Semirárido larense, cultura y tradiciones

El semirárido, que comprende en el ámbito regional y local, amplias áreas rurales de buena parte de los actuales municipios Torres y Urdaneta del estado Lara, tiene un dinamismo propio de los pueblos transidos por la sed al que han cantado Luis Beltrán Guerrero, Luis Alberto Crespo, Luis Beltrán Prieto Figueroa, entre otros inspirados poetas que rompen lanzas por la identidad y la querencia por el terruño.

Esa aridez del clima sin embargo parece que ha hecho más fuerte a su gente, que masan la tierra con sus sudores y la hacen producir frutos diversos mediante una relación espiritual hombre-medio expresada en artesanía, música, danzas, juegos tradicionales, gastronomía y demás condumios de maíz, por ejemplo. Constituye así un importante filón para explorar el campo de la cultura material e inmaterial, donde destaca entre otros aspectos la religiosidad. Particularmente en lo relativo a la devoción mariana o santos patronos de vieja data, entre 1621 en adelante (Luis Eduardo Cortés Riera, 2015, "Presencia de devociones marianas en el semiárido larense venezolano". Mimeografiado. Barquisimeto).

Ya en el siglo XIX, aproximadamente, las fiestas patronales constituían espacios festivos, de encuentros muy varios; de cada quien consigo mismo, con el coterráneo y con lo trascendente. Combinación de lo místico y lo mítico, lo sagrado y lo profano del elemento humano criollo, indígena y mestizo; de tal suerte que éstas son expresión de la mixtura entre la pervivencia de modos de vida ancestrales y la herencia española, en un "complejo cultural" que se ha permutado al presente en procesos de ruptura y continuidad (Reinaldo Rojas, 1995, Historia Social de la Región de Barquisimeto Colonial, 1532-1810. ANH. Caracas).

Han sido además tales festividades actos de ofrecimiento de las vidas, animales y cosechas a Dios y la Virgen (actos votivos) y un alto en el duro trabajo del campo, tanto de pequeñas unidades de producción autonómicas (los conocidos conucos), apriscos de caprino y demás ganado menor, ya que como sostenía Cecilio Zubillaga-Perera: "La cabra es la vaca del pobre" (Juan Páez-Ávila, 1984, "Don Chío Zubillaga Perera, caroreño universal". Monte Ávila Editores. Caracas); pero, sobre todo, días de descanso entre peones u obreros rurales de hatos de ganado vacuno. Aunque también los latifundistas pueden compartir esas perspectivas religiosas e inclusive estar más unidos a las estructuras eclesiásticas formales (cura párroco, vicario, obispo) a través cofradías y clubes sociales que prestigian el gentilicio, aunque también han propiciado cierto clasismo de los "oligarcas cara coloradas", todo en un tiempo de la larga duración, (que diría el historiador francés Fernand Braudel, 1978, en "Historia y ciencias sociales". Ariel. Barcelona).

En efecto, desde los complejos procesos de los "Inicios de la Evangelización de Tierra Firme" como diría el padre Germán Gonzáles Oropeza sj., historiador eclesiástico carerño, en el marco sociopolítico (y militar) de la conquista y colonización española, se han formado tradiciones religiosas popularmente extendidas. Tanto en antiguos pueblos de misión como reducciones u otras modalidades de poblamiento, algunos espontáneos a la vera de los así llamados caminos reales, propicios para el intercambio comercial; se acumulan de esa suerte tradiciones hispanas que además siempre han estado unidas a diversas prácticas sociales, propias de lo algunos especialistas denominan "hibridación cultural".

En tales actividades participaban hacia la sexta y séptima década del siglo XX, músicos populares de aires folclóricos y bailables. Se realizaban juegos tradicionales como carreras de saco, huevo en cuchara, palo encebado, piñatas, diversiones como los fuegos artificiales (quema de pólvora mediante los famosos cohetes), árboles pirotécnicos de muchas luces reverberantes en el despejado cielo nocturno; retretas musicales en las vísperas, bailes animados por conjuntos tradicionales o tropicales; incluso toros coleados, sobre todo en pueblos de mayor "progreso" y "despegue económico-comercial" por esas comarcas de la serranía interior entre Lara y Falcón como Baragua, con animales de lidia de haciendas como Santa Rosa, de don Pedro Meléndez, entro otros, sino recordamos mal de aquella época en que éramos niños o adolescentes.

Lo singular ahora es que este octubre de 2020 quedarán en suspenso esos jolgorios acompañados de bebidas espirituosas, sobre todo en la manga de coleo, bailes de los clubes, lugares de comidas y bebidas, junto a otras relacionadas que lucran de la llamada "economía cultural"; tampoco habrá procesiones y admoniciones morales de los señores curas-párrocos, como el muy recordado padre Luis Francesquitti (QPD), que más bien prefería las celebraciones eucarísticas devotas e intimistas, por lo que este año 2020 las advocaciones marianas, santos y/o arcángeles serán ahora más familiares y vividos más interiormente. ¿Permitirán redescubrir mejor así la dimensión comunitaria fraterna de las fiestas votivas?

Particularmente memorables en el semiárido larense, como hemos dicho ya, vienen a ser expresiones religiosas referidas a la veneración a la Santísima Virgen María, Madre de Dios, a través del bendito lienzo de la Virgen de la Chiquinquirá de Aregue que data de 1621 y su celebración comprende los días 1° y 2 de octubre; mucha familia se podría decir que peregrinaban desde caseríos aledaños a Baragua a cumplir promesas en esa fecha. Iban a pie o mulas, luego ya en los años de 1980 en autos rústicos. Así pues, la cultura popular tiene su propio calendario en un ciclo vinculado también a la temporada de lluvia y sequía, que abarca también algún santo de virtudes acendradas para el campesinado (san Isidro o san Roque, por ejemplo, que celebran por caseríos del Cerro de Guacamuco, frente a Siquisique pero hacia el mes de mayo, julio y/o agosto).

Cerremos esta nota diciendo que hacia la última semana de octubre muy "rumbosas" han sido siempre las Fiestas Patronales de la población de Baragua (parroquia Xuguas, Municipio Urdaneta), dedicadas a san Rafael Arcángel, (del 22 al 28 de octubre); organizadas por una Junta Cívica-Religiosa exclusiva y donde siempre han tenido activa participación "los hijos de Baragua" que viven en otras latitudes de Venezuela: Maracaibo, Machiques, Barquisimeto, Caracas, Coro y muchas otras ciudades, inclusive del exterior. Son todo un acontecimiento.

Este año por la situación de todos conocida, serán unas fiestas minimalistas y virtuales, pero tal vez más centradas en la dimensión devocional cristiana católica, sus misas y rosarios de tono muy "ungido", probablemente transmitidas por la radio local, grabada y "subidas" a las redes sociales; ya que por cierto, sorprende cómo los jóvenes manejan hoy aún en esos pueblos "apartados" esos modernos adminículos de la comunicación que son las computadoras, tabletas y teléfonos de alta gama y acceden a las redes llamas sociales; pero sin la liturgia y ceremonias de Bautizo y Confirmación como en tiempos de normalidad cuando hasta el obispo de la Diócesis de Carora viene a administrar ese último sacramento, de hecho en Aregue el lienzo de la Chiquinquirá regresó a su parroquia sin la tradicional precesión. Mejores tiempos vendrán, como dice el coterráneo Alejandro Castillo …

En la modernidad, que es la de los espacios urbanos y de influencias extranjeras marcadas por influencia de los diversos medios de comunicación y las redes sociales virtuales, tal vez poco se comprende cómo es la vivencia de las dimensiones religiosas en áreas rurales; como bien lo recoge el texto "La fiesta", escrito desde la observación participante y el método de la sociología comprensiva el padre Alberto Micheo S.J.

"La fiesta en el campo es el acontecimiento más preñado de vivencias existenciales. Allí se canta, se baila, se ríen los cuentos de los vivos y se lloran los nuestros. Se gozan las amistades y se dirimen los pleitos con los enemigos. A fuerza de música, licos y chuchillo … Por eso la fiesta es acontecimiento de vida y con frecuencia de muerte …" (Alberto Micheo, 1998, "El Gallo Enano". Universidad Católica Andrés Bello. Caracas. Venezuela. P. 9).

Se pudiera considerar muy dura la cita anterior, la fiesta es un encuentro con "la" verdad (la verdad religiosa y la de cada cual en su perspectiva existencial), pero lo cierto es que el autor es particularmente realista y no hace concesiones a cierto romanticismo histórico-social, así como al propio tiempo introduce un elemento de crítica de la violencia.

Nota:

Señala el Dr. Luis Eduardo Cortés Riera (2015) en el ensayo antes citado: "Ha dicho Reinaldo Rojas que la historia del semiárido larense está por realizarse. El semiárido del occidente venezolano representa apenas un 5% del territorio de Venezuela, pero tiene una inmensa significación en la cultura de este país suramericano. Manifestaciones religiosas, folklore, artesanía, música y literatura tienen en esta pequeña porción del territorio patrio, que comprende los estados Lara y Falcón, unas características muy singulares que alcanzan una dimensión nacional y universal. El sabio Francisco Tamayo llega a una conclusión extraordinaria al referirse al proceso intenso de mestizaje que ocurre en esta entidad federal: "En Lara nace lo nacional, lo venezolano. Ese suelo privilegiado fue en la Colonia, es hoy en la República y será siempre la inmanente matriz de Venezuela"".



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Luis B. Saavedra M.

Docente, Trabajador popular.

 luissaavedra2004@yahoo.es

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