Arturo Uslar Pietri, señor Presidente, quiso sembrar el petróleo pero para entregarlo a las compañías…

Los latinoamericanos deben aceptar las

virtudes económicas de la cultura

capitalista como cualidades necesarias del hombre.

Richard Hofstadter



Los radicales de Primero Justicia, los ultraderechistas como Alejandro Peña Esclusa, Oswaldo Álvarez Paz, Ramón Escovar Salom o el finado cardenal Rosalio Castillo Lara, con todas sus acciones, no llegaron a ser tan efectivos en sus argumentos para imponernos la dominación capitalista, como sí lo consiguió Arturo Uslar Pietri. Don Arturo no hubiese vacilado en absoluto en unirse con toda su alma a la campaña neoliberal mundial que durante todo 2007-2008 han estado promoviendo José María Aznar, Mario Vargas Llosa, Vicente Fox, Rafael Toledo, Alan García, Álvaro Uribe y el rey Juan Carlos, contra el Presidente Hugo Chávez. Es cierto que al señor Uslar le dieron el Premio Príncipe de Asturias, como también le concedieron el Premio Internacional de Periodismo Rey de España a Patricia Poleo, a Venevisión y a Luis Alfonso Fernández, por sus macabras manipulaciones mediáticas intentando derrocar a nuestro Presidente.

Recuerdo igualmente, que conocí bastante a don Arturo con quien me carteé muchas veces, correspondencias que aún conservo y que algún día daré a conocer a la opinión pública. También en ellas se verá por qué nos distanciamos.

No deja de sorprender la habilidad que tuvo este hombre para promover a todos los partidos contra nuestros más sagrados intereses, durante medio siglo. Acabó siendo el supremo oráculo de la nación y el ente moral y humano más representativo de nuestra cultura, de nuestra identidad, y un recio defensor de las compañías petroleras. Fueron éstas quienes les dieron una curul para que les defendiera desde el Senado de la República. Justificaba Uslar Pietri lo poco que nos pagaban por nuestro petróleo aduciendo que las compañías tenían que gastar mucho dinero en sus actividades de exploración; justificaba la apertura petrolera y por ende que se le diesen más concesiones para continuar con esa política de expoliación salvaje de nuestros recursos. De modo que su verdadera tesis en cuanto a hidrocarburos es: “Siembra petróleo y cosecharás buenas concesiones para tus máximos gerentes”.

Durante el gobierno de Raúl Leoni, Uslar y su grupo, desde el Congreso de la República, se opusieron ferozmente junto con todos los sectores de la oligarquía a que se modificase la Ley de Impuesto sobre la Renta, a fin de que no se pudiese pechar a las grandes empresas. Fue él la cabeza de la Junta Directiva de Seguros la Seguridad cuando la empresa comenzó a hacer aguas por la crisis financiera de 1993, y entonces corrió a pedirle auxilios al gobierno, quien prestamente se los entregó. Después le darían tribuna en todas partes para decir que el país era un desastre, un desorden, un caos por el reparto de beneficios y prebendas a los más poderosos. Fue Uslar el de la expresión: “Lusinchi es un hombre de abundante corazón”[1]. Don Arturo no fue sino un crítico de la corrupción de los dientes para afuera[2], no podían los poderosos de los partidos halagarlo porque se conmovía hasta las lágrimas. Todos los gobiernos le dieron buenos cargos y exquisitas atenciones desde que tumbaron a Rómulo Gallegos, pasando por el de Pérez Jiménez y toda la era del Puntofijismo; por supuesto, con CAP consiguió algo sustancioso: ser embajador ante la UNESCO.

Se auto-catalogó de “pendejo” pero no lo era en absoluto, como veremos.

Estaba totalmente de acuerdo Uslar con un apartheid educativo: los pobres para él, no tenían cabeza para pensar y se les debía enseñar muy restringida y particularmente lo que necesitaban para sobrevivir en su entorno. Más nada. Los pobres para él no tenían remedio y vivirían eternamente como muertos de hambre por el inevitable estado mental con que habían llegado a este mundo, exactamente la misma tesis de Mario Vargas Llosa. Uslar supera en racismo a las tesis selectivas y ultraderechistas de personajes como Laureano Vallenilla Lanz, Alberto Adriani, Mario Briceño Iragorry y Guillermo Morón, por ejemplo.

Sobre todo en el tema sobre nuestros aborígenes, Uslar Pietri mostraba un odio y un desprecio delirante por lo nuestro; en un estilo harto chocante habla de "La Guerra Santa en América" llevada a cabo por los conquistadores. Refiere que "la empresa de la conquista de América no puede verse sino como una continuación en otro escenario de la gran lucha multisecular por la Reconquista de España de manos de los infieles[3]". ¿Qué de sagrado o divino podía tener aquella matanza de indios cuando todo el mundo sabe que fue la política de terror la que se impuso para hablar de “pacificación en las Indias”?

¡Qué clase de infieles!, ¡los indios!, ¡a los que se venía no a catequizar sino a robar, mutilar y diezmar! El señor Uslar, para dar realce a su afirmación, toma las palabras de Fray Bernardino de Sahagún quien con "impresionante y simple convicción" escribió: Parece que en esos nuestros tiempos, nuestro señor Dios quiso restituir a la Iglesia lo que el demonio le ha robado en Inglaterra, Alemania y Francia, en Asía y Palestina.” Como si fuera justo y bueno que los conquistadores vinieran a esta parte, a vengar con sangre y fuego, lo que aquellos países le habían arrebatado a la piadosísima y santa Iglesia cristiana. Si esa teoría del señor Uslar Pietri es cierta, de que la conquista de América fue una extensión de la guerra contra los moros, entonces no hay ninguna duda de que aquellos españoles eran unos aberrados, unos verdaderos enfermos con ansias incontrolables de provocar muerte y desolación a donde llegaran.

En esencia aquella guerra no fue llevada a cabo sino con forajidos, sádicos, pícaros y criminales, que eran sacados de las cárceles españolas y reunidos en Sevilla, a la espera de los barcos que partirían hacia las Indias. ¿Qué tienen que ver con valores cristianos, con la lucha de Santiago frente a Mahoma, un Diego de Velázquez, los Pizarros, Lope de Aguirre, Francisco de Carvajal, los Almagros, Alvarado, Ovando, Pánfilo de Narváez, Juan de la Cosa, Colón, Cortés, Balboa, Pedrarias, Nicuesa, Valdivia, Ponce de león, Esquivel y tantos otros, casi todos muertos de manera horrible, por sus mismos paisanos y por las acciones más opuestas a los mandamientos del Señor? Añade Uslar Pietri: “vinieron no en una mera empresa de conquista sino impelidos también por un propósito superior, del cual estaban convencidos, para alcanzar un fin de carácter religioso y cultural, hacer de los indios cristianos para extender la religión[4]".

Sobre la teoría del señor Uslar, de que los españoles fueron lejos en su empresa evangelizadora hasta llegar a fundirse con la cultura de estos pueblos, y de que por ejemplo, a diferencia de la Gran Bretaña y Francia, intentaron convertir masivamente a los indios al cristianismo, debemos decir, que ello forzosamente tenía que ser así. Lo que vino a estas tierras fue gente contumaz y ociosa, que por necesidades imperiosas, por inmunda lujuria y rancia ignorancia descargaron aquí sus viles simientes. ¿Qué otra cosa podían hacer aquellos seres dejados en la Española por Colón, en su primer viaje? No nos vengan con que se procuraba una fusión cultural entre dominados y dominadores, que el encomendero y el indio, en santa paz, iban a misa y veneraban a la misma virgen y hablaban la misma lengua, y vivían bajo las mismas instituciones, en un estado idílico, dulce, como Uslar pretende presentárnoslo, con efectos cinematográficos, dignos de los culebrones para la televisión.

Eso de Guerra Santa contra los indios sólo puede caber en una cabeza estúpida, pues qué clase de herejía era la que sostenían los indios contra la religión católica, que Bartolomé de Las Casas se conmueve ante la bondad, la inocencia, "mansísimos", dóciles; gente pacífica y no dañosa o nociva, con tanta confianza y seguridad con que se acercaban a los intrusos y se ponían a su disposición, sin tomar en cuenta que éstos podían ser feroces. Con tan evidente mansedumbre, simplicidad, bondad, "cuán aparejadas estaban por Dios para poderse transplantar y transformar, de ramos de acebuche y silvestres amargos de la silva de su gentilidad, en olivas o vides dulcísimas de su carísima y preciosíma viña".

Las maldades entre los españoles, los saqueos de los conquistadores, las violaciones a las indias, la quema de caciques, las torturas y extorsiones, concusiones y raptos eran las únicas y verdaderas herejías contra las cuales valía la pena haberse realizado una Guerra Santa.

Mientras en nuestras escuelas sigamos manteniendo como dioses del pensamiento a intelectuales como Uslar Pietri, aquí seguiremos mal; esclavizados, herrados como herraban los conquistadores a nuestros indios. El hierro del servilismo en la mente con sus crímenes e imposiciones. No habremos hecho ninguna revolución hasta que definitivamente en nosotros no matemos a estos dioses.



[1] Sin que todavía se sepa si era que el corazón de Lusinchi pesaba varias arrobas.

[2] Lusinchi le hizo un homenaje en palacio que fue muy rumboso, y el tamaño de la tarjeta de invitación, medía medio metro de largo por treinta centímetros de ancho.

[3] Artículo de Arturo Uslar Pietri reproducido en el Diario La Nación, 28 de noviembre de 1991.

[4] Ibidem.

jrodri@ula.ve


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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