturalizó y desconoció con desprecio al sujeto que era su naturaleza de ser como institución.
—¿Y ese presunto desprecio ha sido captado por la masa campesina?
—Se ha separado, porque se sintió despreciado. Eso se siente, cuando no eres acogido, cuando no eres escuchado, cuando no eres valorado, cuando se te dice ‘campesino, pobre, negro y viejo’. Esas son las categorías que ellos han manejado; porque han mantenido una relación instrumental para el enriquecimiento personal, que hoy reclama el Tribunal Supremo, porque busca que esos bienes se transformen en felicidad para el campesinado.
—En contraste a ello, ¿cómo define usted al campesinado?
—Hombres y mujeres que labran la tierra. Es una sociedad homogénea, porque esas son las relaciones que se dan en la sociedad rural; pero que vive y trabaja en la tierra. Y si eso lo llevamos a la data, tenemos que el CNE te dice dónde vives y que tu RIF lo ratifica.
—¿Cuántos campesinos (as) hay en Venezuela?
—Yo creo que somos el 2 % de la población. Somos una minoría. Pero yo me siento orgullosa de colaborar humildemente, que la producción nuestra es el 82 % de lo que comemos; que mantiene las ollas boca pa’arriba. En el mundo es así. La comida llega porque hay campesinos y campesinas. 60 % del arroz que se consume en el mundo lo siembran las mujeres, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
—Pero allí en ese 2 % están incluidos todos los trabajadores del campo: grandes, medianos y pequeños.
—Hay tres tipos de agricultura. La agricultura que está relacionada con la agroindustria cuyo objetivo es la exportación. Eso genera fuerzas de trabajo, desarrollo de las fuerzas productivas. Están los agricultores medianos, que normalmente tienen buenas extensiones, buena maquinaria.
—Esos son los grandes productores.
—No. Son los medianos, porque están ubicados en los peores suelos, con muchos problemas de inundación. Pero ellos no se quieren llamar campesinos porque consideran que es menosprecio.
—¿Y dónde entran los llamados conuqueros?
—Esa es la agricultura indo-afro-campesina. Los conuqueros son los más especiales porque tienen la más hermosa de las relaciones con la tierra. Esa es la agricultura más diversa y tropical con lo cual te crea menos dependencia. Es una agricultura antiiimperio, anticapitalista, su esencia no es el enriquecimiento, sin que deje de generar excedentes porque tienes que comprar ropa, que yo no siembro y porque tienes que comprar aceite que no fabrico.
—¿Esos son la mayoría?
—Acuérdate que hubo un proceso de reforma agraria y el territorio está marcado. Esos campesinos existen. Hubo una reforma y ahora nosotros hicimos un reparto de tierras. Pero el modelo no ha variado; porque aunque este es el Gobierno que más dinero ha puesto en la agricultura no tenemos todavía un plan estratégico para el desarrollo rural integral que sea de abajo hacia arriba. Pero en el horizonte hay miradas para abrir esa ventana.
—¿Y cómo se ha labrado la tierra sin ese plan estratégico?
—Los que no estamos incluidos en el plan somos nosotros. Allí están los grandes y los medianos. Y la gente cuando mira el futuro, qué dice: ‘la Harina Pan, quién nos da la Harina Pan’. Y se pone Mendoza: ‘sin maíz no hay harina’. Y yo le contesto: ‘y sin campesinos no hay maíz para que tú muelas’.
—Pese a ello, usted sostiene que ese campesino, ese conuquero no está tomado en cuenta en un plan de desarrollo integral.
—Porque no hay valoración. Lo que hay es un convencimiento de que tienes que ser un gran productor. ¿Por qué? Si la esencia de la clase es el campesinado.
—¿Qué significa eso?
—El que está en el campo o produce o se muere de hambre. Pero el conuco es la fuente de la diversidad y está metido dentro de la Ley de Tierras y en el concepto de agricultura sustentable establecido en la Constitución. Si algo es sustentable es el conuco. Y con el conuco ganamos la Guerra de Independencia. ¿Qué comían en esa época? Casabe, queso llanero, papelón y carne salada.
—¿Por qué ese sector de los conuqueros no se ha hecho sentir en esa estructura de los trabajadores de la tierra donde aparecen los medianos y grandes productores?
—Porque ha habido una auto-invisibilización. ¿En qué sentido?, de creerse el más pobre cuando es el que tiene mayor riqueza espiritual. De creerse improductivo y es especialmente porque lo hicieron monoproductor. Tenemos que romper la cultura del monoproductor.
—¿Cómo se explica esa cultura?
—Un solo cultivo. Como monoproductor ha sido el país, porque ha sido petrolero y resulta que con el petróleo ni hemos sembrado ni estamos libres.
—Pero hay un modelo de agricultura, usted lo dijo anteriormente.
—El modelo de agricultura que tenemos es atomizado y hay que construir un modelo sistémico. Chávez habló de los distritos motores: donde está el maíz tiene que estar la molienda y donde está la molienda tiene que estar el transporte, la distribución. El punto y círculo y la geometría del poder en otro sentido. Eso sí se logró para un sector y para otro no. Ahora tiene que haber una mirada.
—¿Una mirada hacia…?
—Primero, a aceptar que los tres sistemas de agricultura validan y aportan en la gran olla de la comida venezolana. Todos aportamos, entonces estamos tablas y tenemos el derecho de estar juntos y reconocidos. El campesinado no se reconoce y las más invisibilizadas son las mujeres campesinas.
—Este proceso que ordena el TSJ va hacia ese reconocimiento de esa masa campesina que según su análisis no está reconocida.
—Ese es el propósito nuestro y por eso insisto en visibilizar el actor social de este proceso. Hemos luchado siempre por lo reivindicativo, que es importante pero no determinante. Lo determinante es el modelo. Tú puedes cambiar todos los ministros, pero si no cambias el modelo, en qué quedamos. Ese modelo del carácter extraccionista de la agricultura. De allí hay que migrar.
—¿Migrar hacia…?
—A consolidar los agrosistemas que tiene el campesinado. Yo, Emma Ortega, sostengo, partiendo de mi experiencia. Yo vivo en una parcela de una hectárea y media, pero de eso comemos cuatro familias. Y no andamos dando lástima ni tampoco ostentando lo que no tenemos.
—¿Y qué traduce esa experiencia?
—En el sector campesino se rompió la cultura, se tocaron las raíces, pero una cosa que queda intacta en ese sector es el arraigo. Y el arraigo es un coroto mágico interno que no hace lazos pero ata. Y la relación que se da allí con la tierra es una relación de amor. Tú pierdes una cosecha y te pones las manos en la cabeza. Gano la próxima. Y te vas por la próxima más entusiasmado.
—¿Cómo ha influido en la producción agrícola y pecuaria la irrupción de la delincuencia organizada en las zonas rurales?
—Estamos hablando de un problema focalizado en la zona de las fronteras. Producir en la frontera no es tan sencillo. Siguen produciendo porque están enamorados de la agricultura, quieren su tierra y es lo que saben hacer. Pero hay un problema de un ejército irregular que debe resolverse con el ejército regular. Los campesinos y campesinas no estamos en capacidad, ni es nuestro papel. Así de sencillo.
—Usted menciona la zona fronteriza, pero por ejemplo la organización delincuencial Tren del Llano se ha instalado recientemente en el oriente de Guárico para cobrarle vacuna a los productores, grandes, medianos y pequeños.
—Esos grupos tienen un conocimiento de la zona rural y ese conocimiento los protege. Tienen dominio territorial. Para eso no puedes tener una policía que no esté especializada; tienes que tener perros, mulas, helicópteros, drones. Hay que quitar esa angustia en el campo, hay que intervenir.
—¿Qué hay allí más allá del cobro de vacunas a los agroproductores?
—Creo que debe haber elementos políticos, porque esa es una forma de utilizar el alimento como arma de guerra. Te ataco, desmantelo y al desmantelar estanco. Inclusive ha habido un ataque muy severo a las instituciones gubernamentales: han destruido campos experimentales que han perdido toda la investigación genética, por ejemplo.
—¿Otro tipo de delincuencia?
—Hay una amenaza constante a la base agraria y esa amenaza no es solamente del hampa organizada. Pero vuelvo y repito, eso es un asunto de ejércitos: entre lo irregular y regular.
—¿Y qué buscan con esos ejércitos irregulares?
—Para mí esos ejércitos irregulares buscan estancar la producción agroalimentaria, porque quien incide en la producción agroalimentaria desestabiliza a cualquier país. Nosotros hemos llamado a eso las agroguarimbas.
Al detal
"Hay un reconocimiento de parte del Tribunal Supremo del valor social y económico del campesinado. Y lo visibiliza, tal como lo hizo Chávez que fue el primero en darle rango constitucional a la agricultura en la vida democrática contemporánea de este país".
"La propiedad de la tierra en manos del campesinado no es una mayoría, pero esa minoría es la que produce. Los alimentos básicos quien los garantiza es el campesinado. Está demostrado"
"Es un mito que el Estado es el gran latifundista al tener en sus manos la mayoría de las tierras. ¿Por qué?, porque están los parques nacionales en esa propiedad, están las playas, las montañas. Lo que pasa es que se hacer ver como si el Estado es el primer latifundista".
"Hay gente que ha desvirtuado su accionar convirtiéndose en agrogestores. Hay gestores de la tierra y el campesinado tiene que liberarse de los gestores y ser su propio gestor de lo que requiera e incidir en la política y no que otro trague para el masticar".