Derrotemos la indolencia

En el mundo hay demasiados poderosos mirando para otro lado cuando se trata de hablar en serio sobre el crecimiento impresionante de la pobreza en todos los países del mundo, incluyendo las grandes potencias.

“La cultura del bienestar nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros, nos hace vivir en una burbuja de jabón, que son bonitas, pero no son nada más, son la ilusión de los fútil, de lo provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, lleva a la globalización de la indiferencia”. Estos conceptos esenciales que suscribo no fueron pronunciados por ningún líder o pensador de la izquierda mundial, sino por el Papa Francisco.

Muchas veces hablamos de la indiferencia y muchos no saben cuál es su verdadero significado y menos aún cuáles son sus terribles consecuencias. Antonio Gramsci la definía en 1917 como “el peso muerto de la historia. La bola de plomo para el innovador, la materia inerte en la que a menudo se ahogan los entusiasmos más brillantes. El pantano que rodea a la vieja ciudad”. En ese entonces advertía que la indiferencia opera potentemente en la historia y que aunque lo hace pasivamente, lo hace. “Es la fatalidad, aquello con lo que no se puede contar. Tuerce programas y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia”, decía.

Con casi un siglo de diferencia ambos pensadores tienen la misma preocupación: la indiferencia. La mecanización burocrática de la dirigencia, aun lúcida al llegar, que luego cae en la flojera.

En Venezuela se hizo una experiencia interesante: A 150 líderes y aspirantes a serlo se les envió dos fotografías de niños dibujando naturalmente en una plazas guiados por un maestro creativo. Se les pedía que respondieran diciendo que les decían tan interesantes rostros y miradas. Solo seis contestaron. La indiferencia cunde y es necesario generar herramientas que despierten conciencias y llamen a la militancia social plena, como lo pide el Santo Padre.

Hoy les pido de corazón que militemos en la no-indiferencia. Rompamos los esquemas clásicos del capitalismo salvaje, basados en el sufrimiento de los otros, que no los afecta, no les interesa, no lo consideran propio. Sigamos siendo distintos. Combatamos la indiferencia con amor y solidaridad. Honremos la vida comprometiéndonos con el otro. Con el que espera algo de nosotros. Confío en ustedes. Sé que juntos venceremos a la indolencia. Un abrazo.



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Dante Rivas


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