Irán: últimos patíbulos de la inquisición islámica

«¡Por favor, no dejen que maten a mi hijo!», pide entre lágrimas la madre del joven rapero kurdo Saman Yasein, condenado a muerte por participar en las protestas, tras conocer la noticia de la ejecución de Mohsen Shekari, otro chaval cuyo delito fue aspirar una vida normal, sin la asfixiante e incompetente teocracia totalitaria medieval.

Sin dar tiempo a los iraníes a reaccionar ante este crimen, el Estado islámico (término elegido por Jomeini para su invento), ahorcó en una plaza de Mashhad a otro joven: el deportista de 23 años Majid Rahnavard, por alboroto y cerrar la vía pública. «En los próximos días habrá más», amenazó el clérigo Ghazanfar Abadi, jefe de la comisión judicial del parlamento islámico: matar hasta el fin del mundo es la única salida que conoce la casta clerical para salir de la crisis estructural que padece su régimen. Pero, ni así podrá salvarse.

«¿En qué parte de la sharia dice que por herir o matar a una persona hay que matar a cinco?», se pregunta nada menos que el líder religioso sunita Moulavi Abdolhamdi, que además confirmó la existencia de violaciones sistemáticas en las cárceles a las mujeres y hombres cautivos por los Guardianes Islámicos.

Desde 1979, fecha de su instalación en Irán, el régimen islámico ha encabezado la lista de los regímenes que más han asesinado a su propio pueblo, al menos 30.000 iraníes críticos hasta hoy; a pesar de tener menos población que India, EEUU, Pakistán, Rusia, Brasil o Indonesia, es el Estado que ejecuta a más personas por número de habitante y es el único que ejecuta a menores y el que a más mujeres mata: sólo en 2022 cinco mujeres han sido ahorcadas.

En 2021, coincidiendo con la designación de Ebrahim Raisi (uno de los «jueces» del Comité de Muerte de 1988), fueron colgadas, antes recibieron decenas de latigazos entre otras torturas medievales, al menos 333 iraníes, un 25% más que el año anterior.

Y ahora, el verdugo supremo, el caudillo Ali Jamenei, busca jóvenes iraníes aptos para ponerles la soga y así durar unos días más.

Sólo en dos meses y medio de protestas, han arrancado la vida, por disparos, a cerca de 450 personas -con identidad registrada-, de las que 65 tenían entre 7 y 17 años; además, de los asesinados bajo la tortura ya se conocen los datos de cuatro, mientras 45 manifestantes de los 18.000 arrestados, ya han sido condenados a la pena capital, en juicios sumarios a puerta cerrada y sin tener derecho a un abogado «real» (los de oficio suelen ser exfiscales islamistas, que en el mejor de los casos ni se atreven a defender a un condenado a muerte por razones políticas). Los abogados que defiendan a los condenados a muerte antisistemas, como la feminista Nargues Mohamamdi o Nasrin Sotoudeh, son encarcelados.

Otras muchas personas están ya en el corredor de la muerte. Es el caso del doctor radiólogo Ghareh Hasanlu, por socorrer a un herido; del rapero Tumaj Salehi o del futbolista Amir Nasr-Azadani. A algunos, con la promesa de liberarlos, les han sacado bajo durísimas tortura confesiones galileoniana al puro estilo de la inquisición católica, para luego utilizarlas como prueba contra ellos. Crímenes que vienen cometiendo, de forma habitual, desde que en 1978 EEUU decidió abortar la revolución democrática del 78, en este país vecino de la Unión Soviética y una poderosa fuerza de izquierdas, implantando a un monstruo anticomunista llamado Jomeini, trasladándole desde Francia (país de la OTAN que le acogió y le dio a conocer al mundo) a Teherán.

«Los cuerpos heridos de los rebeldes no deben ser llevados al hospital, sino que deben ser asesinados de la manera más severa, colgados de la manera más vergonzosa posible, y amputados la mano derecha y el pie izquierdo», recomendaba el fiscal-clero Mousavi Tabrizi, uno de los fundadores de los tribunales de inquisición chiita.

Una organización criminal

Al igual que el régimen nazi no era un sistema político sino una aterradora junta de delincuentes, también lo es la banda clerical-militar islamista que, en el nombre de Dios, ha saqueado este país, ha legalizado la pedofilia bajando la edad nupcial de las niñas de 18 años a 8, después de eliminar la totalidad de partidos y sindicatos de trabajadores, las libertades políticas, sociales, o de conciencia, bajo la bandera del velo, su esvástica.

Dijo Jomeini que la «democracia» pertenece a los infieles occidentales y que lo suyo era la «teocracia», por lo que solo respondería ante «teo», o sea, nadie.

El tinglado montado por el imperialismo de EEUU utilizando al clérigo chiita ha sido, sin duda, una de las más magistrales jugadas de la falsa bandera. Ni durante la Guerra Fría había tantas bases militares de la OTAN ni tal domino del Pentágono y de Israel sobre la zona más estratégica del mundo. ¡No se dejen engañar por sus ataques verbales: sucede en los mejores matrimonios! Son antiimperialistas postizos aquellos que matan a los principales enemigos del capitalismo salvaje, mientras mantienen mil y un lazos secretos con el Tío Sam y sus aliados, y el Irangate sólo fue lo poco que se desveló de esta relación ilegítima.

Terrorismo de Estado en el nombre de Dios

Los Guardianes Islámicos (el Gestapo de la teocracia, y los verdaderos dueños del país, sobre todo de sus inmensos recursos naturales), aplican la pena de muerte contra los que llaman «enemigos».

«Cuando un Estado evita cualquier acto de resistencia a la opresión, abusa de su poder coactivo, donde los civiles son secuestrados, torturados o asesinados, sin juicio previo, o sin las garantías del debido proceso». Esa es la definición de terrorismo de Estado, que ha obligado a ocho millones de iraníes abandonar su patria, en el éxodo más grande de su milenaria historia.

En el islam, religión nacida entre los beduinos nómadas de Arabia en el siglo VII, el concepto de «cárcel» no existe: no podían ni alimentar a los presos durante años ni trasladarlos de un lugar a otro. La justicia era inmediata: latigazos, amputaciones y pena de muerte. Y es lo que el jomeinismo pretendía hacer al imitar el gobierno de Mahoma en Irán: masivas ejecuciones en todos los formatos que él conocía: fusilamiento, horca, lapidación, o a golpe de paliza. Pero, chocó con un problema: no estaba en una tribu, sino en un gran y poblado país, que encima había hecho una revolución para acabar con las dictaduras. Por lo que, ni ejecutando a decenas de miles en pocos años, podría acabar con los enemigos del totalitarismo. Así, sembró Irán de cárceles en vez de escuelas, hospitales, fábricas, y luego elaboró una larga lista de «motivos» para matar a sus críticos.

Del mismo modo que el garrote se convirtió en un emblema del salvajismo del franquismo, el jomeinismo será recordado por los latigazos, violaciones y la horca con la grúa.

La Pena de muerte, una institución de la teocracia

En el islam no existe el «delito político», y en este Estado Islámico tampoco, por lo que llama «delitos contra la seguridad nacional» a cualquier oposición política. Al contrario de otros estados que utilizan la ejecución como el último recurso a las infracciones más violentas de la ley, el Estado Islámico, basado en el salafismo chiita, la utiliza para los siguientes delitos-pecados, que en resumen sería:

– Ser ateo, asociacionista (politeísta), bahai, sufí, yaresani (un milenario credo kurdo), entre otras religiones posislámicas, agrupados en la categoría de «infieles».

– Moharabeh, término árabe-coránico para el que no hay un sinónimo en persa, figura en los artículos 279 a 288 del Código Penal Islámico, significa algo así como «Desafiar a Dios», y al no existir tal entidad, significaría «Desafiar los intereses de la casta militar-clerical», demoniza su opuesto. Hasta estas protestas, el término solo se aplicaba a los activistas armados, y después a cualquiera que cuestione al régimen.

– Perturbar el sistema económico del país, donde entran la huelga de los trabajadores, o la compraventa de monedas extranjeras, que no los rentistas o los especuladores.

– Vandalismo, destrucción del mobiliario urbano y alteración del orden público: dirigido al pueblo desarmado en caso de que quiera defenderse de un régimen que primero mata y luego pregunta tu nombre.

– Prostitución y su propaganda a gran escala. Ejecutaron a cientos de mujeres prostituidas, como a la más conocida Sakineh Ghasemi, pero han montado la forma «halal» de alquiler a mujeres más pobres por hora, siempre que paguen una comisión al clero.

– Moefsad-e fel arz (Corrupto en la Tierra). Uno de los comodines que sirve para cualquier delito/pecado: «Se les amputarán la mano y el pie opuestos, se les desterrara. Sufrirán ignominia en la vida de acá y terrible castigo en la otra» (Corán 5: 35).

Los 11 kurdos que fueron ejecutados en 1980, y cuyos últimos alientos fueron plasmados en la fotografía realizada por Jahangir Razmi, ganando un Pulitzer, fueron acusados de este delito, al igual que las 10 mujeres bahaíes en Shiraz, o Zhinus Mahmoudi, la primera mujer meteoróloga de Irán en los años setenta y también en la primera directora de los servicios de meteorología del Estado. Las activistas de la comunidad LGBT Zahra Sedighi y Elham Choubdar arrestadas en octubre de 2021 en cualquier momento pueden ser ejecutadas.

– Adulterio, fornicación e incesto. Pero, curiosamente, no está prohibido la pedofilia. A Atefeh Sahaleh, de 16 años, que denunció abusos sexuales de unos hombres, el tribunal le acusó de adulterio por no poder presentar «testigo» que encima debe ser hombre y musulmán. El Código Penal considera la violación una relación sexual, y si una mujer confiesa esta «relación» fuera del matrimonio, será sentenciada a 100 latigazos (a la propuesta del Corán) y si este acto se repite tres veces, se le dará la muerte. A Atefeh violada ni aplicaron estas normas: colgaron su cuerpo destrozado por los cables de acero del látigo a la horca, en 2004.

– Sab-ul-Nabi «Ofender al Profeta y su familia» y los santos del chiismo, previsto en el Artículo 262 del código penal.

– Cometer por cuarta vez algunos delitos, como beber alcohol; bailar o cantar las mujeres en público; llevar vestimenta no islámica, por lo que las tres veces anteriores recibieron 100 latigazos. En caso del robo, además de la flagelación se les amputan a los robagallinas los brazos y las piernas. Difícil es imaginar como una persona sin extremidad podrá sobrevivir a tal barbarie, y además seguir robando. En el mes de agosto, cortaron en público cuatro dedos de un hombre, con una máquina parecida a la del cortar jamón, que han inventado para este fin. O ¿alguien pensó que esta gente iba a dedicar su ingenio para resolver los problemas por los que el pueblo hoy vuelve a jugarse la vida con tal de derrocarle?

– Tenencia o compra y venta de más de 30 gramos de droga. Irán es una de las rutas de transporte del opio afgano a Europa, desde la región de Beluchistán iraní. La escandalosa pobreza de los baluches y el desempleo obliga a muchos a hacer de mula. Miles han sido ejecutados por los Guardianes Islámicos, que controlan este mega negocio (al igual que la CIA en Afganistán), y no quieren competencia.

– Sacar armas con la intención de atentar contra la vida, la propiedad (que en islam es sagrada) o el honor de las personas o para intimidarlas. Se trata de una ejecución

Todos estos delitos son considerados «ataque contra la República Islámica».

1001 métodos de arrancar la vida al otro

– Fusilamiento: Hasta 1983 fue la forma preferida del jomeinismo, con la que además ganaban un dinero extra: entregaban los cadáveres de miles de presos políticos ejecutados a sus familias solo si pagaban el precio de las balas utilizadas.

– Horca: Método más económico y más efectivo para aterrorizar a los demás: al utilizar grúas torre para colgar a los iraníes, los islamistas han ampliado el radio de la efectividad del horror a cientos de metros: es un verdadero instrumento de intimidación masiva.

– Lapidación: la adaptación de las hogueras de la Inquisición cristiana para las brujas, a los espacios con escasez de árboles y exceso de piedras, destinada a las personas adúlteras, homosexuales, prostituidas o las que piensan que pueden amar libre y sin permiso de los mulás. La mayoría absoluta de las víctimas han sido mujeres. El artículo 104 del Código penal (que un sector del progresismo occidental, que respalda al fascismo islámico creyendo que es antiimperialista, ha llegado a falsear la realidad para adaptarla a su alucinación negando incluso la existencia de esta ley y su aplicación) prevé que si el reo consigue salir del agujero donde le introducen para inmovilizarle, será perdonado: por lo que a las mujeres les colocan hasta los pechos con las mando dentro, para que no pudiesen huir, mientras a los hombres les entierran hasta la cintura. El tamaño de las piedras también estás determinadas: para que les haga daño durante un tiempo prolongado. Luego se le aplastará la cabeza con una losa.

– Crucifixión: a quienes desafían a Dios, después de los latigazos y otras torturas, se le ata los pies y las manos a la cruz durante tres días de cara a la Meca, sin darle agua ni comida, como manda el artículo 279 de la misma ley. Si sobreviven (por milagro), se les liberará.

– Arrojar de un lugar alto: método exclusivo para matar a los gays, a quienes una vez en el suelo, vivos o muertos, habría que apedrearlos.

Los motivos reales del régimen en matar

Más allá de que, siendo embusteros curtidos y herederos de miles de años de experiencia de cómo estafar la fe de los más vulnerables, el clérigo presenta sus intereses propios en el envoltorio de «proteger la seguridad de la nación de los enemigos»: Hitler, un capitalista-imperialista, llamó a su partido «Nacionalsocialista Obrero».

– En las religiones abrahámicas, los creyentes, aunque sean «profeta», como Abraham, llegan a ser capaces de matar hasta a sus propios hijos con tal de ganarse el Cielo, incluso la Tierra: millones de padres ponen este nombre a sus hijos sin cuestionar los dos intentos de asesinato con agravante de alevosía y de parentesco de aquel señor.

Los métodos que aplica un Estado para enfrentarse a sus opositores están vinculados con la legitimidad que considera que posee. Los islamistas no creen que deben recibir esta aprobación de la sociedad, a la que consideran «una masa de animales de aspecto humano carentes de inteligencia» (el cuento del rebaño y pastor) sobre los que tienen toda clase de derechos. Para los islamistas y los que les apoyan desde fuera, los iraníes no tienen derecho a tener derechos.

– La base social del Estado Islámico, como los demás regímenes fascistas, es el lumpen (Oubash, en persa), gente desclasada, desprovisto de cualquier criterio ética o moral, que por el poder, estatus social y dinero es capaz de cometer cualquier barbarie.

– Padecer delirio de grandeza y el trastorno narcisista de personalidad, por creer que han sido tocados con el dedo de Dios: sino ¿cómo unos clérigos que durante horas tenían que esperar en los cementerios la llegada de algún cadáver para rezarle y recibir unas monedas (como las plañideras), de repente gobiernan un gigante como Irán?

– Sufrir sadismo, además de paranoia, ver enemigos por todas partes y querer y poder eliminarlos.

– Difundir el terror para controlar a las masas, consciente de su incompetencia para gobernar uan sociedad moderna. Con el fracaso en la guerra con Irak (1980-1988), y las masivas protestas de la nación por la negativa de Jomeini a firmar la paz, (consideraba la guerra como una «bendición divina») mandó la ejecución de miles de presos políticos de todos los grupos, y para evitar la condena internacional lanzó la «fatua» contra Salman Rushdi, al que ni había leído su libro satánico, consiguiendo que el mundo no se diera cuenta de aquel crimen de lesa humanidad.

La mayoría absoluta de los presos condenados a muerte por la oligarquía clerical-militar son de las clases trabajadoras, de los grupos etnolingüísticos no persas, y muchos de credos no chiitas. La reciente masacre de al menos 82 personas en Zahedan (el Viernes Sangriento), entre ellos varios niños, reunían todos estos ingredientes: la gente más pobre de Irán, perteneciente a la nación baluchi, y sunnita.

– Considera cero el valor de la vida de los demás, carecer del sentido de humanidad, empatía y compasión: Son adictos a matar, como los asesinos en serie.

– Usarla como instrumento de venganza.

– Vaciar las cárceles a abarrotar.

– Pertenecer a las edades oscuras de la historia

Sin duda, la inquisición islámica seguirá ejecutado a otros miles de iraníes antes de ser desmantelada. Caerá por haber lanzado al 65% de los iraníes por debajo del umbral de pobreza, según sus propios datos, mientras los niveles de la corrupción y el robo a los trabajadores son sin precedente en la historia contemporánea de Irán. La destrucción multidimensional de la sociedad iraní es tal que en el mejor de los casos tardaría décadas en volver al punto que estuvo hace cinco décadas.

……………………..

*Nazanín Armanian es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario español on-line Público. Fuente: http://www.nazanin.es/

 

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