Un mismo paramilitarismo encubierto: Los “pajaros” de Chulavita y los “soldados campesinos” de Colanta

Viernes Santo 9 de abril
Especial para ARGENPRESS y VEA en homenaje a mi padre

Primera Parte: Ospina Pérez gestor original del paramilitarismo en Colombia

Son, en este momento en Caracas, las tres de la tarde del Viernes Santo 9 de abril. A esta misma hora moría Jesús en la cruz ofrendando su vida por la salvación de la humanidad. La gente a mi alrededor no interrumpe su jolgorio al pie de la piscina del hotel. Solo el locutor, que canta los números de un bingo, al sacar el número 33 le recuerda a los parranderos piscinistas, a través de los altoparlantes que chillan a todo volumen, que esa era la edad en que murió Cristo. En medio de aquella paradójica escena el teléfono interrumpe mis adoloridas reflexiones. Es la voz del Presidente Chávez que, en gesto generoso y profundamente humano, me llama para solidarizarse con mi dolor, nunca cicatrizado, por el asesinato de mi padre, Jorge Eliécer Gaitán, a manos de la CIA en el complot que llamaron Operación Pantomima. El Presidente me recita de memoria las últimas palabras pronunciadas por mi padre a la una de la mañana del 9 de abril de 1948, como colofón a la defensa que mi progenitor hiciera al honor militar encarnado en el teniente Cortez, a quien la justicia sindicaba por haber asesinado a un periodista que se ensañó contra la oficialidad colombiana porque esta se negaba a hacerle eco a la voluntariosa política represiva del gobierno oligárquico colombiano de turno. Esta defensa, que tanta vigencia puede tener hoy en Venezuela, concluyó con las palabras de mi padre recitadas de memoria por el Presidente Chávez: “Cristo fue un hombre honrado, y sin embargo murió sacrificado por el odio de sus perseguidores, sin que menguara el brillo de su vida consagrada a la redención de los oprimidos”.

Origen del paramilitarismo en Colombia

Mucho tiene que ver el surgimiento del paramilitarismo colombiano con el intento de la oligarquía nacional de frenar el movimiento popular que lideraba mi padre.

En 1946 triunfa en las elecciones presidenciales el candidato conservador Mariano Ospina Pérez, pero se trata de una victoria pírrica para el establecimiento, pues el triunfo del Partido Conservador solo representa la caída del gobierno de la oligarquía liberal pero, a su vez, la posibilidad de que el pueblo liberal se lance a la conquista del poder, ya no al servicio de una casta dominante, sino en beneficio de una clase social hasta entonces explotada: el pueblo. Es así como mi padre, al finalizar la jornada electoral que le dio el triunfo a Ospina, lanzará su famosa consigna: “HOY COMIENZA LA LUCHA”, mientras que el candidato liberal oligárquico huye desmoralizado a Europa para morir poco tiempo después abandonado por los miembros de la clase dirigente.

Es, entonces, ese 5 de mayo de 1946 cuando se dispara el asombroso crecimiento del gaitanismo y su avance incontenible hacia la victoria total. Para frenar aquel vertiginoso ascenso, el Presidente Ospina, por conducto del jefe de la policía, el Coronel Virgilio Barco, opta por contratar policías en calidad de “asesinos a sueldo” para gestar un genocidio sistemático y generalizado contra el pueblo gaitanista. La mayoría de estos sicarios-policías son enganchados en la vereda de La Chulavita en el departamento de Boyacá, con el argumento que consta en una carta escrita por el coronel Barco donde declara que de allí se escogen a los asesinos porque es una vereda de gente especialmente sanguinaria.

Como lo demuestra el Archivo Gaitán, que contiene la correspondencia recibida por el Líder Popular a lo largo de su carrera política, las primeras víctimas de aquel deliberado, sistemático y generalizado genocidio son “gaitanistas conservadores”, lo que contradice radicalmente la idea generalizada por los historiadores cortesanos de que se trató de un enfrentamiento bipartidista o una treta de los latifundistas para desplazar a los campesinos y acrecentar sus latifundios. ¡No! El origen de esa violencia es netamente política y de clase: la oligarquía liberal-conservadora aunada indisolublemente busca frenar por medio del genocidio el avance del gaitanismo. Los resultados colaterales de índole social y económica, como el desplazamiento campesino y el subsecuente robo de sus tierras, son una consecuencia, pero no están al origen del fenómeno. El Archivo Gaitán lo comprueba en forma contundente y no es otra la razón de la persecución sistemática del gobierno para hacer desaparecer este acervo probatorio de la alianza de la oligarquía colombiana para liquidar, mediante el genocidio, al pueblo gaitanista en marcha hacia el poder.

Como aquel genocidio inicial resultó infructuoso en el propósito de frenar el avance del gaitanismo, el gobierno opta por apelar a la CIA para ejecutar la llamada Operación Pantomima que se encargará de ejecutar el magnicidio de Gaitán.

La insurrección popular no se hizo esperar. Es entonces, después de la muerte de Gaitán en 1948, cuando el gobierno de Ospina contrata a Scotland Yard para reestructurar la Policía Nacional en su papel de brazo armado para el uso de la violencia como herramienta de represión contra la lucha política popular.

Scotland Yard le recomienda al gobierno de Mariano Ospina Pérez que debe crear un cuerpo independiente de la policía, para que esta no pueda ser señalada como autora de la violencia. Surge así, en 1948, el paramilitarismo, fórmula de represión aparentemente autónoma y sin conexiones explícitas con el gobierno, aún cuando no menos financiada y dirigida por las autoridades legales.

Aquellos paramilitares continúan siendo reclutados en el Municipio de Chulavita, pero ya no enganchados oficialmente como policías. Aparece lo que en la jerga colombiana se llamarán “los pájaros” que, financiados y dotados por el gobierno, operan aparentemente como supuestos dirigentes sectarios conservadores. Se trataba de otra “pantomima” monstruosa, con una versión digna de Pilatos, versión que se ha abierto camino a través de la trivialidad de ensayistas y periodistas a sueldo y de columnistas correveidiles de las mentiras lanzadas al desgaire en forma reiterativa por sus verdaderos inspiradores hasta convertirlas en verdades del imaginario colectivo. Así, una violencia generada deliberadamente por las clases dirigentes se transformó, en manos de los “intelectuales” y “académicos”, en una guerra bipartidista protagonizada, según ellos, por el humilde pueblo liberal y conservador. Así quedó salvado de toda culpa el gobierno de Ospina Pérez a quien Gaitán había señalado en su Oración por la Paz como RESPONSABLE DE LA VIOLENCIA en alianza con la oligarquía liberal-conservadora. Gaitán terminará esa Oración sindicando directamente al Presidente Ospina a quien le dice: “Malaventurados los que desde el gobierno, tras la bondad de las palabras. esconden el rencor contra su pueblo, porque ellos serán señalados por el dedo de la ignominia en las páginas de la historia”.

¿De cuál historia hablaría mi padre? porque la historia de los ensayistas e “investigadores” de izquierda, centro y derecha son unánimes en señalar que se trató de un enfrentamiento sectario liberal-conservador a manos del pueblo humilde. ¡Que la historia los juzgue por lavarle las manos al asesino Ospina, inculpando al pueblo de la violencia en Colombia!



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Gloria Gaitán


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