Inseguridad: el punto "flojo" de la cuerda

Inseguridad, azote del hampa, llamémoslo como queramos: ese problema, de cualquier forma, es EL problema. Sin andarse con muchos rodeos, yo creo que basta y sobra con llamarlo así:

EL PROBLEMA

Uno que, por razones diversas, aún hoy no ha llegado a ser identificado como el más grande de todos los problemas por el principal interesado, el pueblo. Más grande que el hambre, pues de qué sirve comer... Más grande que la vivienda, pues de qué sirve si sus ventanas son rejas...

Una de las razones por las cuales EL MAYOR DE TODOS LOS PROBLEMAS no ha sido identificado como tal es la de su efecto de cercanía, que consiste en no poder verlo bien de tan cerca que lo tenemos; pero otra razón es la demagogia política con que ha sido tratado por parte de nuestra más que imperfecta clase dirigente revolucionaria y nuestro Gobierno. En realidad, dicha demagogia es tan sintomática de una ineptitud crónica para resolver los problemas esenciales, como de una flagrante falta de verdadero patriotismo —es decir, de verdadero amor a la patria—. En fin de cuentas, dicha demagogia deviene cómplice inexorable en cada muerte, y la vemos claramente en la banalización d'EL PROBLEMA que hace el Gobierno Nacional cada vez que se refiere a él. La pone sistemáticamente en evidencia mediante el empleo descarado de la atroz mentira según la cual el problema de la inseguridad es un fenómeno mundial. Como si ello sirviese para excusar a las autoridades, o las convirtiese en menos responsables de su misión. Un tipo de mentira muy grave, que equivale a un llamado a aceptar el infortunio; que tiende a apaciguar a la víctima, que es el pueblo, y hacer que no reclame al Estado la protección que éste constitucionalmente le debe; que tiene la desfachatez de inducirlo a habituarse al flagelo que lo extermina, y por el cual sigue y sigue muriendo.

Venezuela no es el único país con violencia en el mundo, pero violencia en tal proporción sólo la hay en un reducidísimo grupo de países, entre los cuales el nuestro muy probablemente vaya a la cabeza. No le corresponde, me parece, a uno de los países líderes en asesinatos referirse a la violencia en tanto que problema mundial. Eso se llama demagogia, y es puesta en práctica por el Gobierno Nacional. Si bien la misma es relativa a temas tan básicos como la vida misma, su práctica entonces constituye un descaro difícilmente superable.

Lo esencial es esto: se trata de una propicia MENTIRA dicha por el Gobierno. No, mi muy estimado señor Presidente, la violencia que tenemos en Venezuela, medida en asesinatos por el hampa, NO es un problema mundial. Para nada. La violencia en general sí, pero no la nuestra. La endógena es una perla tan rara como el Salto Angel.

¿Podríamos imaginar a alguien diciendo: "el Churum Merum es un tipo de catarata muy común en el mundo"?

Algunos esfuerzos por aplacar —A VECES— el hampa son reales, no lo dudo, y muy loables. Pero también tardíos, y sobre todo insuficientes. No están a la altura del PROBLEMA, ni son puestos en marcha en todas partes donde el mismo se encuentra. Para enfrentar un problema de tanta relevancia, no hay "otra", compatriotas: SE PONEN O SE PONEN a disposición para acabarlo TODOS los medios existentes. Pienso básicamente en los recursos económicos que debieran ser consagrados para tal fin. Éstos tienen que ser, sencillamente, TODOS LOS QUE SE NECESITEN, no puede haber mezquindad en esto. En esto que se llama VIDA. Ahora bien, ¿por qué dar tanta importancia a los recursos económicos para acabar con el flagelo?

Oído a mi respuesta:

Porque en una sociedad curtida en el capitalismo, con tantos arraigos culturales fosilizados en el dinero, no se pueden obviar las leyes que por el momento la gobiernan.

Sin "billete" suficiente a la base de cualquier estrategia adoptada, pocas garantías habrá de victoria. En nuestra sociedad actual, ello es así frente a cualquier asunto. Y pueden colgarme por decirlo tan "traperamente", pero quienes pretendan abordar la situación desde un ángulo más sofisticado, lo siento por ellos (incluido nuestro Presidente): están condenados a bajar repetidamente algunos escalones antes de poder remontar a la radiante cúspide del humanismo. Una vez los zapatos en tierra, tendrán la ocasión de ver que ésta forzosamente enloda el brillo que los mismos tenían originalmente en la vitrina, donde lucían como dos luminosas enciclopedias.

Hay que empezar por bajarse de toda nube y "meterle billete" al asunto; pero eso sí, que luego no aparezcan las excusas, los lloriqueos de rutina por falta de fondos, cuando sabemos que hasta los viejitos donarían en masa sus pensiones con tal que la vida de nuevo valgare la pena. Esto es, con tal que se acabare EL PROBLEMA.

Al menos en una primera etapa el billete es indispensable; luego irán apareciendo otros intereses que substituyan gradualmente las fuerzas iniciales que motivaron a COMENZAR la batalla. Lo que se necesita es un comienzo de "chock", a partir de cuyo efecto se aproveche la energía generada y se pueda conducir inteligentemente la inercia de los elementos puestos en órbita para el combate. En una sociedad que se tira al piso por un real, nada mejor ni más efectivo para crear una "ola" que la "abundancia" de recursos asignados a cualquier "causa". Por ahora, las causas verdaderas y valiosas están confinadas, en el estado actual de la sociedad, a un lugar secundario. El reto es convertirlas en prioritarias. Así es compañeros (aunque nos duela): en el capitalismo el dinero vale más, y tiene más fuerza, que la vida misma. Tan es así que, cuando se quiere, éste siempre termina por aparecer, por salir misteriosamente de allí donde nunca supuestamente hay suficiente. Las cifras astronómicas consagradas actualmente por el Gobierno Nacional a la compra, por ejemplo, de armamento ruso, bien podrían ser consagradas a un objetivo infinitamente más perentorio, como el de NUESTRO PROBLEMA. Qué lástima que mucha gente se esté diciendo hoy en día: "mejor invadidos que soberanamente asesinados por el hampa", y que no podamos explicarle demasiado bien por qué estaría equivocada.

No, el problema de la violencia es EL PROBLEMA porque, nacido y todo de las muchas causas que podríamos enumerar, tomó la delantera y va varios cuerpos por delante de sus propias causas; es decir, mutó, se separó de ellas, se desprendió... y nos hizo entrar ya —cual jinetes del apocalipsis— en nuestra propia recta final. El malandro que HOY te está esperando en cualquier parte NO va a esperar a que transformemos la sociedad para quitarte la vida o la de los tuyos —la sola vida que tenemos todos— por una cartera, unos zapatos, una moto, un carro, o por el puro placer de hacerlo. La transformación de las condiciones sociales ES un proceso mucho, pero muchísimo más lento que la bala que mata, incluyendo a la "perdida". Se trata de dos tiempos diferentes, y se precisa de dos tratamientos diferentes. Bello humanismo el de retirarse a las causas, a considerar exclusivamente los problemas de fondo, y olvidar el derrame incontenible que hace tiempo se hizo monstruo independiente, libre, incontrolable y REY además. Qué bello amar tanto sólo las vidas futuras, las de otras generaciones que nos sucederán, y reservar las actuales para las últimas victorias del hampa.

Respecto a nuestro Presidente y al Gobierno revolucionario, cada quien puede sacar sus propias conclusiones. Todo depende cómo midamos la gestión de un ente que llama indirectamente a acostumbrarse a la zozobra del hampa cuando no sabe cómo hacer con ella, ni mucho menos se apura en tratarla, y que prefiere mentir sobre el status mundial de la nuestra las poquísimas veces que la menciona. Dije que eso era demagogia, pero seguramente algo peor podríamos llamarlo. Sobre todo cuando MEDIOS y recursos humanos hay para enfrentar en Venezuela cualquier, CUALQUIER problema que haya que enfrentar.

Y si vamos a hablar de la pobreza, que es un tema relativo a las causas profundas, fundamentales de la violencia, ¿cómo es que en un inmenso basurero que existe en Aragua, hay niños que TRABAJAN buscando no sé que desechos en la inmundicia? ¿Eso puede existir en el país de la Revolución Bolivariana? ¿Diez años no bastan a una revolución para encontrar estos casos, que un documentalista recién llegado detecta y filma en dos semanas?

A ver si logro ahora hacerme entender BIEN:

La inseguridad, las numerosas muertes cotidianas que sufre la población a manos del hampa, constituye una represión —de TODAS las libertades ciudadanas— mucho MAYOR que todas las represiones juntas padecidas por la Nación durante la IV-Rep.

Cualquier dictadura, cualquier lacayismo imperial, cualquier falta de soberanía, cualquier régimen torturador es un NIÑO DE PECHO comparado con la cárcel permanente que impone al individuo una inseguridad hiperbólica como la que existe en Venezuela, donde un reloj, una cadena o tres lochas son, literalmente, pretextos de bala.

¿Pero cómo es que esta represión que la Nación padece TODOS LOS DÍAS, EN TODAS PARTES, A CUALQUIER HORA —y que por lo tanto también pudiéramos llamar LA represión— no alcanzamos a verla en su justa dimensión los revolucionarios?

Más aun: ¿no era esto visible, con los ojos cerrados, ya en 1999? ¿No era para la Nación ya, en tal fecha, EL PROBLEMA?

Frente a semejante forma de relegar la inseguridad a niveles más que subalternos de la agenda revolucionaria, uno diría que la revolución hubo entonces degenerado al nacer; que se especializó demasiado rápidamente en política, en eso que un cura aparentemente tuvo la buena voluntad de definir como "la dimensión social del amor", pero que, a juzgar por la vida del pueblo que la política en nuestro ha sido capaz de abandonar a su suerte en un fúnebre carnaval de balas alegres, valdría más bien redefinir como la dimensión autista, indiferente de una filantropía social imposible por su insistencia ególatra en el mito del poder. ¿No es obvio que nuestro "proceso", substancialmente "poderoso" durante una década, ha puesto más recursos en salvarse a sí mismo políticamente que en proteger a estas vidas?

Mientras sigamos así, el nuestro habrá que definirlo como un "proceso de cambios" exclusivo para sobrevivientes.


xavierpad@gmail.com



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Xavier Padilla


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