Terrorismo: los extremos se tocan

“Los valores básicos con los que hemos sido criados han cambiado, nos guste o no, durante nuestro servicio aquí. Cada día hay niños que son lastimados.

El Jefe de Estado Mayor dice que esto va a tomar tiempo. Pero el tiempo se hace largo, y el precio es alto”. “Me encuentro a mí mismo actuando violentamente contra las personas para hacer que ellas me teman. Este es mi deber, pero me siento humillado por mi conducta”. “Eso me desgasta como persona. Me quiebra. Estos no son los valores en que fui educado”. “Esta situación me hace trizas y fortifica a los árabes.

Sólo una solución política nos salvará de esta ofensa”.

Estas son sinceras y plañideras voces de soldados israelíes, enojados reservistas confrontando al Primer Ministro Yitzhak Shamir, la semana pasada, en un improvisado campamento en las afueras de Nablus, la mayor y más turbulenta ciudad árabe en la ocupada Margen Occidental... El Ejército no encara una derrota militar pero sí una erosión moral, y sus tropas, los jóvenes hombres de Israel se encuentran con la carga de una tarea imposible:
terminar con la Intifada pero ser humanos; resolver el problema palestino pero no comprometer la seguridad de Israel.” (Johanna McGeary, Time Magazine, Enero 1989).

George Bush padre acababa de juramentarse. Se hablaba de “nuevos vientos” en Washington.

Luego, invadiría Irak acompañado de una gran coalición; pero con un claro marco legal de la ONU. Ganó la guerra y perdió la reelección por causa del mal manejo de la economía.

Hoy en Washington no hay “nuevos vientos”, sino los destrozos dejados por el huracán Isabel.

Su hijo Bush está empantanado en una invasión a Irak sin el marco legal de la ONU y, tal como su padre, busca la reelección que igualmente podría perder por el costo político de la guerra y el mayor déficit económico de la historia de su país.

En cuanto a Israel, 52 oficiales de la Reserva han dado a conocer un documento en el que afirman: “No seguiremos degradando a todo un pueblo...

No seguiremos tomando parte en una guerra de defensa de la colonización israelí en los territorios...

No continuaremos luchando del otro lado de nuestras fronteras con el fin de conquistar, ocupar, deportar, destruir, impedir el libre movimiento, eliminar a sospechosos, hambrear a la población y humillar a la totalidad del pueblo palestino”. (Shlomo Slutzky, Clarín).

La rama de mayor prestigio de las Fuerzas Armadas israelíes es la Fuerza Aérea, donde van “sólo los mejores”. Esta semana Lily Galili escribió en el diario “Haaretz” que un grupo de pilotos de la Reserva de la FAI ha estado deliberando durante más de tres meses y piensan dar a conocer un documento.

Anunciarán su rechazo a participar en los “asesinatos selectivos” ordenados por Sharon contra líderes extremistas palestinos.

El estatus y la consideración especial de que gozan los pilotos militares en la sociedad israelí, han provocado fuertes reverberaciones en los medios políticos.

Como la Historia lo demuestra, hay avances hacia la paz en el Medio Oriente cuando se combinan un gobierno demócrata en la Casa Blanca y un gobierno laborista en Israel.

Ocurre todo lo contrario cuando es el caso de un gobierno republicano y la coalición Likud. Sharon siempre quiso ser Jefe de Gobierno, y siempre ha tenido, al margen de todas las razones, una pugna personal con Yasser Arafat. Sólo llegó al gobierno generando la segunda Intifada, lo que volcó al electorado a la derecha. Fue después de su provocadora visita aAl-Aqsa (tercer lugar sagrado del Islam) con una escolta de más de mil hombres el 28 de Septiembre de 2000. Cuando “Ary” era ministro de Agricultura tuve la oportunidad de entrevistarlo para Venezolana de Televisión. Fue necesario negociar qué perfil le dábamos a la cámara: yo no veo de lado derecho y él no oye del lado izquierdo.

La entrevista debió durar no más de 15 minutos; pero en realidad duró casi una hora, lo que le obligó a alterar su agenda oficial, a consecuencia de una pregunta en la que afirmé:
“Usted es ministro de Agricultura; pero no va a parar hasta que sea Ministro de Defensa; y entonces, aunque provoque una crisis política internacional, usted invadirá el Líbano”.

Al terminar la entrevista, le dijo al entonces Embajador Liba:
“Yo esperaba pasar un mal rato en la BBC o en CBS; pero nunca en Caracas... Quiero que este periodista, cuando algún día vaya a Israel, me visite en mi granja”. Me dejó su tarjeta (que aún conservo) y su número privado.

Unaño después, era ministro de Defensa, invadió al Líbano en la Operación “Paz para Galilea”, creó una tremenda crisis internacional en la que involucró a varias potencias, pero no pudo acabar con Arafat, a quien hubo que garantizarle una salida al exterior.

En estos días Sharon dejó filtrar una afirmación según la cual debió haber matado a Arafat entonces. Sin embargo, desde el 6 de junio de 1982 hasta la retirada de Tzahal, en junio de 1985, no lo logró, pero la operación costó la vida a no menos de 15.000 palestinos y libaneses y miles de jóvenes israelíes.

La OLP utilizaba el territorio libanés para atacar poblaciones de Galilea disparando katiushas y lanzando operaciones terroristas contra la población civil. Muchos habitantes de Kiriat Shmoná en el norte de Israel tienen tan ingratos recuerdos como los palestinos de esa época, o los libaneses que vieron su próspero y hospitalario país convertido en teatro de operaciones con la consecuente destrucción en vidas y haciendas. En esa época tanto la Autoridad Palestina como Israel ni siquiera se reconocían mutualmente y, mucho menos, se podía pensar que llegarían a instancias como Camp David u Oslo.

El 12 de agosto de 1982, durante el gobierno de Ronald Reagan, y luego de tres meses de guerra, Philip Habib, enviado especial de Washington logró un acuerdo según el cual la OLP se retiraría del Líbano bajo la condición de que una fuerza internacional protegería a civiles palestinos y libaneses en la región. No obstante, dos días después dicha fuerza fue retirada. Sharon lanzó sus fuerzas hasta Beirut afirmando que lo hacía para desalojar unos dos mil combatientes palestinos que quedaban en la capital libanesa.

Sharon apoyó a las Falanges, grupo armado libanés de derecha vinculado a Israel desde la guerra civil del Líbano en 1975, cercando con sus tanques los campos de refugiados palestinos.

Como Comandante de la potencia ocupante era responsable de la ley y el orden, pero sus fuerzas permitieron a los falangistas entrar en los campos.

Un alto oficial de su Estado Mayor advirtió: “Ya puedo oír a los falangistas afilando sus cuchillos”.

No obstante, Sharon no lo impidió. Las matanzas de Sabra y Shatila, entre la puesta de sol del 16 y el amanecer del 18 de septiembre de 1982, ocurrieron en territorio bajo control de las Fuerzas Armadas israelíes comandadas por Sharon.

Fuentes palestinas hablan de 2.750 asesinatos, incluyendo mujeres y niños. Ante el escándalo mundial, Israel estableció una comisión oficial de investigación.

La presidía Justine Kahan, presidente del Tribunal Supremo de Israel. Sharon fue encontrado culpable indirecto por no haber intentado impedir la masacre de los falangistas siendo ministro de Defensa.

“Es imposible justificar la irresponsabilidad del ministro de Defensa del peligro de masacre...

extraño, que el ministro de Defensa, de ninguna manera informó al Primer Ministro (en ese entonces Menahem Begin) de su decisión de permitir a los falangistas entrar en los campos.” (Informe Kahan, Feb 7, 1983). En su momento, el Tribunal de Justicia de Bélgica citó a Sharon a comparecer en Bruselas por delitos de lesa humanidad.

Su Cancillería le recomendó no viajar a Europa. El exministro y falangista libanés Elie Hobeika, fue “volado” en Beirut en 2002, con lo que desapareció el testigo estrella.

Ahora, bajo presión, Bélgica (sede de la Otan) le dio garantías de que no sería arrestado en su territorio. El Gobierno de Sharon anunció recientemente que consideraba la expulsión o el eventual asesinato de Yasser Arafat. El martes, en el Consejo de Seguridad, Estados Unidos utilizó por enésima vez su derecho de veto para evitar una condena a Israel. Negroponte señaló que no se condenaba igualmente a Hamas y otros grupos terroristas. La cruel ironía es que el martes 16 fue aniversario de las masacres y el miércoles 17 se cumplió un nuevo aniversario del Acuerdo de Camp David. El viernes, la Asamblea General, en una Resolución en la que se condena tanto a los grupos terroristas palestinos como al Gobierno Sharon, votó 133 a 4 con 15 abstenciones. Los 4 son, como de costumbre: Micronesia, Islas Marshal, Israel y Estados Unidos. Voceros de Sharon consideraron “insignificante” la votación. Como dicen las Escrituras: si varias personas te dicen que estás borracho, acuéstate. •


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Walter Martínez / Últimas Noticias

Periodista, corresponsal de guerra y analista internacional. Productor y conductor del programa Dossier, que por muchos años se transmitió por Venezolana de Televisión (VTV) y luego por Telesur.

 @WalterDossier

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