Producción socialista para vencer a los medios del capital

Me invitaron a participar hoy sábado a las 12 en el programa Real y Medio de VIVE Televisión, moderado por Javier Parra. El programa transcurre en un kiosko de periódicos y revistas y la verdad consistió en una conversación muy sabrosa, en la que se metían y dialogaban todos los ruidos de la calle. En la producción del programa reconocí a dos egresados en Comunicación Social de la UBV y, aunque sea natural me emociona mucho verlos desempeñándose en los espacios que la revolución ha ido construyendo, contra todo.

Me invitaron pues para hablar de la violencia en los medios y por supuesto en el camino iba pensando lo que me hubiera gustado decir, algunas frases, algunos ejemplos que, claro está, se dispersan y no vienen a la cabeza con las cámaras al frente y el tiempo pasando. Normal.

Por eso es que quisiera retomar por esta vía la idea central del planteamiento que llevé al programa sólo para hacerla llegar a otros públicos, por otra vía. Intenté decir que el capitalismo condujo a la humanidad a un estado de total indefensión cuando nos apartó de la producción –y fundamentalmente- de la producción de nuestros propios alimentos. Cuando se dice que el capital se apropia de los medios de producción de lo que primero y fundamentalmente se apropia es de la tierra. Sin ésta los campesinos y campesinos éramos todos antes de la expansión capitalista, quedamos a merced de los amos de la tierra y derivamos en asalariados y precarios urbanos, masas de desharrapados que huimos a las ciudades para no morir de hambre al tiempo que éstas se convertían en «depósitos de detritus». Historia harto conocida.

El punto es que el capital nos arrancó de la posibilidad de producir los bienes necesarios para la vida y nos dejó inermes. Desamparados, fuimos presa fácil del miedo. Y los medios de comunicación se hincan allí: sus contenidos están dirigidos a favorecer a la empresa capitalista como única garante de la producción -de alimentos, medicinas, vestido, viviendas- y a la explotación del miedo que cunde en medio del desamparo y la orfandad. El capitalismo nos dejó el puro pellejo, esclavizados al veleidoso trabajo asalariado que se convierte en una forma refinada de esclavitud.

El capitalismo además ofrece una sola forma de protección la cual resulta efímera e incesante: el consumo. Y consumimos siempre individualmente: no se sacia el hambre viendo comer al otro.

En los últimos años, exactamente en la última década hemos visto arreciar la campaña mediática que atiza el desamparo. A la campaña despiadada sobre la incapacidad del gobierno para producir alimentos -en la que incluso participan recientemente sectores de «izquierda» montados sobre el sentimiento de orfandad pre y postelectoral que nos dejó la ausencia del Comandante Supremo repitiendo como un ritornelo «Nicolás no es Chávez»- amén de la incapacidad estructural e histórica para salir del esquema rentista, se une la sobreexplotación de la inseguridad. Sin dar sosiego –desde derechas y ahora también desde la «izquierda»- los medios nos dicen que el gobierno es incapaz, que no cesa de cometer errores, que heredó un modelo agotado –que el control de cambio no da para más-, que se necesita un «cambio de timón» -¿acaso también un nuevo timonel?- que está obligado a importarlo todo aun a sabiendas de que también este recurso –y ya aquí se desboca la derecha- es insostenible porque «hasta la gasolina tiene que importarla», mentira descomunal que ha calado hondamente en sectores de la población que por supuesto temen ser literal y simbólicamente destetados.

A esto se suma la campaña sobre la inseguridad. La desconfianza, el recelo, el miedo al otro, nos obliga a encerrarnos, a recluirnos en nuestras casas temblando. En esta atmósfera es imposible la solidaridad y el trabajo colectivo, que es lo que ofrece el socialismo: la reinvención de la vida en sociedad, es decir, de la política y la economía, pero también del ocio creador y liberador compartido, con el acceso democrático a los bienes culturales.

La clave, creo, es esta: el miedo lo palia el capitalismo activando el consumo que siempre tenderá a ser parcial, elitesco y clasista. Por cierto, buena parte del odio de los ricos hacia los pobres proviene de que estos últimos estén hoy administrando la teta, la gallina de los huevos de oro, la renta, y si la malbaratan los someterá a un hambre sin remedio…

Por demás, sólo se sienten seguros los que pueden comprar, mas como se sabe todo consumo es estrictamente individual: es más en estricta soledad puedo consumir y vivir de mi consumo privado. Se comprende entonces la terrible campaña de los medios para decirnos a los venezolanos que no podemos comprar porque no hay nada que comprar, «No se consigue nada», gritan desesperados, histéricos, en verdad, aterrados. La campaña por supuesto es totalmente irresponsable y criminal, porque actúa sobre los miedos atávicos que se expresan instintivamente, fuentes de violencia y odio.

¡Qué distinto a una campaña mediática socialista, que debe apelar a la razón, al sentido común, a la historia, a los ejemplos, a la sabiduría, a las palabras! Sí, lo que hizo Chávez.

Porque el socialismo nos cura del desamparo y del miedo incentivando y promoviendo la producción. Y ciertamente no podemos producir solos, individualmente; nos necesitamos todos para poder producir. Por eso la necesidad de la organización y por supuesto de la vida en sociedad.

Los medios privados se ceban cruelmente en la individualidad y la soledad del consumo como única vía de salvación falsa, y no soltarán su presa. Los medios socialistas, la radio, la prensa, la televisión, debemos enfocarnos en cambio en la producción colectiva: nos interesan las fábricas, el campo, la producción de los trabajadores y trabajadoras asociadas y libres de la explotación capitalista, que deben reconocerse como productoras de alimentos que alimentan, de vestidos que visten, de salud que cura, de viviendas dignas, de vida para la vida. No de mercancías, que sólo sacian momentáneamente la angustia de estar vivos sin objeto ni sentido.

En el marco de estas ideas inscribo la campaña bestial de los medios que arreció en el escenario electoral para llenar a la población de miedo. Y es por eso que entiendo los dos brazos –sólidos, seguros, efectivos- que se abren en los primeros días del gobierno del Presidente Nicolás Maduro: seguridad y soberanía alimentaria. Cuyos números y aciertos, a pesar de la invisibilización mediática por parte de las empresas privadas- ya comienzan a ser reconocidos y valorados.

Al consumo en medio del pánico, que provocan los medios y el capital, el socialismo debe responder con producción colectiva y trabajo organizado. En concreto y como medidas inmediatas, ya en curso: asegurar el consumo venciendo la especulación, el acaparamiento y el contrabando. Llamar a los empresarios y a los medios a capítulo.

Estructuralmente, en los términos de un proyecto histórico –como lo expresa el Plan de la Patria- la paz y la seguridad sólo pueden provenir de la vida en sociedad -de la producción socialista- la cual se labra necesariamente poco a poco, día a día, con paciencia y fervor, al ritmo de la vida.



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«Este es un pueblo que da batalla sin tener armas, que triunfa con los reveses, que en los desastres se organiza, que el terror lo exalta, que la clemencia real o fingida lo indigna, con quien no hay medio ni esperanza que tuerza o adultere su propósito, porque no cree, porque no quiere, porque no se presta a nada que no sea el triunfo de la revolución tal como él la quiere: absoluta y radical»


JUAN CRISÓSTOMO FALCÓN

PROCLAMACIÓN FECHADA EN AGUA CLARA, 1861


(Tomado del epígrafe de Venezuela violenta, de Orlando Araujo, El Perro y La Rana, Caracas, 2010)


www.josejavierleon.blog.com.es


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