El cerebro quemado: Respuesta al articulo de Rafael “ocioso” Cabrices en "Todo en domingo"

Ya en pretéritas ocasiones hemos respondido a los espasmos grafológicos del infame Rafael “Ocioso” Cabrices. No hay página más obsoleta y absurda que el compendio de “líneas” borrajeadas por el citado autor, bajo el remoquete de “La Vida Sigue”, y que son publicadas en algún recoveco de la trivializante revista “Todo En Domingo”, encartada en “El Nacional”.

Envuelto en su fabulosa miopía discursiva y analítica, “Ocioso” Cabrices se ahoga en una alberca tupida de grafemas insípidos e histéricos; las pocas neuronas habitantes de su masa encefálica hacen “cortocircuito” cuando el actual contexto político vernacular es el sujeto de la argumentación. El olor a papel periódico en llamas es penetrante y nauseabundo.

Primero fue su tratado insolente acerca del Bolívar Fuerte y la bufonada sintagmática para con nuestros próceres independentistas. Ejemplar “vendepatria”. Más tarde vino el “mea culpa” donde intentaba remendar los desatinos anteriores y, por el contrario, metía más las extremidades en las honduras del malinchismo. Hoy nos ocupa la payasada con olor a formol y en papel “glasé”, titulada “El Carro Quemado”, correspondiente al 7 de junio de 2009, página 10. Un entramado de convulsiones léxicas estupidizantes, que devela un obcecado y demencial antichavismo de salón de peluquería.

En un pertinaz despliegue de negligencia o descaro, “Ocioso” Cabrices se sirve de la imagen de un automóvil achicharrado a las puertas del Rectorado de la UCV, para arremeter contra los factores revolucionarios que hacen vida dentro de nuestra Alma Máter. Así pretende proyectar un hecho particular y puntual dentro de la Universidad, para generalizar en el ámbito de la conducta de los seguidores de la Revolución Bolivariana. Cuando se escribe por simple “ociosidad”, la telaraña semántica puede transformarse en una trampa inesperada para el “francotirador literario”.

En el primer párrafo del ¿artículo? “El Carro Quemado”, leemos: “(…) El carro asignado a una de las autoridades de la UCV había sido robado a punta de pistola y luego conducido como una antorcha [¡qué vomitivo!] hacia la puerta del Rectorado, en la víspera de la marcha universitaria del 20 de mayo […] Flanqueado por tiras de seguridad amarillas [¡CSI, Rectorado!], decenas de personas lo miraban […] el personal de la UCV recogía los destrozos. Cerca, varios jóvenes chavistas [¿?] se dedicaban a insultar a todo el que pasaba por delante (…)”.

Con absoluta irresponsabilidad y ligereza, “Ocioso” Cabrices se aventura en establecer juicios “a priori” y acusa sin tapujos a los estudiantes “chavistas” de la UCV, de incitar a la violencia y a la anarquía dentro del campus universitario. Según él, los estudiantes “malos” (los chavistas) pretendían sabotear la “inocente” marcha de los vándalos de Bandera Roja, Primero Golpista, 100% Pitiyanquis y sus derivados. Habría que inquirirle a “Ocioso” Cabrices: ¿quién se beneficia del caos en la Ciudad Universitaria? ¿Quién saca provecho del desorden y el vandalismo dentro de la UCV: el Gobierno Revolucionario o la “oh-posición” golpista?

Hasta donde sabemos, las autoridades de la UCV son las RESPONSABLES de la seguridad intramuros en el marco jurisprudencial de la autonomía universitaria, por lo cual la rectoría y la plana mayor de la Máxima Casa de Estudios deben responder por su ineptitud ante la consumación de graves delitos como: la quema de vehículos, los atentados a la integridad física de los camaradas del M-28 y el porte ilegal de armas dentro de la UCV. El autor “Ocioso” no menciona nunca el hostigamiento instrumentado desde las altas esferas del poder administrativo y académico, para silenciar a los estudiantes simpatizantes del proceso bolivariano en la Universidad Central. Según él, el carro quemado frente al Rectorado es el alfa y el omega, el “non plus ultra” de la belicosidad promovida por el “rrrégimen”.

Si un tarado estructural como Rafael “Ocioso” Cabrices estudió en la UCV –algo que pongo en duda- o tiene entre sus conocidos a algún ucevista, ¡carajo!, debería saber que los instigadores de la zozobra en la Universidad Central siempre han sido los grupúsculos de la impresentable Bandera Roja. Organización de ultra-izquierda venida a menos en años recientes, Bandera Roja ha tomado la Ciudad Universitaria como trinchera para la sedición y la desestabilización de la Revolución Bolivariana. Ellos son los que actúan con completa impunidad dentro de las instalaciones universitarias y se han constituido en brazo armado de la “oh-posición” reaccionaria (dentro y fuera de la UCV), desde que Bandera Roja se deslindó del movimiento bolivariano hace casi una década. Por tal razón, quien afirme que los “chavistas” somos el elemento de distorsión de la convivencia estudiantil en la UCV, o es un tremendo ignorante de la realidad universitaria o está patentando una vil falacia del tamaño del reloj de la legendaria Plaza. ¿Ves que no das pie con bola, “Ocioso” Cabrices? Mejor pregúntale a Bandera Roja acerca del “carro quemado”.

Quizás la disociación le ha fundido la cabeza al “ensayista fallido” y su memoria ¿selectiva? no trae a colación quiénes son los connotados fascistas de la “Central”. ¿Será que se acuerda de las manifestaciones “estudiantiles” en rechazo a la enmienda constitucional, en 2007? Una de esas marchas “pacíficas” de pupilos burgueses, de “etiqueta” y con hedor a Chanel y a Calvin Klein, fue la que casi incendia –en una tarde de perros- la Escuela de Trabajo Social de la UCV, lo cual hubiese provocado la muerte de cientos de estudiantes que se hallaban literalmente sitiados en el lugar. Un ensañamiento artero y cobarde en contra de un icono combativo y consecuente de nuestra Universidad; los “hijitos de papá” de la UCAB, la USB y la Metropolitana, iban envalentonados a demostrar sus abyectas cualidades pirómanas frente a un edificio repleto, en su mayoría, de mujeres indefensas y aterrorizadas. Esa es la “gallardía” de la (de) generación de relevo de la “oh-posición”, míster “Ocioso”. En añadidura, los “niños-bien” del Este no tenían ni la más mínima idea de que estaban destrozando un Patrimonio Cultural de la Humanidad, declarado por la UNESCO en 2000. Intoxicados de un antichavismo delirante y obsesivo, desconocían ellos que, aparte de un acto de salvajismo epopéyico, cometían un crimen contra la especie humana y su acervo histórico. Porque así es la “oh-posición” Made in Venezuela: si es para “acabar” con Chávez, no importa lo que deban llevarse por delante. Así lo hicieron con PDVSA durante el paro-sabotaje de 2002 y 2003.

A pesar de los eventos antes descritos, nunca vimos al arrastrado de “Ocioso” Cabrices explayarse en una “sesuda” cavilación para condenar, enérgicamente, la brutal agresión contra un patrimonio arquitectónico universal. ¿Dónde estaba para entonces el escritor de marras? ¿Quemándose la tête con alguna hierba prohibida? ¿Defendiendo los derechos del pato silvestre en Nueva Zelanda? ¿Midiendo los niveles de radioactividad en algún inhóspito atolón? ¡No me jodas!

En el tercer párrafo del bodrio narrativo titulado “El Carro Quemado”, el opinador “sin oficio” trata de fijar un paralelismo entre el lamentable suceso del automóvil frente al Rectorado de la UCV y un supuesto acto vandálico que él atribuye a “los chavistas”. De acuerdo con su retorcida perspectiva cronológica, el “Ocioso” habla de una camioneta que fue robada y embestida contra el antiguo edificio de “El Nacional”, en el centro caraqueño. Él sitúa la acción en la jornada del 9 de junio de 2005, “cuando el CNE anunció que sí había firmas suficientes para convocar el [sic] referendo revocatorio presidencial [¡!] (…)”. A éste seguro no lo aceptaron en el zoológico, cuando chiquito, por ser DEMASIADO ANIMAL. Con el perdón de los animales.

Primero, habría que dudar en demasía de la precisión de los datos ofrecidos por Rafael “Ocioso” Cabrices en sus textos, ya que por lo general son falsos o, cuando menos, severamente inexactos. Anteriormente le he refutado un par de artículos y no hace falta harto esfuerzo para ponerlo “en evidencia”. ¿Por qué debería asumirse como cierto lo que afirma esta vez, si ya hay un patético precedente?

Segundo, la fecha en la que el CNE decidió llamar a referéndum ratificatorio, al comprobarse un número suficiente de firmas válidas por parte de la “oh-posición”, fue el 8 de junio de 2004, ¡NO en 2005! ¿En qué galaxia anda “Ocioso” Cabrices? ¿Será que no aprende la lección de contrastar la información con fuentes confiables y precisas? ¡Dioxxx!

Igualmente, en caso de que fuese verídico el altercado de la fulana camioneta, es de dominio público el prontuario de “atentados” sospechosos de los cuales han sido ¿víctimas? las antiguas sedes de “El Nacional” y el extinto “Así Es La Noticia”. Muy similares a la “granada” de Globoterror y a la “espoleta” de Ramos Allup. No me vas a provocar, no me vas a provocar. A otro con ese cuchillo de cartón, monsieur “Ocioso”.

En la parte final de “El Carro Quemado”, el autor no desperdicia espacio para ser más cursi y ramplón, lo cual es una característica apabullante de su “genética discursiva” que lo hace único e insuperable. ¡Vaya que lo es! El apátrida transcribe: “(…) [Los chavistas] Roban algo y lo arrojan contra una puerta, pero no terminan de lograr lo que quieren. Sólo causan daño y asco […] mientras la gente honrada y valiosa que apoya a Chávez sigue haciendo silencio (…)”.

¡Jajaja! Una inocua y miserable analogía basada en los más aberrantes prejuicios clasistas y étnicos (chavistas ladrones y marginales), da paso a una “jaladita” para los valiosos y honestos ciudadanos que aún aplauden al “rrrégimen”. Magna contradicción. ¿Una súplica desesperada porque del lado de “allá” no hay ni valiosos ni honestos? Tal vez “Ocioso” Cabrices ya fue blanco de “Cabeza de Motor”, alias Oscar Pérez, y no desea soltar prenda. ¿Le robarían el “cerebro” electrónico de la máquina? Quién sabe.

La última flor de la corona la ofrenda el “prosista de tercera categoría” con la secuencia siguiente: “(…) Esa imagen del carro […] se ha estado regando de celular en celular. Dice más que cualquier análisis sobre lo que tenemos por “gobierno”. Es una mancha negra en el corazón de la civilización venezolana. Una mancha que hay que lavar”.

Primero, el propio ¿ensayista? reconoce –sutilmente- que la “humeante” gráfica del vehículo fue un frívolo archivo adjunto recibido en su teléfono móvil. Jamás estuvo en la UCV y nunca avistó las belicosas bandas armadas de “chavistas”. ¡Mentiroso, mentiroso!

Segundo, una construcción sintáctica engañosa y la proximidad entre “gobierno” y “mancha”, resaltan una ambigüedad nada casual en la intencionalidad. La “mancha” podría ser el “gobierno”, al igual que el “carro quemado”. ¿Qué es lo que hay que “lavar”? ¿El gobierno o el carro quemado? Uno conduce al otro y ambos son elementos semánticos interdependientes, gracias a la pluma cizañera del “Ocioso”. “Lavar” sería una manera más diplomática y aséptica de pronunciar infinitivos como “desaparecer”, “anular” o “extirpar”. ¿No es así, “Ocioso” Cabrices?

Por muy democráticos y tolerantes que se vendan, a mamarrachos como el “Ocioso” siempre se les desliza la careta. El anhelo más acariciado de “entidades nulas” como él, es EXTERMINAR de la faz de la Tierra cualquier vestigio de “chavismo”. Sólo que él es poco menos que un microbio ante la magnanimidad de la dialéctica marxista, de la dinámica revolucionaria y del devenir científico del antagonismo de clases.

Para “lavar la mancha” harían falta millones de balas y mucha sangre, monsieur “l’écrivain”. Rafael “Ocioso” Cabrices tendría que empuñar un fusil e irse a la lucha armada, a la clandestinidad. Pero como el culillo es la moneda corriente de cambio en las filas oposicionistas, sabio sería concluir que eunucos como “Ocioso” Cabrices son eficaces inútiles, tanto en el frente de batalla, como en la batalla de ideas. ¡Excelso “cerebro quemado” con kilometrajes de cultivada sandez!


(*) Tesista de Idiomas Modernos en la UCV
elinodoro@yahoo.com


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Adan Gonzalez Liendo (*)

Traductor, corrector de estilo y locutor

 elinodoro@yahoo.com      @rpkampuchea

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