Sí esto no es una traición, ¿Cómo la Podríamos llamar?

El pronunciamiento de Baduel contra la reforma constitucional, es una vulgar traición, hay que valorarlo en sus justas dimensiones. Lo que viene precisa de claridad en nuestro accionar político, cerrar filas en torno a nuestro presidente Hugo Rafael Chávez Frías, y no dejar resquicios donde se pueda colar la derecha.


A continuación la entrevista realizada a Baduel en el Libro “Chávez Nuestro”

Tienen una relación familiar, casi cómplice. Hugo Chávez lo llama con cariño "Papa", el mismo apelativo que Raúl Isaías Baduel utiliza para referirse a Chávez en la intimidad de sus conversaciones. Es uno de los hombres más carismáticos del proceso bolivariano, una mezcla sorprendente de llanero sentimental, filósofo levantino, nacionalista ardoroso y general fogueado en mil batallas.

Después de horas a su lado, durante una entrevista que terminó en un cumpleaños familiar, con Manuel el más pequeño de sus tres hijos y Cruz María del Valle, su esposa, tenemos la sensación de que los personajes de Macondo son seres convencionales al lado de Baduel. Como paracaidista posee un extraordinario average: 17 fracturas y más de 800 saltos. Dice que inspirado en El arte de la guerra, del filósofo chino Sun Tzu, dirigió en Maracay la resistencia de la Brigada de Paracaidistas que él comandaba en los días del golpe fascista de abril de 2002 y que decidió el regreso del Presidente Chávez a Miraflores.

El diálogo transcurre entre vapores de incienso y un omnipresente canto gregoriano que se deja escuchar al fondo de casi seis horas de grabación. La escenografía es deslumbrante: los cerros caraqueños tras los ventanales de cristal, y frente a nosotros, un precioso bastón de madera a la usanza bolivariana, libros que hablan de batallas famosas, desde Waterloo hasta Dien Bien Phu- y decenas de figuras e imágenes de santos de las religiones cristiana, musulmana, hinduista y china.

No falta el ritual chamánico, aprendido por Baduel durante sus años de militar desterrado en las selvas amazónicas. Nos invita a probar una bebida que le envían puntualmente amigos indígenas, preparada con raíces de guaraná, palo de arco, chuchuguaza, harina de cabeza de caribe y algún otro componente que Baduel le incorpora por iniciativa propia... “No se asusten, que es bueno para los padecimientos de osteoporosis, en las damas, y para la dolencias de la próstata, en los caballeros. Es un adaptógeno natural. Dicen que basta pone los ojos azules”.

La amistad

Nuestra amistad se fue incrementando desde los tiempos de la Academia Militar, a pesar de que Chávez y yo no leamos compañeros de la misma promoción. El Presidente egresó un año antes que yo, pero desde entonces se fue Solidificando ese compañerismo, basado en varios puntos coincidentes. Primero, ambos somos llaneros. En nuestra ¡tierra se dice que "el llano no tiene talanquera". No tiene cercas, ni límites; es uno solo. Hay tal unidad geográfica, que en la zona de los llanos colombianos, uno encuentra gran similitud de costumbres.

En segundo lugar, nos unía nuestro origen humilde. Veríamos de muy abajo. Éramos muchachos con una mística de servicio a los pobres, con muchas vivencias de pueblo.

¿Recuerda la primera vez que conversó con Chávez, cómo se encontraron, qué los unió?

No recuerdo un hecho particular. Nuestra amistad nació en esa interacción cotidiana, diaria, compartimos los espacios de la Academia Militar por tres años. Luego él egresa, y yo, un año después.

Él se distinguía por dos pasiones: el béisbol y el ideario de Simón Bolívar. Y, además, porque era dicharachero, muy expresivo, dado a la amistad. A pesar de la rigidez de la vida militar, lograba con sus compañeros, sus iguales y sus superiores una relación muy franca y abierta.

¿Usted también jugaba béisbol?

No. Mis pasiones deportivas eran el voleibol y el paracaidismo.

¿Se sigue lanzando en paracaídas?

De vez en cuando hago algunos saltos geriátricos. El presidente y mi esposa han dispuesto una cláusula ante mis compañeros, para que no me dejen saltar. Muchas veces violo esa disposición.

¿Desde qué altura se ha lanzado?

He llegado a saltar desde los 21. 500 pies. Pero eso fue en tiempos mozos.

Usted también estudió en Estados Unidos, en la Escuela de Las América...

Primero me mandaron a la escuela del Estado Mayor, en Fort Livermore. Luego me cambiaron a la de Fort Benning Georgia, y después fui a La Escuela de las América. Siempre agarro un porrazo cada vez que se cuestiona la Escuela de América.

Cuéntenos del Samán de Güere, ¿cuáles son los antecedentes de ese juramento?

El Presidente me comentaba la coincidencia de las fechas que nos han marcado. Es una Historia cíclica. Fijese en los últimos tres decenios: 1982, el Juramento del Saman de Güere; 1992, la rebelión militar; y 2002, el golpe de Estado. Él decía jocosamente: "¿Qué irá a pasarnos en 2012?"

El Juramento se fue gestando desde nuestros tiempos juveniles en la Academia Militar, y no se puede desconocer la importancia que en eso tuvieron los cambios en el sistema educativo. Por primera vez se cursaba la Licenciatura en Ciencia y Artes Militares. La promoción de Cha vez fue la que inauguró el Plan Andrés Bello en el cual se pasaba por una especie de filtro ético con la prédica constante de la moral, las normas, el código del honor, la democracia.

Sufrimos también los embates de la antigua oficialidad. Cuando nos graduamos de subtenientes, de una manera un tanto despectiva, en lugar de llamarnos por nuestro grado militar, muchos nos decían "licenciados". Habíamos roto con aquel paradigma estrictamente prusiano aun cuando nuestro imaginario seguía siendo clausewitziano, y le dábamos un valor casi místico al servicio social de la Fuerza Armada. Poco a poco fuimos descubriendo que lo que nos enseñaron en la Academia, no tenía que ver con la realidad de la institución. Aquí está la génesis de nuestras coincidencias.

El Juramento del Samán de Güere se materializó cuando estábamos sirviendo en el Regimiento de Paracaidistas Aragua que, por cierto, todavía no tenía el rango de brigada. Los paracaidistas en Venezuela, a pesar de que mayoritariamente fuimos oficiales del Ejército, estuvimos adscritos a la aviación militar por mucho tiempo. Nuestro regimiento estaba ubicado como ahora en el cuartel San Jacinto, en la Placera, a la entrada de Maracay.

¿Qué inquietudes compartían entonces? Veíamos que la cúpula de la Fuerza Armada, en vez de cumplir lo que decía el servicio a la nación, al Estado, a los preteridos, sacaba enormes beneficios personales a nombre de todo eso. Era un contrasentido y lo sigue siendo, porque no creo que todavía lo hallamos podido eliminar. Esto se producía en un país muy rico en recursos naturales y con una población mayoritariamente pobre, convocada cada quinquenio para un acto electoral con promesas demagógicas y de clientelismo, y que siempre era traicionada. Hablábamos mucho de eso y fuimos entendiendo que, tras la caída de Marcos Pérez Jiménez, los factores que coparon escena política en Venezuela se habían ocupado de fracturar la unidad de la Fuerza Armada. Se llegó a firmar un decreto donde se instauraba la independencia de cada Fuerza, lo que generó una división que todavía se siente. Se eliminó la llamada Escuela Básica, donde los oficiales de la armada, de la aviación, de la guardia nacional y del ejército, compartían período común de formación.

En nuestras conversaciones diarias cuestionábamos ese estado de cosas y empezó a nacer la convicción de que, si no lo enfrentábamos, nos convertiríamos en cómplices. Por tanto, la fecha en que oficializamos ese sentimiento fue el 17 de diciembre de 1982, día en que se conmemoraba la muerte del Libertador.

¿Los juramentados fueron tres o cuatro?

Cuatro. Por muchos años se pensó que los juramentados eran solo tres: Hugo Chávez, Felipe Acosta Carlez y Jesús Urdaneta Hernández. De hecho, la Inteligencia no detectó había un cuarto hombre. Siempre digo que la providencia divina me ha resguardado de los afanes de la Inteligencia. Cuando Felipe dio el salto supremo a la eternidad no me gusta decir que murió, porque los paracaidistas nunca morimos, Chávez se inspiró y compuso una canción "El corrió del catire Acosta” donde hablaba de cuatro hombres de camuflaje, juramentados en Güere. Nadie preguntó quién era el que faltaba. A la Inteligencia nunca le dio por sacar bien las cuentas.

Lo del cuarto hombre se conoció en enero de 1999, cuado Chávez y Gabriel García Márquez se sentaron a conversar. Veníamos de La Habana hacia Caracas. García Márquez le había pedido una entrevista al entonces Presidente electo y hubo tiempo para hacerla en Cuba. Chávez invitó a Gabo a conversar en el avión, de regreso a Venezuela, y el escritor hizo la misma pregunta que ustedes me hacen. El Presidete señaló hacia mí y el Gabo se sonrió.

¿Recuerda el corrió que escribió Hugo Chávez dedicado a Felipe?

Mi esposa y yo lo escuchábamos anoche? cantado por un buen amigo, Cristóbal Jiménez. Ella me dio fuerzas, porque les confieso que siempre que oigo hablar de Felipe me resulta muy difícil y lloro. No me da vergüenza llorar. Vivimos cosas muy intensas juntos. A Felipe le debo la vida.

Estábamos cumpliendo misiones en un país centroamericano, ordenadas por la administración norteamericana a los gobernantes venezolanos de la época. Fue a inicio de los 80... Hay un señor por ahí, que era el embajador de Venezuela ante aquella nación centroamericana y que hoy conduce un programa vespertino de televisión, donde se mofa mucho del proyecto bolivariano. Él critica continuamente al gobierno del Presidente y de vez en cuando saca a relucir el tema de la ayuda cubana. Sería bueno recordarle aquella etapa de su vida, cuando él nos transmitía las órdenes que dictaba el gobierno de EE. UU. y se inmiscuía vergonzosamente en los asuntos internos del país donde estábamos.

¿Se refiere a Leopoldo Castillo, el conductor del programa Aló Ciudadano, de Globo visión? Sí.

¿Cómo era la amistad entre Felipe y Chávez? Entrañable. Los cuatro forjamos una gran amistad. Jesús ha salido por ahí hablando mal de todos nosotros, pero no albergamos rencor en nuestros corazones, algo que me ha comentado el propio Presidente. Independientemente de las ofensas de Jesús Urdaneta, seguimos pensando en que algo entrañable nos une y nos unirá siempre.

¿Hay alguna evidencia de que a Felipe lo asesinaron? Sí, muchas. Desde 1982 comenzó la persecución y también traiciones, cismas, de los que siempre salía ileso. Por haberme librado de estos, amigos y enemigos comentaron, no que había navegado con suerte, sino que era un oportunista, una veleta. No me inquietaron esos comentarios, porque he tenido la tranquilidad de haber actuado apegado a mis principios, con honestidad.

Sí, hay serios indicios que apuntan a que no fue casual ocurrido a Felipe. Él tenía un ímpetu guerrero. El 27 de noviembre de 1989, durante El Caracazo, estaba de guardia llamaron de la gran unidad de combate de Caracas. Era oficial de planta de la Academia Militar y no tenía por qué salir a una misión fuera de la escuela. Por tradición, en situación difíciles para la fuerza militar, no se tocaba a los oficiales cadetes de la Academia. Esa institución es para nosotros santuario. Por tanto, no tenía lógica sacar á Felipe de allí salvo para exponerlo a un peligro. ¿Cuál fue la misión que le dieron? Lo enviaron hacia un sector humilde, cercano a Fuerte Tiuna, llamado La Montañita, justo donde comienza carretera Panamericana. Fue uno de los lugares más peligrosos durante la rebelión.

Ese día bajó el pueblo de los cerros, tal y como se ven advirtiendo. Hubo un estallido social totalmente espontáneo debido al cúmulo de frustraciones: la brutal desatención a las necesidades, la enorme desigualdad.

¿Dónde estaba usted ese día?

En el sur. También recibí los embates de esa persecución. Chávez y a Felipe, como a mí, trataban de ubicarnos en guarniciones lo más alejadas posible de la capital. Nunca asumí aquello como un castigo, gracias a mi convicción de fe y a mis inclinaciones filosóficas. Más bien recordaba jocosamente a mis compañeros cuando me hablaban de esto: "Me ocurrió como a Pantaleón Pantoja, el protagonista del libro de Mario Vargas Llosa Pantaleón y las visitadoras”. Es el caso de un buen capitán del ejército peruano, un hombre recto y enamorado de su esposa, a quien nombran comandante de una unidad de prostitutas y lo mandan a lo último de la selva.

En la novela acaban con Pantaleón...

Pero siempre mantuvo su dignidad. Nunca perdió sus ideales. Imagínate, en 1989 andaba por Guasipati, en el Estado Bolívar, una región selvática. Estuve, incluso, en una isla fluvial que queda en la confluencia del río Cuyuní, frente al territorio en reclamación de la Guayana. A ese lugar le dicen "la isla de los hombres solos". Estuve cinco meses allí, prácticamente en confinamiento solitario. Claro, hacía continuo en entrenamiento con los soldados, para no perder el ímpetu. Pero era muy duro.

El 27 de febrero me encontraba en el Puesto de Comando, en Guasipati y hubo unos incidentes. Era un pueblo pequeño, cercano a El Callao, importante por su producción minera, sobre todo de oro, donde sí hubo conatos más serios. Allí me enteré de la muerte de Felipe.

Perdí la cuenta de la cantidad de veces que le di la vuelta al perímetro del pueblo, a pie. No podía entender la partida de Felipe. Eso me afectó y me sigue afectando sobremanera.

Estaba y estoy seguro de que lo ocurrido fue premeditado. Eso de que lo mandaran a llamar, le dieran esa misión en aquel barrio. Después, contacté a personas del lugar. La gente de más edad recordaba los hechos y coincidían en que los que enfrentaron a Felipe y lo balearon eran tipos ajenos al barrio. La gente levantó una capillita en el lugar donde cayó. No era partidario del corto plazo.

¿Por qué no participó en las acciones del 4 de febrero de 1992? Porque no era partidario de la tesis "cortoplacista". Creía que no estaban dadas las condiciones, que hacía falta un plazo más largo para llevar a cabo los cambios que soñábamos. El movimiento al principio lo denominamos Ejército Bolivariano Revolucionario 2000, porque veíamos la cosa con una perspectiva de tiempo más larga. Entonces el año 2000 nos parecía remoto. ¿Cuál era la idea? Ir creando una ciencia entre los oficiales, sustentar ideológicamente el movimiento, enraizarlo en los institutos de formación.

No estuve de acuerdo cuando se planteó la irrupción violenta del movimiento para diciembre de 1991. Es decir, el golpe de Estado. Y lo califico de "golpe de Estado", sin medias tintas. Algunos que andaban haciendo fábulas de lo que pasó traicionaron en abril de 2002, y ahora andan por ahí detrás de las instancias internacionales para decir que se han violado susderechos. Cosa bien triste, porque un soldado tiene que tener el coraje de asumir las consecuencias de sus actos.

Había cierto desespero. Los muchachos más jóvenes estaban empujando el movimiento hacia una solución a corto plazo. Recuerdo que tuvimos una reunión el 21 de diciembre en el estacionamiento de la Escuela Superior del Ejercíto cuando estábamos haciendo los estudios de Estado Mayor. Ahí manifesté mi desacuerdo con esa acción. Me parecía que era prematura, que todavía no estábamos ideológicamente sólidos.

Y otra razón: el proyecto político no estaba definido. Como se iba a echar a andar el país, qué iba a pasar con nuestros superiores. No había una respuesta clara. Recuerdo que en aquella reunión, públicamente, expuse: "Imagínense que llegue en la madrugada a la casa del doctor Arturo Uslar Pietri quien todavía estaba vivo, y le diga: 'Mire, soy el teniente coronel Fulano de Tal, dimos un golpe de Estado y queremos que usted sea el Presidente'. Lo mejor que hubiera podido hacer el doctor Uslar era prepararme un tilo y decirme: 'Usted esta loco'."

Lo que me vino encima fue tremendo. Decía jocosamente que después del 4 de febrero de 1992 estaba como Edén Pastora, el Comandante Cero: no me quería nadie. Para la jerarquía militar era un golpista, y para mis compañeros, un desertor.

¿Chávez qué le dijo?

Extraordinariamente comprensivo. Me dijo: "Bueno, Papa, tú te quedas dentro de la institución, sobrevives y supervives". Me dio a entender que mantenía su confianza y que llegado el momento, yo podría serle útil al movimiento. Eso fue lo que hice.

¿Le permitieron verlo en la cárcel?

No me dejaron. Intenté, había algunos compañeros heridos en el Hospital Militar, pero fue imposible. Logré ver a algunos detenidos en el Centro de Reclusión de la Policía Militar. Fui a darles mi palabra de aliento y de solidaridad y mantuve contacto permanente, por correspondencia, con algunos amigos y familiares que utilizábamos de mensajeros.

¿Y el 27 de noviembre?

Tenía una teoría sobre ese golpe. Pensaba que el levantamiento fue propiciado por las mismas instancias de gobierno, para acabar con los reductos que habían quedado. Y de hecho fue así. Como en abril o mayo de 1992 me invitaron a otra reunión para planificar lo de noviembre y lo dije a allí: "Esto es una trampa".

No fuimos apresados antes del 27 de noviembre, porque querían matarnos a todos. Había mucha gente infiltrada y después el tiempo me dio la razón. Lo dije en una asamblea plenaria y denuncié a algunos que, por cierto, aparecieron en abril de 2002 en el bando contrario. Para empezar fue una reunión con el siguiente antecedente: "Te recogemos tempranito en la avenida principal de Las Mercedes (Caracas), frente a la estación de servicios. Va un carro así, así, así, asao a recogerte". Esperé y, efectivamente, llegó el carro que se unió a una caravana de vehículos. Paseamos por toda Caracas recogiendo gente y terminamos en la casa de un señor, al Este. Tenía todas las características de ser una ratonera.

Sobreviví

Para el Ejército yo era una especie de preso de confianza. Me detenían, me interrogaban, me soltaban. Fui relegado de las posiciones de mando y quedé como instructor en la Escuela Superior. Aunque en el curso de Estado Mayor ocupé el quinto lugar en los resultados académicos, a los compañeros que me precedían los mandaron a comandar unidades y a mí me relegaron. Me dejaron en la Escuela Superior. Luego, me enviaron a Estados Unidos.

Era una especie de juego al gato y al ratón. Me decían: “te vas para España". Y al poquito tiempo: "No, para Francia". Al rato: "En realidad vas para Chile". Recuerdo que alguien dijo: "¿Cómo vamos a mandar a un oficial nuestro para Chile a un curso de Estado Mayor? Quien salga para allá se gradúa de golpista con Pinochet". En fin, me mandaron al país de los amos de Pinochet: Estados Unidos, y allí me cambiaron de escuela tres veces. Era para ver si me cansaba y pedía mi retiro.

Y yo me dije: "No, no pido mi retiro. A mí hay que sacarme. Yo tengo aquí la misión de sobrevivir y supervivir". Regresé otra vez a la Escuela Superior a dar clases, pero por determinado problema con un oficial, me mandaron a comandar la unidad que él dirigía. Estuve allí 18 meses.

¿Ya estaba Chávez en la calle?

Sí, acababa de salir de la cárcel. Volví a tomar contacto con él y con todos los compañeros. Desde la prisión, ya habíamos tenido tratos y discutido algunos puntos. Seguía machacando en torno a la preparación política. Critiqué la posición del abstencionismo. El grupo en prisión creía que la oposición no debía ser política, y yo creía todo lo contrario, que la ascendencia popular de la acción comandada por Chávez había que consolidarla como un movimiento político, a través del contacto directo con las masas.

En eso, terminé el curso de Defensa Nacional, la maestría en Seguridad y Defensa, y aun siendo coronel y con antigüedad para que se evaluara mi ascenso a general, me mandaron a la selva de nuevo. Me dieron tres días, ¡tres días!, para presentarme allá. El comandante general del Ejército dijo: "Tiene dos opciones: cumplir la orden, o pedir la baja". Una vez más me repetí: "Yo pido la baja cuando me parezca, no cuando le parezca a él". Otra vez volvía a la historia de Pantaleón y las visitadoras. Y me fui para mi unidad de la selva. Eso fuea finales de 1998.

Fíjense, había durado 48 horas en un cargo aquí en Caracas. Se aproximaban las elecciones. En el afán de desequilibrarme por completo, volvieron a transferirme a fines de diciembre para el Consejo de la Defensa Nacional, que entonces se llamaba Secretaría del Consejo de Seguridad y Defensa (SECONADE). Quienes iban para allí se consideraban relegados cosa que no compartía. El mismo día de las elecciones, cuando supo que había ganado, el Presidente me mandó a llamar, pero no dieron conmigo. Fue el 6 de diciembre de 1998. ¿Usted había hablado antes con él? Sí. Nunca perdí el contacto con Chávez. Cuando el Presidente ya estaba instalado en la residencia de La Viñeta, antes de la juramentación, uno de los muchachos que andaba con él, Pedro Carreño, me vio trotando en la calle y me gritó: "¡Mi coronel! ¡Usted está alza'o!" Le respondí: "No, ¿por qué?" "Porque lo andamos buscando desde hace cuatro días y no se ha venido a presentar a La Viñeta. El Presidente lo mandó a buscar". "A mí no me han dicho nada" le digo. Mi oficina quedaba en el Palacio Blanco, al frente del Palacio de Miraflores, y no me ubicaban, cosa de lo más "curiosa". Por supuesto, me presenté ante él de inmediato y me incorporé a su equipo de trabajo. Fue el 10 de diciembre. Comencé una experiencia muy enriquecedora. Estuve a su lado hasta el 30 de agosto de 1999. En julio de ese año ascendí a general de Brigada y le pedí al Presidente que me permitiera irme con los paracaidistas. Siempre fue mi gran anhelo. Él me designó comandante de la 42 Brigada de Infantería de Paracaidistas, en La Placera, Maracay, Estado de Aragua.

El golpe se desencadenó realmente el 5 de abril

¿Cómo se enteró del golpe?

Todavía conservo un calendario donde marqué un signo de alarma en la fecha del viernes 5 de abril. Me reuní con un equipo de análisis multidisciplinario, con el cual habíamos venido estudiando la situación del país desde 1999.

En esa reunión, además de los militares, participaron sociólogos, educadores, economistas... Ese día llegamos a la conclusión que todos los indicios apuntaban a la inminencia de un gol
de Estado. ¿Por qué teníamos ese grupo? En la Brigada de Paracaidistas fuimos haciendo contacto con todos los sectores civiles nos reuníamos periódicamente. Recuerdo que aquel 5 de abril, uno de los compañeros me dijo: "General, se le va a tener que tirar a la caravana presidencial para poner sobre aviso al Presidente". No pudimos hablar con él. Uno es respetuoso de las normas y los procedimientos y muchos de los que estaban a su alrededor lo sabían y abusaban de eso.

¿Cuáles eran las señales que tenían para llegar a semejante conclusión?

La característica de los paros, claramente insurreccionales; las actuaciones de algunos militares; la infamia de que yo sería el próximo que me insubordinaría al Presidente; de todo eso se hablaba descaradamente en la prensa. Los periodistas hasta me montaban cacerías en los alrededores de la brigada, incluso con equipos de transmisión en vivo.

Por eso reté a los medios en Maracay el 13 de abril, cuando me dijeron que no podían enviar las señales en directo: "No me vengan ustedes con cuento. ¿Y cómo sí iban a trasmitir en vivo y en directo cuando yo saliera a pronunciarme en contra del Presidente?"

Recuerdo que por aquellos días previos al 11 de abril una periodista me llamó: "¡Maluco! Se va ahorita para el hotel Parlem, en Maracay, a pronunciarse contra Chávez y no me llamó para darme la primicia". Y le contesté: "Si me voy a pronunciar, busco un hotel un poco más decente; lo hago por la puerta grande". Como decimos nosotros, los vacilaba. Todos eran indicios muy peligrosos.

Pasaron cosas muy curiosas, que nos llevaron a suponer que la prensa estaba en la conspiración. Todos los años, el 12 de febrero, se celebra el Día de la Victoria y la Juventud, en La Victoria, lugar donde ocurrió la famosa batalla en la que José Félix Ribas, comandando a seminaristas y estudiantes universitarios, derrotó al ejército español.

Cuando terminó el desfile, ningún periodista se acercó al Presidente a preguntarle nada. Me demoré por alguna razón junto a la tribuna, y de pronto vi que me venía para arriba una avalancha de periodistas con la misma pregunta más o menos: "¿Cuál es su posición con respecto al gobierno de Chávez?" Les di una respuesta evasiva: "Yo solo soy un humilde soldado paracaidista y no tengo nada que ver con la gente de la oposición". Me resultó rarísimo.

Se estaba conspirando abiertamente.

Sí, sí. Prácticamente el pan nuestro de cada día era la maldita pregunta, hasta el punto de que pernoctaban en los alrededores de la unidad, a la caza de la noticia.

¿Por qué ese acoso?

En sus planes estaría generar un clima de desconfianza frente a Chávez, o azuzarme para ver si caía en la trampa. Por todas partes era ganancia para ellos. La verdad era que junto al Presidente, como se probó después, había golpistas infiltrados haciendo labor divisionista. Era muy perverso lo que estaba ocurriendo. A veces hasta me acariciaban el ego: "Usted sí es el hombre que tiene el fiel de la balanza", y toda esa vaina. Ya sabíamos que el golpe se había desencadenado.

La intriga

Aquel 5 de abril estaba muy agotado después de muchas horas sin dormir y me fui a mi habitación a reposar un rato temprano en la noche. El coronel que estaba en ese momento como segundo al mando de la Brigada, me despertó y me dijo: "Llamaron del Comando General del Ejército, que el lunes 8 de abril viene para acá el comandante general, Vásquez Velasco. Quiere que se le hagan unas demostraciones y desea reunirse con el personal".

Eso desató mi suspicacia. Como, a Dios gracias, he cosechado alguna estima en los compañeros, me llamó uno de ellos y me advirtió: "Mi general, tenga mucho cuidado con esa visita del general Vázquez Velasco. Tiene un propósito extraño estoy tratando de precisar qué es lo que pretende". El domingo 7 de abril volvió a llamar: "Tengo todos los datos. Se sabe que usted viene mañana al Comando Superior". Efectivamente, yo iría a entrevistarme con las Juntas de Apreciación para ascensos, para cumplir con uno de mis deberes elementales como jefe: avalar el ascenso de algunos profesionales de la Brigada. Y siguió diciéndome el compañero: "Aquí lo van a retener. El general Vázquez Velasco se va a presentar muy temprano allá en la Brigada de Paracaidistas, con el jefe de la Inteligencia. Ellos van en helicóptero, pero por tierra ira un equipo de investigación, con un general que se encargara del mando de los paracaidistas. Lo van a acusar de que usted esta preparando un golpe".

Prevenido, amaneció el lunes. Hice como si en realidad me fuera para Caracas, muy tempranito en la madrugada. Y, sin explicaciones de ningún tipo, me vestí de deporte y le dije al oficial de guardia: "Si llega el comandante general Vásquez Velasco, usted me manda a buscar en un vehículo”. Y salí a correr por los alrededores de la brigada. .

Cuando regresé de mis ejercicios, el compañero que me había advertido me llamó y me dijo: "Mi general, aquí están formando un gran lío lo que indicaba que también tenían agentes en Maracay. No entienden por qué usted no vino para Caracas y están recomponiendo el plan. Van para allá con otra excusa. Buscarán la manera de quitarle el mando".

A media mañana llegó el genera Vázquez Velasco con las personas que me habían dicho, menos, el que había sido elegido para sustituirme. Hicimos la demostración de destreza, algo que es muy fácil para los paracaidistas porque se entrenan de forma permanente. Hasta yo me lancé desde la torre, lo lleve por las distintas áreas y reuní a toda la tropa. Cuando aquel hombre se dirigió a los soldados y oficiales hizo una apología de mi gestión.

Uno de los comandantes que andaba con él me informó que se había convocado a una reunión ese mismo 8 de abril en el Comando Unificado, para coordinar las acciones frente al paro previsto para el 10 de mayo. ¡Ah!, y añadió como el que no le daba importancia a la cosa: "Y reúne a los profesionales, que estamos haciendo una encuesta para medir el clima". Me fui al comando de la división, siempre muy pendiente de esta gente, y cuando regresé como a las 2 horas, me encontré a todos los comandantes de la brigada en la antesala de mi oficina: "No, mi general, eso no fue ninguna encuesta; eso fue un interrogatorio incriminatorio. Mire, hasta las huellas digitales nos hicieron pegar". “Pero, ¿cómo es la cosa?" "Prácticamente nos preguntaban si nosotros estábamos en conocimiento de las actividades compirativas suyas, y las consecuencias que nos podía traer participar en acciones de ese tipo". Estaban montando el

Expediente para incriminarme como conspirador. Lo notifique a mis superiores. "No, eso no es así me respondieron quédese tranquilo, que si esto y lo de más allá..."

¿por qué no llamó al Presidente?

Sencillamente, porque no podía comunicarme con él.

¿ Y al ministro de Defensa, ] osé Vicente Rangel?

Menos. No tenía canales expeditos de comunicación. Por otra parte, uno era bastante viejo en la FAN como para sospechar que había gente infiltrada allí, la que luego traicionó que abusaba de la confianza del Presidente. No era descabellado pensar que muchas de esas personas buscaban aislar al Presidente de nosotros. Por eso aquel compañero me dijo el 5 abril: "Te vas a tener que tirar encima de la caravana del presidente".

¿Se quedaron tranquilos?

El martes 9, Vázquez Velasco mandó a buscar a uno de los comandantes de batallón, supuestamente para hablar de algunos asuntos de los paracaidistas. El compañero regreso preocupado: "Eso no fue ninguna conversación sobre temas de la operatividad de la brigada. Querían captarme para ponerme en su contra. Me dijo abiertamente que usted anda en acciones conspirativas". Ahí sí se acrecentó la calentura, por no decir otra palabra.

Llamé a mi superior de inmediato, por segunda vez: "Además de que los profesionales están muy descontentos, yo me sumo". Y él trató de calmarme y al rato me volvió a llama: "No, que te quedes tranquilo. De parte del general Vázquez Velasco, que escojas: tú lo llamas a él o él te llama". Veladamente me manda a decir que si yo permanezco tranquilo, tengo garantizado mi ascenso a un grado superior y a un cargo de mayor responsabilidad. Pero a esas alturas estaba yo bastante molesto: "Que me llame él a mí".

Después del 10 de abril, la situación se fue tornando más clara. Empezaron a volar las órdenes para desarticular las fuerzas. Por una vía nos llegó la orden de acuartelamiento, y por otra, que no era necesario. Luego, que acuarteláramos al 50% del personal; y más tarde, que solo al 25%. En medio de aquello, me preguntaba: "¿Qué está pasando?"

Aun con toda la confusión reinante, para nosotros estaba claro que había un golpe de Estado. Empezaron a llegar radiogramas emitidos por el Comando Unificado, pero sin la firma del jefe, el general Rosendo. Decía, por ejemplo: "En una situación tan compleja como esta, no es imprescindible que el jefe firme, porque a lo mejor no se encuentra en su puesto de mando para hacerlo". Llegaban órdenes firmadas por delegación, con el nombre de otros subalternos. Decidí atrincherarme: "Bueno, la brigada permanece en alerta".

Él nunca me dijo que iba a renunciar

¿Pudo hablar con Chávez antes del secuestro?

Sí, en la madrugada del día 11 para el 12, gracias a unos subtenientes que estaban junto al Presidente, antes de que lo secuestraran. Uno de los muchachos me llamó: "Mi general, aquí la situación anda mal. Nos parece que quieren atacar el Palacio y llevarse al Presidente vivo o muerto. Lo estamos llamando para proponerle algo, porque ya sabemos cuál es su posición". A pesar de la campaña precedente, se había corrido la voz de que yo no apoyaba a los militares golpistas.

"El Presidente está reunido en el despacho con unas personas. Voy a entrar, y le voy a pasar el teléfono y le diré que usted lo está llamando". Le respondí: "Échale pichón". Y, efectivamente, se escuchó el ruido de fondo: "Presidente, lo llama el general Baduel".

El Presidente me dijo, palabras más, palabras menos: "Oye, hermano, gracias por tu posición y la de la brigada, porque eso ha servido de factor de contención para que no vengan a atacar el Palacio". Le di aliento, y le dije: "Nadie le dirá que Baduel lo traicionó. Nuestros principios nos dan fortaleza y templanza, y en esto nos va la vida".

Entonces el Presidente cerró su conversación: "Papa, lo único que te pido, hermano, más que ordenártelo, es que ni tú ni la brigada se conviertan en factor de derramamiento de sangre de inocentes".

¿Él le comentó que se había producido un golpe de Estado?

Claro, no me lo dice directamente, pero se entiende por el diálogo. Me comentó que iría a Fuerte Tiuna para hablar con aquellos generales y buscar una solución al problema.

Cuando al poco rato salió la información de la supuesta renuncia del Presidente, intenté comunicarme nuevamente con él. Insistí varias veces, pero ya no pude volver a hacerlo. Tenemos entendido que los generales golpistas, especialmente Carrero Cubero, intentaron convencerlo de que se sumara al golpe. Sí. Muchos de ellos me llamaron. Simplemente les dije que los atendía al teléfono por educación, pero que si me ivan proponer una bufonada enseguida cortaba. Siempre le ponía eso por delante, y algunos se abstuvieron de seguir hablando. Me llamaron: Luís Miquilena, el general Raúl Salazar, algunos almirantes...

¿Qué le dijo Miquilena?

Entró así, muy sinuoso. Que yo era un hombre sensato y otras palabritas rebuscadas. Lo paré: "Mira, Luís, ustedes son unos irresponsables. Tú, y todos los que te secundan y están detrás de esto, serán los culpables si algo le ocurre al Presidente.

Eso va hacer factor desencadenante de una violencia generalizada en Venezuela, y van a faltar postes de alumbrado eléctrico para que la gente los cuelgue a todos ustedes". Y el tipo con su cara dura: "Hermano, tú eres un hombre mesurado". "Sí, Luís, soy mesurado; pero estoy arrecho. Ustedes son unos traidores", y le lancé unas cuantas palabras gordas.

¿Invitó a Chávez a irse para Maracay?

No lo invité, pero él me confesó después que había tenido intenciones de hacerlo. De verdad que las mujeres ministras demostraron tener guáramo. Me llamaron y me dijeron que tenían intenciones de irse a Maracay a luchar con nosotros. Las persuadí de que no lo hicieran. Era mejor que se ocultaran. El viaje desde Caracas hubiera sido muy peligroso.

¿Qué ocurrió cuando empezaron a dar la noticia de que el presidente había renunciado?

Después de mi conversación con él, esa misma madrugada, anunciaron que el Presidente había renunciado. "¡Coño!, A mí no me dijo nunca que iba a renunciar". Fue cuando intenté hablar de nuevo con él en Miraflores. De la central telefónica me pasaron con el jefe de la Casa Militar: "Compañero, mire, yo tuve una conversación con el Presidente hace un rato. Ni siquiera me sugirió que tenía intenciones de renunciar. Por favor, pásamelo". "Oye, no puedo, porque vamos desplazándonos hacia Fuerte Tiuna. Voy en otro vehículo. Él está con el general Rosendo".

La dinamita del alma El 12 de abril, en un diario de circulación regional, salió un encartado de dieciséis páginas con una apología a Pedro Carmona y, en primera plana, una foto suya a todo lo que daba. En el resto del periódico apenas publicaron una foto pequeñita del Presidente, una imagen donde pescaron un gesto que él muchas veces tiene de secarse el sudor. ¿Qué era lo que trasmitía? Díganme ustedes que son expertos...

Miedo.

Exactamente. Subliminalmente presentaba a un señor sereno y confiable, frente a un Hugo Chávez preocupado. El folleto era una exhaustiva presentación de la visión empresarial de Carmona; y que si el ilustre empresario para aquí y el brillante economista para allá. Era la autocoronación de Carmona con unas cuantas horas de antelación, en dieciséis páginas.

Eso no se pudo hacer corriendo. Delataron que sabían quién sería el hombre de las noticias del día.

Deben haber trabajado como 15 días en aquello. Había solo una nota, en esas dieciséis páginas, que no hablaba del mundo empresarial como una panacea para resolver los problemas de Venezuela. En la página quince se leía: "Los paracaidistas continúan alzados en Maracay". Traía una foto donde yo aparecía de lejos, dando instrucciones a la tropa, con un que rezaba: "La rebeldía del general Baduel". Seguían agitando la zanahoria, para ver si la mordía. Pero a esas alturas tanto mi jefe de comando, como mis oficiales, sabían muy bien cuáles eran mis posiciones. Bajo ningún concepto aceptaría a los golpistas.

A decir verdad, yo andaba desde esa mañana como una fiera enjaulada. Dando vueltas con todos mis atributos de combate para allá y para acá, hablando con los profesionales, que si la Constitución y las leyes, y el gobierno legal y legitamente constituido. Trataba de levantar la moral, por los tenían bombardeados de información y había mucho nerviosismo, como era lógico. La atención se había centrado sobre la brigada.

Otro hecho curioso y por eso digo que el pueblo es infinitamente sabio, desde el miércoles 10 comenzaron a presentarse en Maracay, frente al comando, reservistas de paracaidistas desde diferentes partes de Venezuela. Pedían hablar conmigo: "General, aquí estamos a la orden suya".

Uno de esos reservistas declaró a la prensa: "Baduel fue la mecha de nuestra dinamita del alma".

Yo les di cobijo, incluso a algunos muchachos que se hicieron pasar por paracaidistas. Cuando empezaron a transmitir el show de Carmona, iba por el pasillo del Puesto de Comando y en la oficina del oficial de logística estaba la gente apesadumbrada viendo aquella cosa. Me paré allí y les dije con palabras gruesa: "¡Coño!, ni Napoleón se autocoronó como este carajo que se acaba de pasar la Constitución por las bolas".

Los muchachos tomaron un respiro. En la noche, se comenzó a concentrar la gente frente a la brigada. En etapas anteriores al golpe, también había habido concentraciones allí pero de opositores al gobierno, que nos lanzaban improperios y nos provocaban. Cada vez que me notificaban sobre una concentración de ese tipo, tenía el cuidado de presentarme personalmente en la prevención del cuartel, para tomar el control directo. Les advertía a mis compañeros: "Debo ir yo, porque estos andan buscando un muerto, que un soldado de pronto eche un tiro y..."

El problema era que la entrada principal de la brigada no tenía portón, solo unos obstáculos frenaban un poco el paso libre.

Salí de inmediato a ver qué pasaba y me di cuenta enseguida de que no era el mismo tipo de persona que tradicionalmente fastidiaba allí. Se diferenciaban por la ropa y las maneras. Nuestra gente era más humilde. Logré distinguir a dos diputadas del Consejo Legislativo Regional, con un grupo de 40 ó 50 personas. Mandé a buscar a las diputadas y cuando ellas ingresaron al perímetro dentro de la prevención, lo que hicieron fue abrazarme: "Nos queremos quedar aquí contigo". Les respondí: "Échenle pichón, quédense ahí".

Tengo un buen amigo, abogado y ambientalista, ingeniero forestal, que tuvo la visión de decir: "Estamos viviendo un momento histórico", y se apareció con una cámara, en funciones de corresponsal de guerra. Se quitó su cédula de identidad y buscó una presilla, le hizo un huequito y se la colgó del bolsillo de la camisa: "Este es mi carné de reportero gráfico", y empezó a entrevistar a la gente. Quedaron las imágenes de aquel día y una entrevista donde digo que quien tuviera la peregrina idea de venir a atacar nuestra unidad, sería repelido contundentemente.

Tuve intenciones de tomar Miraflores Antes del mediodía del sábado 13, me llamó un oficial del Comando General del Ejército: "Mi general, ¿usted tiene intenciones de venir a Caracas?" Le contesté: "No lo he descartado". "Lo estoy llamando prácticamente en nombre de todos los oficiales y suboficiales que trabajamos aquí.

Si tiene intenciones de venir a tomar el Comando General, llámenos y avísenos, porque nos pondremos a su orden. Aquí se corrió el rumor de que usted venía ya por la autopista, y daba vergüenza ver cómo en el estacionamiento de los generales los carros casi chocaban saliendo a la carrera de ahí".

¿Pensó tomar Miraflores?

Sí, pero se desestimó porque empezaron a llegarnos las noticias de que lo harían los compañeros en Caracas...

¿Se les voltearon oficiales en Maracay?

Tuvimos el pequeño "parpadeo" de alguna gente, pero la inmensa mayoría estuvo siempre firme...

¿Se comunicó con Vázquez Velasco?

No, ese señor nunca habló conmigo después de lo ocurrido el 8 de abril.

Según tenemos entendido, usted hizo llegar a la prensa un manifiesto el día 13...

Fue un ultimátum de los militares patrióticos y constitucionales dirigido a los golpistas. La coronela Maricela Arévalo intentó, infructuosamente, divulgarlo a través de los medios nacionales e internacionales. Solo una emisora local lo difundió por la tarde, cuando ya se había tomado Miraflores empezábamos a organizar el rescate del Presidente. No nos sorprendió que lo silenciaran. Mira lo que decíamos en este párrafo del manifiesto: "Exigimos acceso a los medios masivos de información, ya que en estos momentos, no están cumpliendo su función de máximos defensores del derecho a Ia información veraz... Cumplan pues con el máximo interés de cualquier ser humano decente, ya que por su complacencia muere gente inocente y eso pesará sobre sus conciencias".

Este documento fue suscrito por varios generales que se pusieron a la orden en Maracay: Pedro Torres Finol, Acevedo Quintero, García Montoya, el almirante Orlando Majelia, el almirante Camejo, Alí Uzcátegui Duque, el comandante de la Guarnición... Allí se conformó un Comando y un Estado Mayor y el Comando de la Dirección de Operaciones lo asumió el general García Montoya. A mí me designaron como oficial de Operaciones y vocero ante los medios y ante la población que se había congregado frente a nuestra brigada.

En total, en Maracay se agruparon catorce generales con el mando de 20 batallones. Es decir, a ellos se subordinaban unos 20 000 hombres, con artillería, tanques, paracaidistas y fuerza aérea, un poder muy superior al de los golpistas.

¿Qué hizo la población concentrada frente a la brigada?

Cuando amaneció ese sábado, reuní al personal profesional del puesto de comando. Evaluamos los hechos y les dije a todos: "Se ha violado la Constitución y estamos dispuestos a cualquier sacrificio para que se restablezca y regrese el Presidente. Si alguien disiente de mi posición tiene la libertad de decirlo aquí, libre de coacción y apremio. No vamos a tomar represalias. O si alguien quiere hacerlo de forma privada, lo hace privadamente". Y ahí me dispuse a dar una vuelta por el cuartel San Jacinto, en La Placera que tiene como 44 hectáreas de terreno. Notaba que los soldados me miraban con brillo en los ojos y se me acercaban a darme novedades. Mis palabras corrieron como pólvora.

Permítanme una pequeña digresión. En los comandos, en un sitio visible, se ubica la fotografía de todos los jefes que componen la llamada línea de mando, que va desde el Presidente, el ministro de Defensa, el comandante general, el comandante de División, hasta los comandantes de Brigada. Cuando regresé al comando, después del recorrido por el cuartel, había desaparecido una foto de la línea de mando: la del general traidor Vázquez Velasco, comandante en jefe del Ejército. En otras unidades, la foto que desaparecieron los propios golpistas fue la del Presidente, y dicen que hasta hicieron una fogata y bailaron joropo sobre ella.

El comportamiento de los paracaidistas era una respuesta más que contundente. No podría decirles cuánto agradecí esa respuesta, ni cuanto me emocionó entonces. Yo creo que el Comandante Chávez les hizo a los muchachos un lindo homenaje, cuando el 14 de abril dijo en La Placera que quizás ahora en adelante habría que hacer un arreglo a la letra del Hinno Nacional. Donde dice: "Y seguid el ejemplo que Caracas dio", debería decir: "Y seguid el ejemplo que Maracay dio”.

Rescate de la Dignidad Nacional.

El nombre original que le dimos a la misión para rescatar al Presidente fue: "Restitución de la Dignidad Nacional". Así pusimos en el Manifiesto de los generales. Estábamos recibiendo mucha información sobre dónde estaba el Comandante Chávez y qué hacía. Al principio los golpistas habían decidido trasladarlo desde Fuerte Tiuna hasta La Orchila, en unos helicópteros de la aviación militar. Pero los pilotos se habían puesto en contacto con nosotros e iban a abortar la operación y traer al Presidente para Maracay. Los golpistas descubrieron el plan y lo llevaron para Turiamo, un apostadero naval que está en las costas de Aragua.

También allí los soldados planearon la fuga, y otra vez los golpistas se les adelantaron. Lo que no podían imaginar era que un cabo de la Guardia Nacional, en una operación realmente intrépida, lograría sacar una nota en la cual Chávez afirmaba que no había renunciado. Este muchacho le comentó al Presidente que nosotros no reconocíamos al gobierno de facto. ¿Cómo preparó usted la operación de rescate de Chávez. Tenía que ser una operación altamente disuasiva. Nos preparamos para hacer de la disuasión la mejor forma de combatir convirtiendo en realidad la máxima del clásico de la estrategia militar china, Sun Tzu: "El mejor combate es aquel que se gana sin necesidad de manchar de sangre las espadas". Algunos se burlan o dicen despectivamente: "No, Baduel no se atreve hacer nada, porque no tiene bolas. Ese vive en su oficina con una rezadera y unos santos y un humo y una cosa...". Me critican porque soy aficionado a las culturas orientales. Sin embargo, en ellas he encontrado no pocas enseñanzas. Por ejemplo, quien se lea el Tao Te King de Lao Tsé, puede encontrar ideas como estas: "El mejor militar no es marcial, el mejor luchador no es agresivo, el mejor conquistador no entabla combates”. Eso exactamente fue lo que hizo el general Uzcátegui Duque cuando ejecutó la operación en La Orchila.

De todas formas no es muy corriente que un militar latinoamericano acuda a la filosofía oriental...

En un momento dado yo tuve algunos dilemas entre mi fe religiosa y mi vocación militar, y un maestro me dijo: "Lee, que leyendo vas a encontrar la respuesta". Al poco tiempo leí El Profeta, de Kahlil Gibrán. Él dice que no importa que uno vaya a una iglesia, a una mezquita, a una sinagoga; todas las religiones son como dedos de una misma mano que conducen a un centro, Dios. Esa fue la respuesta. Lo importante es la fe.

Mi fe me ayudó a ver en medio de la oscuridad de esos días de abril. En el versículo 69 del Tao se lee lo siguiente: "Dice un proverbio militar: “no me atrevo a ser el anfitrión, prefiero ser el invitado; no me atrevo a avanzar una pulgada, prefiero retroceder un pie”. Esto es lo que se llama retroceder sin moverse, remangarse sin mostrar los brazos, envolver al rival sin desplegarse".

Si lo llevas a lo que pasó durante el golpe, lo podemos interpretar de la siguiente manera: muchas veces dijeron que los paracaidistas venían al Comando del Ejército en Fuerte Tiuna, y la gente salió corriendo. Eso es exactamente "retroceder sin moverse", o "defenderse, como si se careciera de armas". El pueblo también ayudó mucho, porque fue un elemento de contención de los golpistas. Las 50 personas que vinieron inicialmente el 12 en la noche, se convirtieron en 50 000 personas el día 13.

Los golpistas subestimaron al pueblo venezolano. "Cuando se subestima al enemigo se corre el riesgo de perder el mayor tesoro: el amor. Por eso, cuando se encuentran dos ejércitos similares, vence aquel que lo hace con el corazón dolido", y el pueblo venezolano tenía el corazón dolido. Esa es la inspiración filosófica, y, digamos, la inspiración estratégica que uno puede encontrar en un libro como El arte de la guerra de Sun Tzu: "Los que son expertos en el arte de la guerra someten al enemigo sin combate... La regla de oro en la guerra es, precisamente, la ausencia de toda norma... La suprema habilidad consiste en vencer sin derramar una sola gota de sangre, y esto se consigue desbaratando los planes del enemigo, adivinándolos o deduciéndolos".

No he renunciado

¿Chávez estaba ajeno a la organización del rescate?

No teníamos contacto directo con él, aunque ya sabíamos que estaba en La Orchila. Como a las siete de la noche del 13 abril llegó el cabo de la Guardia Nacional al Batallón de Paracaidistas y me entregó el papel.

Fui hacia la terraza de la brigada, en la entrada. Me subi allí con un megáfono y leí la nota.

Ya había miles de personas reunidas, que no sé cómo fueron armando tarimas y hasta buscaron un equipo de sonido. Me contaron taxistas y conductores de transporte público que hicieron unas rutas especiales para llevar la gente hasta la Brigada de Paracaidistas. Hubo un momento del día 13 en el cual teníamos personas por las dos entradas, y era un lió para entrar y salir.

¿Y el cabo cómo llegó allí?

Lo llevó el comandante que estaba en el Batallón Páez otro de los que componen la 42 Brigada de Paracaidista, en Maracay. Aunque era un cabo de la Guardia Nacional, estaba destacado en Turiamo, porque allí hay una playa con residencias vacacionales que dependen del Instituto de Prevención Social. Nos contó que en colaboración con otro compañero lograron sacar la nota. Su esposa la guardó dentro de una prenda íntima, y ambos se presentaron en la brigada. Cuando leí aquel papel frente al pueblo, fue la locura. Hay algunas Imágenes donde estoy leyendo la nota, con la luz de una linterna. Ya eran como las ocho de la noche.

¿Guardó el original?

No, se lo di al Presidente. Hay un detalle de esa nota que me llamó poderosamente la atención: el Presidente escribe el grupo fecha hora, pero coloca la hora aparte. Normalmente los militares escribimos la fecha y hora de la siguiente manera: los dos primeros dígitos es el día del mes; los cuatro dígitos siguientes son la hora y los minutos. Al final, las tres primeras letras del mes y los dos últimos dígitos del año. Lo lógico habría sido que el Presidente hubiese escrito: 131445ABR02. Es decir, día 13, a las 14:45, del mes de abril de 2002. Sin embargo, el Presidente lo escribe de otra manera: "Turiamo, 13 de abril 2002". Y en una línea aparte: "a las 14:45 horas".

Cuando lo vi, interpreté que había separado esa línea para llamar la atención. Es decir, esa sería la hora en que estaba previsto su traslado a La Orchila, y en efecto así fue. Le pregunté luego al Presidente, y me lo confirmó. Para nosotros era importante saberlo. El cabo no podía asegurarnos nada, porque él salió de la isla antes de que trasladaran a Chávez.

En La Orchila había un avión con siglas norteamericanas.

Sí, y en esa aeronave según tengo entendido se habían trasladado oficiales golpistas, algunos de los cuales se fueron a la Plaza Francia. Nosotros llamamos al embajador de Estados Unidos para preguntarle.

¿Usted lo llamó?

El general García Montoya habló con él. Cuando le preguntamos y comenzamos a precisarle detalles hasta la identificación de la aeronave, a Charles Shapiro se le olvidó el español y empezó: "I´m sorry. I´m sorry". Y entonces nosotros aquí en Venezuela tenemos una echadera de bromas en torno a eso: "I´m zorry, I´m burry". "Yo soy un zorro, yo soy un burro”. Es decir, que se hizo el loco y todavía estamos esperando una respuesta. Eso también hizo que apurásemos el rescate.

¿Cuando le habló a la población habían decidido salir a buscar a Chávez?

Primero, le hablé al pueblo y luego, organizamos el rescate. El comando salió un poco antes de las 21:00 horas. Recé mucho, y lo hice apelando al sincretismo religioso. Y los rezos fueron escuchados.

¿Cuándo le comunicaron que la operación se había efectuado con éxito?

Habíamos previsto traerlo a Maracay. Cuando Alí me dice: "Tenemos al águila", que era la contraseña fijada, me comunicó que el Presidente había pedido que lo llevaran directamente hacia Miraflores. Salí y le expliqué al pueblo. Después, escuchamos al Presidente.

Cuando ya estaba amaneciendo, nos dimos cuenta de que no habíamos comido nada durante horas. Cerca de la brigada hay un sitio donde venden comida rápida. García Montoya nos invitó a comer unas arepas y en eso nos notificaron que el Presidente tenía intenciones de ir a un acto público en Maracay ese mismo día. Pero antes, nos mandó a buscar. Todos los oficiales, generales y almirantes que participamos en la operación nos entrevistamos con él en Miraflores.

Tuve primero un intervalo privado con él en el despacho. Nos abrazamos a llorar. Le comenté que mi mayor aspiración era pasar a retiro siendo comandante de la Brigada de paracaidistas.

Compañero de viaje

El 14 de abril de 2002, en el acto de homenaje a la Brigada de Paracaidistas, usted dijo que la actuación de esa tropa tenía que ver con el respeto a la Constitución Bolivariana, pero mencionó que en esos días también pesaron los afectos.

Sí. En otros momentos de nuestras vidas, ha habido gente que ha querido especular sobre mi amistad con el Presidente y crear alguna cizaña. Pero nuestra relación responde a los llamados del corazón. Además de los ideales, están los afectos profundos.

Aquí guardo la copia de una carta que le hice en diciembre de 1999, dándole cumplimiento de orden, cuando él me pidió que me movilizara para La Guaira. Fue durante el terrible deslave en Vargas, donde murieron cerca de 20 000 personas. Entonces le dije, y lo repito: "Mi más caro sentimiento hacia usted, como un hermano del alma, un dilecto y entrañable amigo y un gran compañero de viaje".

No podemos desestimar una nueva acción de los enemigos

Por el conocimiento que tengo del Ejército, de los hermanos de la Armada y la Aviación, y de la Guardia Nacional, creo que es sumamente remota la posibilidad de un nuevo golpe de Estado, pero no lo podemos desestimar. Y mucho menos eludir lo que ha venido pasando en nuestro país en este último lustro, donde abiertamente una potencia extranjera, a través de sus agencias locales, ha intervenido de manera artera en los asuntos internos de nuestro país. Hay mucho dinero y muchos intereses de por medio.

¿Es verdad que a usted le propusieron mucho dinero para que traicionara a Chávez?

Cuando entregué el mando de la Brigada de Paracaidistas y me enviaron a la Cuarta División, vino a verme una persona conocida que fungió como intermediario de los norteamericanos. Me hizo una propuesta de millones de dólares en efectivo y en bienes raíces, en el exterior, en diversas partes del mundo en Francia, en Escocia o donde quisiera. Ese hombre trajo documentos que avalaban las propiedades y se brindó, incluso, a ser mi asesor financiero, si lo estimaba conveniente. No tenía idea de las bancas offshore, los llamados paraísos fiscales. Bastaba una llamada y una clave, y manejaría una exagerada cantidad de dólares.

Si eso ocurrió con un simple mortal como yo, de cuánto no será el negocio que representa Venezuela para los intereses de Estados Unidos en el mundo.

¿Esa persona le dijo a nombre de quién venía?

Utilizó muchos subterfugios, pero no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que eso es imposible hacerlo sin conexiones internacionales.

¿Del gobierno norteamericano?

Se cuidó mucho de mencionar a alguien. Pero puedo decirte de que, el 17 de abril de 2002, dos representantes del gobierno norteamericano intentaron tener una reunión no oficial conmigo. Le pregunté al intermediario: "¿Dónde trabajan estos señores?" "En el Departamento de Estado". "¿Cómo es eso que quieren tener un encuentro no oficial conmigo? Dígale quesoy un soldado, un comandante de una unidad superior, y no tengo por qué tener ese tipo de contacto".

¿Supo los nombres?

Sí. Los señores Thomas A. Shannon y Phillip Chicóla, Departamento de Estado de EE. UU. El intermediario fue un venezolano.

Los norteamericanos estuvieron seriamente implicados en el golpe. Por nuestras manos pasaron fusiles de asalto, repartidos por el almirante Molina Tamayo, con marca de fabricación norteamericana. Conocimos de la presencia de navíos y aeronaves en las aguas y el espacio aéreo venezolanos. Las trazas indicaron que no eran cualquier avión o embarcación, sino aparatos de uso militar que entraron a aguas territoriales. Estuvieron muy cerca de la Península de Paraguaná.

Hay testimonios de los oficiales que trabajaban en los sistemas de control aéreo de Maiquetía sobre la presencia de aeronaves norteamericanas. También, en el aeropuerto de Barcelona aterrizaron varios, que luego dijeron que iban de tránsito hacia otro país. ¡Pero qué coincidencia que todos fueron ese día!

¿Quién ejecutó la decisión de cerrar la Misión Militar norteamericana en fuerte Tiuna?

Apenas recibí la jefatura del comando del Ejército consideré que debíamos hacerlo. Era un asunto de dignidad y de responsabilidad con la Patria. Les hice la propuesta a mis superiores y la elevé ante el señor Presidente. Quiero decirles que el Presidente lo había ordenado hace mucho tiempo, pero nunca se había ejecutado.

Antes, mandé a investigar cuáles eran los términos del convenio, y era evidente que no teníamos por qué respetarlo. Tuvimos la presencia de esos señores abierta y descaradamente, interfiriendo en los asuntos internos de nuestro país, lesionando los principios de soberanía y de autodeterminación. Eso es una actitud inamistosa hacia nuestra nación, que pone en entredicho los términos de la buena fe de las relaciones que deben existir entre dos pueblos soberanos.

Dudo muchísimo que Estados Unidos acepte que nosotros tengamos en Washington una misión con los privilegios que ellos tenían aquí. Digamos, una sede nuestra en el Pentágono. Nadie puede olvidar que Fuerte Tiuna es el centro del poder militar en Venezuela. Es el lugar de mayor relevancia del ejército, donde tiene su asiento el Ministerio de la Defensa, el comando del ejercito y otras instalaciones…

Y ellos, aquí adentro, con el privilegio de usar nuestras instalaciones y emplear a personal civil venezolano, con el uso de placas militares y otras prerrogativas. Yo estudié en instituciones del ejercito norteamericano y las conozco muy bien. Jamás permitirían algo así en su país. Ni siquiera a los socios más entrañables.

¿Por qué los mismos que se pusieron a la orden de los norteamericanos siguen teniendo total impunidad en Venezuela?

El Libertador decía que a cada traición un perdón, y a cada perdón una nueva traición. Pareciera que somos reticentes a la hora de tener en cuenta esas enseñanzas del Libertador.


¿Usted trabaja usualmente escuchando los cantos gregorianos que han acompañado toda esta entrevista?


Fui monaguillo. Mi madre albergó serias esperanzas de que me hiciera sacerdote; pero, realmente, tomé otro apostolado. Amo esta música y también la escucho por mis inclinaciones filosóficas. En otros momentos prefiero oír las melodías del Tao y del Feng Shui. No soy un experto, pero algo he caminado por esas filosofías. Aunque el Tao dice que quien lo conoce no habla, y quien habla no conoce nada.

Hay quien mira solo la superficie de esta cultura, y me dice, jocosamente, que yo vivo con humitos raros en mi oficina y con música de encantar culebras...

¿Cómo preferiría que definiéramos a Raúl Isaías Baduel después de una conversación tan extensa?

Esta pregunta aunque no es para mi, voy a tomarme la arbitrariedad de responderla, simplemente por las respuestas que el señor, si se puede llamar señor, Raúl Isaías Baduel, dio a la entrevistadora y escritora del libro “Chávez Nuestro” Baduel eres un traidor, que nunca fuiste humilde, ni soldado de tu pueblo, porque simplemente vendiste tu conciencia al mejor postor. Y punto.

Patria Socialismo ó Muerte Venceremos.

articulojoseantonio@hotmail.com


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José Antonio Velásquez Montaño


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