¿Hasta cuándo Canán, Hugo?

Mientras predicas cual Pastor el camino y la salvación de Cristo, la felicidad de la Patria mediante el socialismo, mientras insistes como padre íntegro para alejar de lo perverso y del “corazón solitario” al hijo adorado, mientras urges a los venezolanos hacer la revolución en lo cotidiano, en las pequeñas cosas… , ay, Hugo, Richard Canán pisotea, acosa y despide a quienes en el Ministerio del Poder Popular para el Comercio y sus organismos adscritos, siguen el ejemplo de trabajo, desprendimiento y militancia del querido Ministro destituido: el Camarada Eduardo Samán, en quien la gratitud del pueblo no distingue respeto de electorales coyunturas.

Ayer me enteré del despido de Víctor Barata y otros compañeros; y es que no pasa un mes, ¡un mes! donde no esté un grupo al pie de la defenestración y en la lista de Canán.

Si conocieras a Víctor, Hugo. Víctor pertenece a los seres cuya dedicación a la misión se convierte en alegría y placer. Víctor es el hombre que palpita en tu prédica, su empeño no tiene horario, el precio de su labor constante sólo puede estimarse por el costo de una Revolución: la oportunidad de vida inesperada que no puede suprimir la ciencia al servicio del Pentágono.

Si ves a Víctor Barata, seguramente en tu abusivo e innegable humor creerás estar al frente del Sargento García, de algún chichero ignoto o tal vez del carnicero de un expendio al comienzo de la Avenida Sucre. Samán lo llamaba: “alma pura y leal”; su rostro, ante la preocupación y la angustia por el ilícito enemigo, parecía llenarse de aliento y con un dejo de inmensa confianza, decía: “Dime, Víctor…”, sin reunión o llamada pendiente, sin agendas donde lo urgente sacrifica lo importante.

Nada más que mirándote, cerca de ti, Hugo, en la caravana del 23 de Enero, te escucho decir: “Hacer la revolución en todo…, en el comercio…” ¿Revolución en comercio con Richard Canán? La verdad no puede convivir con la mentira. En la Venezuela del consumo obsesivo, de la marcamanía llevada al delito y a la sorna de la mediación, del Centro Comercial hecho templo y altares sus vitrinas, del resuelve como práctica e ideología, Canán y sus secuaces son inútiles e imperialistas.

Si alguien te expusiera el alcance y la importancia estratégica del Comercio para la construcción de la Patria Socialista, tu tiempo del cafecito, en esos segundos de no ser Presidente, de ser simplemente, Hugo, seguramente cavilando murmurarás el célebre: “Asumo mi responsabilidad”. ¡Asúmela rápido, Hugo! ¡Asúmela aún después del 26!  De todos es inmensa tu palabra.



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Antonio Rodríguez


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