Ambición y corrupción Vs Educación y justicia

En primer lugar, es conveniente definir mediante la utilización del Diccionario: Pequeño Larousse Ilustrado de 1964, por Miguel de Toro y Gisbert, Doctor en Letras Correspondiente de la Academia Española, refundido y aumentado por Ramón García-Pelayo y Gross, 7a tirada, 1970, publicado por Editorial Larousse, Valentín Gómez 3530. Buenos Aires R 13, Marsella 53, Esquina Nápoles. México 6, D. F. Librairie Larousse, 17, Rue de Montparnasse, París y el Diccionario de la Lengua Española, Vigésima Edición de 1984, impreso en Madrid, España.


AMBICIÓN: (Del Latín ambitio, onis, de ambire, pretender). Femenino. Deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama. Pasión desordenada por la gloria o la fortuna: la ambición corrompe el corazón. // - Sinónimo. Pretensión, apetencia, apetito. Ver también codicia.

AMBICIONAR: (De ambición) Verbo Transitivo. Desear ardientemente alguna cosa: ambicionar el triunfo. // - Sinónimo. Aspirar a, pretender, solicitar, desear, ansiar, envidiar. Ver también. Codiciar. // Contrario. Desdeñar.

AMBICIOSO, SA :(Del Latín ambitiosus). Adjetivo y sustantivo. Que tiene ambición, ansia o deseo vehemente de alguna cosa. Dícese de aquellas cosas en que se manifiesta la ambición. (Sinónimo. Ver avaro. Contrario. Humilde, modesto)

ANSIA :(Del Latín anxia, femenino de anxius, angustiado). Femenino. Congoja o fatiga que causa en el cuerpo inquietud o agitación violenta.// Angustia o aflicción del ánimo. Inquietud muy violenta. (Contrario. Tranquilidad) // Aflicción: las ansias de la muerte. (Sinónimo. Ver angustia) // Anhelo: ansia de riquezas. (Sinónimos. Ver deseo y codicia) // Germanía. Tortura o tormento. // Germanía. Agua. // Plural. Germanía galeras. // Cantar uno el ansia. Frase Germanía. Confesar en el tormento, especialmente en el de toca. // Plural. Náuseas.
ANSIAR: (Del Latín anxiare) Verbo transitivo. Desear con ansia, codiciar: ansiar algo. (Sinónimo. Ver ambicionar)

AVARICIA: (Del Latín avaritia). Femenino. Afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Apego desordenado a las riquezas.

AVARO, RA: (Del Latín avarus, de avere, desear con ansia). Adjetivo y sustantivo. Que acumula dinero por el placer de poseerlo y no lo emplea. (Sinónimo. Ver Avaricioso, interesado, ambicioso, mezquino, usurero. Ver también tacaño) // Que reserva, oculta o escatima alguna cosa. // Figurado. Que reserva o escatima: avaro de su tiempo.

CODICIA: (Del Latín cupiditia, de cupiditas, atis). Femenino. Ambición o apetito desordenado de riquezas: nada es capaz de saciar la codicia. (Sinónimo. Avidez, ansia, rapacidad, concupiscencia. Ver también ambición) // Figurado. Deseo vehemente de algunas cosas buenas. // Antiguamente. Apetito sensual. // Proverbio. La codicia rompe el saco, muchas veces se pierde una ganancia segura por querer conseguir otra mayor.

CODICIAR: (De codicia) Verbo transitivo. Desear con vehemencia, envidiar, ansiar las riquezas u otras cosas: no debemos codiciar los bienes ajenos. // - Sinónimo. Querer, apetecer, anhelar, suspirar. Ver también ambicionar y acuciar.

COHECHAR: (Del Latín confectare, arreglar, preparar, de confectus). Verbo transitivo. Sobornar, corromper con dádivas al juez, a persona que intervenga en el juicio o a cualquier funcionario público, para que, contra justicia o derecho, haga o deje de hacer lo que se le pide: cohechar a un magistrado. // Antiguamente. Obligar, forzar, hacer violencia.

COHECHO: (De cohechar) Masculino. Acción de cohechar o sobornar a un funcionario público.

CONCUPISCENCIA: (Del Latín concupiscentia). Femenino. Apetito y deseo inmoderado de los bienes terrenos y de los goces sensuales. Tómase, por lo común, en mala parte. // Apetito desordenado de placeres deshonestos. (Sinónimo. Ver codicia).

CONCUPISCENTE: (Del Latín concupiscens, -entis) Adjetivo y sustantivo. Poseído de la concupiscencia: un hombre concupiscente.

ENVIDIA: (Del Latín invidia). Femenino. Disgusto, tristeza o pesar por el bien ajeno: la envidia es un vicio de las almas viles. (Sinónimo. Rivalidad, aborrecimiento, celos) // Emulación, deseo honesto: me da envidia ver lo bien que comes... // Comerse uno de envidia, Frase figurada y familiar. Estar enteramente poseído de ella.

ENVIDIAR: Verbo transitivo. Tener envidia, sentir el bien ajeno: no debemos envidiar a los que son más ricos que nosotros. // Figurado. Desear, apetecer lo lícito y honesto.// No tener que envidiar, o tener poco que envidiar, una persona o cosa a otra. Frase figurada. No ser inferior a ella. // Figurado. Desear, apetecer: envidiar la fortuna ajena. (Sinónimo. Ver ambicionar).

ENVIDIOSO, SA: (Del Latín invidiosus). Adjetivo y sustantivo. Que tiene envidia: el envidioso no es nunca feliz.

PRETENSIÓN: Femenino. Solicitación, empeño en conseguir algo. // Derecho que uno cree tener sobre una cosa: una pretensión mal fundada. // Vanidad, presunción: muchacha de muchas pretensiones. (Sinónimo. Ver Ambición).

PREVARICACIÓN: Femenino. Delito cometido por el juez que, a sabiendas, dicta una resolución injusta. (Sinónimo. Ver Concusión)

PREVARICAR: Verbo intransitivo. (Del Latín praevaricare) Faltar voluntariamente a la obligación de su cargo: juez que prevarica. // Familiar. Desvariar, delirar. // Cometer una falta en el ejercicio de sus deberes.

RAPACIDAD: Femenino. (Del Latín rapacitas) Avidez grande (Sinónimo. Ver Codicia).

CORRUPCIÓN: (Del latín= Corruptio, -onis). Femenino. Acción y efecto de corromper o corromperse.// Alteración o vicio en un libro o escrito.// Vicio o abuso introducido en las cosas no materiales.// Mala costumbre o abuso, especialmente los introducidos contra la ley. // Dañado, perverso, torcido.

Este es uno de los antivalores que más ha proliferado en nuestro país, durante la última mitad del pasado siglo, pues se ha transformado en nuestra sociedad en sinónimo de éxito o ascenso social, dándose la paradoja de sentirse honrado un comerciante o industrial venezolano de codearse o alternar frecuentemente con funcionarios o empresarios como él, que se han enriquecido de manera grotesca y meteórica, cual si fuesen naves espaciales lanzadas por la N.A.S.A. Es harto conocido que en otros países (en especial los Europeos, pues no sucede lo mismo en el Norte de nuestro Continente y quizá de allí el origen de nuestra similar conducta), a este tipo de individuos se les execra, por lo menos de la alta sociedad y se les impide convivir con la llamada nobleza o altos estratos sociales, lo cual en Venezuela afortunada o desafortunadamente no sucede, pues generalmente alrededor de este tipo de individuos hay una caterva de Empresarios que más bien parecen Corsarios del Caribe o del Mediterráneo, provenientes del pasado remoto, pero muy actualizados en sus técnicas depredadoras del patrimonio ajeno, en especial del Público y que en base a dichas reiteradas prácticas han amasado ingentes fortunas, transformándose en unos Cresos tropicales. El agasajo de la llamada “Alta sociedad venezolana” a este tipo de personajes, posee como origen malsano la complicidad o la comunidad de intereses, por la vieja conseja de: Apoyar al caído, para luego obtener su apoyo o el de sus pares, cuando tú caigas.

La mayoría de los llamados “nuevos ricos” en Venezuela, han obtenido sus fortunas no del trabajo y del esfuerzo, que por supuesto requiere años, sino de manera abrupta, sin explicación clara, mediante los llamados “negocios”, donde siempre está presente éste contravalor. Para dificultar este tipo de conducta en el venezolano, se debe evitar, en especial en el sector público, las decisiones de tipo facultativo u opcional, sin atenerse a normas, reglamentos o procedimientos, que bien pueden ser más tardíos, pero que sí pueden impedir la asignación directa de contratos, lo cual suele ser la fuente más frecuente de casos de corrupción y donde participa un agente externo corruptor del sector privado y el funcionario público, que tiene la facultad de otorgar la concesión sobre la obra o contrato, generalmente con una ganancia exagerada para el contratado, quien entrega una comisión al funcionario a cambio del “favor”.

Otro elemento importante para evitar éste tipo de prácticas, es que la decisión esté a cargo de un cuerpo colegiado o grupo de personas que sean afectadas o beneficiadas por la ejecución de la obra o la adquisición del equipo, material o cualquier otro bien que se deba comprar (un ejemplo son los consejos comunales), porque es más difícil corromper a un grupo que a una sola persona o funcionario(por la diversidad de criterios y porque no todo el mundo es corrupto y siempre hay alguien que comenta o divulga lo sucedido).

El Libertador Simón Bolívar fue un gran crítico durante toda su vida de ésta práctica que es tan antigua como la civilización (en la época de los Césares romanos ya se describen casos de corrupción y es mucho más antigua que dicha civilización). De él voy a reproducir algunos pensamientos que hablan al respecto:

Ya en la Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño, Cartagena de Indias, el 15 de diciembre de 1812, manifiesta: “La disipación de las rentas públicas en objetos frívolos y perjudiciales; y particularmente en sueldos de infinidad de oficinistas, secretarios, jueces, magistrados, legisladores, provinciales y federales, dio un golpe mortal a la República”. Esto indica que para El Libertador la pérdida de la Primera República, fue en parte debida al gasto dispendioso que se realizó del patrimonio público sin prever lo deletéreo que podría resultar para la salud del incipiente Estado.

En el Discurso ante la ciudadanía congregada en el Convento de San Francisco, Caracas, el 02 de Enero de 1814, expresa: “La Hacienda Nacional no es de quien os gobierna. Todos los depositarios de vuestros intereses deben demostraros el uso que han hecho de ellos”.

De igual manera dice: “Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria. No es el árbitro de las leyes ni del Gobierno; es el defensor de su libertad”.

Con respecto a la justicia, en el Discurso pronunciado ante el Gobierno General de la Nueva Granada con motivo de la instalación de éste en Bogotá, el 23 de Enero de 1815, manifiesta: “La justicia es la reina de las virtudes republicanas, y con ella se sostienen la igualdad y la libertad”. De aquí se puede deducir que para el Libertador la justicia y el castigo de los delincuentes es imprescindible para mantener la patria y ello se repite insistentemente en todos los escritos del Padre de la Patria durante el transcurso de su vida.

En la Comunicación oficial al Presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, desde Kingston, Jamaica el 10 de julio de 1815, dice: “El que lo abandona todo por ser útil a su país, no pierde nada, y gana cuanto se le consagra”. Esto constituyó la esencia de su vida, porque a pesar de haber nacido siendo un mantuano (oligarquía criolla de la época independentista), murió prácticamente en la miseria en Colombia, desterrado y perseguido por aquellos a quienes había libertado, mediante una lucha titánica de veinte años.

De la misma manera en la ya legendaria: Carta de Jamaica, escrita en Kingston, el 06 de septiembre de 1815, expresa: “Un pueblo es esclavo cuando el gobierno, por su esencia o por sus vicios, huella y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito”. Allí habla de los vicios de los gobernantes, que se manifiesta de diversas formas, pero una de las más importantes y frecuentes es la corrupción administrativa, como lo hemos manifestado hasta la saciedad.

En Carta a Santiago Mariño, desde la Villa del Norte, Isla de Margarita, del 29 de diciembre de 1816, le indica que: “El poder sin la virtud es un abuso y no una facultad legítima”, lo cual es la descripción exacta de la justicia y del llamado abuso de poder tan difundido en nuestra nación.

En una Nota oficial a John Baptist Irvine, Agente de los Estados Unidos, escrita desde Angostura (actual Ciudad Bolívar), el 06 de agosto de 1818, el Libertador indica: “¿No sería muy sensible que las leyes las practicase el débil y los abusos los practicase el fuerte?”. Esta parecería una premonición del Libertador, pero él se adelantó a nuestra época por casi dos siglos y vislumbró la preponderancia del coloso del Norte sobre todo el Continente Americano y previó sus prácticas monopólicas e imperialistas ya desde el inicio de su existencia.

En el también famoso: Discurso de Angostura, pronunciado en la ciudad de Angostura, el 15 de febrero de 1819, lanza a la humanidad una serie de pensamientos que llevan la impronta inconfundible, de ese gran genio que fue nuestro Libertador y toca en varias oportunidades el tema que estamos tratando y otro muy ligado al mismo como es el factor educativo, vital para la formación de una adecuada conducta de los ciudadanos de una nación relativamente joven como es la nuestra: “Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros las lecciones que hemos recibido, y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas”.

Otro pensamiento muy difundido es el siguiente: “Un Pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”.

Igualmente el Libertador expresa allí: “La ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia, de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad; la traición por el patriotismo; la venganza por la justicia”.

Otro pensamiento de inmensa profundidad es éste: “Un pueblo pervertido si alcanza la libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud, que el imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor; que las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad. Así, legisladores, vuestra empresa es tanto más ímproba cuanto que tenéis que constituir a hombres pervertidos por las ilusiones del error, y por incentivos nocivos. “La libertad – dice Rousseau – es un alimento suculento, pero de difícil digestión”.

Otro pensamiento que el Libertador expresa en dicho discurso es el siguiente: “El principio fundamental de nuestro sistema depende inmediata y exclusivamente de la igualdad establecida y practicada en Venezuela”.

El Libertador en la misma ocasión escribió y manifestó: “Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo es menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las Leyes corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la Educación, la Industria, las Artes, los Servicios, las Virtudes le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social”.

De la misma manera expresa: “Cuan difícil es dirigir por simples leyes a los hombres”.

Una frase muy repetida por nuestro Presidente es la siguiente tomada del mismo discurso:

“El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”.

En la misma ocasión el Libertador manifestó: “A veces son los hombres, no los principios, los que forman los Gobiernos. Los códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean, son obras muertas que poco influyen sobre las sociedades: ¡hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas!”

Igualmente indica: “Que los tribunales sean reforzados por la estabilidad y la independencia de los jueces”. Ello sería ayer y hoy lo más conveniente para que la justicia impere en cualquier

país, puesto que si un juez depende para su designación y en especial para su estabilidad en el cargo de cualquier persona, es muy fácilmente coercible por el superior jerárquico, quien lo ha designado y de quien depende para mantenerse en el respectivo puesto de trabajo, originándose de ésta manera las llamadas “tribus judiciales”, que tanto mal le han hecho a la justicia de nuestra nación.

Otro pensamiento maravilloso del discurso es el siguiente: “Debemos confesarlo: los más de los hombres desconocen sus verdaderos intereses, y constantemente procuran asaltarlos en las manos de sus depositarios: el individuo pugna contra la masa y la masa contra la autoridad”.

De igual manera el Libertador expresa en el discurso: “Para formar un Gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional, que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales, moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública”.

Otro pensamiento muy conocido y difundido del mencionado discurso es el siguiente: “Moral y luces son nuestras primeras necesidades”. No existe duda de la vigencia de dicho pensamiento.

Otro pensamiento trascendental para comprender la relación y continuidad del pensamiento bolivariano en el aspecto que estamos tratando es el siguiente: “He pretendido excitar la prosperidad nacional por las dos más grandes palancas de la industria: el trabajo y el saber. Estimulando estos dos poderosos resortes de la sociedad, se alcanza lo más difícil entre los hombres: hacerlos honrados y felices”. Hasta aquí podemos citar la serie de pensamientos contenidos en el ya famoso discurso de Angostura, pieza trascendental del pensamiento americano y mundial, reconocido por diversas autoridades como una de las obras maestras del Libertador por su inmenso contenido en todos los órdenes y que han servido de base a la formación de la nación venezolana, aunque no ha sido seguido por nuestros conciudadanos, en especial, por quienes nos han gobernado, ni en su aplicación ni en la conducta demostrada a través de la historia de la nación desde y antes de la liberación del yugo español.

También en el Proyecto de Constitución que el Libertador presentó ante el Congreso reunido en la ciudad de Angostura el 15 de febrero de 1819, aparecen los siguientes planteamientos: “El derecho de expresar sus pensamientos y opiniones de palabra, por escrito, o de cualquier otro modo, es el primero y más inestimable don de la naturaleza. Ni aun la ley misma podrá jamás prohibirlo, y solo señalarle justos términos, haciendo responsables de sus escritos y palabras, y aplicando penas proporcionadas a los que lo ejercieren licenciosamente en perjuicio de la tranquilidad pública, de la vida, honor, estimación y propiedad de cualquier ciudadano”. Esta es una de las cuestiones que en la actualidad se presentan constantemente ante la arremetida de los medios de comunicación social en contra de los ciudadanos, sin prueba alguna y cuando les es planteada una demanda se procede a invocar inmediatamente la mal llamada “libertad de expresión”, tan manipulada por los dueños de los grandes medios de comunicación, verdaderos terroristas mediáticos, que se habían acostumbrado a utilizar la publicación o peor aún la no publicación de determinadas noticias que podían ser perjudiciales para determinada persona o institución como mecanismo de chantaje o extorsión, para conseguir canonjías o prebendas del posible perjudicado. De la misma manera el gobierno de turno presionaba a los dueños de los medios de comunicación social mediante la concesión o la negación de determinadas ventajas: arancelarias, divisas, espacios del espectro radioeléctrico, tanto radiales como televisivos, publicidad y otras muchas formas de favorecer a los grandes empresarios de la comunicación, para mantenerlos cautivos e impedir la difusión de las llamadas “malas noticias” y de ésta manera se han silenciado en nuestro país muchos escándalos y hasta crímenes, con éstos subterfugios, que más bien parecen extraídos de una “novela negra” barata, de las tan populares en el medio estadounidense, donde se actúa de esta forma gangsteril.

Es necesario publicar sólo aquello que el periodista pueda comprobar plenamente y no el producto de su imaginación o de comentarios malsanos, para evitar la difamación y en caso de

existir ésta, que el afectado en su buen nombre tenga el recurso de demandar al irresponsable y que no exista la automática y cómplice solidaridad de los dueños de los medios de comunicación social ni de los gremios que tanto daño le hacen al periodismo y sobre todo a los periodistas honestos que actúan bajo el marco de la ética, que tan poco se observa en la mayoría de los profesionales en el momento actual.

En el mismo texto, el Libertador manifiesta: “Todo hombre se presume inocente hasta que se le declare culpable”. Esta es una premisa básica si se quiere obtener justicia en los tribunales, al igual que la siguiente: “No hay crimen donde no hay ley que mande o prohíba, y la ley dejará de ser regla de la conducta del hombre si castigase las acciones que existieron antes que ella”.

Otro precepto constitucional básico es: “La propiedad es el derecho de gozar y disponer libremente de sus bienes y del fruto de sus talentos, industria o trabajo”. Ello garantiza que lo adquirido mediante el trabajo y el esfuerzo no pueda ser confiscado por ninguna autoridad, no así lo adquirido mediante el delito, porque debemos recordar que el delito por continuado que sea no da ningún derecho al usurpador o al transgresor, como pretenden algunos aducir cuando se han apropiado ellos o sus ascendientes de alguna propiedad pública, en especial de enormes terrenos (latifundistas) mediante lo que se conoce como “rodado o traslado de cercas” durante varias décadas e incluso generaciones de terratenientes y por éste sólo hacho pretenden poseer títulos de las mismas, generalmente habiendo utilizado el soborno de funcionarios de registros o notarías, para “legitimar el fraude a la nación”.

De la misma manera se puede interpretar la siguiente expresión: “La industria de los ciudadanos puede libremente ejercitarse en cualquier género de trabajo, cultura o comercio”.

Otra cita magistral de ésta propuesta de Constitución es: “Haz a los otros el bien que quieras para ti. No hagas a otro el mal que no quieras para ti; son los dos principios eternos de justicia natural en que están encerrados todos los derechos respecto a los individuos”. Igualmente se debe destacar la siguiente cita: “No puede ser buen ciudadano ni hombre honrado el que, olvidando que su familia pertenece más a la Patria que a sí mismo, descuida la educación de sus hijos. Todo padre de familia está obligado a inspirar a la suya amor a la Patria, a la Libertad, a la Virtud y al Trabajo”. Todo lo anotado hasta aquí tiene que ver de una u otra forma con el tema de la corrupción y la educación como medio de prevenirla.

Es así como el Libertador aconseja: “Es el deber de todo ciudadano vigilar sobre la legítima inversión de las rentas públicas, en beneficio de la sociedad”. Cuestión vital para que la ciudadanía no importa su posición política, económica o social no sea corresponsable en la vigilancia y resguardo del dinero público y su justa inversión y servir con su ejemplo para que no sea dilapidado en gastos no acordes con un pulcro desempeño de la función de los empleados del Estado venezolano.

En un ooficio a Antonio Morales, redactado en El Socorro (Colombia), el 25 de febrero de 1820, simón Bolívar escribe: “El crimen en todos los partidos es igualmente odioso y condenable”. Esto debe despertar la conciencia de todos los mandatarios, puesto que al gobernar se expone él y sobre todo sus allegados más íntimos a la codicia, aupada por los numerosos acólitos que siempre siguen al poderoso y al que escala altos cargos, aunque sea de manera circunstancial y efímera (entre más escasa la posible duración del puesto mayor es la presión familiar y de los presuntos amigos para enriquecerse de manera perentoria y acuciante).

En el mismo oficio también expresa: “Hagamos triunfar la justicia y triunfará la libertad”.

En una Carta al siempre díscolo General José Antonio Páez, desde San Cristóbal, fechada el 19 de abril de1820, le indica: “El que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que producen los errores”. Sabio consejo que todos debíamos aplicar en nuestra vida diaria, puesto que los ojos de los demás es el verdadero espejo de nuestra conducta y sólo desde afuera se pueden observar nuestros defectos y errores, ya que nosotros creemos siempre actuar acertadamente.

En una misiva dirigida a su eterno competidor y enemigo Francisco de Paula Santander, enviada desde Rosario de Cúcuta, el 20 de mayo de1820, le indica: “Es un principio de religión, y no sé si también de moral, que los malos propósitos no se deben cumplir”. Esto le viene de perlas a éste individuo que tantos malos ratos hizo pasar al Libertador y que tantas veces atentó contra su vida y su autoridad, debido a las limitaciones que le daban su mediocridad.

En el Decreto de creación de Juntas Provinciales de Agricultura y Comercio, promulgado en Rosario de Cúcuta, el 23 de mayo de1820, establece que: “La agricultura, el comercio y la industria son el origen de la abundancia y prosperidad nacional y el verdadero y más inagotable manantial de las riquezas del Estado”. Es indispensable internalizar éstos conceptos, ya que ningún ser humano puede pretender obtener el bienestar económico por la vía fácil del enriquecimiento ilegal por medio de la corrupción de funcionarios para obtener beneficios que no sean fruto del trabajo y del esfuerzo, lo cual es lo único que garantiza una vida libre de preocupaciones y un progreso verdadero y sobre todo duradero.

En Carta a Guillermo White, desde San Cristóbal, fechada el 26 de mayo de1820, resalta: “La educación forma al hombre moral, y para formar un legislador se necesita ciertamente educarlo en una escuela de moral, de justicia y de leyes”. También le expresa: “Sin moral republicana, no puede haber gobierno libre”.

En otra Carta a Francisco de Paula Santander, desde Ocaña, fechada el 17 de agosto de1820, le escribe que: “La mejor política es la honradez”.

En la Proclama a los corianos, desde el Cuartel General de Escuque, del 21 de octubre de1820, indica que: “El fruto de la injusticia es amargo para todos”. Esta es una inmensa verdad.

En una Carta dirigida a Pablo Morillo, desde Trujillo, el día 30 de noviembre de1820, manifiesta:

“Nada, sino las malas acciones, debe molestar a los hombres sensatos”.

En misiva dirigida a Miguel de La Torre, desde Bogotá, el 25 de enero de1821, le indica: “No basta la buena fe, es preciso mostrarla, porque los hombres siempre ven y pocas veces piensan”. Ello es muy cierto y suele ser el origen de muchos malos entendidos, que bien pudieran evitarse actuando con la prudencia que aquí aconseja el Libertador.

Igualmente en Carta enviada a Fernando Peñalver, desde Guanare, el día 24 de mayo de1821, muy próximo a producirse el enfrentamiento en Carabobo, le indica: “Para el gobierno nada será más útil ni más satisfactorio que corregir los abusos de la administración”.

En Carta a Mariano Montilla, desde la población de Soatá (Colombia), el día 15 de octubre de 1821, le escribe lo siguiente: “Creo más en el honor que en las pasiones”. Esto refleja el profundo conocimiento que poseía El Libertador sobre el comportamiento humano, que le permitió guiar a una gran cantidad de soldados a través de la gesta heroica independentista, a pesar de las múltiples personalidades, cual más compleja de los oficiales y tropa de los diversos países inmersos en la guerra de independencia.

El día 22 de julio de 1822 en Carta a Francisco de Paula Santander, desde Guayaquil, Ecuador, le manifiesta: “La mejor política es la rectitud”. Fue una de las tantas recomendaciones que le dio el prócer venezolano a su gran rival y enemigo colombiano, que tantas veces demostró su dualidad en cuanto a comportamiento y palabra. Igualmente desde la misma población el 15 de abril de 1823 al mismo Santander le indica: “La noble decencia honra a quien la usa”. Esto es un recordatorio para quien en más de una ocasión se comportó de manera cínica y traicionera, hasta atentar contra la vida del Libertador y estar implicado en prácticamente todas las conjuras que tanto daño le hicieron a la causa independentista y a la nación colombiana desde su fundación y que persisten hasta el presente, origen de toda la carga de violencia que mantiene a esa nación en un continuo sobresalto político y social.

En Carta a José Rafael Arboleda, desde la ciudad de Guayaquil en Ecuador, fechada el 15 de junio de 1823, le escribe: “La religión ha perdido mucho de su imperio, y quizá no lo recobrará en mucho tiempo, porque las costumbres están en oposición con las doctrinas sagradas. De suerte, que si un nuevo sistema de penas y castigos, de culpas y delitos, no se establece en la sociedad para mejorar nuestra moral, probablemente marcharemos al galope hacia la disolución universal”. Ya para éste momento El Libertador manifiesta su desconcierto por la forma en que la gangrena de la inmoralidad corroe al ser humano, lo cual como se aprecia a lo largo de la historia no es una cuestión de época, de lugares o civilizaciones, sino que es algo muy natural en el homo sapiens, desde la más remota humanidad y para ello todas y cada una de las religiones ha creado sus propios preceptos moralizadores, que con escasas diferencias se observan en ellas.

En otra misiva a Francisco de Paula Santander, escrita desde la ciudad de Lima, en Perú el día 30 de octubre de 1823, le advierte: “En moral como en política hay reglas, que no se deben traspasar, pues su violación suele costar caro”. Es la misma senda que el Libertador les señala a sus más inmediatos colaboradores y amigos, a través de toda su trayectoria como conductor de hombres y naciones.

El día 24 de diciembre de 1823 le escribe al Vicealmirante de la Escuadra del Perú, Martín J. Guise, desde la población de Trujillo en Perú, lo siguiente: “El honor es la mejor guía del laberinto de las revoluciones”.

El 15 de enero de 1824 desde Pativilca en Perú le escribe a Bartolomé Salom lo siguiente: “La impunidad de los delitos hace que estos se cometan con más frecuencia: al fin llega el caso que el castigo no basta para reprimirlos”. Esta sería una buena recomendación para nuestros jueces, a todo nivel y en especial los encargados de juzgar los frecuentes delitos de corrupción en los cuales están inmersos los funcionarios públicos y también para el resto de los funcionarios que a pesar de conocer de éstas nefastas prácticas no son capaces de denunciarlas, quizás con la esperanza de cometer algún día una falta o delito similar y que no les sea aplicada la pena correspondiente, tratándolo con tanta lenidad como ellos trataron a sus antecesores en el delito ( ésta ha sido una práctica muy común durante toda nuestra historia).

Al mismo personaje y desde el mismo lugar le escribe el 20 de febrero de 1824: “Nada es peor en política que dejar de cumplir lo que se ha mandado. Esta debilidad causa el desprecio y hace inútiles las medidas posteriores”. Esto viene a reforzar lo que le había escrito un poco más de un mes antes.

El 15 de diciembre de 1824 le envía una carta a Pedro Antonio de Olañeta, desde Lima la capital del Perú, donde le dice: “Lo que está más lejos de mí es el dolo y la perfidia”. Quizás ello lo dice dolido por los casos que alrededor de él se producían y de los cuales se enteraba sin poder hacer nada para mantener la precaria estabilidad que se encuentra en tiempos de guerra y que son aprovechados por los individuos ávidos de riqueza fácil, el germen más frecuente de la corrupción en todas las naciones y épocas.

En carta a su hermana mayor María Antonia Bolívar, remitida desde Lima, Perú, a comienzos de abril de 1825, le indica éstos preceptos: “Un hombre sin estudios es un ser incompleto”. Igualmente le dice: “La instrucción es la felicidad de la vida; y el ignorante, que siempre está próximo a revolcarse en el lodo de la corrupción, se precipita luego infaliblemente en las tinieblas de la servidumbre”. De la misma manera le escribe: “la suerte me ha colocado en el ápice del poder; pero no quiero tener otros derechos que los del más simple ciudadano”. Para concluir citaremos éste párrafo: “Que se haga justicia y que ésta se me imparta si la tengo. Si no la tengo, recibiré tranquilo el fallo de los tribunales”. Esta era la forma de pensar del Libertador, quien detentó en esa época el mayor poder que se podía haber tenido y sin embargo no lo usó para enriquecerse ni para atropellar a los demás, como suele suceder porque lo más difícil de manejar por el ser humano común es justamente el poder, que es una de las drogas que más perturbaciones causa al cerebro humano.

En carta al Angostureño Tomás de Heres, enviada desde la población de Ica en Perú, el 20 de abril de 1825 le indica: “Tengamos una conducta recta y dejemos al tiempo hacer prodigios”.

De la misma manera le escribe a su subalterno más apreciado Antonio José de Sucre, desde la población de Nasca, en Perú el 26 del mismo mes: “Un mal que no se conoce no se puede jamás curar”. Este es una verdad que todos los médicos tenemos como muy cierta, sin un adecuado diagnóstico es imposible realizar un tratamiento eficaz.

Al mismo personaje ahora desde Arequipa, Perú el día 15 de mayo de 1825, le expresa: “Entre partes contendientes, los juicios que más participan de la equidad son los que menos se agradecen, porque son los que menos satisfacen a las dos partes”. Esta es una verdad inmensa, las mejores y más justas decisiones no satisfacen a ninguna de las dos partes, puesto que la justicia es esto no favorecer a nadie y la mayoría de las veces la verdad se encuentra en el justo medio.

En carta a Hipólito Unanue, remitida desde la población de Arequipa, en Perú, el día 30 de mayo de 1825, le expresa una inmensa verdad, que lo hizo ser tan adversado por propios y extraños: “Yo no me puedo hacer amar personalmente porque estoy haciendo una reforma de usos y costumbres abominables y antiguos”. En la misma misiva le expresa otra gran verdad: “Más hace en un día un intrigante que cien hombres de bien en un mes”.

Una divisa que siempre enarboló El Libertador durante toda su vida fue la que le indica a Andrés de Santa Cruz, desde la población de Pucará, en el Perú, el 17 de junio de 1825: “Mi deber es ser justo con todo el mundo”.

En idéntica forma le escribe a Bartolomé Salom, desde El Cuzco, en Perú el día 27 de junio de 1825: “Yo soy irrevocable, como el destino, en los negocios de disciplina”. Esto es indispensable para todo aquel que ejerce cualquier cargo de autoridad y debe ser aún más exigente con los que están más cercanos y sus familiares o amigos, pues éstos generalmente se aprovechan de la cercanía al poder para ejecutar acciones contrarias a lo que aconseja la prudencia y el irrespeto a las normas consagradas por las leyes hacen que los gobiernos se transformen en tiránicos y pierdan el respeto de la población causando una debacle que es imposible luego detener.

Otro aspecto tocado por El Libertador en carta al Angostureño Tomás de Heres desde El Cuzco, el 07 de julio de 1825 es el siguiente: “El que hace una vez un escándalo debe ser castigado para que no lo siga otro”. Esta debe ser una máxima para cualquier gobernante y en especial para aquellos quienes ejercen funciones en la justicia, porque su no cumplimiento produce un efecto nocivo, ya que empuja a la población hacia la desobediencia por observar la libre impunidad de los delitos, lo más pernicioso que existe en una población.

En el Decreto sobre arriendo y venta de las minas abandonadas que pertenecen al Estado, realizado en la población de Pucará en el Perú, el 02 de agosto de 1825, ya expresa su extrema preocupación sobre la salud económica de los países latinoamericanos en general y la pesada carga que sobre los hombros de sus ciudadanos, sobre todo los más pobres implica aún en nuestros días las deudas que dejan los gobiernos, al indicar: “Sobre el Gobierno de la República gravita una inmensa deuda; que debe procurar el Gobierno por todos los medios posibles la extinción de la dicha deuda”.

En carta a Bartolomé Salom, escrita desde Oruro, Bolivia, el 25 de septiembre de 1825, le refiere: “La justicia sola es la que conserva la República”. Siempre con su insistencia en la necesidad de preservar la justicia como arma fundamental para preservar las naciones y a sus ciudadanos. Al mismo personaje desde Potosí, Bolivia, el día 27 de octubre de 1825 le manifiesta: “Solo los malvados pueden profesar odio a la virtud”. Una lección del Libertador que se mantiene inalterable hasta el sol de hoy y que muchos se niegan a acatar.

En una nueva carta a Hipólito Unanue, esta vez desde La Plata en Bolivia, fechada el 25 de noviembre de1825, escribe a modo de sentencia: “La clemencia con el malvado es un castigo del bueno; y si es una virtud la indulgencia, lo es, ciertamente, cuando es ejercida por un particular, pero no por un gobierno”. Sería muy conveniente que todos los mandatarios recordaran estas palabras del Libertador, para impedir que campee la impunidad por nuestras naciones y ello impulse a los malvados a cometer las tropelías que acostumbran a realizar ante la escasa justicia que impera en Latinoamérica en general.

Para demostrar su desprendimiento, que no sólo fue de palabra sino de hecho, escribe a Santiago Costas, desde La Plata en Bolivia el 03 de diciembre de 1825, lo siguiente: “Mi deber me obliga a hacer mucho por la Patria, nada por mí mismo”.

En el Decreto sobre fomento de la enseñanza pública, promulgado en Chuquisaca, Bolivia el 11 de diciembre de 1825, expresa una vez más su acendrado amor por la educación como único medio de enaltecer a la población, sobre todo a la de menores recursos económicos, que sólo puede salir del atraso en que lo han colocado siempre los detentadores del poder político y económico durante toda la historia de la humanidad: “El primer deber del Gobierno es dar educación al Pueblo”. Igualmente pauta en dicho decreto, lo que le es más caro al Libertador: “La salud de una República depende de la moral que por la educación adquieren los ciudadanos en su infancia”. De la misma forma habla de un mal que hasta nuestros días es uno de los grandes frenos para el avance de nuestros pueblos: “Una gran parte de los males de que adolece la sociedad proviene del abandono en que se crían muchos individuos por haber perdido en la infancia el apoyo de sus padres”. No podemos comentar que comúnmente se dice que existe paternidad irresponsable, pero es mi deber acotar que así como existe en abundancia ésta causa de desajuste social no es menos cierto que la irresponsabilidad materna también juega un papel importante, ya que no es un secreto para nadie que a menos que exista una violación las relaciones sexuales son practicadas por una pareja de común acuerdo y en la actualidad no puede aducirse que “la mujer es engañada por el hombre”, ante tanta y tan profusa difusión de los métodos anticonceptivos de los cuales se disponen, aunque es un deber de los Estados educar a su población tanto desde el punto de vista sexual, incluyendo la posibilidad de contagio de las diferentes enfermedades de transmisión sexual, que cada vez se amplían más tanto en su conocimiento como en la manera de prevenirla (primordialmente por el uso del preservativo, que sirve para ambos fines: preventivo de enfermedades y de embarazos no deseados). Esta labor debe realizarse a través de la escuela, inclusive en primaria, por la alta incidencia de embarazos en mujeres de escasa edad (apenas al inicio de su etapa de la edad reproductiva, pasada la menarquia o primera menstruación).

En carta a su sempiterno enemigo el colombiano Francisco de Paula Santander, desde Magdalena, en el Perú, el 22 de febrero de 1826 le expresa: “Estoy bien resuelto a no mezclarme en este negocio ni en ninguno otro que tenga un carácter comercial”. Ello aclara el asco que tenía El Libertador a participar en cualquier negociación que le fuera planteada por sus allegados, pues el bien sabía que el servidor público siempre debe estar alerta ante las tentaciones que se le presentan durante el ejercicio de los cargos que detenta, ya que sobran los halagos, las lisonjas y las trampas que lo que buscan es hacerlo descender al nivel de quienes acostumbran medrar en la corrupción y procuran hacer que los más altos funcionarios gubernamentales se infecten de ese morbo tan extendido durante toda la historia de la humanidad. Al mismo individuo desde la misma localidad en fecha 07 de abril de 1826 le comunica como siempre acostumbró: “La gloria no es mandar sino ejercitar grandes virtudes”.

En su Mensaje al Congreso Constituyente de Bolivia, enviado desde Lima, Perú, con fecha 25 de mayo de 1826 les hace saber éstas sabias palabras: “Saber y honradez, no dinero, es lo que requiere el ejercicio del Poder Público”. De igual forma expresa aquí: “La verdadera Constitución liberal está en los códigos civiles y criminales y la más terrible tiranía la ejercen los Tribunales por el tremendo instrumento de las Leyes”. Igualmente indica en el mensaje: “La responsabilidad de los empleados se señala en la Constitución. Sin responsabilidad, sin represión, el Estado es un caos”. Otra parte del mensaje dice: “Todos hablan de responsabilidad, pero ella se queda en los labios”. Como es su costumbre acota otra guía para los congresistas: “He conservado intacta la Ley de las Leyes: la Igualdad; sin ella perecen todas las garantías, todos los derechos”. De igual forma les indica que: “Dios ha destinado al hombre a la libertad: él lo protege para que ejerza la celeste función del albedrío”. También les manifiesta aquí: “La Religión gobierna al hombre en la casa, en el gabinete, dentro de sí mismo: sólo ella tiene derecho de examinar su conciencia íntima. Las leyes, por el contrario, miran la superficie de las cosas: no gobiernan sino fuera de la casa del ciudadano”. De la misma manera debe resaltarles que: “El desarrollo moral del hombre es la primera intención del Legislador”. De esta forma les hace una serie de recomendaciones a los legisladores que habrían de redactar la Constitución que regiría los destinos de la nación que hoy lleva su nombre, al fundarla a partir del territorio del llamado Alto Perú.

El día 23 de diciembre de 1826 en epístola dirigida al General José Antonio Páez, desde la ciudad de Coro le recuerda que: “A la sombra del misterio no trabaja sino el crimen”. Algo que éste general no tomó muy en cuenta cuando años después al igual que otros jefes militares de los países que El Libertador ayudó a libertar lo traicionaron, persiguiéndolo hasta su exterminio. A éste mismo general le escribe desde la capital de Venezuela el 20 de marzo de 1827, quizás presagiando su traición que originó la fragmentación de Colombia la grande: “Los malvados no tienen honor ni gratitud, y no saben agradecer, sino temer”.

En el Mensaje a la Convención Nacional reunida en Ocaña, desde la ciudad de Bogotá, el día 29 de febrero de1828, emite una serie de conceptos que sirvieran de orientación a los representantes de las provincias que enviaron sus delegados: ”Dadnos un gobierno en que la ley sea obedecida, el magistrado respetado, y el pueblo libre”. Igualmente les manifiesta lo siguiente: “La energía en la fuerza pública es la salvaguardia de la flaqueza individual, la amenaza que aterra al injusto, y la esperanza de la sociedad”. De igual manera les advierte, siempre con esa palabra que trasciende a los tiempos y que parece adquirir carácter profético:

“La corrupción de los pueblos nace de la indulgencia de los tribunales y de la impunidad de los delitos. Mirad, que sin fuerza no hay virtud; y sin virtud perece la república”.

También le indica a José Antonio Páez y a la posteridad, desde Soatá en Colombia el 26 de marzo de 1828, algo que no fue ni ha sido tomado en cuenta por los diversos gobernantes que han manejado nuestros países, pues siempre se rodean de un coro de áulicos que más que censores de los posibles errores de los gobernantes, lo aúpan en sus despropósitos: “El modo de hacerse popular y de gobernar bien es el de emplear hombres honrados, aunque sean enemigos”.

En Carta a José María del Castillo, enviada desde Bucaramanga, el 11 de abril de 1828, le señala que: “Todo el cuerpo de la historia enseña que las gangrenas políticas no se curan con paliativos”. Otra expresión más de su afán por defenestrar las prácticas perversas de la corrupción y de la impericia de los funcionarios el Estado, que tanto daño le han hecho a nuestras Repúblicas a través de estos años. Igualmente escribe allí una gran verdad: “Es difícil hacer justicia a quien nos ha ofendido”.

El día 12 de abril de 1828 en carta al General José Antonio Páez, escrita desde Bucaramanga, Colombia le indica lo siguiente: “No quieren creer los demagogos que la práctica de la libertad no se sostiene sino con virtudes y que donde éstas reinan es impotente la tiranía. Así, pues, mientras que seamos viciosos no podemos ser libres, désele al estado la forma que se quiera”. Esto parece escrito para ser leído en los momentos actuales, puesto que no ha perdido vigencia.

En una nueva comunicación a José María del Castillo, desde la ciudad de Bucaramanga, Colombia, enviada el 15 de mayo de 1828, expresa tajantemente su firme disposición de hacer cumplir lo aprobado por el legislador: “Cuando la ley me autoriza, no conozco imposibles”.

En carta dirigida a José Manuel Restrepo desde Bucaramanga, Colombia el día 03 de junio de 1828, le expresa que: “Nadie es grande impunemente, nadie se escapa al levantarse de las mordidas de la envidia”. Esto lo hubo de sufrir nuestro Libertador durante gran parte de su vida, como les sucede a todo gran hombre y él más que nadie lo fue por todas las virtudes que lo adornaron.

En un discurso al Presidente de la Alta Corte de Justicia, de Bogotá, el 24 de junio de 1828, manifiesta que: “La libertad práctica no consiste en otra cosa que en la administración de la justicia y en el cumplimiento de las leyes, para que el justo y el débil no teman, y el mérito y la virtud sean recompensados”. Pocos magistrados recuerdan ésta verdad que más bien parece de Perogrullo.

De igual manera puede interpretarse el contenido de esta Carta a José Antonio Páez, enviada desde Bogotá, el día 26 de agosto de 1828, donde le expresa que: “Para que un pueblo sea libre debe tener un gobierno fuerte, que posea medios suficientes para librarlo de la anarquía popular y del abuso de los grandes”.

En carta a Cristóbal Mendoza escrita en Bogotá el 16 de septiembre de 1828 le indica: “La fortuna es nada delante de la virtud”. Se aprecia lo obsesivo que era Simón Bolívar ante los temas que estamos tratando.

En nueva carta al General José Antonio Páez, desde la ciudad de Bogotá el mismo día le indica:

“Necesitamos ahora más que nunca de la mayor economía posible en los gastos públicos”. Un error cometido desde siempre por los funcionarios públicos es el no cuidar el erario como si fuera su propio patrimonio o utilizarlo de manera irregular en gastos superfluos o peor aún, para su uso privado o de sus allegados o familiares.

En misiva dirigida a Francisco Carabaño, desde la ciudad de Bogotá el 08 de octubre de 1828 le escribe éstas dos citas memorables: “Los hombres de luces y honrados son los que debieran fijar la opinión pública”. Muy a propósito para ser recordada por los periodistas de la actualidad y la segunda, las muchas veces repetida por nuestro actual Presidente: “El talento sin probidad es un azote”.

En carta a José María del Castillo, enviada desde la población de Neiva (Colombia), el 06 de enero de 1829, le advierte que: “La destrucción de la moral pública causa bien pronto la disolución del estado”.

Y en carta a Estanislao Vergara desde la ciudad de Quito, Ecuador, del 27 de abril de 1829, profetiza lo que vemos con tanta frecuencia hoy: “La clemencia con los criminales es un ataque a la virtud”.

Igualmente su don profético se manifiesta en la carta que envía a José Ángel Álamo, desde Popayán, Colombia el 06 de diciembre de 1829, cuando anuncia: “Yo moriré como nací: desnudo. Vd. tiene dinero y me dará de comer cuando no tenga. Pronto llegará el momento, pues estoy resuelto a no mandar más”.

En el mensaje al Congreso Constituyente de Colombia (la Grande), desde Bogotá, el día 20 de enero de 1829, vaticina lo que le sucede hoy día a la mayoría de los países latinoamericanos: “La deuda pública, que es el cangro (cáncer) de Colombia, reclama de vosotros sus más sagrados derechos”. De la misma forma indica allí: “La justicia pide códigos capaces de defender los derechos y la inocencia de hombres libres”.

También en carta a Diego Ibarra, quien fue su edecán durante mucho tiempo le indica desde Cartagena, Colombia el 20 de septiembre de 1830, a muy pocos meses de su desaparición física una verdad incontrastable: “Es la desgracia del hombre el no contentarse nunca”.

De igual manera escribió a Pedro Briceño Méndez, uno de los próceres de la gesta independentista, desde Cartagena, el mismo día: Yo no pido por recompensa más que el reposo y la conservación del honor”.

En carta a Estanislao Vergara, desde Cartagena, Colombia le expresa: “A nadie se le debe forzar a obrar contra su conciencia y las leyes”.

El 09 de noviembre del año 1830, le escribe a Juan José Flores, desde Barranquilla, Colombia, las siguientes manifestaciones de pesadumbre, al presentir lo cercano de su muerte: “Los pueblos son como los niños, que luego tiran aquello porque han llorado”. De la misma manera le expresa: “El que sirve una revolución ara en el mar”. También le indica: “Desgraciadamente, entre nosotros no pueden nada las masas, algunos ánimos fuertes lo hacen todo y la multitud sigue la audacia sin examinar la justicia o el crimen de los caudillos, más los abandonan luego al punto que otros más aleves los sorprenden”. Todo lo dicho por El Libertador en éstas pesarosas palabras no reflejan más que la profunda decepción que ésta gran venezolano llevaba en su alma al aproximarse su partida de éste ingrato mundo que premió así todos los años de esfuerzos y sacrificios que el máximo héroe de nuestra nación consagró para lograr una hazaña sin precedentes en los anales de la historia, puesto que él no efectuó la guerra para conquistar naciones sino más bien para liberarlas de las pesadas cadenas a las que estuvieron sometidas por cuatrocientos años consecutivos y que a pesar de su esfuerzo aún no han podido ser rotas en su totalidad, porque otro imperio ha venido a sustituir al español.

Para finalizar en su última proclama, desde la hacienda de San Pedro, situada cerca de la ciudad de Santa Marta, en Colombia donde entregó su alma siete días después, el día 10 de diciembre del año 1830, declaró con infinita tristeza unas palabras que parecen salidas más bien de la Biblia: “He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono”. De la misma manera expresa: “Mis últimos votos son por la felicidad de la patria”. Así concluye el padre Libertador su peregrinar por éste mundo y como hemos demostrado siempre estuvo en su mente la lucha contra la corrupción, la injusticia, la pereza, la ignorancia, la falta de castigo al criminal y para ello todo el tiempo abogó por la aplicación de castigos severos, la formación y designación de jueces probos, la educación y el trabajo como base fundamental de la creación de las Repúblicas, desde su nacimiento, lo cual lamentablemente hasta hoy a casi dos siglos de su desaparición física aún no hemos logrado.

Otros grandes pensadores de la historia han escrito sobre éste tema tan apasionante.

El francés Francisco María Arouet, más conocido como Voltaire, quien vivió entre 1694 y 1778 decía: “El pobre no es libre, en todas partes es un siervo” De igual forma éste ilustre pensador proclamaba: “Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciéndolo todo por dinero”. En éstos dos pensamientos podemos vislumbrar que los extremos no son convenientes, ni es muy recomendable la pobreza y menos la miseria, que induce al ser humano a comportarse como un esclavo durante toda su existencia y tampoco es conveniente pensar que la única cuestión importante es el dinero, porque entonces nuestra ambición desmedida nos induce a adorarlo como a un Dios y ese Dios es el más innoble de todos, puesto que nos hace cometer toda clase de tropelías para conseguirlo, no importándonos a quien o a quienes atropellemos en el camino, aún a nuestro seres más queridos, que ya dejan de serlo.

Francis Bacon, inglés, quien vivió entre 1561 y 1626, manifestaba: “Nada induce al hombre a sospechar mucho como el saber poco”. Esta sentencia nos muestra que el ser humano necesita como al alimento corporal el alimento espiritual del conocimiento y que la educación como es bien sabido es precisa desde el vientre materno, pues se conoce que el feto al ser estimulado tempranamente aumenta sus posibilidades de desarrollo intelectual, por supuesto junto con otros factores que se precisan para un crecimiento y desarrollo adecuado del niño en especial durante los dos primeros años de la vida extrauterina, donde el aprendizaje es máximo e inalcanzable si se desperdician éstas primeras etapas de la vida humana.

Baltasar Gracián, quien vivió entre 1601 y 1658, decía que: “El mentiroso tiene dos males: que ni cree ni es creído”. Este es el gran drama que enfrentan las personas que acostumbran mentir, ya que al mentiroso nadie le cree y ellos por supuesto no pueden creerle a ninguna

persona, ya que por tratarse de personas que mienten habitualmente propenden a pensar que los demás son como ellos, que no pueden decir la verdad. El individuo que comete delitos de corrupción es un mentiroso pertinaz.

Ana Diosdado, nacida en 1943, al hablar sobre el tema indica: “La única manera de persuadir es decir la verdad”, esto viene a reforzar lo anteriormente expresado por Baltasar Gracián.

El sabio y filósofo español José Ortega y Gasset, quien vivió entre 1883 y 1955 decía que: “El revolucionario no se rebela contra los abusos, sino contra los usos”. Este es un concepto que debemos manejar en el país en éstos tiempos de revolución, donde es imprescindible cambiar las viejas estructuras y una de ellas muy enquistada en nuestra sociedad es la de la corrupción administrativa y del tráfico de influencias, donde para conseguir cualquier prebenda se utilizan las llamadas palancas, o sea los conocidos y se sobornan a los funcionarios públicos para lograr contratos que de otra manera serían imposibles de obtener.

El propio San Agustín, quien vivió entre los años 354 y 430 después de Cristo, expresaba que: “La peor ignorancia es la ignorancia de la propia ignorancia”. Esto es muy cierto, puesto que muchas personas son inconscientes de su falta de capacidad pata comprender algunos temas, en especial esto sucede con muchos profesionales, que pretenden no tener límites, causando daños a los seres que les rodean (un ejemplo patético lo somos los médicos, que en muchas ocasiones producimos la llamada iatrogenia, por tratar pacientes que superan nuestros conocimientos, en lugar de proceder a referirlos a otros más capacitados).

El máximo cinismo de un típico capitalista utilitario fue expresado por Thomas Alba Edison, estadounidense, quien vivió entre 1847 y 1931, quien expresó: Algo que se pueda vender, yo no deseo inventarlo”. Generalmente la mayoría de las personas piensan de ésta manera y por ello es que algunos que poseen bienes de fortuna desprecian tanto a quienes poseen sólo conocimientos, puesto que dicen que si ellos pudieron adquirir riqueza sin educación, no saben para que le sirve la educación a quienes no tienen dinero.

Al contrario el también estadounidense Benjamín Franklin decía: “Ser ignorante no es tan vergonzoso como rehusarse a aprender”. Este tiene que ser el verdadero sentido de la vida, puesto que la educación nos prepara más cabalmente para disfrutar de la vida, para el trabajo, para saber administrar los recursos de todo tipo que poseamos, para apreciar los diversos dones que nos proporciona el planeta en que vivimos, para conservar y no despilfarrar el tiempo y en fin para aprovechar al máximo estos preciosos instantes que constituye nuestro efímero paso por la existencia.

Otra concepción muy cínica de la vida la tenemos en el concepto que emite el estadounidense Thomas A. Murphy, nacido en 1915: “El negocio de la General Motors no es hacer autos si no hacer dinero”. Esta es una gran verdad que tiene su manifestación en nuestro país al observar cómo se comportan las Empresas productoras o más bien procesadoras de alimentos, quienes siempre han jugado, no solamente ahora, con el desabastecimiento y la especulación, pues no es nada reciente la escasez artificial de muchos rubros de la dieta del venezolano (leche, carne, huevos, arroz, azúcar y otros más) que desaparecen para luego reaparecer como por arte de magia cuando han logrado los objetivos previstos, generalmente lograr un aumento de precios, un subsidio o cualquier otro tipo de prebenda que siempre los gobiernos han tenido que otorgar ante los monopolios u oligopolios que existen y han existido siempre en el país. Los productores de alimentos, los industriales que los procesan, los transportistas que los trasladan y los comerciantes, tanto mayoristas como minoristas se comportan de manera similar, sin importarle absolutamente nada el hambre del consumidor y hacen causa común para lograr los objetivos que benefician a toda la cadena. Siempre se les ve quejándose de los exiguos márgenes de comercialización, pero no se les observa cerrar en definitiva “esos pésimos negocios” que todo lo que le dan son pérdidas y preocupaciones a sus atribuladas almas de buenos samaritanos, tan llenos de bondad que se les derrama de ese corazón que

más parece la bolsa de regalos de San Nicolás o Papá Noel, como ellos prefieren ser llamados.

Isaac Asimov, nacido en 1920, expresa con su gran visión futurista que: “Ninguna decisión importante puede ser tomada sin tener en cuenta no solamente el mundo como es hoy sino como será mañana”. Para ello debemos estudiar y prepararnos para poder adelantarnos al futuro, que se encuentra a la vuelta de la esquina y que cada día se hace más difícil de predecir por los tantos y tan variados cambios que se producen y la alta velocidad de las comunicaciones y del desarrollo de la tecnología que nos arrolla inmisericordemente, haciéndonos cada vez más obsoletos como especie y planteándonos retos que hasta el siglo pasado ni siquiera nos imaginábamos, como es la posibilidad de desaparecer como seres humanos si no somos capaces de pensar en cómo detener la serie de cambios climáticos que se producen en forma acumulativa y que pone en peligro al planeta como sistema ecológico, donde todos y cada uno de los seres vivos interactuamos y dependemos unos de otros para subsistir en ésta pequeña nave espacial que constituye nuestro planeta.

El venezolano Italo Pizzolante Negrón manifestó que: “Nadie tiene el monopolio de la razón ni la exclusividad de la mentira”. Este pensamiento está de acuerdo con todo lo revisado hasta el momento y nos lleva a reflexionar en la importancia de medir cada una de nuestras acciones y a no depender ciegamente de los demás y más bien a valernos cada vez más de nuestros propios recursos, en especial de los conocimientos, aunque tenemos que pensar también en que no existe autarquía ni en las personas ni en las naciones y como se señaló antes en el planeta todas las especies interactuamos y dependemos unos de otros, desde el fitoplancton y el zooplancton hasta la enorme ballena azul que sobrevive ingiriendo éstas minúsculas partículas de alimento, por supuesto en cantidades fabulosas. Igualmente nosotros los seres humanos dependemos de las demás especies animales y vegetales para nuestra alimentación y para el mantenimiento de la vida en un planeta que cada vez por culpa nuestra se hace más y más inhabitable.

Para finalizar con esta tanda de pensamientos H. Maret expresa que: “La malicia de los unos nace casi siempre de la estupidez de los otros”.

Es indispensable que nos preparemos mentalmente para enfrentarnos a un mundo cada vez más complejo, donde los retos que tiene la humanidad son cada vez mayores, donde la supervivencia del ser humano como especie está amenazada y nuestro escaso análisis cortoplacista no nos permite ver más allá de nuestras propias narices. Me permito decir mi propio pensamiento, sin duda nada original pues es extraído de pensamientos de otras personas: “En nuestro país y quizás en todo el mundo lo importante se ve atropellado por el tren de la urgencia, manejado imprudentemente por el conductor de la mediocridad”.

(*) DR.

CIUDAD BOLÍVAR, 18 DE AGOSTO DEL 2011.

juanstaback@gmail.com


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