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*** La película de Mel Gibson sobre la pasión de Cristo es una producción comercial con fines de lucro y no una obra artística propiciadora del ascenso humano.

No he visto ni quiero ver la película de Mel Gibson sobre la pasión de Cristo. Me basta la lectura de los innumerables comentarios, favorables y desfavorables, que por más de un mes se han publicado en toda la prensa occidental, más el análisis realizado por importantes centros de investigación sobre el valor informativo decreciente de los mensajes transmitidos por los medios masivos de comunicación. Por lo menos desde la II Guerra Mundial, Hollywood ha sido más un instrumento de propaganda política, que un centro de producción artístico. Y tengo la convicción que este “film” es parte de los mecanismos alienantes en uso para crear el ambiente conflictivo necesario para la política belicista de los neoconservadores. El uso de imágenes escatológicas para satanizar ciertas actividades o grupos, como el que se hace en esta obra, ha sido un artilugio característico de esta propaganda belicista para crear temores que provocan reacciones agresivas. La respuesta favorable a la película de la mayoría de los altos prelados católicos y el rechazo de los rabinos judíos son indicativos de la eficacia de la obra de Gibson en el logro del fin perseguido. Sin dudas, ambas corporaciones “religiosas” requieren del martirologio como mecanismo para controlar sus fieles. Hacen culto de la muerte, no glorifican la vida.
Lógicamente, las razones de Gibson, a pesar de su catolicismo practicante, poco o nada tienen que ver con esta política. Sus intereses, como esta claramente demostrado por su producción fílmica, son esencialmente económicos y no políticos. Pensar que los medios son “la causa” del cuadro conflictivo presente, como lo hace el gobierno venezolano, es simplemente distraerse, intencional o inocentemente, de las variables estructurales y coyunturales que están en la raíz de la situación. La acción de los estamentos conservadoras, sustentada en la consideración social, sobre bases etnoculturales, religiosas o corporativas, tiene mucho más peso en el planteamiento de este cuadro, que la realizada por las clases propietarias y lucrativas, entre las cuales figuran los dueños y “ejecutivos” de los medios. Estos han venido destruyendo sistemáticamente las bases lógico-doctrinales de estos estamentos, para crear la cultura del consumo, no importa de que tipo de producto, incluyendo los materiales bélicos. Allí radica el fortalecimiento de su poder. Su adversario fundamental es justamente ese sector conservador que le coloca límites a sus fines lucrativos con sus códigos éticos inflexibles. Y, así como relegaron a la “aristocracia de la sangre”, hoy convertida en reliquia histórica, así están aislando las cúpulas hierocráticas (religiosas) y las que expresan los nacionalismos etnoculturales – no el nacionalismo republicano – a través de la aplicación de la racionalidad científica de la cual se han apropiado para sus fines. La película comentada es la explotación del conocimiento de la psicología social en provecho de una empresa comercial


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Alberto Müller Rojas


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