Las bondades del capitalismo neoliberal

Sapos y ratones, el nuevo menú de los argentinos más pobres

BUENOS AIRES.- En el país del churrasco y otras delicias entregadas por 50 millones de vacas que pacen a su antojo, hay gente hambrienta que come ratones, sapos, culebras, y gatos. La desesperación les obliga a tragar esas carnes, innobles para la gastronomía occidental, sazonadas a conveniencia. El bistec de caballo para muchos se ha convertido en un manjar.

Argentina es el primer exportador mundial de soja, girasol, aceites, peras, manzanas, miel y, a nivel global, ocupa el quinto lugar entre los países productores de alimentos. La tierra fértil de sus campos actúa como un prodigio de la naturaleza y da de comer a 300 millones de personas repartidas por todo el planeta.

Sin embargo, fronteras adentro este país condena al hambre extrema a nueve de sus casi 38 millones de habitantes. Lo peor de este crimen es que las víctimas en su mayoría son niños y adolescentes.

"El caballo es más rico que el sapo", confesó Ariel, un alumno de la escuela 65 del barrio IAPI, en la localidad de Quilmes, una de las más carenciadas del conurbano bonaerense.

-¿Cómo diferencias la rana del sapo?, le preguntaron.

-Por el gusto. Una tiene gusto rico y otro no tanto. Y es más duro el sapo, contestó.

La nueva cocina de la miseria en Argentina -con un 53% de su población hundida en la pobreza- fue revelada por el diario Página 12 en un informe aterrador. Allí se detallan las recetas para guisar cada uno de los animales que cazan en los arrabales de las villas miserias (chabolas).

Pepe, un vecino de IAPI, enseñó el modo de asar el gato. «Hay que ser paciente: una hora de cocción, vuelta y vuelta, a fuego lento. Puede condimentarse con ajo o con otra cosa, eso va de acuerdo al gusto de cada quien».

Aunque por supuesto nadie se jacta de ello y ni siquiera lo admite en público, en el barrio IAPI la gente sabe que algunos han comido ratones. Los cazan al borde del basural o a orillas de la pestilente laguna usada como depósito de aguas fecales.

La señora de Quiroz, asistente del gabinete psicopédagogico del colegio, escuchó la confesión de una madre exasperada que sirvió carne de roedor a sus hijos. «Ella asegura que los lava primero con lavandina (lejía) y que antes de matar de hambre a los bebés, prefiere darles eso».

Enfermedades

En 2001 se detectó peste en este vecindario. Hubo casos de leptospirosis y hantavirus, las infecciones que contagian las ratas y ratones.Los vecinos se alzaron en protesta y cortaron las rutas para exigir al alcalde Fernando Geronés -imputado en una causa judicial por corrupción- que se fumigue la zona con raticidas.

Ante esa preocupante ola culinaria, la directora del colegio, Beatriz Hamari, organizó una excursión por el barrio y sus alrededores junto a la profesora de Ciencias Naturales para detectar qué ocurría. «Enseguida advertimos una cosa curiosa: han desaparecido los gatos y casi no quedan cuises (roedores limpios)».

De todos los bichos posibles de cazar y llevar a la cacerola el favorito, por aplastante mayoría, es el caballo. Cuando algún rocinante arrastra un carro por la calle y cae al suelo enfermo, o atropellado por un coche, enseguida aparece una legión de vecinos dispuestos a faenarlo con sierras y machetes.

Inclusive en los barrios de San Francisco Solano y Villa Domínico ya hay carnicerías especializadas en vender carne de equinos y cada vez son más frecuentes los robos de ese animal para su entrega a matarifes.


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La fuente original de este documento es:
El Mundo (http://www.elmundo.es/2002/09/16/mundo/1228827.html)



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